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jueves, 23 de diciembre de 2021

 

El Obispado de Astorga informa por Whatsapp a las víctimas de la condena a su abusador

Ni un perdón, ni una reunión. Les pedí la sentencia y no nos dan nada. Es como si te deja tu novia por teléfono”, dice uno de los sometidos por Ángel Sánchez Cao.


ElHuffPost


23-12-21


El sacerdote Ángel Sánchez Cao abusó de niños como Emiliano Álvarez a inicios de los años 80 en el Seminario de La Bañeza (León). Ha sido formalmente condenado a no ejercer cargos que impliquen el contacto esporádico o habitual con menores de 18 años hasta el cumplimiento de los 80 años y se le ha revocado, por el mismo tiempo, la facultad de confesar. 

Una victoria judicial de las víctimas que desde el Obispado de Astorga se ha informado con un simple mensaje de WhatsApp. Este es el texto, difundido a los medios por Álvarez: “Buenos días: le he llamado para comunicarle el resultado de la investigación de la denuncia por Ud. presentada, con el fin de comunicarle el resultado personalmente. El Rvdo. Sánchez Cao ha sido condenado a la prohibición de tener contacto de ningún tipo con menores hasta los 80 años y a no poder escuchar confesión salvo en los casos previstos en el c. 976. La diócesis reitera la petición de perdón y reitera el compromiso para seguir trabajando por una Iglesia más segura”.

Emiliano Álvarez ha explicado a diversos medios que el mensaje le parece “una vergüenza” y “una broma de mal gusto” tras lo pasado. Tras recibirlo, llamó al Obispado, que tiene una oficina antiabusos, y se encontró con que le leían el texto palabra por palabra. “Ni un perdón, ni una reunión. Les pedí la sentencia y no nos dan nada. Es como si te deja tu novia por teléfono”, añade

Por medio de un comunicado de prensa, la Diócesis de Astorga informó luego de que se han investigado todas las denuncias recibidas contra este cura cuyos resultados, una vez concluido el proceso, fueron enviadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tras el estudio del caso por este órgano eclesiástico, se levantó la prescripción de los delitos y, por establecerlo así el Código de Derecho Canónico, se inició un proceso administrativo penal cuya instrucción se delegó al Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.



El proceso ha concluido considerándose los hechos imputados ciertos con la imposición de las citadas medidas.

En este documento público, la Diócesis sí dice que “lamenta profundamente estos hechos” y reitera su petición de perdón por el grave daño causado a las víctimas en su desarrollo humano y cristiano.

Al mismo tiempo, muestra su respeto y acatamiento de las resoluciones canónicas, reitera su compromiso de apoyo a las víctimas dentro del marco normativo establecido, y se afianza en su propósito de seguir trabajando activamente para que los espacios eclesiales sean lugares seguros.

Sánchez Cao había sido denunciado por supuestos delitos de abusos a menores cometidos en el año 1980 en el Seminario de La Bañeza. No obstante, el sacerdote negó los hechos y en junio de 2019 demandó por “injurias y calumnias” en un juzgado de Ponferrada (León) a uno de los exseminaristas que le acusaron de abusos sexuales.

Entre otras medidas, la Diócesis de Astorga había acordado en enero de ese mismo año, al conocer la denuncia, apartar a este cura de las parroquias y del ejercicio público del ministerio y le prohibió de mantener contacto con menores y con la supuesta víctima. 

Álvarez tenía solo 10 años cuando el cura Sánchez Cao lo sometió a abusos sexuales en el Seminario Menor de La Bañeza. Luego llevó una vida de drogas, prostitución, errores que achaca al trauma que sufrió entonces. Sostiene entre 1976 y 1978, el acusado y otros curas bajaban a las habitaciones de los niños y los sometían a abusos. Él tiene el recuerdo de despertarse por la noche mientras un hombre con gafas doradas le quitaba el pijama y le apuntaba con una linterna. Relata que tuvo una experiencia “terrorífica” de abusos que se repitió durante dos años.



El seminario de La Bañeza también fue escenario en los años 80, una década después, de los abusos de otro sacerdote ya condenado en 2018, José Manuel Ramos, que abusó sexualmente de, al menos, cuatro niños. También fue acusado de pederastia en los años setenta en el colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria, Zamora. No obstante, la condena fue llevada en secreto por el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, que permitió que ese mismo mes el cura fuese homenajeado en Tábara, Zamora, la localidad donde era párroco. 


miércoles, 22 de diciembre de 2021

 


Bárbara Rey y la tele valenciana donde todo empezó

"Hubo un día en el que la cadena podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables".

