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martes, 16 de febrero de 2021

 

¿A quién beneficiaba el delito del que Cifuentes ha sido absuelta?



Ignacio Escolar

elDiario.es

15 de febrero de 2021 

El caso Máster se cierra con una sentencia difícil de entender. Hay dos condenas, de dos personajes secundarios en todo lo que ocurrió. Un año y medio de cárcel para la profesora Cecilia Rosado, por falsificar el acta que Cristina Cifuentes exhibió para presumir de que había hecho un trabajo de fin de máster que jamás apareció. Tres años para Maite Feito, la asesora del Gobierno de Madrid que presionó a esta profesora para que entregase esta falsificación. Y la absolución para Cristina Cifuentes, la única beneficiada de un acta falsa que ella misma utilizó para intentar desmentir la noticia desvelada ese día por elDiario.es: que había obtenido un máster fraudulento en la URJC.

Dos funcionarias condenadas. Por una falsificación cuyo único sentido, cuyo único objetivo, cuya única beneficiada, era la expresidenta de Madrid, que queda absuelta de cualquier responsabilidad penal.

Cifuentes ha sido declarada inocente por falta de pruebas de que fuese inductora de esa falsificación. Para el tribunal, que Cifuentes exhibiera esa acta falsificada y se beneficiara de ella "no es más que un indicio". Pero eso no anula ni una coma de todo lo que ya sabíamos sobre ese máster fraudulento que nunca hizo. La sentencia también da por probadas las "graves irregularidades" que, en su momento, destapamos en elDiario.es. No hay nada en esa decisión judicial que desacredite nuestra investigación. Sigue siendo la verdad, y nos reafirmamos en ella, por mucho que Isabel Díaz Ayuso y el PP de Madrid defiendan ahora la "honestidad" de una expresidenta de Madrid que recibió un título oficial en una universidad pública sin merecerlo. 

Cifuentes nunca fue a clase, ni a los exámenes. Obtuvo su título –que aún conserva, como Pablo Casado– a través de una vía privilegiada de la que no disfrutaron los alumnos que sí se esforzaron para aprobar. Se matriculó fuera de plazo. No conocía siquiera a los profesores que pusieron las notas, a los que nunca se dirigió. Solo mandaba unos supuestos trabajos a Álvarez Conde, pero nunca por email –tampoco conserva ni uno solo de ellos en papel–. Consiguió el título por medio de dos notas falsificadas por una funcionaria de la Universidad Rey Juan Carlos que entró irregularmente en su expediente académico y lo modificó, dos años después. Y cuando en elDiario.es desvelamos lo ocurrido, presentó una querella contra nosotros, utilizando para ello esa acta que hoy queda judicialmente acreditado que fue el fruto de un delito de falsificación.

No me ha sorprendido la absolución de Cifuentes. Ya dije, hace unas semanas, que lo más probable era que el caso terminará así. Tampoco la condena a Cecilia Rosado. La profesora había confesado el delito y era casi imposible su absolución. Pero no esperaba un desenlace así: con Feito condenada y Cifuentes absuelta. 

Maite Feito no era otra simple asesora de entre los cientos con los que cuenta el Gobierno de Madrid. Era amiga de Cristina Cifuentes –así lo admitió ella misma hace tres años a elDiario.es–, y su principal aliada en todo lo que tenía que ver con sus estudios en la URJC. Fue Feito quien, años atrás, preguntó a algunos profesores universitarios si querían dirigir la tesis doctoral de Cristina Cifuentes. Fue Feito quien acompañó a la expresidenta a la Universidad a recoger ese título regalado, después de que otra funcionaria manipulara las notas que faltaban por aprobar.

El 21 de marzo de 2018, cuando publicamos nuestra primera información sobre el máster, fue también Feito quien se presentó en la universidad, se reunió con el rector y habló por teléfono con Cecilia Rosado "hasta en 15 ocasiones", como recoge la sentencia, "indicándole que aquella situación debería quedar resuelta como fuere".

