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jueves, 30 de noviembre de 2017

Soraya


Mari-ano


Los perros son los mismos


Manuel Fraga y José Botella dos fascistas de pura sangre


Cuando el fundador del PP y el tío de Ana Botella pedían la libertad del lugarteniente de Hitler

Manuel Fraga y José Botella firmaron excarcelar al genocida Rudolf Hess

ElPlural

Juan Luis Valenzuela

Mié, 29 Nov 2017

A estas alturas de la historia nadie se sorprendería de los "agujeros negros" y las simpatías e inclinaciones ultras del ex ministro de Franco, fundador de AP e impulsor del actual Partido Popular, Manuel Fraga. El gallego llegó a la democracia habiendo hecho toda su carrera política desde el interior del franquismo. Su conversión a la democracia y la fuerza de su figura política hizo que en ocasiones se olvidara que Fraga fue consejero de las Cortes franquistas y que estuvo afiliado a la Falange. Ostentó también los cargos de secretario general del Instituto de Cultura Hispánica en 1951 o secretario general técnico del Ministerio de Educación en 1953 y Consejero Nacional del Gobierno de Franco. Finalmente, fue recompensado por el dictador Franco con el Ministerio de Información (1962) -ordenó la publicación de la extremadamente represiva Ley de Prensa-. En el primer gobierno de la monarquía, Juan Carlos lo designó Ministro de Gobernación y desde ese cargo fue el responsable de los incidentes de Montejurra, donde tres personas fueron asesinadas por cuerpos paramilitares.

Un Fraga, en sus inicios, admirador de los fascismos europeos
Con otros seis ex-ministros de Franco funda en 1977 Alianza Popular, para luchar efizcamente contra "los más peligrosos enemigos de España: el comunismo y el separatismo". La auténtica biografía del gallego de Villalba ha escondido, o no ha destacado lo suficiente, que fue un fiel admirador de las ideas del fascismo internacional, negacionista del Holocausto judío y de los crímenes de la Inquisición española. Manifestó que los intentos de persecución judicial al asesino Pinochet tan solo fueron "una anécdota personal".



De entre esos aspectos que diseñaron el "corpus" ideológico del ex presidente de la Xunta hay uno que, por su especial significación extremista, ha permanecido oculto en su biografía como fueron sus simpatías y veleidades con protagonistas claves de nazismo y de la propia represión que desembocó en el mayor genocidio de la historia de la Humanidad. Las redes sociales han rescatado en estos días de la hemereoteca -esa que es "maldita" para unos y fuente de información veraz para otros- una noticia que apareció publicada el 16 de abril de 1971 en el Diario Informaciones en la que un Comité español para la liberación de Rudolf Hess, solicita la liberación del número dos de Adolf Hitler encarcelado en la prisión alemana de Spandau, cercana a Berlín.



Las firmas serían remitidas a la Hermandad para la Liberación de Rudolf Hess presididida por su hijo Wof R. Hess. Después de la II Guerra Mundial este centro penitenciario fue el destino de siete condenados del régimen nacionalsocialista sentenciados en los Juicios de Núrenmberg. El lugarteniente de Hitler fallecería 16 años después, en 1987 y a la edad de 92 años, tras la negativa rotunda de soviéticos y británicos ante las presiones de países y gobiernos y de quienes, como en este caso Manuel Fraga y otro grupo amplio de firmas, pedían su excarcelación. Tras la muerte de Hess, la prisión fue demolida y sustituida por un centro comercial. Con Hess, responsable del asesinato de miles y miles de judíos y que nació en Alejandría -Egipto-, murió el último dirigente de la cúpula del nazismo alemán. Su cautiverio se había convertido en todo un símbolo de la expiación de los crímenes nazis contra la humanidad. 

A Manuel Fraga se le unió en la firma el tío de Ana Botella, José Botella Llusiá, el cuñado de Franco y germanófilo confeso, Serrano Súñer, el hombre de confianza en el Ejército, Capitán General Camilo Alonso Vega, militares, obispos y otros destacados miembros del franquismo de la época. En ese momento se habían recogido unas dos mil firmas. 

¿Suicidio o asesinato?
La muerte del genocida Rudolf Walter Richard Heßestá rodeada de polémica e interrogantes ¿fue suicidio o provocada? Las versiones oficiales dijeron que Hess había fallecido estrangulado con un cable eléctrico basadas en la tesis del suicidio. Por contra la familia discrepó con esta teoría y encargó una segunda autopsia. Esta última determinó que el fallecimiento había sido por por asfixia y no por suspensión de dicho cable. Las dudas persisten hoy. Pero de lo que no cabe duda es de la volátil capacidad para la evolución ideológica del gran fundador de la derecha española que hoy representa el PP. De las entrañas más profundas del franquismo a la creación de una formación ultraconservadora, pero ya en democracia, como fue Alianza Popular. Poco después incia el camino de montaje de la gran derecha española, el Partido Popular, para terminar presidiendo la Xunta de Galicia. De Hess y los desfiles de las tropas nazis en la puerta del Brandeburgo a la Plaza del Obradoiro ante los "mil gaiteros". Un largo viaje para una sola persona.