Por 

Mariola Cubells

Periodista

20/12/2021 

ElHuffPost


A ver, desde este periódico, con el que colaboro desde que arrancó, hace ya nueve años, nos vais a perdonar la petulancia, pero tenemos que decirlo: antes de que el ex director del CNI, Alberto Saiz, le contase a mi querido Gonzo en Salvados, el pasado noviembre, que la tele valenciana había salvado España al darle un programa a Bárbara Rey, nosotros ya lo habíamos explicado aquí, el 17 de agosto de 2018.

Y es que resulta que yo trabajaba en aquel momento en Canal 9, en la misma productora de Tómbola, Producciones 52 (donde Bárbara tuvo el primer altercado importante con el CNI) y tenía, además, un puñado de compañeros en Trivisión, la productora que finalmente realizó ese mítico programa de cocina para supuestamente pagar a la vedette por los servicios prestados y comprar de paso su silencio.

Así que, tengamos claro que fue en Valencia, cómo no, donde empezó todo. Hubo una tele autonómica, Canal 9, cómo no, que se prestó a este juego sucísimo y turbio. Hubo un día en el que la tele pública valenciana (en aquel momento gobernada por Eduardo Zaplana, que también gobernaba la Comunitat Valenciana) podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables.

Canal 9 podría haber hecho historia de verdad aquel 23 de julio de 1997, pero para bien, no para seguir ensuciando el mundo. Estos días colegas de aquellos tiempos, que estuvieron presentes, y yo, recordábamos aquellos momentos infames (televisivos y extratelevisivos), y no sabíamos si reírnos o llorar.

Qué mierda de tele hicimos, qué penoso el papel de nuestros gobernantes aquellos años, qué dinero tan malversado, qué negocios tan oscuros, qué profesionales tan lamentables…

Vamos a resumir aquel momento histórico, venga:




Canal 9: Tómbola y Bárbara Rey

Julio de 1997. Tómbola invita a Bárbara Rey. Semanas antes se había producido un robo extraño en su casa: habían desaparecido documentos y cintas con audios comprometedores para el Estado que Bárbara guardaba en una caja fuerte. Ella denunció el robo, acusó a Colón de Carvajal, se le dio voz en algunos programas más desenfadados... La noticia se cubrió también en los informativos de algunas cadenas, sobre todo en Telecinco (nunca en TVE), aunque en ningún momento se citó al rey. Recuerdo a Juan Pedro Valentín hablando de una “alta personalidad del Estado”.

El caso es que uno de esos jueves de Tómbola, Jesús Mariñas habló del robo, de la denuncia, de Colón de Carvajal, y entonces Bárbara Rey llamó al teléfono de aludidos y bla bla bla.

-Bueno Bárbara, pues a ver cuándo vienes aquí y nos lo cuentas todo con detalle, le vino a decir en directo el presentador Ximo Rovira.

-Pues cuando vosotros queráis, le vino a contestar la vedette, calculando mientras tanto cuánto le quedaría neto después de impuestos.

Al acabar, en la reunión de contenidos, la directora del programa, Carmen Ro, y su equipo decidieron invitar a Bárbara para el programa de la semana siguiente. Pactaron el caché, 12.000 euros (dos millones de pesetas entonces) y producción se dispuso a organizar el viaje.

Durante toda la semana, Canal 9 bombardeó con promos con la presencia de la vedette. Iba a ser un bombazo, claro. ¿Se preguntó algún directivo de la cadena, algún miembro del parlamento valenciano de dónde iba a salir ese plus de dinero que sin duda iba a cobrar Bárbara Rey? ¿Nos preguntamos los profesionales que entonces trabajábamos en la cadena si aquello era tolerable? Evidentemente, no.

Nosotros, en la tele, nos reíamos un poco incluso, creo recordar. Mandaba entonces Eduardo Zaplana y nada hacía pensar que un día podría ingresar en la prisión de Picassent (Valencia) por blanqueo, cohecho, prevaricación y malversación.