Las preguntas, que la sentencia no responde. ¿Qué llevó a Feito a hacer todo esto? ¿Por qué razón cometió este delito? ¿Qué empujó a esta asesora y amiga de Cristina Cifuentes para que presionase a la Universidad hasta que consiguió un acta falsa cuyo único objetivo era salvar la cara de la expresidenta de Madrid?

Dice la sentencia que Maite Feito asegura "no haber mantenido contacto alguno con la señora Cifuentes, tampoco con su oficina y gabinete". Y es cierto que eso es lo que dijo Feito en el juicio. Pero es falso que fuera así. 

El 20 de marzo de 2018, el día antes de publicar nuestra primera información, nuestra compañera Raquel Ejerique telefoneó a la jefa del gabinete de Cristina Cifuentes, Marisa González –la mano derecha de la presidenta de Madrid– para recabar una respuesta oficial. Y ante sus preguntas sobre este máster, con Ejerique al otro lado de la línea, Marisa González llamó a Feito para que fuera ella quien aclarase nuestras dudas. En aquella conversación telefónica, la jefa de gabinete de Cifuentes nos trasladó su primera versión de los hechos: que Cifuentes se había dejado para otro curso esas asignaturas y las había aprobado después. Era falso, como casi todo lo que contaron sobre el máster la presidenta de Madrid y su equipo.

En el juicio, Feito mantuvo una versión atribulada y desordenada donde básicamente aseguró que no hizo nada, que no pidió nada y que simplemente se fue hasta allí y habló 15 veces por teléfono con Cecilia Rosado por simple curiosidad personal. Feito también negó cualquier relación profesional o personal con Cifuentes, y en eso también mintió. 

Tres años de condena para Maite Feito. Año y medio para Cecilia Rosado, que no entrará en prisión al no tener antecedentes penales y ser una pena inferior a los dos años.

Salvo que posteriores recursos anulen su condena, Feito será la única de todos los protagonistas de esta historia que terminará en prisión. Una absoluta injusticia, en mi opinión. 

P. D. : El caso máster está cerrado. ¿Todo? No. Raquel Ejerique y yo aún estamos pendientes de la decisión de la Audiencia Provincial de Madrid, donde Cristina Cifuentes ha recurrido para intentar reabrir la "querella criminal" que presentó contra nosotros por publicar la verdad. La expresidenta de Madrid aún insiste en llevarnos a prisión.



lunes, 15 de febrero de 2021

Libro recomendado

 La adopción es un injerto de amor en el árbol genealógico


 Foto: Luis Viadel


 Fotos del mundo

 

La justicia franquista

Víctor Arrogante

08/06/2019

 Nueva Revolución

Ya ha tenido la oportunidad de dar un repaso a la Justicia, aquella de la que la máxima dice que se hace justicia, cuando te dan la razón teniéndola, después de haber demostrado que la tienes. Terminaba diciendo que visto como se aplica, podríamos decir que justicia es «lo que dice la mayoría de los miembros de un tribunal»; y lo que dicen, va a estar cargado de la ideología que sustenten tales miembros.

Retomo la idea de justicia, tras la intrusión en la historia que hace el Tribunal Supremo. La sección Cuarta de la sala III del Tribunal Supremo ha tomado la decisión por unanimidad, de paralizar la exhumación de la momia de Franco del Valle de los Caídos. Entre las justificaciones, se aduce que «la razón en que descansa esa decisión es la de evitar el perjuicio que, de otro modo, se causaría a los recurrentes y, especialmente, a los intereses públicos encarnados en el Estado», si, exhumados los restos, se estimara el recurso y fuera preciso devolverlos al lugar en que se hallan. La intromisión se observa en tan sólo trece palabras en la página 8 del auto mencionado, en las que describe que Franco fue «Jefe de Estado desde el 1 de octubre de 1936 hasta su fallecimiento». En palabra de los historiadores, es dar por bueno que era el líder legítimo antes del fin de la guerra y justo después del golpe. «Franco fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado por la Junta de Defensa Nacional en Burgos a finales de septiembre de 1936». (Ángel Viñas). «Franco nunca fue legalmente Jefe del Estado, a no ser que se crea que cualquier cosa que hiciesen los golpistas de 1936 fuese legítimo», dice Paul Preston.



