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jueves, 25 de agosto de 2022

 


Las barbaridades misóginas del nuevo concejal del PP en Almería a varias famosas: "Cacho de puta"

Jesús Luque toma posesión como concejal tras la

 renuncia de Ramón Fernández-Pacheco

RUBÉN PARRAS

 Miércoles, 24 de agosto de 2022


Este martes 23 de agosto, Jesús Luquetomó posesión como nuevo concejal del PP en el Ayuntamiento de Almería tras la renuncia de Ramón Fernández-Pacheco. El joven político viene de Nuevas Generaciones y se define a sí mismo en redes sociales como "economista y andaluz" y señala que sus "ideas" son su "identidad". A pesar de esta descripción, su Twitter esconde una serie de mensajes machistas que ha borrado de forma pertinente. Sin embargo, todavía hay rastro de su odio.

El tuitero Agustín Martínez ha recopilado una serie de mensajes antiguos de Luque. Y en ellos, insulta gravísimamente a varias famosas. En primer lugar, a la periodista deportiva Carme Barceló: "Vocaliza raro la zorra de tu madre al intentar sacarse de la boca todas las pollas que chupa hija de puta". También atacó a la también periodista Samanta Villar: "Los andaluces no hablamos un mal castellano y sí un perfecto andaluz. Y para que me entiendas te diré una palabra sin 'eses'. PUTA". Con la presentadora Anna Simón, tampoco tuvo ningún reparo: "Cacho puta", expresó. También mostró su misoginia con Pepa Bueno: "Se ha comido las babas de Iglesias y ha atizado fuerte al putero de Albert (Rivera). No sé quién me da más asco de los tres".

A raíz de la viralización de sus tuits durante la campaña electoral en las municipales de 2019, trató de explicar su comportamiento: "Hace años escribí aquí algunos comentarios desafortunados cuya lectura sólo me produce vergüenza y arrepentimiento. Ojalá que las personas y colectivos ofendidos tengan algún día la generosidad de perdonar mi error. Al leerlos no reconozco al niñato que lo escribió. Lo siento".


viernes, 19 de agosto de 2022

 



La Obra


Tienen un inmenso poder, sobre todo


 económico y educativo. Han sobrevivido


 un siglo; no será tan sencillo impedir que


 sobrevivan otro


Vozpópuli


Luis Algorri


5-8-22


Tuvo que intervenir mi padre porque aquello era una persecución en toda regla. Mi amigo Pablo y yo (éramos compañeros de clase; andaríamos por los dieciséis años, no más) me convenció para que fuésemos a estudiar juntos a un piso que él conocía, grande y cómodo, en el centro de la ciudad. Buena idea: se estudiaba bien allí. Pero, para mi estupefacción, a las doce del mediodía nos llamaron para que fuésemos a rezar el Ángelus a una sala grande en la que habría, no sé, quince o veinte personas. Yo no entendía gran cosa. Luego volvimos a los libros.

Por poco tiempo, porque al rato me llamó un chaval poco mayor que yo, de ojos ígneos, Javier se llamaba, y me soltó un vibrante discurso sobre Dios y sobre la santidad en la vida diaria y sobre un cura del que yo no había oído hablar en mi vida, el padre Escrivá, que por lo visto era muy santo. Yo aguanté el inesperado (e incomprensible) chaparrón y traté de decir dos o tres cosas, pero era imposible: aquel Javier hablaba sin respirar y casi a la misma velocidad que hoy usan quienes te llaman al móvil para convencerte de que cambies de compañía. Dije que pensaría en todo aquello.

Buena la hice. Javier empezó a llamarme dos, tres, cinco veces diarias. Un acoso en toda regla. Mi padre, que había sufrido una crisis nerviosa cuando le dije que estaba “en contacto” con el Opus Dei (“Lo que te faltaba, Luisito; esto era ya lo que te faltaba”), me propuso ponerse él al teléfono cuando volviese a llamar aquel desquiciado. Lo hizo. Le dijo, a gritos, cosas que hoy no publicarían ni en Twitter, para que se hagan ustedes una idea. Javier no volvió a llamar. Y Pablo y yo acabamos distanciándonos. No le he vuelto a ver. Y nos queríamos mucho.