En aquel momento yo trabajaba para la misma productora que hacía Tómbola, Producciones 52, la misma que produjo De tú a tú, aquel programa que Nieves Herrero perpetró en Antena 3 sobre el asesinato de las niñas de Alcàsser. Su marido entonces, Ángel Moreno, era el dueño de la productora. Trabajábamos codo con codo, ellos en Tómbola y yo en un programa infame que se llamaba Parle vosté, calle vosté (Hable usted, calle usted), con famosos de cuarta y quinta fila como el Padre Apeles.

¿En realidad a qué venía Bárbara Rey? ¿Qué iba a contar? ¿Se lo preguntaba de verdad alguien? La verdad es que no. Se la invita porque está en ese momento de plena actualidad. Tras el robo había ido diciendo, sin decir, algunas cosas, y la idea de ponerla allí, en el sofá, al lado de Ximo Rovira, era un “pelotazo”, como me contó el propio Ximo Rovira, a quien llamé para preguntarle qué recordaba. Con la amabilidad de siempre, me lo contó.

Ella era el sofá (expresión que se usa en la tele para definir al personaje principal invitado). Era un pelotazo traerla, teníamos claro que el tema estaba controlado, que los límites estaban claros. Cuando hablé con ella por teléfono, para la previa, me pareció una mujer con miedo, y creo que con la entrevista que quería darnos se sentía protegida. El mismo día, por la mañana, la directora Genoveva Reig nos citó en su despacho a la dirección del programa y a mí. Allí nos trasladó la consigna inquebrantable de que esta señora no podía venir al programa. Una llamada, una instancia de muuuuuuuuy arriba, nos dijo, había dado la orden”.

Los responsables del programa insistieron, le dijeron a Reig que no entrarían en detalles, que no habría ninguna bomba, y que si patatín y que si patatán. Pero ellos no sabían aún que Genoveva obedecía a la primera una orden de su jefe (querría saber si ha ido a visitarlo a la cárcel, por cierto), sin rechistar y sin replicar. Su jefe era Zaplana, efectivamente.

Así que salen del despacho de dirección con el marronazo de tener que llamar a Bárbara y decirle, ‘mira guapa, que no, que no subas al avión, que nadie te va a dar vela en este entierro ahora’.

Producción la llama. La vedette está a punto de salir hacia el aeropuerto de Barajas. Los billetes los tenía desde hacía días. Eran tiempos sin AVE, sin internet, sin móviles. Se pone como loca y le dice a la compañera de producción que la llama que le da igual todo, que ella va a coger el avión sí o sí. En el mismo aeropuerto, un par de periodistas la abordan y ella les cuenta, visiblemente contrariada: “No me dejan salir esta noche en Tómbola, pero yo voy a ir a Valencia de todos modos, porque soy una profesional”. Minutos después atraviesa la puerta de embarque.

Cuando Bárbara llega a Valencia va directa a Canal 9. La están esperando los compañeros de producción, incluido el productor ejecutivo Ángel Moreno. La llevan a la zona de camerinos por la puerta de atrás, para evitar fotógrafos. Una vez dentro la dirigen a una sala donde le vuelven a explicar la nueva situación.

-Mira Bárbara, es que no puedes participar. Las órdenes son tajantes. Si apareces un solo segundo en pantalla se acaba la emisión, le dice Moreno.

Ella entra en combustión. Alaridos. Amenazas de irrumpir en el plató.

Estaba fuera de sí cuando el programa arrancó. Nos temíamos cualquier cosa. Tuvimos que llamar a seguridad y decirles que acudieran a la puerta del plató por si acaso. No habíamos vivido una situación tan tensa jamás”, recuerdan en producción. El sofá ese día se quedó vacío.

Por el pinganillo me dicen que Bárbara está allí, en la tele, y que había problemas, que ella había ido allí con un contrato y que quería entrar en el plató”, recuerda Rovira.

La dirección del programa no lograba apaciguarla, ellos argumentaban y ella que no y que no. Le aseguraron que cobrar iba a cobrar igual. Cuando Moreno le puso el talón encima de la mesa, la vedette se calmó un poco. “Ella ha contado que no teníamos intención de pagarle, pero no es verdad: si el contrato lo hubiera incumplido ella, quizá podríamos haberlo evitado, pero como la culpa era nuestra, los dos millones se le pagaron sin problemas”, cuentan desde la productora.

Voy a recordar aquí, por si de pronto lo habéis olvidado, que esos dos millones de pesetas tirados a la basura salieron de los impuestos de todos los valencianos. Canal 9, queridos míos, era una cadena PÚBLICA.

