Carlos Enrique Bayo
27-5-2015
Público.es
Pero no, según la delirante versión de la presidenta
del PP de Madrid, la jurista Manuela Carmena, exvocal del Consejo General del
Poder Judicial, dirige ahora “una fuerza política diferente que no está en
nuestro sistema democrático constitucional”. Y Aguirre pronuncia tan aberrante
sentencia en base al insensato argumento de que, si es alcaldesa, esa mujer de
71 años, que fue elegida en 1993 jueza decana de Madrid, utilizará la Alcaldía
como “trampolín para una victoria en noviembre” con el objetivo de destruir la
democracia española “tal y como la conocemos”.
Porque sostener que la formación de Pablo Iglesias
quiere imponer una dictadura ganando elecciones democráticas no sólo es
desquiciado sino también insultante, sobre todo en boca de los herederos de los
que sí destruyeron por la fuerza de las armas una República democrática para
instaurar un régimen militar fascista sobre los cadáveres de cientos de miles
de españoles. Que esa aristocracia retrógrada, representada por una condesa
arrogante y populista, pretenda ahora dar clases de democracia y
constitucionalismo sería risible si no fuera vejatorio para tantas víctimas de
su despotismo social, económico y ejecutivo.
¿Será que al final lo consiguió?
Además, ELLA NO HA GANADO LAS ELECCIONES. No hay
peor falsificación de la voluntad democrática de los ciudadanos expresada en
las urnas que tratar de imponer lo de “que gobierne el partido más votado”,
aprovechando que suele serlo el PP porque aglutina todas las derechas hasta el
extremo más ultra del espectro político, mientras que las izquierdas son
plurales y por tanto están divididas. Es decir, los conservadores quieren
convencernos de que lo legítimo es que con el 34,5% de los votos el PP
gobierne a todos los demás, aunque esté más que claro que los otros dos
tercios de los votantes se oponen a ese partido.
Y lo que ya es surrealista es que nos diga que se
propone “llegar al fondo de la regeneración” democrática de su partido la misma
expresidenta que se rodeó de los capos de la mafia corrupta que enlodó primero
la política madrileña para después extender sus tentáculos hacia los otros
bastiones territoriales del PP. Bajo su mandato se desarrollaron hasta redes
internas de espionaje en el seno del gobierno autonómico, pero resulta que no
se enteró de que los jefes de su equipo robaban a manos llenas con cada acto de
campaña en el que ella prometía limpieza y rectitud. Hasta desestimó los
informes que la alertaban de lo que hoy ya es una incontestable verdad
judicial. ¿Por qué?
Cuando ahora atribuye a Carmena ambiciones
inconfesables, incluida la de conquistar La Moncloa, suena a confesión de
intenciones propias. Cree el ladrón…
“A lo mejor resulta que nadie tiene mayoría absoluta y
yo soy alcaldesa de Madrid, no lo descarte usted”, terminó Aguirre su inopinada
rueda de prensa, mostrando la arrogancia y la rabia que la ciegan. Aunque lo
más intrigante de todo este delirio de grandeza es el temor personal que deja
traslucir, superando incluso a su soberbia.
¿Qué puede dar tanto miedo a la condesa?
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