Daniel se hizo con el móvil personal del arzobispo y al decimotercer intento consiguió que éste descolgara, el 30 de agosto, 20 días después de hablar con el Papa. Entonces el arzobispo le dijo que ya estaba al tanto del problema y concertaron una reunión en la que el prelado le pidió perdón y le aseguró que iba a abrir un procedimiento interno.
El 9 de octubre, dos jueces eclesiásticos de Valencia nombrados por el Vaticano interrogaron a Daniel. Llevaban un test de 50 preguntas durísimas para descubrir si la víctima mentía, pero no necesitaron pasar de la pregunta número 15. Los resultados se remitieron a la Santa Sede y al arzobispo de Granada.
Cinco días después, el 14 de octubre, el joven acudía ya a la justicia humana, en la fiscalía del TSJ de Andalucía y Daniel pidió al arzobispo que retrasara las medidas disciplinares contra los acusados para no avisarles y que entorpecieran la investigación policial. “Este asunto no es tuyo ni mío, está en manos de la Virgen”, respondió Martínez, que al día siguiente suspendía a divinis a tres de los miembros del clan de los Romanones. El obispo asegura que la petición de discreción le llegó dos días después de tomar medidas y que él cumplió con los protocolos marcados por el Vaticano.
A finales de octubre es cuando la fiscalía abre diligencias, pero ya había poco donde rascar. “Esto se conoce desde agosto, hemos perdido tres meses cruciales”, lamentan fuentes policiales a Interviú. De hecho, la Policía registró la casa de Pinos de Genil (Granada), donde presuntamente tuvieron lugar muchos de los abusos, el 24 de noviembre. Entonces se incautaron de ordenadores, sábanas y libretas, pero los investigadores tienen “pocas esperanzas” de encontrar algo.
“Si había pruebas, los curas han tenido tiempo para deshacerse de ellas desde que el arzobispo los suspendió”, aseguran las mismas fuentes. Más aún después de que, a principios de noviembre, dos semanas de saber por el arzobispo que estaban siendo investigados por abusos sexuales, los curas acudieron a la Guardia Civil para denunciar que su chalet había sido allanado y alguien había robado un ordenador y varios enseres.
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