Durante muchos años formaron parte de la dirección del Partido Popular, pero estaban también en la judicatura, en la banca, en el ejército, en las grandes empresas. Eran la elite


Pensé que me había librado de “la Obra” de Escrivá para el resto de mis días. Craso error. A lo largo de mi vida profesional he tenido que escribir muchísimo sobre ellos. Acabé leyendo decenas de libros, tanto favorables como críticos. Estuve en Roma en mayo de 1992, en la beatificación de Escrivá (hice el viaje en autobús desde Barcelona, rodeado de ancianitos inolvidables), y también en la canonización, diez años después; en ambos casos, el poder de convocatoria del Opus Dei se demostró escalofriante. Entrevisté a miembros y a exmiembros. Me convertí en una especie de “experto” en algo que, la verdad sea dicha, nunca me interesó demasiado. Pero la vida, a veces, es terca. Incluso he visto varias veces la magnífica película Camino, de Javier Fesser (2008) donde nada es lo que parece.


La “Obra” del padre Escrivá (odiaba que le llamasen así; la verdad es que tenía un carácter terrible aquel hombre) cumplirá un siglo dentro de seis años y ha pasado por muchas vicisitudes, tanto en el mundo de la política como de su situación dentro de la estructura del Vaticano. Fue, durante décadas, la principal “oferta religiosa” del catolicismo para la gente de la clase alta. Se convirtió en un refugio, y en un prodigioso trampolín, para los bien preparados trepas del franquismo de camisa blanca y no azul, para los llamados tecnócratas de los años 60 y 70. Mandaban muchísimo y, esto sobre todo, tenían un poder económico que les convertía casi en inexpugnables. Durante muchos años formaron parte de la dirección del Partido Popular, pero estaban también en la judicatura, en la banca, en el ejército, en las grandes empresas. Eran la elite. Y en buena medida lo siguen siendo, aunque cada vez con más discreción.

Los papas se ocuparon de ellos… pero no todos en el mismo sentido. Pío XII les miraba con simpatía, pero aquel hombre tenía de su monarquía un concepto absoluto y sobre todo personal (ni siquiera nombró secretario de Estado a la muerte del que heredó, el cardenal Maglione), y no tenía humor para atender a los extraños requerimientos de aquel cura aragonés que tan hábilmente se movía por los pasillos de los palacios apostólicos. Se limitó a nombrar a Escrivá “prelado doméstico”, que era algo que no comprometía a nada y que permitía al “fundador” vestir la sotana con ribetes, botones y fajín morados. Y que le llamasen “monseñor”. Le hizo mucha ilusión (era bastante presumido) pero nunca lograría, en vida, ninguna otra cosa.

Montini se había propuesto separar a la Iglesia española del franquismo al que tanto y tan bien había servido el Opus Dei

A Juan XXIII no le dio tiempo a nada; bastante liado andaba con el Concilio. Pero su sucesor, el bresciano Montini, o sea Pablo VI, fue seguramente el peor dolor de muelas que sufrió Escrivá en su vida. Montini se había propuesto separar a la Iglesia española del franquismo al que tanto y tan bien había servido el Opus Dei. Montini era más bien progresista y Escrivá era ultraconservador. Tuvieron tiempo de hacerse alguna foto juntos, pero es fama que Escrivá rezaba por la salvación del alma de Pablo VI, a quien consideraba candidato clarísimo al infierno. Hoy son santos los dos. Recuerdo muy bien que, en aquel viaje en autobús para la beatificación, los ancianitos de mi autobús visitaron las Grutas vaticanas. Se posaron a rezar como palomitas ante el sepulcro de Pío XII y ante el de Juan XXIII, pero ante el de Pablo VI pasaron rencorosamente de largo.