El Partido Popular visto de cerca


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un macarra en la República de las Letras







Arturo Pérez-Reverte es muy español. Bravucón, fullero, malhablado, presuntuoso, fulero, procaz. Hay miles de españoles así. Solo hace falta acercarse a la barra de un bar para encontrar a un individuo con esas características. Se les reconoce de inmediato por sus fanfarronadas. Con un palillo entre los dientes y escupiendo por un colmillo, presumen de haber encontrado la piedra filosofal. No entienden por qué el mundo no les hace caso, pues tienen soluciones para todo. Si les dejaran, arreglarían todos los problemas con dos patadas y unos cuantos mamporros. Sus baladronadas explotan como bombas fétidas, contaminando el aire que respiran. Su verborrea es irrefrenable, pues nace de una vanidad incombustible. Pérez-Reverte presume de sus ventas, pero eso no le convierte en un buen escritor. En nuestra historia reciente, los autores más vendidos se llaman José María Gironella, Fernando Vizcaíno Casas, Luis Romero, Boris Izaguirre, Lucía Etxebarria o Belén Esteban. Es indiscutible que el porvenir le reserva un lugar de honor en este parnaso, donde prospera el plagio, la prosa deleznable, el premio fraudulento y el tráfico de influencias. Roma no paga a traidores, pero el fondo de reptiles sigue fluyendo con el hedor inconfundible de una cloaca. Por desgracia, la política, la mafia y la literatura se confunden en la misma maleza de imposturas, infamias y mentiras.



Plagiario



El plagio es un pecado capital en el arte y Arturo Pérez-Reverte, amante de los excesos, no podía pasar de largo esa tentación. La Audiencia Provincial de Madrid le condenó en 2010 por plagiar el guión de la película Gitano, imponiéndole una indemnización de 200.000 euros a favor de González-Vigil, director y guionista de la película. El agraviado manifestó que Pérez-Reverte debería perder su sillón de académico, si existiera un ápice de “decencia” en una institución que presume de fijar, limpiar y proporcionar esplendor a nuestro idioma. Por supuesto, Pérez-Reverte no movió su trasero y la RAE añadió un nuevo capítulo de miseria a su bochornosa historia. No es extraño que “académico” se haya convertido en sinónimo de mediocre, petulante y engreído. Pérez-Reverte insultó hasta el aburrimiento a González-Vigil, acusándole de obrar por envidia y afán de lucro. Está claro. Todos quieren ser Pérez-Reverte, español universal y genio de la talla de Cervantes y Quevedo. La SGAE y la prensa del régimen del 78 excusaron al plagiario y proclamaron que España era un país cainita, incapaz de soportar el éxito ajeno. Apenas mencionaron que la indemnización no cubría las costas y, por tanto, era insuficiente para compensar los gastos de González-Vigil en un proceso que había durado doce incomprensibles años. Pérez-Reverte no pidió perdón ni se avergonzó en ningún momento. ¿Por qué hacerlo? ¿Acaso Camilo José Cela no había plagiado y recurrido a negros para alimentar su carrera hacia el Nobel? En Desmontando a Cela, Tomás García Yebra demuestra con evidencias incontestables que Cela utilizó negros desde los años 50. Los más conocidos son Mariano Tudela y Marcial Suárez. Si el Nobel plagió y contrató a negros para escribir sus novelas, ¿por qué desviarse de una tradición muy española?


Machista



Cuando Miguel Ángel Moratinos, Ministro de Asuntos Exteriores, abandonó su cargo y no pudo contener sus lágrimas, Pérez-Reverte escribió en Twitter: “Ni para irse tuvo huevos”. Después añadió que era una “nenaza”. Algunos le acusaron de machismo, pero el plumífero se ofendió, pues ya había demostrado en su artículo “Mujeres como las de antes” (El Semanal, 27-07-07) su profundo respeto al género femenino: “Muchas veces he dicho que apenas quedan mujeres como las de antes. Ni en el cine, ni fuera de él. Y me refiero a mujeres de esas que pisaban fuerte y sentías temblar el suelo a su paso. Mujeres de bandera”. Después de estas palabras dignas de un falangista nostálgico, Pérez-Reverte evocaba su encuentro con “una torda espectacular” en el vestíbulo del Hotel Palace, mientras departía con Javier Marías, triste imitador de James Joyce y Laurence Sterne. Es evidente que Pérez-Reverte contempla a las mujeres con la perspectiva de un jinete, hambriento de una buena cabalgada. A fin de cuentas, “las mujeres de antes” sabían cuál era su papel: ocuparse de las labores domésticas y ser el descanso del guerrero. Pérez-Reverte reconoce que aulló con Javier Marías cuando surgió el nombre de Sophia Loren. Desgraciadamente, se dieron por aludidas “una focas desechos de tienta que pasaban junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro por allí resopla va por ellas”. Animados por la charla, Marías y Pérez-Reverte acabaron lamentando que las mujeres ya no se parecieran a sus “madres, tías, primas mayores, vecinas”. Escribe Pérez-Reverte: “Hasta las niñas, en el recreo, se recogían con una mano la falda del babi y procuraban caminar como las mujeres mayores, con suave contoneo condicionado por la sabia combinación de tacones, falda que obligaba a moverse de un modo determinado, caderas en las que nunca se ponía el sol y garbo propio de hembras de gloriosa casta. En aquel tiempo, las mujeres se movían como en el cine y como señoras porque iban al cine y porque, además, eran señoras”. Es evidente que las mujeres de hoy en día no son señoras. Javier Marías y Pérez-Reverte coinciden con José María Aznar, al que le gusta que “la mujer sea mujer, mujer”. Envalentonado, Pérez-Reverte sigue exponiendo su interpretación de lo femenino: “Se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente -¿acaso no se mata a los caballos?-, abatirla de un escopetazo. Nos paramos a mirarla mientras se aleja, moviendo desolados la cabeza. Quoderatdemostrandum, le digo al de Redonda para probarle que yo también tengo mis clásicos. Mírala, chaval: belleza, cuerpo perfecto, pero cuando decide ponerse elegante parece una marmota dominguera”. Por último, Pérez-Reverte no desperdicia la ocasión de insultar a la jovencita de hoy en día, aficionada a “sentarse despatarrada, el tatuaje en la teta y el piercing en el ombligo”. Yo he sido profesor de enseñanza media durante quince años y he tenido a cientos de alumnas así. Ya no estamos en los años del franquismo –bueno, al menos en teoría- y me parece perfecto que se vistan cómo les dé la gana. Las reflexiones de Pérez-Reverte parecen inspiradas por José Antonio Primo de Rivera. Advierto en ambos personajes el mismo desprecio por los derechos de la mujer y el insoportable machismo del que sale a la calle buscando culos y tetas. Es difícil leer el artículo de Pérez-Reverte y no sentir pasmo e indignación. Indignación por su visión de la mujer y pasmo por su desvergüenza para exteriorizar sus prejuicios, empleando un estilo chabacano y  tabernario.


