Sus ideas le han hecho salir en los titulares de los medios varias veces. La última esta misma semana, cuando propuso excomulgar al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. No se arrepiente de haberlo dicho y, es más, se reafirma en su planteamiento.
“No respeta el bien común y, al no hacerlo, provoca que mucha gente sufra”, asegura recordando los desahucios, las preferentes, las “violaciones de los derechos” con los refugiados… “Y no permite muchos tratamientos para enfermedades como la hepatitis y hay gente que no puede comprar medicinas por el copago”, apunta mientras recuerda: “Todo aquel que produjere una muerte a una persona, no merece estar dentro de la Iglesia”.
El sacerdote, de 59 años, dice que Rajoy está “violando continuamente los Derechos Humanos” y subraya que “lo fundamental es respetar a la persona humana” algo que, a su juicio, el presidente del Gobierno no cumple. “Todo lo que haga daño al hombre, hecho a su imagen y semejanza, está haciendo daño a dios. Y al prójimo no se le hace daño sólo directamente, sino también indirectamente, creando situaciones de dolor, de sufrimiento”, dice mientras recuerda que todo lo que él dice está basado en la Biblia y en el Catecismo de la Iglesia católica.
"LA IGLESIA HA SIDO UN APARATO IDEOLÓGICO"
Él cree que la excomunión de Rajoy tendría efectos en la política porque “la mayoría de sus votantes se declaran católicos, apostólicos y romanos y tendrían que reflexionar si quieren a este hombre”. “A veces es mucho más peligroso que la Iglesia declare oficialmente esto que otras medidas penales que muchas veces no tienen sentido. Ahí tienes a un Conde que se está burlando de todo quisque viviente”, recuerda resignado.
Rodríguez Patiño no se corta tampoco a la hora de hablar de la Iglesia. Apuesta por que el celibato sea opcional y dice que ahora es obligatorio porque así la jerarquía “maneja mejor” a los curas. “¡No impongas nada a la gente, macho!”, exclama antes de poner un ejemplo de cómo lo prohibido atrae más: “Antiguamente yo tenía dos huertas al lado de mi casa. En una de ellas te amenazaban si ibas a mangar fruta y en la otra te dejaban entrar. Pues íbamos a mangar a la primera, aunque sabían más ricas en la otra. Pero teníamos que mangar en la otra porque te lo prohibían. Claro, coño”.
También recibió un expediente del obispo en 2012, cuando montó un portal de Belén cuya puerta precintó con cinta policial y colocó en el suelo pegatinas de Stop Desahucios. “El niño Jesús encarna los problemas del ser humano y, en estos tiempos, sería un desahuciado más”. “Sus padres eran gente humilde y no encontraría un lugar donde venir al mundo", argumentó entonces.
Y animó a católicos, sacerdotes y obispos a sacar su dinero de aquellas entidades bancarias que lleven a cabo desahucios. “San Antonio criticó a los usureros, les llamó reptiles, les dijo que estaban chupando todo al pueblo. Pero siempre nos han dibujado unos santos como místicos, ajenos a la realidad”, explica.
También apoya abiertamente a los gays e incluso en los años 70 publicó un trabajo que hablaba de la homosexualidad en los seminarios. “La gente que más condena una cosa y otra… al final son ellos”, dice dejando caer cosas para que, quien quiera, lo entienda. “Me dicen algunos que es que son pervertidos. Coño, ¿qué tiene que ver que un chico concreto sea pervertido? Puede ser homosexual o heterosexual y haría lo mismo.”
Aunque, quizá, el momento de mayor fama le llegó en 2001, cuando admitió haber dado positivo en un control de alcoholemia, aunque precisó que se debió al vino de misa ingerido tras haber oficiado varios actos religiosos. Entonces inició una campaña para solicitar a los responsables eclesiásticos que estudien soluciones al problema que se plantea a los sacerdotes que tienen que oficiar misas en distintas parroquias y para ello trasladarse en vehículo.
Pero a él no le importa salir en los titulares si es para defender aquello en lo que cree. Tampoco que le critiquen en las tertulias de Intereconomía (“¡cómo me ponen allí!”, exclama). “Quizá muchos en la Iglesia compartan mis opiniones y tengan vergüenza de decirlo. Pero yo no tengo nada que perder y sí mucho que ganar”. Más claro, imposible.
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