Pablo VI había dejado las finanzas del Vaticano al borde de la quiebra. Juan Pablo II las puso en manos de los hombres de Escrivá, ya fallecido. Fue prodigioso. En muy pocos años, los economistas del Opus Dei convirtieron a la Santa Sede en un excelente negocio perfectamente gestionado. El premio fue triple: la beatificación, la canonización y, esto sobre todo, la transformación del Opus Dei en una prelatura personal. Era y es hoy la única en toda la Iglesia, lo cual convertía a la organización en lo que Escrivá siempre soñó: un burbuja o, por mejor decir, una fortaleza aparte dentro del organigrama romano. Una institución que no dependía de diócesis ni de obispos y que no daba cuentas a nadie, solo al propio Papa. Y eso si este preguntaba.

Abandonó la primera línea y continuó trabajando, pero en la sombra y sin dar escándalos, cosa que no supieron hacer muchos de los demás

Paralelamente, llegó el momento de la discreción. Con el paso del tiempo surgieron “competidores” que trataban de hacerse con la clientela habitual de la “Obra” escrivaniana. Para las clases altas –que eran su territorio natural– aparecieron los Legionarios de Cristo. Para la zona media y media-alta de la tabla, los Focolares y Comunión y Liberación, pero estos eran básicamente italianos. Y para la “clase de tropa” llegaron los poderosos y numerosísimos kikos, el Camino Neocatecumenal, fundado por un español enloquecido –Kiko Argüello– que disfrutaba como nadie de las manifestaciones públicas, de las muchedumbres y de los espectáculos.

El Opus Dei abandonó la primera línea y continuó trabajando, pero en la sombra y sin dar escándalos, cosa que no supieron hacer muchos de los demás. Apenas se han dado, entre ellos, casos de curas pederastas (aunque alguno sí hay). Salió indemne –y, a la larga, fortalecido– del enorme estrépito que se armó con la publicación de la novela (y luego película) El código Da Vinci, donde Dan Brown pintaba al grupo con unos tintes sectarios y conspirandeiros muy desagradables para ellos, pero que coincidían bastante con las críticas que han recibido desde hace décadas. No pasó nada, al final.

Decreta el Papa que su funcionamiento no puede basarse en la jerarquía sino en el “carisma”, y les obliga a presentar un informe anual sobre qué andan haciendo y con qué recursos

Y ahora llega este argentino, el jesuita Bergoglio (los jesuitas y el Opus Dei se han llevado siempre muy mal, sobre todo desde el Concilio), y mete en cintura, por primera vez en 40 años, al Opus Dei. Mediante un documento pontificio de rango menor, el motu proprio, mantiene la prelatura personal, pero la adscribe a un “ministerio” vaticano, el Dicasterio para el clero, donde están todos los demás: se acabaron las exclusividades. Ordena la revisión de los estatutos de la “Obra”. Niega al prelado la consagración episcopal, que sí tuvieron el segundo “padre” (Álvaro Portillo) y el tercero (Javier Echevarría). Afirma que su funcionamiento no puede basarse en la jerarquía sino en el “carisma”, y les obliga a presentar un informe anual sobre qué andan haciendo y con qué recursos.

Es un varapalo sin precedentes y, para muchos, completamente inesperado. Pero no es fácil que marque el principio de la decadencia del Opus Dei, como sí pasó (por motivos distintos) con los Legionarios de Cristo y con los kikos. Tienen un inmenso poder, sobre todo económico y educativo. Han sobrevivido un siglo; no será tan sencillo impedir que sobrevivan otro.

El Opus Dei insiste muchísimo en el inmenso poder de la oración. Escrivá rezaba por la salvación del alma de Pablo VI, al que no podía ni ver. No resulta exagerado imaginar a los 90.000 hombres y mujeres que la “Obra” tiene en el mundo rezando fervorosamente, a partir de ahora, para que el Señor, en su misericordia, llame cuanto antes junto a Él al pontífice argentino.

No serían los únicos.