De aquellos polvos, vienen estos lodos; de la justicia establecida por Franco vienen estos razonamientos jurídicos; porque no olvidemos que la justicia franquista era una justicia al revés. En 1939 el nuevo régimen de Franco promulgó, por decreto, la Ley de Responsabilidades Políticas (9 de febrero), con objeto de dirimir las responsabilidades durante la guerra civil y la república. Con esta ley se legitimaban las multas, los embargo de bienes, los destierros, la pérdida de la nacionalidad española; y con las restricciones de empleo, una purga generalizada del mundo laboral, profesional y funcionarial.

La LRP tipificaba como punibles los actos y omisiones de quienes hubieran colaborado con la Segunda República y participado en la llamada Revolución de Asturias en 1934. Esta ley estuvo vigente hasta 1969, fecha en la que prescribieron todos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939. Se mantuvieron las inhabilitaciones y prohibiciones contra todos los líderes del exilio republicano hasta la muerte de Franco en 1975.

La represión contra los vencidos en la guerra, fue complementada por la Ley sobre la Represión de la Masonería y del Comunismo (1 de Marzo de 1940), al considerar que el comunismo y la masonería (y el judaísmo) eran responsables criminales de la decadencia de España, que culminaban «con la terrible campaña atea, materialista, antimilitarista y antiespañola». Con esta ley se institucionalizaba la caza del comunista y del masón.

La Causa General instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España, fue promulgada mediante decreto en 1940 y constituyó otro instrumento represor. Se abría un proceso de investigación, que afectaba a la ciudadanía en general, con el objeto de instruir «los hechos delictivos cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja». Todos mezclados: socialistas, comunistas, anarquistas, separatistas, masones, ateos y republicanos. La CG recopiló información sobre todo tipo de acciones de autoridades, fuerzas armadas y de seguridad y ciudadanos partidarios de los gobiernos republicanos y de izquierdas desde la instauración de la Segunda República en 1931. La sin razón del fascismo vencedor.

En Derecho penal rige uno de los principios más elementales: el principio de irretroactividad. Este principio busca proteger a la ciudadanía, evitando que se les pueda sancionar a posteriori, por actos que cuando fueron realizados no estaban prohibidos. En el régimen del dictador este principio no se aplicó, sino todo lo contrario. En 1939 se criminalizó y castigó a cualquier individuo que hubiera prestado su apoyo al bando republicano desde 1931, a los rebeldes izquierdistas de1934, y a todos aquellos que no se hubieran sumado a su «alzamiento nacional» contra el marxismo. Actos y omisiones cometidos muchos años antes a la promulgación de la vengativa norma.

El régimen entendía que haber formado parte de algún sector productivo o realizado algún tipo de ocupación durante la República, era suficiente como para haber podido ser colaborador con la «rebelión». Así, los soldados de remplazo, los conductores de tranvías, funcionarios, maestros o directivos de empresas, podían ser culpables potenciales. Todo esto no era más que una de las consecuencias lógicas de un sistema de justicia penal invertida.

La dictadura subvirtió el sentido de la acción, rescatando los delitos de adhesión, auxilio o excitación a la rebelión militar, contra aquellos que se mantuvieron leales al régimen democrático legalmente establecido, frente a los golpistas que se levantaron contra la República. Todo un absurdo legal; un castillo legal prefabricado donde la justicia se aplicaba sobre el odio y la venganza.

La Constitución de 1978 no expulsó expresamente estas normas del sistema jurídico. Con la ley de Amnistía de 1977, o la llamada ley de Memoria Histórica del 2007, se ha venido a garantizar la impunidad de los crímenes franquistas. Incluso el Tribunal Supremo, en el caso del juez Garzón contra los crímenes del franquismo, decretó la extinción de responsabilidad penal por muerte, prescripción o amnistía.