Clasista



Cuando hace unos años, Pérez-Reverte cruzó espadas con Francisco Umbral, otro putrefacto con eco mediático, finalizó su artículo con las amenazas de un macarra en toda la regla, acusando a su adversario de “una proverbial cobardía física, que siempre le impidió sostener con hechos lo que desliza desde el cobijo de la tecla. Pero al detalle iremos otro día. Cuando me responda, si tiene huevos”. Lo de los huevos es un reflejo automático en Pérez-Reverte, machista irredento y rufián de cuidado que arregla sus querellas con navajazos verbales. Por eso, cuando Rodríguez Zapatero dejó la Presidencia de Gobierno le espetó: “la mayoría de los españoles no somos tan gilipollas como usted” y le invitó a dar la cara: “…si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale”. Está claro que todo es una cuestión de huevos. Pérez-Reverte fue corresponsal de guerra y los tiene bien puestos, si bien las malas lenguas sostienen que pagaba a soldados y milicianos para que dispararan ráfagas cuando las cámaras empezaban a grabar, creando la impresión de que se hallaba en el centro de una peligrosa escaramuza. Solo es un rumor, pero otros que han batido el cobre de la guerra no desmienten esa poco épica versión de su trabajo.


A Pérez-Reverte no le gustan los pordioseros que afean el centro de Madrid y compadece a los policías municipales que se abstienen de intervenir por no correr el riesgo de ser llamados “esbirros fascistas”. En un artículo rebosante de esnobismo y odio de clase, Pérez-Reverte retrata con repulsivo desdén a un indigente que aparece en su camino: “Plaza del Callao, Madrid. Doce y media de la mañana. Tirado en el suelo sobre una manta y cartones, junto a un cochecito de niño cargado de paquetes y chismes, entorpeciendo el paso de la gente, un fulano barbudo, sucio, corpulento, está quitándose pelotillas de entre los dedos de los pies descalzos. La postura es de lo más relaxing cup de café con leche in Madrid, que diría la alcaldesa Ana Botella: tiene una pierna cruzada sobre otra -y quizá porque está tumbado al sol y hace calor- los pantalones bajados hasta las ingles, mostrando unas carnes mugrientas e hirsutas y unos calzoncillos de sospechosos tonos pardos. Al llegar a su altura, la peña se aparta con precaución, creándole en torno una pequeña tierra de nadie, un glacis en el que se ve un reguero de algo líquido que proviene del vivac callejero del fulano, ignoro si vino de un tetrabrik que figura entre sus posesiones o alguna clase de líquido de origen más personal y orgánico que, con tal de no levantarse, el individuo ha excretado directamente desde su cómodo apostadero” (“Relaxing cup in Madrid”, Semanal 21-10-13). Afortunadamente, la verdad es obstinada y surge por cualquier esquina. En el blog Photo-Thinking: Photo (no) News, el fotógrafo y periodista Czuko Williams pone las cosas en su sitio, desmontando el libelo de Pérez-Reverte: “Es una pena que el Sr. Reverte […] no haya tenido las santas gónadas de bajar a la arena, rememorando sus años de callejeo junto a la Policía de Madrid y de tiroteos en el Territorio Comanche, para preguntarle un par de cosas a este mendigo que tiene un nombre. Se llama Juan,  Juan Mascuñano Torres. Un día tuvo un trabajo y hasta un coche que quedó abandonado, tras una crisis de pareja, en una calle de Pozuelo. Tuvo una vida que no estaba tan alejada de los dones de los que disfrutamos, con mayor o menor fortuna cada uno de nosotros; dones que por error, el Sr. Pérez Reverte considera que son eternos, que no terminan…obviando que un golpe del destino, un traspiés, una guerra o una simple enfermedad puede ponerle a él, como a mí, como a Juan o como a usted que lee estas líneas, en el mismo plácido colchón enlosado de la Calle Gran Vía. Porque Sr. Pérez Reverte, usted si no miente es que no se entera. Juan Mascuñano Torres habita desde hace años junto a Lourdes en la Calle Gran Vía, a las puertas de un cine –que no en la Plaza de Callao, como usted rubrica- Vive allí porque como él me ha dicho muchas veces, la vida en los albergues es una tortura. Está tumbado porque después de una paliza y la pérdida de un pulmón, no tiene movilidad en las piernas. Está en ese punto concreto porque es un lugar en el que existe una rejilla de ventilación que hace menos incómodas las noches al raso. Tiene una silla de ruedas –que no un cochecito de niño lleno de cachivaches- porque la necesita para moverse. Orina en una botella de plástico y jamás le ha visto nadie excretar en la calle, y menos usted, que no sabe, sin duda, de lo que está escribiendo si no es de oídas”.