 

lunes, 15 de agosto de 2022

 


Navajazo en El Vaticano: el papa Francisco y el ajuste de cuentas de los jesuitas con el Opus Dei

Esta semana se ha dado a conocer el 'Motu Proprio' del


 papa Francisco, que ahonda en la reorganización de la


 curia de febrero y que elimina la excepcionalidad


 jurídica de la jurisdicción católica



Julio Martín Alarcón

07/08/2022


El Confidencial


Cuando Monseñor Escrivá de Balaguer divisó por primera vez en Roma la cúpula de San Pedro desde la Vía Aurelia, quedó conmovido y rezó un credo. Era el 23 de junio de 1946. El fundador del Opus Dei había alquilado con su comitiva unas habitaciones de un apartamento en la plaza de Cittá Leonina 9, que tenía una terraza desde la que se veía la Basílica de San Pedro y el palacio Pontificio y desde donde pasaría 30 años gestionando la Obra y su encaje en Roma.

"Esa noche se quedó el Padre —como recordaría Álvaro Portillo— a pesar del viaje accidentado y de estar enfermo, rezando toda la noche, un episodio que puede dar una idea de la intensidad con la que el Fundador amaba a la Iglesia y al Papa". Escrivá de Balaguer rezaba el credo con una fórmula castellana aprendida de su madre y cuando llegaba a las palabras "creo en la Santa Iglesia Católica, añadía el adjetivo romana y, a continuación, un paréntesis: 'A pesar de los pesares...'".

Cuatro Papas después de aquella noche y de que Escrivá de Balaguer falleciera y fuera canonizado tras una beatificación exprés en 1992, el papa Francisco ha reformado —parcialmente— uno de los sueños del fundador de la obra, el que cumplió Juan Pablo II en 1982 con 'Ut Sit', que les otorgó —ya fallecido Escrivá de Balaguer— la prelatura personal al Opus Dei, la única de toda la Iglesia.

Jesús Juan, director de comunicación del Opus Dei en Madrid explica a El Confidencial que el 'Motu Proprio' que se ha conocido esta semana con los cambios jerárquicos de la obra estaba ya incluido en la reorganización de febrero de la curia, la 'Predicate Evangelium', "que están contentos de servir al Papa y tienen la confianza del Santo Padre para rehacer sus propios estatutos y que mucha gente dentro de la organización está contenta con la decisión, que es sobre todo de tipo organizativo, jerárquico y que no afecta en sí a la prelatura personal".

Lo cierto, sin embargo, es que el cambio es histórico y reabre además un viejo runrún en el seno de la Iglesia; la desconfianza que la Compañía de Jesús mostró a partir de los años 40 hacia el ascenso del Opus Dei fundado por Escrivá de Balaguer en 1928. Durante medio siglo, la obra luchó por deshacerse del ropaje jurídico, como ellos explican, de Institución Secular —que en su momento consideraron un logro— y lo consiguieron con la prelatura personal otorgada por Juan Pablo II. ¿Estamos ahora ante una reversión del papa Francisco, jesuita?

¿Un Papa progresista?

Acusado de progresista y poco ortodoxo, la realidad es que Francisco refuerza la jerarquía tradicional de los religiosos, porque no se puede olvidar, como recalcan ellos mismos a El Confidencial, que el Opus Dei es una obra basada en los laicos, según Jesús Juan: "Para nosotros como institución tener más o menos gente trabajando en El Vaticano, es como tener más o menos gente trabajando en la SEAT. Vamos, que el objetivo de mi institución no es ese, es que cuantos más trabajen en la sociedad civil desde el punto de vista de la obra es mejor. Lo otro me saca de mi foco central. Nuestro mundo está en el mundo civil y no en la parroquia, porque no somos una orden".

Francisco ha revisado además otras tantas instituciones religiosas laicas como 'Comunión y liberación' , 'Schonstatt' o 'Palabra de Vida', acusadas de abusos espirituales y dogmáticos. Hay un mensaje claro: la obra de Dios la controla el Santo Padre. Punto. Aunque nadie en la Obra se atreve a discutir o cuestionar públicamente la decisión, el motu proprio del Papa es un navajazo en la jerarquía opusina en toda regla, porque un breve repaso a los escritos, memorias e historia oficiales del propio Opus Dei, como la de José Luis González Gulllón y John F. Coverdale -'Historia del Opus Dei, (Rialp)- se entrevé el gran logro y espaldarazo a su misión que supuso aquella decisión de Juan Pablo II de otorgarles la prelatura. No hay medias tintas con eso, la imbricación jurídica era uno de los puntales del Opus.

