Rivera,
el camaleón que sueña con permanecer en primera división
Al líder de Ciudadanos le ha costado 10 años llegar a
pisar el Congreso. Vendiéndose como el único capaz de mudar su piel para llegar
a acuerdos a uno y otro lado de la Cámara, pelea por mantener su cuarto puesto
y seguir en el pódium político español.
Público
16-6-16
PAULA DÍAZ
MADRID.- A Albert
Rivera (Barcelona, 1979) le ha costado diez años llegar a ocupar un escaño
en el Congreso. Diez años de batallas internas en Ciudadanos, pactos fallidos
con otras formaciones, un número incontable de citas en las urnas y hasta un
cambio de imagen que incluye un (misterioso) crecimiento de pelo.
El presidente de los naranjas ha cambiado el michelín de aquel famoso cartel en
el que se mostró desnudo ante el mundo por un cuerpo atlético más propio del
deportista que es. Pero, si algo ha permanecido inamovible en este tiempo es su capacidad camaleónica para
adaptarse al entorno que le rodea, girando a izquierda o derecha según convenga, que
para algo es el representante del "centro".
La
ambigüedad ha permitido a C's pactar gobiernos con el PP en Madrid, con el PSOE
en Andalucía y hasta votar con Podemos en algunas ocasiones. ¿Qué hará el 26-J?
Ni una cosa ni la otra o, tal vez, las dos o ninguna. Pero
en ese misterio radica su victoria: el objetivo es arañar el voto descontento a
uno y otro lado de la Cámara para mantenerse, aun sin ser decisivo, en la
primera división. "Es más importante ser útil que ser importante",
repite a menudo a modo de auto-consuelo.
Pero las
dicotomías no son propias sólo de la vida política de Rivera, sino que forman parte de su ser. De padre catalán y
madre andaluza, Rivera es un "liberal de centroizquierda";un
'pijo' sin corbata; tímido, pero ególatra; soñador aunque rechaza la
'ciencia-ficción'; un antitaurino que en su día salió a hombros de la plaza
de la Monumental de Barcelona. Sólo hay una característica contundente en
él que le define en cada discurso: su antiindependentismo
.
Rivera fue
elegido presidente de Ciudadanos por llamarse Albert: fue el orden alfabético
del nombre de pila y no del apellido el criterio
Esa es,
precisamente, la cualidad principal por la que surgió Ciudadanos, la única en
la que estaban de acuerdo los 15 intelectuales que 'parieron' el partido en
2005 y que procedían de ambos bandos del bipartidismo. En función de la
documentación que se maneje, C's habría nacido como descontento con un PSC que
se había echado en manos del independentismo de ERC o bien, como reacción a un
PP que hablaba catalán en la intimidad con CiU.
La propia
cúpula del partido estaba tan dividida en aquel entonces que tardó en ponerse
de acuerdo para elegir presidente y secretario general de la formación. Había
dos listas candidatas. ¿Cuál eligió el joven Rivera que hasta
entonces había votado al PP, PSC y hasta a CiU en distintas ocasiones? Ni a
papá ni a mamá. Las dos. Y la dirección del partido le cayó encima porque el
destino (y quien hoy es una de sus manos
derechas, José Manuel Villegas) quiso que el presidente fuera elegido por orden
alfabético en función del nombre y no del apellido. Corría el año 2006 y el hoy
todopoderoso líder de Ciudadanos contaba sólo 26 primaveras.
Antes de
C's, tonteó con las Nuevas Generaciones del PP pero no llegó a militar
Había
llegado al partido de la mano de uno de sus profesores de Derecho, Francesc
de Carreras, tras haber tonteado con las Nuevas Generaciones del PP, de las
que fue simpatizante, es decir, un afiliado que no pagaba cuotas (no era
militante) a quien le llegaba información del partido pero no tenía ningún
poder de decisión en el mismo. Quienes le conocen le describen en aquella época
como un muchacho con mucha voluntad, aunque sin el menor conocimiento serio de
la política.
Pero aquel joven que nació en la Barceloneta y se mudó con sus padres -dos
"autónomos", como siempre se encarga él de recordar, que tenían una
tienda de electrodomésticos- a Pueblo Nuevo y luego al Vallés, que estudió
Derecho y viajó al extranjero, que trabajó para La Caixa como asesor
jurídico, le echó entusiasmo y aprendió a manejarse en la vida
pública.
Libertas, UPyD y otras amistades peligrosas
Pero es oro
todo lo que reluce. En ese trayecto Rivera obtuvo lo mejor y lo peor de su
vida. ¿Lo mejor? Su hija Daniela, que hoy tiene cinco años. ¿Lo peor? Su pacto con los ultraderechistas
de Libertas para las europeas de 2009. El partido estaba falto de financiación y el
presidente de los naranjas decidió echarse en manos del millonario irlandés Declan
Ganley, antieuropeísta, antiabortista y, además, contratista militar del Gobierno
de EEUU. La caída
fue estrepitosa: un 0,14% de los votos, infinitas bajas en el partido y la
propia crisis de Rivera, que, reconocido el error, se replanteó incluso su
carrera política.