Taurino y fascista


Si has llegado hasta aquí, comprenderás que Pérez-Reverte no podía desperdiciar la ocasión de elogiar la lidia, el repugnante espectáculo que algunos identifican –quizás con razón- con la quintaesencia de lo español. Elegido para pronunciar el pregón de la Real Maestranza de Sevilla, afirmó que el toro “nace para pelear con la fuerza de su casta y su bravura, dando a todos, incluso a aquel que lo mata, una lección de vida y coraje. […] Me gustan los toros bravos hasta la muerte y los toreros tranquilos, lentos, callados y valientes que se les arriman”. Con esa sobredosis de testosterona, es imposible que Pérez-Reverte no despachara sus compatriotas con cajas destempladas: “El español es históricamente un hijo de puta. […] Aquí todos hemos sido igual de hijos de puta, TODOS”. Esa aparente equidad se desvanece cuando se plantea la necesidad de reparar el dolor de las víctimas del franquismo, exhumando los restos de las incontables fosas clandestinas: “El problema es que España es un país inculto, España es un país gozosamente inculto, es un país deliberadamente inculto, que disfruta siendo inculto, que hace ya mucho tiempo que alardea de ser inculto, y con gente así, esa Ley de Memoria Histórica es ponerle una pistola en la mano. No estamos preparados para leyes como ésas”. Iñaki Anasagasti –tan desatinado otras veces- no se equivocaba cuando escribió: “Se nota a la legua que eres un fascista y no te interesa la democracia”.





El inspector José María Pérez Reverte


 Sin pizca de rubor, Pérez-Reverte ha declarado: “Antes de tener éxito con mis libros, yo era igual de chulo”. Es curioso que en un país tan inculto se vendan tan bien sus novelas o… ¿tal vez esa es la causa de su éxito? Por último, una cuestión personal. Hace unas semanas, escribí un artículo titulado: “Me cago en Pérez-Reverte: ¡Vivan las Brigadas Internacionales!”. Mi texto defendía a los voluntarios difamados por el escritor con su habitual despliegue de mala baba, que acababa su artículo con un rotundo: “Me cago en Hemingway”. No sé si él o los que administran su cuenta en Twitter, bucearon en mi blog y encontraron varios textos humorísticos donde aparezco con una pistola de plástico, fingiendo cara de malo. Pérez-Reverte -o su lacayo- escribió: “¿Ese es el tal Narbona? No querrá que lo tome en serio”. Días más tarde, rescató otra foto donde aparezco con una carabina de perdigones, pregonando que era la prueba inequívoca de mi mediocridad como ser humano y escritor. Solo quiero aclararle que nunca he ocultado mi verdadera identidad: soy un profesor de filosofía jubilado anticipadamente por enfermedad. Escribo crítica literaria en El Cultural desde 2000. Soy bipolar y me han reconocido una discapacidad superior al 65%. No quiero dejar pasar esto por alto, pues quiero brindarle la oportunidad de insultarme por mis problemas de salud. Muy pocos se resisten a esa tentación. Le recuerdo, eso sí, que la sabiduría popular atribuye a los locos el don de decir la verdad. Dado que Pérez-Reverte juega sucio, me permito imitarlo. Esas fotos son pura coña y no demuestran nada. Los verdaderos criminales se ocultan porque matan de verdad. Algo de eso tiene que saber el escritor, pues su hermano era el ex inspector de la Brigada Regional de Policía Judicial de Madrid José María Pérez-Reverte, apodado “Cartago”, jefe de “la mafia policial de los joyeros” que hizo desaparecer a Santiago Corella, el Nani, el primer –pero no único- desaparecido de la democracia. Invito a cualquiera a rastrear la red y hallar una foto del antiguo inspector, con un historial criminal sobrecogedor. El 6 de octubre de 1983 Antonio Vilariño, delincuente habitual, viajaba en un taxi por el Paseo del Prado. Un vehículo le cortó el paso y el inspector Pérez-Reverte abrió la puerta del taxi, disparando a Vilariño tres tiros a bocajarro. Según el informe de los forenses, “el primero a una distancia entre 50 y 100 centímetros; otro, entre 25 y 50 centímetros, y el tercero, que afectó al hígado y el pulmón, fue realizado a una distancia entre 3 y 10 centímetros, lo que supone que se efectuó a cañón tocante, apoyando la pistola sobre la víctima”. El 18 de junio de 1984 Feliciano Martín de Paredes, Pablo Pardo Ruiz y José Luis Fernández salían del taller de joyería situado en la calle Atocha nº 16, 4º piso. Los dos primeros fueron asesinados por el inspector Pérez-Reverte y otros tres policías. El 30 de junio José Luis Fernández, de solo 18 años, fue asesinado por la espalda por la espalda en un polígono de Móstoles. Durante el juicio contra los policías, el fiscal y las acusaciones particulares sostuvieron que “los agentes juzgados se pusieron de acuerdo para apoderarse de las joyas que iban a robar tres atracadores en el taller de joyería Viuda de Tornero, en la calle Atocha de Madrid. También acordaron disparar a quemarropa contra los atracadores y dejar escapar a Corroto para justificar la desaparición del botín”. El inspector Pérez-Reverte afirmó durante el juicio ante la Audiencia Provincial de Madrid que él nunca había disparado a quemarropa –pese a lo que señalaba la autopsia de los forenses-, pues había ganado varias competiciones de tiro y no necesitaba aproximarse tanto: “Si le hubiera puesto la pistola en la cabeza [a Martín de Paredes] lo reviento como a un melón”. El letrado Jaime Sanz de Bremond apuntó que el inspector pretendía “enmascarar su verdadera identidad, ya que su nombre completo es José María Pérez-Reverte Gutiérrez”. Absuelto en el caso del Nani, el inspector Pérez-Reverte fue condenado en diciembre de 1991 a 100 años de prisión por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, que consideró probada su responsabilidad en los delitos de robo con muerte dolosa, asesinato múltiple con los agravantes de premeditación y prevalimiento, y delito continuado de falsedad en documento público. Han transcurrido 23 años y las joyas nunca fueron recuperadas. ¿Dónde está José María Pérez, que ya no es inspector y que se ha desprendido del incómodo Reverte? ¿Cuántos años pasó realmente entre rejas? ¿Se le aplicó el mismo rigor que a otros condenados? ¿Pasó por el régimen FIES? Es suficiente escribir mi nombre en Google y aparecen mis fotos con las pistolas. Yo no me escondo, pues es puro teatro. Los asesinos, en cambio, son meticulosos y viven en la sombra.