Es más, el propio Escrivá de Balaguer rechazó formar parte del Concilio Vaticano II porque no quiso dar a entender que se conformaban con el ropaje jurídico de institución secular tal y como recordó el primer prelado, Álvaro Portillo: "Aunque deseaba muchísimo intervenir personalmente en la reuniones conciliares, no le pareció conveniente tomar parte a título de presidente de un Instituto Secular. De hecho podría significar, si no la aceptación de un estatus jurídico inadecuado a la naturaleza de la Obra".

Encontronazos con los jesuitas

De esa época serían también los encontronazos con los jesuitas, que acabarían ya en los setenta con el propio general de la orden, el vasco Pedro Arrupe. "José María Escrivá de Balaguer les había pedido a las personas de la Obra que no tuvieran particular trato con los miembros de la Compañía de Jesús. Con esta actuación intentaba superar las dificultades nacidas cuando algunos estudiantes de los colegios de jesuitas pidieron la admisión en el Opus Dei". ¿Por qué estas dificultades y desconfianzas?

Según explica el experto Lino Camprubí a El Confidencial, autor de 'Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y Guerra Fría en el estado franquista' (Crítica, 2017). "Escrivá de Balaguer había puesto en marcha una idea muy de joven que en realidad ya manejaban los jesuitas, como fue el caso del padre Pérez del Pulgar. Es decir, que el catolicismo, para sobrevivir en el mundo materialista tanto capitalista como soviético, tenía que mantener su firmeza moral pero abrazando el capitalismo. Ramiro de Maeztu también tenía una obra de 1927 llamada 'El sentido reverencial del dinero', así que Escrivá se apunta a ese carro por decirlo de alguna forma: nos tenemos que hacer un poquito protestantes, vamos, el trabajo santifica".

La idea central de 'Camino' sería fundar un catolicismo moderno que pudiera dar respuesta a los retos de la Iglesia en el contexto de los años 30, que es algo que también buscaba la Compañía de Jesús. Monseñor Escrivá formula y hace propia esa idea de modernización, solo que para Camprubí se acaba de perfilar más bien en 1938, no en 1934 —primera edición de 'Camino'— y no por la influencia del Espíritu Santo, sino de un grupo de jóvenes laicos: "Es a partir del 37, con el paso de los Pirineos huyendo de la Guerra Civil, donde se empieza a perfilar la obra. Son, además de Escrivá, unos jóvenes universitarios que están terminando sus doctorados y que crearán el CSIC. El Opus está muy ligado a la creación del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

Una de las mayores novedades es que se puede conseguir la santidad fuera del sacerdocio y dentro del matrimonio, que hay que llegar a la nueva élite productiva, y de esa gente se rodea, los que quieren llevar una vida normal con una religiosidad. José María Albareda, uno de los más relevantes de ese grupo, por ejemplo cuando cruzan de San Sebastián a Burgos de vuelta a España, en el bando nacional, se hace muy amigo de Ibáñez Martín, que es jesuita, no del Opus, y que será ministro de Educación. Ya entonces se postula ese servicio de investigación al servicio de la patria y no del materialismo, que es lo que cristalizará en 1939 con el CSIC".

Es decir, hay que entender antes qué es la Obra y por qué ha sido un pilar de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX, una organización acusada de secretista y hasta de prácticas masónicas, críticas dirigidas por otro jesuita entonces de prestigio, José Miguel Carrillo de Albornoz, que acabaría en cambio abandonando la orden. En 1940, incluso Falange Española en el apogeo de su poder político tras la victoria en la Guerra Civil, le hizo dosieres secretos a Monseñor Escrivá con el objeto de desprestigiarle. Más adelante, la Obra acabaría en cambio copando los ministerios, identificándose hasta cierto punto con el franquismo de la segunda mitad, marcada por los planes de desarrollo y la apertura y ejerciendo una influencia decisiva en el régimen.