Ya recuperado, intentó aliarse con UPyD para las generales de 2011 tras
haber fallado en las municipales de ese mismo año. Rosa Díez le cerró la
puerta de la confluencia de la 'Tercera Vía' en las narices y, aunque Rivera
pidió el voto para ella, se guardó la venganza para servirla en plato frío.
Tras el segundo intento fallido de
concurrir juntos en 2015, Ciudadanos inició lo que algunos de sus miembros llaman con sorna 'la operación
Pepino' en honor de la famosa intervención de
Sosa-Wagner en el Parlamento europeo: consiguió que buena parte de las filas magentas
se tiñeran de naranja. Toni
Cantó (número uno por Asturias), Ignacio Prendes (número uno por
Asturias y exmiembro de la Mesa del Congreso) o Fernando Maura
(exeurodiputado, ahora en la lista de C's por Madrid) son ejemplos de ello.
La ruleta
había girado ya: aunque Ciudadanos había quedado por detrás en las europeas de
2014 (consiguió dos escaños frente a los cuatro de UPyD), el "espíritu del
teatro Goya" -el teatro de Madrid donde el Movimiento Ciudadano comenzó,
en 2013, la expansión del partido fuera de las fronteras de Catalunya- ya
estaba extendiéndose y Rivera, ya conocido, se había colado ya en la lista de
candidatos mejor valorados. En las elecciones andaluzas comenzó la debacle
de Díez en favor de Rivera, continuó en las autonómicas y municipales y remató
en las generales: Ciudadanos 40-UPyD 0.
Niega que
sea el candidato del Ibex 35, el "Podemos de derechas" que pedía el
presidente del Sabadell, pero Garicano está ligado a su fundación (Fedea)
También niega
que Ciudadanos sea el partido del Ibex 35. Pero, aunque no está demostrado
que obtenga financiación del mismo, sí parece ser el favorito del poder
económico y financiero del país. Famosa es la frase del presidente del
Sabadell, Josep Oliu, apuntando a la necesidad de que exista un "Podemos
de derechas", así como la relación de éste con la Fundación de Estudios de Economía
Aplicada (FEDEA) de la que es miembro Luis Garicano, gurú económico de C's y
coordinador del programa electoral del partido. Fedea tiene su origen, además, en
el Banco de España y está impulsada también por el Banco Santander, Repsol,
Telefónica o la propia La Caixa donde trabajó Rivera.
Pero por
mucho apoyo (moral o mayor) que tenga de las grandes empresas, Rivera no
tiene opciones de ganar. Aunque le guste "vivir soñando, soñar
despierto", como él mismo admite en su perfil de LinkedIn, y uno de
sus lemas sea la frase de Paulo Coelho "imposible es solo una
opinión" (también le gustan Víctor Hugo, Martin Luther King o Kennedy
como referentes), el candidato naranja ha puesto los pies en la tierra. El 20-D
soñó con 100 diputados y se quedó en 40. Ahora se conforma con aspirar a
ser bisagra de PP, de
PSOE, o de ambos en un Gobierno de gran coalición.
En Rivera
nada, a excepción de su antiindependentismo, es blanco o negro. ¿El café? Lo
pide con leche templada. Ni frío ni calor.
Para
arraigarse ese puesto, ha mutado la piel otra vez y ha cambiado su estrategia
de campaña. De vender "propuestas para un proyecto común para España"
(algunas de ellas especialmente polémicas como la equiparación de penas de violencia de género y doméstica,
sanidad universal para todos pero
no para los inmigrantes, o apertura de fosas, sí; cambio de callejeros, no en
tema de Memoria Histórica), ha bajado al barro, al ataque. Al ataque contra Podemos -su antaño rival
entre el sector de la 'nueva política' regeneradora-, contra PP -no apoyará nunca a Rajoy, promete-, y hasta contra el PSOE -no deja
de advertir a Pedro Sánchez que no
puede dar por hecho la reedición de su pacto de investidura.
Ha mejorado sus intervenciones en los debates, en los que había decepcionado con
anterioridad, teniendo en cuenta que fue campeón de la materia en sus años
universitarios. Ha cambiado también su frialdad con la militancia -a la que no
suele acercarse y le afea en los mítines que interrumpa su discurso- por el
acercamiento a la calle. Ha modificado la nueva política de hacer campaña en
las redes y cadenas de televisión -que aún mantiene- con la vieja: ahora
baja a la calle, pasea con los vecinos y hasta juega al dominó con los
jubilados. Otro cambio de piel que, sin embargo, no busca camuflarse en el
olvido, sino hacerse visible entre quienes lideran los sondeos. Rivera quiere
arañar votos aquí y allá, a izquierda y a derecha. Y es que en Rivera nada, a
excepción de su antiindependentismo, es blanco o negro. ¿El café? Lo pide con
leche templada. Ni frío ni calor.
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