La sombra del asesino



Sé que Arturo no es responsable de los crímenes de su hermano José María, pero es curioso que presuma de chulo y rete a sus adversarios –un Umbral ya viejo y enfermo- a resolver sus diferencias a puñetazos. ¿Es la violencia un sello de familia? ¿Por qué el intrépido Arturo no utiliza su pluma para aliviar y reparar el dolor de las víctimas de su hermano? Algunos hijos y nietos de destacados nazis han repudiado a sus padres y abuelos. Martin Bormman Jr., ahijado de Hitler e hijo de Martin Bormman, el hombre de confianza del Führer, viajó a Israel para conocer a los supervivientes de la Shoah y pedir perdón por los crímenes de su padre. Imagino que para hacer eso hay que tener huevos. ¿Los tiene Arturo Pérez-Reverte, salvo para amenazar a escritores decrépitos, burlarse de las mujeres, elogiar los toros o echar pestes de los indigentes? No sé si me contestará esta vez, pero no menosprecio su capacidad de hacer daño. Consiguió que El País despidiera al renombrado crítico y profesor de literatura Miguel García-Posada cuando escribió una reseña poco favorable sobre una de sus novelas. Puede que todo lo que yo he escrito –poco- sea una porquería condenada a desparecer por un desagüe, pero no me cabe duda alguna de que Arturo Pérez-Reverte ya se ha ganado un lugar de honor entre el nutrido panteón de impostores y energúmenos de la literatura española contemporánea. Se le recordará por su malicia y sus rebuznos, no por su talento. Y –claro está- por sus santos huevos.






Fuente: LO QUE SOMOS


Los embusteros


En el Partido Popular al que la hace...le pagan


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Viva la muerte


La fosas de Franco



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Los abusos sexuales como arma represiva en el franquismo


Los abusos sexuales como arma represiva en el franquismo: "A presos como la Rampona la llegaron a violar ocho veces al día"

Las jornadas abiertas de la Modelo de Barcelona descubren capítulos silenciados como la violación sistemática de los presos del colectivo LGTB

Público
Manifestación del colectivo LGTB en Barcelona en 1977


SEVILLA


MARÍA SERRANO

En la cárcel Modelo de Barcelona aún existen historias inéditas. En su jornadas de puertas abiertas, a través del proyecto ‘La Model ens parla’ iniciado tras su cierre definitivo el pasado verano, se han descubierto capítulos silenciados. Uno de los más fuertes, la represión vivida a finales del franquismo por el colectivo LGTBI. La impunidad de los funcionarios del régimen unido a las violaciones a la que los presos más jóvenes y afeminados eran sometidos es hoy un tema oculto para muchos conocedores de la Modelo.

“Se vivía este negocio sexual en los pabellones y celdas de los que muchos quedaron con secuelas para toda la vida, tanto físicas como psíquicas”, recuerda a Público el investigador catalán Leopold Estapé. Unos cien presos fueron trasladados entre 1968 y 1975 a la Modelo por su condición de homosexual o transexual. “El resto de los detenidos, aproximadamente 270, serían acusados por otros delitos de vagancia, escándalo público o peligrosidad social”, aclara.

Cuando entraban a las celdas de la Modelo, a los presos “afeminados” le asignaban directamente un nombre de mujer

Cuando entraban a las celdas de la Modelo, a los presos “afeminados” le asignaban directamente un nombre de mujer. Algunos trans ya lo traían. La Gilda, la Candela, la Rampona o la Katy. “Así era menos duro para los presos heterosexuales y sobradamente masculinos violarlos sin tener remordimiento” apunta este investigador. Más tarde les pegaban una paliza. Y desparecía todo el estigma que aquellos delincuentes sentían cuando pagaban a los funcionarios por encuentros sexuales obligados. “Ahí estaban las principales víctimas, las que tenían menos recursos y eran obligados a entrar en esa red de tráfico durante el tiempo que estaban en la cárcel”. Estapé habla de una represión “clasista” en la dictadura hacia el colectivo LGTBI, en función de los ingresos y el origen familiar de las víctimas.

Francesc Oliver, La Rampona, fue una de aquel centenar de jóvenes salvajemente sometidas a esta prostitución. Nunca ha podido superar aquellas palizas y violaciones que soportó durante meses tras ser acusada por la Ley de Peligrosidad Social y acabar como presa en la Modelo a principios de los 70. Leopold afirma que fue detenida con tan solo catorce años de edad. Una vez en la Modelo fue a parar al pabellón de invertidos para menores. Explica que dentro de la celda los delincuentes comunes pagaban a los vigilantes para colarse y violar a los jóvenes recluidos.