A la puerta de aquella sala donde se atrincheró la vedette, y en la que había una tele encendida con el programa en emisión, llegaron dos tipos, dos pesos pesados de las altas instancias. Altos cargos de la Generalitat. Ninguno de mis colegas ha podido recordar quiénes fueron exactamente. De hecho, cuando he insistido para ver si hacían memoria, me han venido a decir: qué pesada eres, cómo me voy a acordar de eso que pasó hace 21 años...

Fueron esos dos desconocidos, que la invitaron a abandonar la tele, los que consiguieron que la vedette, al cabo de unas horas, cuando acabó el programa (tengamos en cuenta que Tómbola duraba cuatro horas, también fuimos pioneros en eso), saliera, se subiera a un taxi y se fuera al hotel. En la puerta contó la historia de su veto en Canal 9 a los periodistas a los que ella misma había convocado. Y anunció: esto no va a quedar así.



Un programa de cocina para Bárbara

Dos años después de este altercado, Bárbara Rey, que no sabía diferenciar un consomé de la confitura de cerezas, se puso al frente del programa de cocina En casa de Bárbara, también en Canal 9. Dato: pese a que los colaboradores del programa me cuentan que, efectivamente, no sabía cocinar, en algún sitio he leído que la actriz murciana le hacía paellas al rey emérito en su casa de Boadilla del Monte, primero, y de la Moraleja, después. Ni de coña, me cuenta el guionista, el realizador y el tipo que de verdad cocinaba. Cuando Bárbara se enfadaba por algo, porque faltaba sal, o por lo que sea, gritaba: ”¡Que venga el director general!”. Las estrellas son así.

Mi colega, el cómico de relumbrón Eugeni Alemany, empezó su andadura como guionista de televisión en ese programa. En realidad era ayudante del guionista. Y tengo que decir que es el programa en el que más he currado en toda mi vida por la cantidad de secciones que hacía…”.

Una de ellas: escribir las cartas que se supone que tenían que enviar los espectadores, cosa que no sucedía, allí nadie enviaba nada. Así que las cartas se usaban también para introducir un elemento que se necesitaba narrativamente.

Me las inventaba, claro. Un día era una señora de Gandía, otro un fontanero de Castellón, y yo metía mis cositas y las hacía creíbles. Por ejemplo, si ese día teníamos que usar besugo, yo me hacia pasar por alguien a cuyos primos les gustaba mucho el besugo, y preguntaba qué podía hacerles para cenar… Bárbara las tenía que leer en antena y yo no sé si llegó a sospechar algo, pero algo se debía oler porque el sobre era siempre el mismo…”, apunta Eugeni, a quien la vedette le dio su alternativa audiovisual. Un día salí a hacer un personaje, un fontanero, y no lo debí hacer mal porque ella en persona me dijo ‘eres muy gracioso y tienes mucha vis cómica’, y hostia, que te dijera eso Bárbara Rey… Era una diva, sí, pero muy entretenida. No me extraña que el rey se enamorara”.

Pero sigamos con el tema. En su conjunto, la cadena PÚBLICA desembolsó cinco millones de euros en aquel espacio que estuvo cinco años en antena. Y sí, tal y como ha reconocido el exdirector del CNI, ese programa de cocina se le dio para mantenerla contenta y para callarle la boca. Fue Zaplana, claro, cómo no, el que recibió la petición y el que le dio la orden a la dirección de la tele, que a su vez le pasó el encargo a la productora citada.

El programa se inició en el año 2000, con Zaplana en el poder, y siguió hasta 2005, tiempo durante el cual hubo dos presidentes de la Generalitat más: José Luis Olivas y Francisco Camps, así que... Sí, los tres están inmersos en procesos judiciales y condenados en algún caso que ya conocemos. También hemos sido pioneros en eso.

Pese a que Ximo Pérez, el dueño de Trivisión, la productora que se hizo cargo del programa, es muy colega mío y siempre nos hemos hecho confidencias televisivas, cuando hace unos años le pregunté directamente por este asunto, no logré sacarle la frase rotunda, “sí, me llamó Zaplana en persona para pedirme ese favor”, solo emoticonos e ironías. Pero yo, que soy muy lista interpretando sarcasmos y frases a medias, puedo decir que sí, que SÍ, que efectivamente fue un favor que el ínclito Zaplana le hizo a la Casa Real, atendiendo a una velada petición.

