La obra Los últimos españoles de Mauthausen (Ediciones B), que publica el periodista Carlos Hernández de Miguel, y de la que los lectores de Público disfrutarán de cinco adelantos editoriales con testimonios de españoles que sobrevivieron a los campos de exterminio nazi, recoge estos telegramas entre el Gobierno franquista y sus embajadores en los que queda negro sobre blanco que Franco conocía la magnitud del genocidio judío que llevaba a cabo Hitler y que no movió ni un dedo para evitarlo.
"Es una absoluta falsedad que el régimen de Franco tratara de salvar a los judíos de una muerte segura en los campos nazis. Ni tan siquiera puede ser considerado como un cómplice pasivo. Fue cómplice activo y necesario y, por tanto, coatuor de la deportación de los judíos. Cuando alguien tiene la capacidad de salvar a otro ser humano de una muerte segura y no lo hace se convierte en cómplice", denuncia el autor de la obra Carlos Hernández en conversación telefónica con Público.
Administrar los bienes de "sus judíos"
Fue en diciembre de 1940. La Embajada española en París anunció la expropiación de las posesiones de los judíos a través de un telegrama: "Autoridades Departamento Seine et Oise han comenzado a incautarse bienes de los sefarditas y están bloqueando sus cuentas en los bancos. También en París se proponen desde 1 de enero nombrar administradores judiciales para bienes de los judíos. Urge por tanto resolver este asunto y espero instrucciones"·.
4.500 judíos de nacionalidad española
De la misma manera que con los "rojos", Franco mostró una total indiferencia por la suerte de los 4.500 judíos de nacionalidad española que había en países ocupados por el nazismo y, más aún, por los 175.000 de origen sefardí, descendientes de los judíos expulsados de España, que conservaban sus tradiciones, su cultura y hablaban en una lengua muy similar al castellano antiguo.
Sólo a última hora, a mediados de 1944, cuando estuvo convencido de que Hitler sería derrotado en la guerra, Franco realizó gestiones para salvar a pequeños grupos de judíos y dio la orden a sus embajadores para tratar de repatriar a aquellos judíos de "indudable nacionalidad española". El historiador alemán, Bernd Rother, lo describe así: "España solo a regañadientes y de una manera dubitativa protegió a los judíos y limitó la protección a los judíos españoles".
Dos de estas familias fueron la de Mayo y Abastado, quienes tras una larga detención fueron deportados a Alemania ya que Franco no se pronunciaba sobre su destino. Cuando llegó la orden, era tarde. Así escribía el cónsul español en París, Alfonso Fiscowich, al ministro Gómez-Jordana:
"Familias Mayo y Abastado después de larga detención han sido deportadas Alemania. La primera había sido autorizada entrar España por telegrama VE nº 3252 habiendo este Consulado realizado con el mayor interés reiteradas gestiones por desgracia infructuosas. La segunda no había cumplido todos los requisitos exigidos para considerar su nacionalidad como indiscutible no entrando por lo tanto en la categoría de repatriados. Ambas han sufrido ... consecuencias señaladas en mi telegrama nº 44 y despacho 798". Era el 10 de marzo de 1944. Había pasado casi un año desde que expiró el ultimátum alemán.
Frente a la indiferencia de Franco, hubo diplomáticos españoles que se jugaron el puesto, y la vida, en salvar a los judíos de una muerte segura. La historiografía franquista ha utilizado las hazañas de estos diplomáticos para tratar de limpiar su imagen. Sin embargo, los hechos contradicen esta revisión de la historia. Prueba de ello, es el caso de Eduardo Propper, quien expidió, en 1940, miles de visados de tránsito para judíos que deseaban huir de la Francia ocupada fue destituido e incluido en la lista negra por Serrano Suñer.
Algo similar le ocurrió a Miguel Ángel de Muguio, encargado de negocios de la Embajada de España en Budapest, que informó continuamente a Madrid sobre la discriminación, las amenazas y los crímenes que se perpetraban contra la comunidad judía de Hungría y que ante el silencio de su Gobierno emprendió por su cuenta y riesgo una serie de actuaciones encaminadas a proteger a diferentes grupos de adultos y especialmente de niños judíos. Su actuación indignó a las autoridades húngaras que protestaron formalmente ante el Ejecutivo español. Franco le cesó fulminantemente.
"Diplomáticos como Ángel Sanz trabajaron para evitar la muerte de judíos. Pero no fue gracias a sus jefes sino a pesar de lo que mandaban sus jefes y Franco. La actitud del régimen fue la de la indiferencia. No tuvo ni un gesto de humanidad. Afortunadamente, un grupo de diplomáticos se salvo estas órdenes y actuó por su cuenta y riesgo a favor de los judíos", sentencia el autor de la obra Hernández de Miguel, que señala que el único objetivo de la obra que acaba de publicar es "poner la Historia donde estaba: en la verdad y no en la manipulación franquista".
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