La Rampona habla con mucha dificultad de aquel episodio. "He tenido más violaciones que relaciones consentidas por los traumas que viví allí”. Otro de los peores castigos dentro de la Modelo fue cuando decidió contar en confesión las condiciones en las que se encontraba. Le costaría muy caro hablar. Fue sometida a fuertes castigos y a una celda de aislamiento. Leopold aclara que este es uno de los casos más llamativos. "A presos como la Rampona la llegaron a violar ocho veces al día en las celdas”.



Francesc Oliver alias La Rampona


La Candela fue otro de los presos que vivió en primera persona las vejaciones de la Modelo. Ingresó en 1966 para quince días pero permaneció casi tres meses. La Candela quería huir de España, ir a Francia donde decían que había más libertad. Venía de Sevilla donde ya había tenido sido fichada por la policía.

Esta sevillana no se caracterizaba por ir vestida de mujer. Solo se maquillaba un poco cara. Tras su llegada a Barcelona, fue detenida y trasladada a la famosa comisaría de Conde Asalto. Después en los sótanos de Via Laietana donde era insultada. "Te vamos a matar maricón”, le repetían continuamente. 

El juez que firmó la orden de la Candela la acusó de escándalo público y vagancia. Su delito, llevar la “cara pintada y no tener contrato laboral”, algo que ocurría con frecuencia en aquellos años. “Yo no había hecho nada, solo trabajar en muchos lugares sin contrato ".

"He tenido más violaciones que relaciones consentidas por los traumas que viví allí”

En la Modelo trabajó haciendo cunas de mimbre y como esclava para uno de los funcionarios. Leopold relata que la Candela llegó a tener “un novio en prisión”, algo que era muy peligroso. “Si te cogían, te metían cuarenta días en la celda de castigo”. Los funcionarios solo permitían a determinadas parejas de hombres dentro de los pabellones para darles protección. Y es que en aquel espacio pudieron hacinarse casi una docena de presos a principios de los 70.

De la historia de la Gilda no se conoce su nombre de pila. Este camarero ingresaría en la Modelo con 22 años de edad, acusado por la Ley de Vagos y Maleantes. Otro de los reclusos fue Juan Soto, alias la Katy. Su historia es traumática. Con quince años, huyó de su pueblo, Haro en la Rioja tras la violación por parte de un grupo de soldados italianos durante la guerra. Sería acusado de prófugo, vagancia y prostitución. Pasa por la Modelo de Barcelona y un sinfín de cárceles hasta finales de los 70.

Muchos de estos transexuales y homosexuales vinieron hasta Barcelona para llegar al barrio del Raval donde podían vivir con una mínima libertad y trabajar de camareros, peluqueros o dependientes. Sin embargo, aquel céntrico barrio barcelonés también fue una red de detenciones para la policía franquista que arrestaban a muchos de ellos para trasladarlos hasta la Modelo.

Ser homosexual no fue delito en España hasta 1954

Estapé recuerda que a “Franco no le interesaría en los primeros años de dictadura perseguir al colectivo LGTBI. Todas las leyes se centraban en acabar con las condiciones de los presos políticos”. Por ello, la homosexualidad no estuvo penalizada en España hasta 1954, aunque no era una conducta permitida. “Todo el país era una cárcel, un gesto, una insinuación o un comentario bastaba para ser detenido y encerrado sin tener una sentencia condenatoria”, afirma el historiador.

La Candela fue otro de los presos que vivió en primera persona las vejaciones de la Modelo

En Barcelona desarrollaron su vida profesional jueces como Antonio Sabaté que redactaría la conocida Ley de Peligrosidad Social de 1970. Esta ley junto al artículo del Código Penal por escándalo público fue usada, de forma sistemática, para la represión de la homosexualidad y la transexualidad a finales del franquismo.

Estapé aclara “cómo este colectivo tuvo antecedentes penales hasta el año 2002”. La Ley de Peligrosidad Social “fue solamente desactivada” tras la aprobación de la Constitución, sacando solo la palabra “homosexual de su articulado”. Una despenalización “por la puerta de atrás” afirma el investigador, por parte del nuevo gobierno democrático.

Sin denuncias ni nombre de aquellos policías

En pleno siglo XXI ninguno de aquellos presos ha podido denunciar a los funcionarios que realizaban esta prostitución obligada en esta prisión. “No me consta ninguna denuncia ni un nombre que haya salido a la luz, a pesar de que son historias de hace solo cincuenta años”.

Investigadores de la Transición declaran que los principales torturadores de aquellos años sí tenían nombres en la Barcelona de los 70. Atilano del Valle sería uno de los inspectores de la BPS que propinaba palizas en los interrogatorios a los detenidos de Via Laietana. Los hermanos Creix, Antonio y Vicente, también sembraron el pánico en aquella Barcelona. Su sadismo no tenía límites. Eran implacables. Sin embargo, ninguno de los detenidos del colectivo LGTBI ha declarado en contra de ninguno de aquellos miembros del Cuerpo de Seguridad del régimen.
Vicente y Antonio Juan Creix

Leopold apunta que la persecución y hacinamiento empezó a disiparse a finales del 78 en la Modelo. “Con la aprobación de la Constitución y la lenta modernización que ya empezaba a verse en España todo iba cambiado”. El Pabellón de Invertidos desapareció y las celdas tenían a dos o tres presos, no la docena que llegó a ocupar a principios de los 70.