Dato: En 2012, cuando Canal 9 estaba en estado terminal y las reposiciones eran la única alternativa, la cadena sacó del cajón, 12 años después de su primera emisión, el programa de cocina de Bárbara Rey (esta crónica de Mikel López Iturriaga lo explica bien).
La manera de cocinar había cambiado radicalmente, y la manera en que la tele abordaba la cocina, también. Además, Bárbara Rey hacía menciones a asuntos de actualidad, futbolística, social, que en 2012 estaban completamente demodé. Pero eso daba igual: Canal 9 tenía que rellenar y aquello era una buena opción. Fue tan patético en ese momento como lo fue en su momento, todo hay que decirlo.


lunes, 20 de diciembre de 2021

 

Santa Pederastia y Santa

 Pedofilia en la Católica

 España


La Iglesia española afronta una gran

 investigación de la pederastia con 251

 nuevos casos aportados por El País


El Vaticano supervisa todo el proceso tras el informe que este periódico ha entregado al Papa y al presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Omella. El número total de víctimas se eleva de este modo al menos a 1.237, pero según los testimonios recogidos pueden ser miles



IÑIGO DOMÍNGUEZ JULIO NÚÑEZ DANIEL VERDÚ


Madrid / Roma - 19 DIC 2021 


La Iglesia ha abierto una gran investigación, sin precedentes en España, de 251 miembros del clero y algunos seglares de instituciones religiosas acusados de abusos a menores y que EL PAÍS ha recopilado e investigado en los últimos tres años. Componen un informe de 385 páginas que este diario entregó al papa Francisco el pasado día 2 de diciembre, aprovechando el contacto directo del Pontífice con los periodistas en su viaje a Grecia. Un asistente de Francisco recogió el dosier y al regresar del viaje el Papa se movió rápido. Lo hizo llegar la semana siguiente a la Congregación para la Doctrina de la Fe, la institución que centraliza la investigación de la pederastia en todo el mundo católico y que dirige el jesuita español Luis Ladaria. Este periódico también entregó el estudio esa semana al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona. Omella lo transmitió de inmediato al tribunal eclesiástico de Barcelona, donde fue registrado, para que iniciara la investigación, si bien luego las pesquisas deberán ramificarse según la entidad competente: afectan a 31 órdenes religiosas y 31 diócesis. El mecanismo ya está en marcha, aunque la apertura de una investigación, en realidad, es un acto casi automático obligado por el código canónico ante cualquier indicio verosímil.

El caso más antiguo del informe data de 1943, y el más reciente, de 2018. Todos son inéditos, salvo 13 ya publicados, que se han incluido porque han surgido nuevas denuncias contra esos clérigos. Si esos 251 se suman a los que ya se conocían hasta ahora y que ha contabilizado este diario, único registro existente en España ante la ausencia de datos oficiales de la Iglesia o las autoridades, ascienden al menos a 602 casos —cada uno hace referencia a un acusado— y 1.237 víctimas desde los años treinta. En todo caso, para el cálculo del número de víctimas se ha aplicado el criterio más estricto: solo los testimonios directos de afectados y testigos. En la mayoría de los relatos se habla de pederastas que abusaban de decenas de niños y conductas que eran un “secreto a voces”. Un caso habitual es el de profesores que agredían sexualmente a toda la clase, con varios cursos a su cargo y que estuvieron durante años en uno o más colegios. Estimaciones como las empleadas por expertos en los estudios de comisiones independientes de otros países multiplicarían la cifra a varios miles.


La lista de 251 denuncias de abusos que EL PAÍS ha entregado al Vaticano y la Iglesia española

Consulte la relación de los nuevos casos recopilados en tres años con acusados, fecha y lugar de los hechos


Hasta ahora la CEE ha reiterado que no sabe cuántos casos de abusos se han producido en España, aunque asegura que son “muy pocos”. No va a abrir una investigación general y se limita a pedir que las víctimas acudan a sus oficinas de atención, abiertas hace un año, pero asegura que apenas ha registrado denuncias. Por el contrario, EL PAÍS ha recibido ya más de 600 mensajes en el correo electrónico de denuncia que abrió hace tres años. Muchos de esos casos ya se han publicado, otros 251 se han incluido en el informe y el resto se siguen investigando. La única cifra que ha aportado la Conferencia Episcopal la tuvo que pedir a Doctrina de la Fe: le informó este año de que desde 2001 ha recibido 220 casos desde España. El informe de EL PAÍS recoge más en tres años que la congregación en esos 20 y desborda esas estadísticas.

