“El día 29 de diciembre llegamos a urgencias del hospital general con mi padre de 85 años enfermo de gravedad. La sala de espera estaba saturada de enfermos, el personal sanitario al límite, se desvivían por atender lo imposible. Es indignante que la administración se permita tan poca consideración con sus asalariados. No quiero pensar qué nos ocurriría a los pequeños empresarios si tuviéramos a nuestros colaboradores en tales circunstancias. A inspecciones nos crujirían. En este país los asalariados y los pequeños los que mantenemos el país, somos los que hemos de cumplir las normas”, denuncia la autora de la carta, publicada por Castellón Confidencial.
“Mi padre era de los que decía a todo el mundo que era de derechas, pero el último año de su vida sentía vergüenza por todo lo que le tocó vivir. Renunció a escuchar las noticias, no quería saber, era consciente que demasiado arribista había inundado las filas de un partido al que él tenía como ideal”, asegura esta mujer, que llama a “pegarles una buena patada en el trasero a esos que llevan tantos años vendiendo humo, con tal de conservar sus sillones”.
“Hemos de dar la oportunidad a otros, por ver si son capaces de regenerar la política en nuestras instituciones. No consintamos el absolutismo de las mayorías. Es imprescindible recortar todo lo superfluo, empezando por unos sueldos de escándalo. Sueldos que, más de uno, no cuenta con la capacidad racional, ni intelectual para cobrarlos. Es hora de invertir en puestos de trabajo: en la sanidad para que los enfermos puedan ser tratados con dignidad, en servicios sociales, que los dependientes sean atendidos con el respeto y la humanidad que se merecen y en la educación pensando en que nuestros jóvenes se formen un criterio honesto y no se dejen manipular por cretinos”, continúa la carta.
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