La Justicia da la razón a dos profesors de la Pontificia


La Justicia da la razón a dos profesores de la Pontificia que fueron expedientados por defender a una alumna

La estudiante había denunciado las “humillaciones” de otro docente, “posiblemente por ser laica o por ser mujer”

ElPlural

Marisu Moreno

Mar, 28 Nov 2017
“Soy alumna de un sacerdote de su diócesis, el Dr. Don Santiago García Jalón de la Lama. Desde septiembre de 2014 he estado recibiendo un trato inesperadamente vergonzoso y decepcionante”. Así describió su situación una estudiante de Filología Bíblica Trilingüe en la Universidad Pontificia de Salamanca en una carta dirigida a Juan José Omella, el actual arzobispo de Barcelona, entonces obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y superior jerárquico del profesor. 
"Humillada por ser mujer y laica"

La estudiante denunciaba en su misiva que el profesor la había “humillado y menospreciado” y que, “posiblemente por ser laica y o por ser mujer”, no le daba el mismo trato que a otros compañeros sacerdotes o seminaristas. Había suspendido todas las asignaturas que impartía García Jalón, quien la llegó a citar para revisión de exámenes el mismo día que sacó las notas. 

En paralelo, presentó un recurso de queja ante el entonces Decano de Filosofía, Francisco Javier Herrero Hernández, quien, ante la gravedad de los hechos lo denunció ante el entonces rector, Ángel Galindo. Siguiendo el reglamento previsto por la universidad se abrió un proceso que se resolvió finalmente a favor de la alumna, quien fue examinada de nuevo por otra profesora obteniendo muy buenas calificaciones (todo notable y un sobresaliente). Francisco Javier Herrero Hernández y el secretario general, Miguel Ángel Hernández Robledo, modificaron las actas para incluir las nuevas calificaciones por orden del rector.

Un año después, el profesor García Jalón denunció ante la nueva rectora, Miriam de las Mercedes Cortés Diéguez, el cambio de notas de la alumna sin que se le hubiera notificado. Los dos responsables de la modificación de las actas fueron expedientados y castigados con un mes de empleo y sueldo.

Ambos demandaron a la universidad Pontificia por considerar que se trataba de una sanción injusta y ahora la Sala de lo social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León les ha dado la razón. En el caso de Francisco Javier Herrero, a quien un juzgado de Salamanca había dado la razón en primera instancia, no sólo desestima el recurso de la Pontificia sino que acuerda la pérdida de los depósitos que hizo para poder recurrir y la condena a costas por un importe de 400 euros. 

Ratifica de esta manera la sentencia del juzgado de lo Social número dos de Salamanca que destacaba que la actuación de los dos profesores expedientados estuvo avalada por el rector Galindo, quien testificó en el juicio haber recibido quejas de cuatro alumnos contra el profesor García Jalón.

La rectora cuestiona la versión de la alumna

ELPLURAL.COM se ha puesto en contacto con la rectora de la Pontificia para averiguar si, ante los graves hechos denunciados por esta alumna, se abrió algún tipo de investigación interna. Miriam de las Mercedes Cortés Diéguez ha preferido no hacer ningún tipo de valoración sobre las sentencias.

En relación a si abrió una investigación interna por el trato vejatorio y las humillaciones denunciadas por la alumna, en su opinión, por ser mujer y laica, sí ha querido aclarar que "el hecho de que figuren ciertas acusaciones en la sentencia, no significa que ambas partes las reconozcan, es decir, que se trata de la versión en este caso sólo de la alumna y no de las dos partes vinculadas con los hechos". Una contestación que resulta sorprendente, máxime viniendo de la primera mujer y laica que accede al rectorado de la Universidad. Hemos insistido en nuestra pregunta pero, hasta el momento no ha habido respuesta.



Marisu Moreno es subdirectora de elplural.com


martes, 28 de noviembre de 2017

Callejero



Franco Criminalísimo corrupto por la Gracia de Dios


Pazo de Meiras Así era la red corrupta de Franco para engordar su patrimonio y enriquecerse

Carlos Babío y Manuel Pérez Lorenzo presentan el libro en el que analizan 'Meirás. Un pazo. Un caudillo. Un expolio', miles de documentos y decenas de testimonios que explican cómo diseñó Franco la estructura corrupta con la que engordó su patrimonio robando bienes e inmuebles como el histórico pazo, que sus herederos siguen disfrutando hoy

Público

A CORUÑA


JUAN OLIVER

Franco diseñó una estructura corrupta para enriquecerse ilícitamente con fondos públicos y mediante el expolio de inmuebles y bienes de las familias a las que robaba. Así engordó su patrimonio y el de los suyos, que 42 años después de su muerte siguen disfrutando impunemente de aquel latrocinio sin que las instituciones democráticas hayan querido o podido hacer nada serio para impedirlo.

El ejemplo más relevante es el Pazo de Meirás, la residencia estival de los Franco desde que el tirano se apropiara de él en 1939 mediante una falsa donación popular. Pero no es el único.

El historiador Manuel Pérez Lorenzo y el investigador Carlos Babío Urkidi presentan este martes en A Coruña Meirás. Un pazo. Un caudillo. Un expolio, un volumen de más de 400 páginas fruto de 21 años de investigaciones en el que revelan cómo el dictador se apropió sin freno de todo aquello que le apetecía a él o a su mujer. Daba igual si se trataba de la vivienda de una familia de labradores próxima al pazo, de unas estatuas medievales de la catedral de Santiago o de un palacete de propiedad municipal en pleno casco histórico de A Coruña. Si Franco o Carmen Polo lo querían, era suyo. Y quienes les ayudaban a conseguirlo sabían que podían desde entonces gozar de su favor.