Una vez conocido el dosier de EL PAÍS, el papa Francisco y Omella mantuvieron una conversación. El Vaticano, como acostumbra a hacer cuando las denuncias son tan numerosas y no pertenecen a una sola orden, diócesis o abusador concreto, supervisará a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe todo el proceso que lleve a cabo la CEE. Roma esperará resultados, que según su propio código, deberían llegar en no más de tres meses. La Conferencia Episcopal ha preferido no hacer declaraciones por el momento. Por otro lado, la gran mayoría de los casos, el 77%, afecta a órdenes religiosas, que no están bajo la autoridad de los obispos. Las principales congregaciones, informadas por EL PAÍS de las denuncias que los incumben, han abierto ya una investigación.


Jesús Gutiérrez, que denuncia abusos en el antiguo colegio de los agustinos de Santander, uno de los casos incluidos en el informe de EL PAÍS, frente a una iglesia de esta ciudad, en el barrio de Nueva Montaña.SAMUEL SÁNCHEZ

Los maristas, una de las entidades que más casos acumula, reaccionaron así a través de un comunicado de su provincia Ibérica: “Condenamos estos terribles hechos y pedimos perdón a las víctimas por no haber sido capaces de protegerlas, de cuidarlas y por no haber gestionado de manera adecuada esas situaciones. Hemos abierto una investigación para esclarecer los hechos ocurridos. Las víctimas son nuestra prioridad, creemos en su palabra y nos ponemos a su disposición para todo lo que necesiten”. La mayoría de las principales órdenes se manifestaron en términos similares, aunque algunas continúan siendo reacias. Por ejemplo, un responsable que no se quiso identificar de los paúles de Zaragoza, al exponerle un caso de su orden, contestó: “No lo investigaremos. Nunca he oído a nadie hablar mal de esta persona. No me interesa el tema. Esto es sucio”. La Salle también se niega a abrir una investigación canónica, como es su obligación, y solo ha precisado que ya ha trasladado sus casos a la Fiscalía, donde su destino seguro es ser archivados al estar prescritos.


Las normas aprobadas por Francisco desde 2019 para acabar con el encubrimiento obligan a cualquier obispo o superior religioso a abrir una investigación interna ante cualquier información de un posible caso. Las reglas del Vaticano son muy claras, resumidas en el vademécum publicado en julio de 2020. La información de un caso, la notitia de delicto, es “toda información sobre un posible delito que llegue de cualquier modo al Ordinario o al Jerarca. No es necesario que se trate de una denuncia formal” (artículo 9). Puede llegar de cualquier modo, también por los medios de comunicación (artículo 10). Incluso sin datos precisos debe ser estudiada y si es verosímil abrirse una investigación previa (artículos 13 y 16), que luego hay que enviar a Roma, a la Congregación para la Doctrina de la Fe (artículo 69). El artículo 14 del motu proprio del Papa de mayo 2019, Vos est lux mundi, precisa que la investigación durará como máximo 90 días.

Todas estas normas han sido desatendidas en numerosos casos en la Iglesia española por órdenes y diócesis, que ante la información de un caso se limitaban a decir que no les constaba, no abrían ninguna investigación ni informaban al Vaticano. Ahora ya no podrán hacerlo, pues el Vaticano vigila el proceso y asegura que garantizará que estos casos entregados por El PAÍS se van a investigar, se asumirán las responsabilidades pertinentes y se atenderán las reclamaciones de las víctimas. En muchos casos los acusados siguen en activo y de este modo se podrán tomar las medidas cautelares oportunas.


La investigación sobre los casos presentados por EL PAÍS se limita de momento a la vía judicial canónica, y obviamente, supone que las diócesis y las órdenes religiosas se investigan a sí mismas. La CEE se sigue negando a crear una comisión independiente de escucha a las víctimas y promover una revisión total del pasado. Otras conferencias episcopales ya las han puesto en marcha, en Estados Unidos, Francia o Alemania. Son organismos que no ponen en tela de juicio el testimonio de los afectados —en la mayoría de los casos, los acusados han fallecido— y simplemente valoran su credibilidad, reúnen sus relatos y obtienen cifras y conclusiones de lo ocurrido. El número de denuncias llegadas a Roma desde España, aunque es algo menor que el de otros países, no permite pensar que la situación pueda ser muy distinta a la de lugares como Alemania o Francia.

