Pilar
Gonzalez Garcia
Los monjes benedictinos y el Valle de los Caídos: los guardianes del silencio
Durante más de seis décadas, los monjes benedictinos han sido los guardianes del Valle de los Caídos, los custodios del monumento más polémico de España.
Su silencio, su poder y su resistencia al cambio son una de las claves menos contadas de este lugar que todavía divide al país.
El encargo de Franco
En 1958, cuando el dictador preparaba la inauguración del monumento, Franco ordenó que el Valle fuera confiado a la orden benedictina.
Su misión oficial: “orar por todos los caídos de la Cruzada y velar por el templo”.
En la práctica, su tarea fue otra: custodiar el mausoleo del régimen y controlar quién podía o no entrar.
Desde entonces, el Valle dejó de ser solo un cementerio. Se convirtió en un monasterio con inmunidad religiosa donde el Estado tenía poco margen de actuación.
El primer abad, Justo Pérez de Urbel, fue designado directamente por Franco.
Era monje, pero también propagandista del régimen, escritor del diario Arriba y autor de varios textos que justificaban la “Cruzada” como obra divina.
Nada en el Valle se movía sin el visto bueno del abad.
El poder de la sotana
Durante décadas, los monjes registraron los traslados de cuerpos que llegaban de toda España, pero los documentos se guardaban bajo llave.
Cuando las familias republicanas pedían información sobre los suyos, la respuesta era siempre la misma:
—“Aquí descansan todos por igual, reconciliados ante Dios.”
Era una mentira piadosa que servía para encubrir una violación masiva de derechos humanos y de memoria.
Los benedictinos lo sabían. Ellos mismos firmaban la recepción de las cajas de huesos sin nombre, muchas veces de madrugada, y ordenaban colocarlas en los osarios laterales.
El historiador Queralt Solé documentó que los monjes tenían una “lista secreta” con los traslados, pero el acceso a esos archivos fue negado hasta bien entrada la democracia.
Solo en 2018, por presión de asociaciones memorialistas, Patrimonio Nacional logró revisar parte de los registros.
Aún así, miles de familias siguen sin respuesta.
Misas por Franco, silencio por las víctimas
Cada 20 de noviembre, durante décadas, los monjes oficiaron misas por el alma de Franco y José Antonio Primo de Rivera.
Nunca hubo, en cambio, una misa pública por los miles de republicanos allí enterrados sin nombre.
En 2019, tras la exhumación del dictador, la abadía reaccionó con un comunicado donde expresaba su “dolor por la profanación del templo” y su “oración por la unidad de España”.
Ninguna palabra para las víctimas del trabajo forzado ni para las familias que reclamaban a sus muertos.
Esa doble moral, esa ceguera elegida, los ha convertido en símbolo del silencio eclesiástico ante la dictadura.
El Estado contra los monjes
Con la Ley de Memoria Democrática (2022), el Gobierno declaró el Valle de los Caídos —ahora llamado oficialmente Cuelgamuros— como lugar de memoria democrática, y solicitó formalmente la salida de la comunidad benedictina.
El Vaticano respondió con diplomacia: “la orden analizará la petición”.
Pero hasta hoy, los monjes siguen allí, celebrando misa diaria, controlando accesos y limitando las investigaciones sobre los osarios.
La paradoja es evidente:
el Estado democrático mantiene con dinero público una comunidad religiosa nombrada por el dictador, en un lugar donde miles de sus víctimas siguen sin identificar.
La última batalla del silencio
Los benedictinos defienden su presencia alegando “autonomía espiritual” y “labor pastoral”.
Pero las familias de las víctimas lo ven de otro modo: como una usurpación de la memoria y una protección del relato franquista bajo sotana.
El Valle necesita una nueva voz. Una que rece, sí, pero por la verdad, no por la nostalgia.
Hasta que las criptas se abran, los nombres se devuelvan y los monjes abandonen ese privilegio heredado del miedo,
el Valle de los Caídos seguirá siendo el altar del silencio más vergonzoso de España.
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Texto original de Pilar González. Todos los derechos reservados.
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Fuentes consultadas
1. Decreto de 1958 (BOE): concesión del Valle a la orden benedictina.
2. Patrimonio Nacional (2018): informes sobre la gestión eclesiástica del Valle.
3. Ley 20/2022 de Memoria Democrática, artículos 54 y 55.
4. Queralt Solé, historiadora (UB): estudios sobre traslados y archivos del Valle.
5. El País (2019): “Los monjes del Valle, guardianes de los secretos del dictador.”
6. La Marea (2022): “Los últimos días de la abadía del Valle de los Caídos.”
7. Ministerio de Presidencia (2023): expediente sobre la retirada de la comunidad benedictina.

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