El libro de Babío y Pérez Lorenzo analiza más de mil documentos históricos y decenas de testimonios orales, que desvelan el modo de proceder del tirano y de su familia. Buena parte se centran en el expolio de Meirás, el palacete construido por la aristócrata ilustrada Emilia Pardo Bazán en el municipio coruñés de Sada y con el que los Franco se encapricharon poco después de que empezara la Guerra.






Portada del libro 'Meirás. Un pazo. Un caudillo. Un expolio' 

Antes de que acabara, ya era suyo de facto, después de que esa red corrupta organizara una colecta popular que obligó a miles de ciudadanos a donar dinero bajo amenazas, o a ver cómo se les detraían cantidades de sus nóminas si eran funcionarios o trabajaban para empresas públicas. Con eso, y con la derivación de fondos de ayuntamientos de la provincia y de la Diputación de A Coruña se nutría la caja de la Junta pro Pazo que entregó el inmueble al dictador, propiedad que fue ampliando poniendo a su nombre tierras adquiridas con fondos públicos o robadas a los vecinos y vecinas de Meirás.

Una de sus víctimas fue la abuela de Carlos Babío, Josefa Portela Abel, quien vivía en una casa próxima al pazo con tres de sus cinco hijos (los otros dos estaban en el frente de guerra). Un día los echaron de la vivienda y les dijeron que no volvieran. Lo mismo les sucedió a otros habitantes de Meirás, a quienes expulsaron sin compensación alguna y mediante acciones violentas de las tierras que les daban de comer.

Pero Franco no se limitaba a robar. “Con esas posesiones hacía” negocio, cuenta Babío. Entre las decenas de microhistorias relatadas en el libro figura la de la empresa Pazo de Meirás. Productos de la Huerta, la compañía a través de la que los Franco comercializaban la madera talada y las plantaciones de maíz y lúpulo que se cultivaban en el pazo, y para cuya explotación se empleaban recursos de una empresa estatal, Misión Biológica de Galicia.

Franco hacía entonces negocio con Meirás, y su familia siguió haciéndolo tras su muerte con un sonado pelotazo urbanístico: la venta de los terrenos de un acuartelamiento militar próximo al pazo que se construyó en terrenos aledaños comprados de nuevo con fondos del Estado y puestos a su nombre sin más explicación.

El modus operandi

El libro está repleto de casos concretos documentados y explicados que indican cómo se diseñaba y ejecutaba modus furari habitual mediante el que la familia se hacía con todo lo que se antojaba. Como las estatuas medievales de la Catedral de Santiago que hoy reclama el Ayuntamiento de la capital gallega, o las Torres de Bendaña, un pazo en el municipio de Dodro que fue desmontado piedra a piedra para construir con ellas la balaustrada de Meirás y para que Carmen Polo pudiera adornar sus jardines con sus valiosas piezas interiores. También la Casa Cornide de A Coruña, un palacete levantado a mediados del siglo XVIII en pleno casco histórico de la ciudad y que Franco obtuvo tras una subasta amañada por la Casa Civil del caudillo para lograr que el Ayuntamiento, su legítimo propietario, se la adjudicara a quien era su testaferro.

Según los autores de Meirás. Un pazo. Un dictador. Un expolio, en torno a ese eficaz método habitual de robo se construyó una red corrupta integrada por buena parte de las élites coruñesas que componían los círculos sociales próximos a la familia Franco, que se retroalimentaban recibiendo y otorgando favores que aún siguen cobrándose y devolviéndose hoy en día.

El libro desvela la vinculación de aquellas familias con el expolio, e incluso la participación activa y necesaria de muchas de ellas en aquellos robos. Aparecen apellidos de banqueros, empresarios, industriales y propietarios de medios de comunicación que se autoasignan hoy la medalla de ilustres defensores de la Constitución, como protagonistas de rocambolescas historietas de corruptelas y bajezas varias. Incluso los hay de personas cuyos herederos se sientan hoy al frente de algunas de las más relevantes instituciones del Estado.

"Ha sido el propio Estado español el que ha permitido a los Franco alardear de impunidad"

Porque, como recuerda Babío, ha sido el propio Estado español el que ha permitido a los Franco alardear de impunidad ante cualquier exigencia de que se devuelva lo robado y se reparen los daños causados. “En Meirás no hubo transición democrática. El entonces jefe del Estado y hoy rey emérito aterrizó en helicóptero en Meirás para rendir honores a Carmen Polo apenas un año después de la muerte de Franco, y creó para ella el título del Señorío de Meirás a los cuatro días de su coronación”, narra el investigador.

Babío recuerda que el tema de la casa que los Franco robaron a su familia para engordar Meirás era tabú entre los suyos. “Mi padre apenas lo mencionaba, y mis tías siempre se negaban a hablar de ello. Era tal el dolor y el miedo que les sembraron dentro que se echaban a llorar en cuanto les preguntabas”, cuenta.
Él no cree que nadie vaya a devolverles lo suyo, y de hecho ni siquiera esa es su intención. “La casa de mi abuela, como el pazo y todos los bienes que los Franco expoliaron, deben pasar al patrimonio público. Y deben servir para que se explique y se cuente cómo fue la historia de la dictadura”, concluye. Babío y Pérez Lorenzo presentarán Meirás a las 20.00 horas de este martes 28 en el salón de actos de la sede de la Fundación Once en la rúa Cantón Grande de A Coruña. En el acto participarán Francisco Jorquera, de la asociación Galiza Sempre; María Xosé Bravo, de la Asociación Cultural Alexandre Bóveda, y Goretti Sanmartín, vicepresidenta de la Diputación de A Coruña.