En el informe entregado a las autoridades eclesiásticas por este diario no aparecen los datos personales de las víctimas ni referencias que las puedan identificar, para garantizar su anonimato. En todo caso, EL PAÍS se ha puesto a disposición del Vaticano para facilitar el contacto con las víctimas y que puedan prestar declaración, si así lo desean. La Santa Sede, después de decenas de investigaciones y de la cumbre sobre pederastia que el papa Francisco convocó en Roma en febrero de 2019, asume con mayor normalidad este tipo de procesos. De hecho, el Pontífice aplaudió el miércoles “la dignidad” de los obispos franceses por haber sacado adelante una investigación histórica sobre los abusos en la Iglesia gala.


Detrás de cada una de esas cifras hay una historia, y en los casos más antiguos, un mosaico de cómo era la vida en algunos colegios e internados del franquismo. EL PAÍS las irá contando de ahora en adelante. Son relatos como el de Antonio Carpallo, de 81 años, en Sevilla; Jesús Gutiérrez, de 77, en Santander; o Emilio Boyer, de 55, en Valencia, que han aceptado contar sus recuerdos en el vídeo que acompaña este artículo. Carpallo era, y sigue siendo, aficionado del fútbol. Puede recitar la alineación del FC de Sevilla. También recuerda la de hace más de seis décadas, cuando vivía en el Hogar de San Fernando, un internado de los salesianos en Sevilla. Huérfano de padre y madre, Carpallo entró allí en los años cincuenta. Relata cómo un día, a sus 16 años, el prefecto Rafael Conde lo “secuestró”: “Vino a mi cama y me hizo tocamientos como y por donde quiso. Sin prisas ni nerviosismo. Me tocó al mismo tiempo que me decía si quería ver el Sevilla-Valencia. Yo era un niño y huérfano, ¿cómo le iba a decir que no quería ver el fútbol?”. La única respuesta que le pudo dar fue: “Don Rafael, claro que quiero ir al partido”. “Me premió enviándome a verlo, que creo recordar terminó con un 4 a 0″, comparte. Asegura que en ese internado la violencia física estaban a la orden del día: “Una madrugada se cebó conmigo el cura que dormía en un rincón del dormitorio en el que yo estaba. Cuando pasó a mi altura me cambié de posición y pensó que estaba despierto. Empezó a darme todo lo que pudo y más. No sé cómo no me dejó ciego”, describe. En otra ocasión relata que a su hermano lo encerraron en una habitación y entre tres religiosos le propinaron una paliza con patadas y puñetazos.


Antonio Carpallo, que denuncia abusos en un colegio de los salesianos en Sevilla, uno de los casos incluidos en el informe de EL PAÍS, en su casa, en Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

Los salesianos han comunicado que ya han iniciado una investigación de este y el resto de casos, “independientemente de que sean de hace años”. Sobre el religioso que señala Carpallo, la congregación afirma que Conde murió en 1976 y que está recabando más información. “En algunos de los casos que aparecen hay datos de referencias muy vagos, pero se estudiarán igualmente”, explica un portavoz de los salesianos.

El dosier de EL PAÍS contiene los datos fundamentales de cada caso y también los nombres de responsables eclesiásticos que pudieron encubrir los abusos. Además, en un anexo, este periódico ha incluido una relación de altos cargos de la Iglesia española sospechosos de haber ocultado o silenciado casos que ya han sido publicados en los últimos años. Entre ellos se encuentran más de una veintena de cardenales y obispos. El posible encubrimiento también debe ser investigado, pues es un delito recogido por el derecho canónico penado con la expulsión del cargo si las causas son graves: “Se incluye [en estas causas graves] la negligencia de los obispos en el ejercicio de su cargo, en particular en relación con los casos de abusos sexuales cometidos contra menores y adultos vulnerables”, se lee en el motu proprio del papa Francisco Como una carta amorosa.