Pese a todo, los procesos que se abrieron bajo la jurisdicción franquista están archivados, pero siguen abiertos. Los investigados, inculpados, procesados y condenados, por tribunales especiales y leyes de excepción, no recibido una justa reparación. Por cierto, de rebelión acusa la fiscalía a los presos políticos soberanistas en el juicio del precès. La justicia franquista es la justicia revés.






sábado, 13 de febrero de 2021


 Mis cuadros en relieve: Luis Viadel


 

 

Arcadi Oliveres: "Voy a morir sin ver caer la monarquía, pero lo veréis en cuatro días"

  • El economista e incansable activista Arcadi Oliveres afronta sus últimos días tras un diagnóstico de cáncer terminal. Arropado por su familia, que ha abierto una web para todo aquel que quiera mandarle mensajes, se siente “feliz” y con ganas de seguir buscando soluciones a una sociedad injusta. "Si este mundo no nos gusta, hay que buscar otro", insiste

elDiario.es

Pau Rodríguez

12 de febrero de 2021



Estos son los últimos días de vida de Arcadi Oliveres. Su horizonte es breve, pero lleno de amor, tal como lo describió su familia. A sus 75 años, este economista y profesor universitario, incansable activista y conferenciante, afronta un pronóstico terminal de cáncer junto a su familia, en su casa de Sant Cugat del Vallès. En un gesto nada habitual, sus hijos abrieron una web para que la gente le mande mensajes de afecto y los más de 5.000 recibidos han convertido su adiós en algo público, colectivo y hermoso. 

Sentado en la butaca del salón, donde recibe a más de una decena de personas al día, Arcadi Oliveres explica que físicamente está todo lo bien que puede estar, mientras que, anímicamente, se describe como "demasiado eufórico". Después de encajar el diagnóstico solo, ingresado en el hospital, ha pasado de "la oscuridad más absoluta" a "la luz que nace cuando estás con amigos y familia". Ya en casa, se siente acompañado y feliz. Y esto le da el ímpetu necesario para seguir con lo que le apasiona: hablar de las grandes injusticias de nuestras sociedades y discutir cómo superarlas, desde la crisis de los alquileres hasta el hambre en el mundo, ya sea un periodista el que le pregunta o cualquiera de sus nietos, que suelen correr por casa muy a menudo.

En su último libro Paraules d'Arcadi (Angle Editorial), que se acaba de publicar este mes y que se gestó antes de conocer su enfermedad, Oliveres ordena sus ideas sobre luchas pasadas y aporta sus reflexiones sobre retos futuros que ya son presentes: la crisis climática, la migratoria o el fin de la monarquía, un deseo para él "ineludible" que sabe que no verá, aunque cree que por poco llegará. Pero lo mejor del libro, dice, es el prólogo. En él aparecen sus conversaciones con los nietos. Les dice que el mundo anda revolucionado. El mayor, de 11 años, le suele coger el periódico cada mañana para leérselo entero, como hacía él con el de su padre, y luego lo comentan. "Aquí solemos tener una bola del mundo –señala un rincón del salón– y muchas veces la cogemos y vamos tanteando: que si esto es Rusia, esto es la frontera de México y Estados Unidos…"

Una de las tareas estos días de Oliveres consiste en idear su funeral. El mensaje que quiere transmitir, dice, es "bien sencillo": "El de un señor llamado Jesucristo, que nació hace dos mil años y que decía 'amaros los unos a los otros'". Como creyente, le ha pedido acompañamiento espiritual a un amigo sacerdote, el mismo que ayudó en su etapa final de vida a Marcel, su hijo, que falleció a los 28 años, hace una década, pocas semanas después del 15-M. 

Su familia abrió la web para que le enviasen mensajes y lleva ya miles. ¿Se lo esperaba? 