En fin, si algo caracterizó al Opus es que se le consideró una Iglesia dentro de la Iglesia, algo de lo que tampoco escaparon los jesuitas en los siglos anteriores, con la salvedad de que la Compañía de Jesús es una orden religiosa y una fuerza desde hace siglos y la Obra es "una mujer, madre de cinco hijos, que puede ser santa", según explican ellos mismos.



En la iglesia postconciliar y antes de conseguir la Prelatura, Escrivá de Balaguer y Pedro Arrupe tuvieron un acercamiento y al mismo tiempo una divergencia, que explica también esa tradicional percepción de enemistad entra la orden de la Compañía de Jesús y el Opus Dei: "En mayo de 1965, el vasco Pedro Arrupe fue elegido prepósito general de la Compañía de Jesús. En aquel momento los jesuitas vivían un periodo de 'aggiornamiento' a la luz del Concilio en el que buscaban formas de piedad, pastoral popular y acción social", escriben José Luis González Gullón y John F. Coverdale. "En julio de 1965 Arrupe solicitó entrevistarse con José María Escrivá de Balaguer. Almorzaron en Villa Tevere el 12 de septiembre. Luego, durante los siguientes cinco años se vieron en otras ocasiones (...) Desde el principio, Escrivá de Balaguer planteó a Arrupe el fin de la animadversión de algunos padres de la Compañía de Jesús hacia el Opus Dei, que, por prolongarse durante dos décadas y media se había institucionalizado".

Según la misma fuente Arrupe sugirió la posibilidad de llevar a cabo una labor apostólica conjunta, a lo que Escrivá de Balaguer se negó por considerar las dos instituciones de naturaleza totalmente distintas, lo que unido a los ataques públicos de los jesuitas al Opus Dei acabaron por convencer a Escrivá de interrumpir esas entrevistas con Arrupe al tiempo que intensificaba ese itinerario jurídico en Roma. Lo que se buscaba era un ropaje que no desvirtuara el principio de 'Camino' y que se culminaría con la 'Ut Sit' de Juan Pablo II. Fue la época de la influencia de un miembro del Opus Dei, Joaquín Navarro Valls como asesor del Papa y una cierta marejada en la curia entonces. Con la prelatura, el Opus Dei cumplía un sueño jurídico y con el prelado como obispo que ahora desaparece. Es lo relativo a la curia a lo que ahora, sin embargo, restan importancia.

"Una parte muy pequeñita"

Jesús Juan elimina la polémica sobre la curia y la jerarquía recurriendo a la propia base del Opus: "Nosotros somos una parte muy pequeñita dentro de la reorganización que se ha hecho con la 'Predicati Evangelio'. Ya me dirás tú, una señora casada con sus niños, qué tiene que ver con El Vaticano, así que la mayor parte que se gestiona con la Santa Sede tiene que ver con los sacerdotes, que es lo que afecta más a la relación con ellos.

Es un cambio que parece muy razonable. Una reforma de la curia mediante la que pasamos de depender de la congregación de obispos a la del clero. El Motu Proprio es para adaptarse a ese asunto, porque en los estatutos del Opus Dei se dice que depende de los obispos y eso hay que cambiarlo ahora. El tema de fondo de que el prelado sea obispo o no sea obispo, tiene que ver con la visión de la eclesiología, no de grupos de poder".

Sea como fuere, aunque quede lejana la enemistad entre el fundador de la obra y los jesuitas, el papa Francisco ha jerarquizado de nuevo a los religiosos y los estatutos del Opus tendrán que cambiar. Algunos miembros de la Obra ya habían manifestado que ese camino era preferible en la cuestión organizativa —como lo hizo Monseñor Javier Echevarría— y debajo late de fondo que con la reorganización existe una voluntad del papa en revisar, además, las instituciones seculares.