Recuerdo sus babas encima…”

Otra historia es la de Jesús Gutiérrez, de 77 años. Nació en Santander en una familia obrera de posguerra. Era el menor de cuatro hermanos, y el único que tuvo la oportunidad de estudiar más allá de lo obligatorio. Con 12 años recién cumplidos, la comunidad de agustinos de la ciudad lo contrató para suplencias de sus porteros. A cambio, le ofrecían los estudios de bachillerato y la comida. “Esa era mi posibilidad de acceder a la cultura”, argumenta Gutiérrez. “Los dos primeros años me parecieron espectaculares. Unas notas estupendas. Hasta que el padre Eliseo Bardón [fallecido el pasado enero en el Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo de Madrid] se convirtió en secretario”, narra. Fue entonces, en 1959, cuando comenzó su calvario de dos años: “Me llamaba para que le ayudase con tareas de la oficina, pero era todo mentira. Me besaba. Recuerdo sus babas encima… Un día empezó a manosearme de tal manera que eyaculé. Lloré muchísimo, y él se ofreció a pagarme”.

Gutiérrez no dijo nada a nadie. Ni al director de la comunidad, el ya fallecido padre Javier Gorrochategui Múgica, porque también le acusa de haber abusado de él: “Me manoseó, pero él mismo se dio cuenta de lo que intentaba hacer, se disculpó y paró. Sin embargo, esta acción me cerró la puerta a decirle lo que me estaba pasando con el padre Eliseo, pues si él también tenía esas desviaciones, esa denuncia era harto improbable que prosperara”. Lo que hizo fue abandonar la comunidad, una vez terminado el bachillerato elemental. “Me lo tragué todo yo solo. Afortunadamente, tenía una mente muy fuerte y ordenada. Si no, vete tú a saber”, concluye, orgulloso de sí mismo.

La década de los setenta es la que más casos recoge. Emilio Boyer, de 55 años, también denuncia abusos en aquella década en los agustinos de Valencia, tanto físicos como sexuales. Acusa a fray Balbino, religioso del colegio de la orden, ya fallecido. “Yo tenía nueve años y me llevaba por el camino de la amargura”, lamenta Boyer. Cuenta que le pegaba, lo castigaba y lo suspendía. “Un día, estábamos en un aula él y yo solos y el tío se quitó los calzoncillos. Yo tenía nueve años, pero sabía que algo raro estaba pasando. ‘Ay, Emilio, si tú quisieras podrías sacar mejores notas…’, me dijo. Total, que me abraza, con todo el mondongo ahí. Había cerrado el aula. Yo empecé a correr y él me perseguía. Si me hubiera abofeteado, habría acabado haciéndole una felación y lo que fuera. Me daba tanto miedo que me pegara… Pero de ahí no pasó. Abrió la puerta y me dejó salir”, relata. “Después de ese episodio siguió pegándome. Fue el peor año de mi vida”, subraya Boyer. EL PAÍS ha comprobado que no es el único: ha encontrado otra víctima y dos testigos más que relatan recuerdos similares de fray Balbino, en los años setenta y ochenta.

Los agustinos, consultados sobre estos dos casos en Santander y Valencia, condenan los abusos y responden que no les constaba ninguno de ellos. Van a investigarlo y a revisar sus archivos. “Finalizado el proceso judicial siempre hay una petición de perdón a las víctimas, un alejamiento del religioso de toda actividad pastoral y el ofrecimiento de ayuda a las víctimas en aquello que puedan necesitar”, explican.



Emilio Boyer, que denuncia abusos en el colegio de los agustinos de Valencia, uno de los casos incluidos en el informe de EL PAÍS, frente a la fachada del centro.SAMUEL SÁNCHEZ

El informe entregado al Vaticano es fruto de un largo trabajo que este diario comenzó en octubre de 2018, con el inicio de una investigación de los abusos en la Iglesia española. Al correo electrónico de denuncia que abrió entonces han escrito más de 600 personas, contando sus historias. Escucharlas, atender a cada una, intentar publicar cada caso, ha sido una tarea ingente. Detrás de cada mensaje hay una persona con un relato doloroso de hechos que pasaron hace décadas y, a menudo, nunca había contado antes a nadie. Contar esos recuerdos de una infancia rota es el primer consuelo, pero que se sepa la verdad es su mayor anhelo. Después de años buscando en internet a la persona que abusó de ellos, y viendo que sigue en un colegio, o en un equipo deportivo infantil, o que incluso recibe homenajes. Y de hecho, a menudo se sienten culpables de no haber hablado, de no haber tenido la valentía de contarlo. Pero casi siempre está prescrito, y al acudir a la Iglesia relatan que lo habitual es recibir una nueva humillación, y rechazo. Para intentar cambiar algo, han escrito a EL PAÍS.

Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es