Hombre, esperaba mensajes, porque en toda mi vida no he hecho otra cosa que moverme de un sitio para otro, pues al final la gente te conoce. Además yo juego con ventaja. Cuando me jubilé, en 2016, hice una pequeña tontería, que es calcular cuántos alumnos y alumnas había tenido: eran aproximadamente 17.000. Con lo cual, eso es señal de que a alguien he conocido. Pero que llegue a cientos y miles de personas no me lo esperaba y me hace aparecer como un maleducado, porque debería darles señales de vida y muestras de agradecimiento y lo único que he podido hacer son respuestas de tipo general.

Mucha de la gente que le escribe son antiguos alumnos suyos de la Universitat Autònoma de Barcelona o personas que asistieron a sus charlas. La mayoría de ellos coinciden en que usted cambió su forma de ver el mundo.

Algunos lo dicen, muy gentilmente. Sí te voy a decir que cuando empiezas a hacer balance de tu vida, y alguien –que no serán 17.000 personas, quizás 17 a secas– te dice que fue alumno tuyo, o que trabajaba en un banco especulativo y decidió cambiar de trabajo tras escuchar alguna de mis charlas, e incluso alguno lo consiguió, es un placer. Si alguien ha abandonado las finanzas especulativas y estas tonterías solemnes que se enseñan en las facultades, arriesgando su sueldo fijo, para dedicarse a la economía como un instrumento honesto al servicio de las personas, pues mejor que mejor. 

En una sociedad que trata la muerte como algo privado, a veces un tabú, usted lo ha afrontado abiertamente. ¿Cómo se prepara para un momento como este?

Carambolas. Toda mi vida, desde el nacimiento hasta mi muerte, han sido carambolas. La suerte de haber nacido en una determinada familia, con una determinada educación, de haber convivido en una época política básica, de que mis padres fueran de una forma, mis hijos de otra... Cuando hace tres semanas estaba en el hospital, estaba convencido de que tenía una cosa distinta. Y cuando me dijeron que era un cáncer de páncreas terminal, el más agresivo, entonces sí me di cuenta de que era el fin, de que había que prepararse, y fue fácil. Porque la preparación ha sido el cariño, el amor y la estimación de mis amigos y familiares, empezando por mi mujer.

Una vida, incontables causas sociales

Pocos como Arcadi Oliveres pueden presumir de haber despertado la conciencia política de tanta gente, de jóvenes y ancianos, con sus clases en la facultad y sus charlas allí donde le llamasen. Al volante de su coche, casi siempre solo, acudía ahora a un centro cívico, ahora a una asamblea sindical o a una escuela pública. Hubo años, en la década de los 2000 y durante la crisis económica, que llegó a impartir más de una conferencia al día. Más de 500 al año. No suele tener un no para nadie. "El único criterio era tener la agenda libre", sonríe. 

Su conciencia política se despertó en casa, en una familia catalanista del barrio del Eixample, pero sobre todo en la Escola Pia Nostra Senyora y, después, en la universidad. Una de sus primeras militancias fue la creación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB), en 1966, episodio casi fundacional para toda una generación de activistas antifranquistas. Siempre ligado a entidades cristianas por la justicia social, como Justicia i Pau o Pax Christi, ha defendido incontables causas sociales, desde la abolición de la pena de muerte o la Marxa de la Llibertat durante la Transición hasta el 15-M o la campaña Volem acollir, más recientemente.

Enemigo declarado de los grandes bancos y de la industria armamentística, Oliveres ha dedicado gran parte de su trayectoria a reivindicaciones de carácter internacional, como la campaña del 0,7% para la cooperación, el consumo responsable o el movimiento antiglobalización. Todas ellas causas que pueden parecer perdidas, pero que él nunca ha sentido como utópicas. "Soy optimista porque las cosas objetivamente se pueden mejorar", resume, cartesiano. 

"Tenemos que sacarnos de encima la voluntad de acumulación, de tener por encima del ser. ¿Frente a esto qué hay? Educación, educación y educación", proclama. Y pone un ejemplo: "Si me llama Vodafone y me dice que me ofrece el mes que viene pagar cinco euros menos, a mí esto me da igual. Yo lo que quiero es que el día que un señor no pueda pagar a Vodafone, que cualquier día podemos ser nosotros, no le corten el teléfono. Si el mundo se mueve en función de las ganancias económicas, no haremos nada", resume.

¿Hay algún denominador común que una todas las causas en que ha participado?

El deseo de bienestar humano. Para mí, es nuestra obligación hacer feliz a la población mundial, sabiendo que estamos en un planeta que tiene recursos científicos, académicos, comunicativos y todo lo que quieras para que la gente pueda vivir dignamente. Hasta cierto punto, claro, porque el planeta tiene sus límites y esta es una de las conclusiones positivas de la pandemia, que nos estamos dando cuenta de ello. 

Dice que ha hecho balance. ¿Hay alguna reivindicación de la que haya extraído algún aprendizaje especialmente valioso?

Todas están en la misma línea. Pero por las fechas que atravesamos, y charlando con amigos, una de las que más me ha satisfecho es la reivindicación de las personas migrantes. El 1 de marzo se conmemoran los 20 años del encierro en la Iglesia del Pi de Barcelona. Fui uno de los activistas que reivindicaron frente a la Delegación del Gobierno para que pudieran entrar dignamente sin ser perseguidos. Fue una lucha larga, con 1.300 personas encerradas varias semanas en un recinto con solo siete lavabos. Pero cuando salieron, tenían papeles para todos. Los inmigrantes son ciudadanos como cualquiera y el sistema aplicado por la UE para no dejarlos entrar, o para que se mueran ahogados en el mar, ¡es absolutamente fascista! Me excito con este tema porque es un derecho humano fundamental.

En su nuevo libro explica que, al participar en la famosa contracumbre de Seattle, episodio clave del movimiento antiglobalización, aprendió que decir 'no' no es suficiente. Que hay que buscar siempre alternativas.

Bueno, si acaso lo reaprendí en Seattle. Porque lo de decir 'no' ya me lo explicaba Raimon con su famoso Diguem no. No queríamos este mundo. Pero esta es la primera parte. Si no queremos este mundo, hay que buscar otro. A partir de aquí empieza la búsqueda de otras formas de convivencia, de respeto a la naturaleza, de aprovechamiento energético, de actuaciones bancarias. Yo he tenido la enorme suerte de participar en un movimiento que en Catalunya ha tenido mucha fuerza, que es el del consumo responsable. Que seamos capaces de ver en qué banco ponemos el dinero, en qué tienda compramos los productos. Actuar en consecuencia.

Una palabra que para mí es sagrada es la coherencia. Aunque sé que nunca lo seremos al 100%. Yo soy muy contrario a una multinacional perversa como es Nestlé, que con su leche en polvo mató a miles de niños en África, pero un pequeño vicio que tengo es que me gustan los bombones de la caja roja y la gente lo sabe y me los trae. ¿Podemos tomar unos bombones y dormir con la conciencia tranquila? Solo faltaría.

Una vida política sin ser político

Arcadi Oliveres se ha dedicado siempre a la política, pero nunca a la institucional. Desde los atriles de la universidad hasta las plazas, siempre ha tenido conciencia de que lo que hacía era política. Uno de los casos más recientes y de mayor intensidad fue para él el 15-M, que le pilló ya en edad de jubilación. Muchas veces le han preguntado qué queda de todo aquello, ahora que se cumplen diez años. Suele contestar que mucho: "De entrada, queda el diguem no, esa señal de protesta de que el mundo no te gusta. Y luego la voluntad de cambio con las mareas que surgieron". 

Otra pregunta que le hacen a menudo es por qué nunca quiso entrar en la política parlamentaria. Por ofertas no ha sido. Una de las últimas iniciativas que impulsó, junto a muchos otros activistas, fue la del Procés Constituent, una plataforma cívica que trató de aglutinar a todos los partidos de izquierda transformadora, de la CUP a los Comuns. "Nunca me atreveré a criticar a aquellos que han optado por entrar en política, porque tengo muy buenos amigos que lo han hecho, gente entrañable. Pero para mi es como si me pidieras organizar partidos de fútbol: no tengo ni idea. No ha sido nunca mi opción", esgrime. 

En los últimos años le hemos visto menos en público. ¿Qué ha ocupado su pensamiento?

Primero, cuando te jubilas pierdes presencia pública. Y por temas de salud también he tenido altibajos. Además, la vida pública catalana se ha centrado fundamentalmente en el tema independentista, y yo soy independentista, pero creo que ha absorbido demasiado la vida política del país. Yo la independencia la firmo, pero ¿con banca privada o pública? ¿Con o sin inmigrantes? ¿Con o sin monarquía? Hasta hace días yo decía: la independencia no la veré, pero sí la caída de la monarquía, que es para mí un deseo ineludible, en España, Inglaterra o Tailandia. Son instituciones delictivas que violan los derechos humanos. Creo que voy a morir sin verlo, pero vosotros sí lo veréis, en cuatro días. Hay que hacerlas caer.

Nos decía que sus hijos le piden algunas píldoras, consejos para cuando no esté. ¿Tiene la sensación que debe dejar píldoras para la gente que le ha seguido?

No… Hay muchos libros, dejemos a la gente en paz. Además, cuidado, yo viviré los días que sean, pero también hay que tener en cuenta que mi manera de pensar ya no estará contextualizada con los sucesos diarios. El hambre y la ecología, los grandes problemas, existirán seguro, pero el día a día no. Por lo tanto, no vamos a molestar a la gente.



 

Felipe González y la pata de Pablo Iglesias

  • Ya que le ponen luz y taquígrafos delante, Felipe González podría haber vuelto a hablar para decir algo constructivo, conciliador, inteligente, algo que pareciera emanar de esa sabiduría de la que ha de dotar una reconocida experiencia

elDiario.es

Ruth Toledano

12 de febrero de 2021 




Felipe González ha hablado de nuevo. Lo ha hecho con motivo de un encuentro organizado por Euroforo Vocento titulado 'Europa, Europa. Ser o no ser'. Aprovechando los tintes cinematográficos y hamletianos del título de esta convocatoria, presentada y moderada por el director y la subdirectora del diario ABC, Felipe González tiró de sobreactuación, en forma de sarcasmo, para volver a la obsesión principal de su jubilación política: la fobia a Podemos y a su secretario general y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. Preguntado por las declaraciones de Iglesias sobre el déficit de calidad democrática en el Estado español, Felipe González no solo manifestó que éste había metido la pata, sino que prefería que no sacara la pata de lo que él considera un error. Tal es su inquina por Iglesias, tan por encima está de su periódicamente proclamada preocupación patriótica, que prefiere equivocado al socio de Gobierno de su propio partido, lo prefiere quebrado.

Ateniéndonos a las declaraciones con las que cada tanto nos sorprende el socialista, en poco ayuda lo que diga a una situación política ciertamente preocupante, pero ya que le ponen luz y taquígrafos delante Felipe González podría haber vuelto a hablar para decir algo constructivo, conciliador, inteligente, algo que pareciera emanar de esa sabiduría de la que ha de dotar una reconocida experiencia. Podría, más aún, haber aprovechado el micrófono que gentilmente le ofrece la Historia para manifestar público desprecio por otros personajes políticos que están suponiendo un peligro real para “la plena normalidad política y democrática en España”, como diría un Iglesias que al menos hace el esfuerzo, como persona de izquierdas, de expresar cierta honestidad ideológica. Sería mucho pedir a alguien, socialista preocupado, que ha clamado a las derechas por lo que denomina "sucesivos pactos de Estado".

Felipe González podría haber aprovechado para decir algo sobre el posicionamiento de Vox en la política española, sobre el blanqueamiento de la ultraderecha y la normalización de sus postulados xenófobos, racistas, homófobos, pero prefirió hacer un chascarrillo grosero sobre la pata de Pablo Iglesias. Felipe González podría haber aprovechado para decir algo sobre la condena a prisión de Pablo Hasél y la vulneración de la libertad de expresión, pero prefirió la pata de Iglesias. Podría haber aprovechado para comentar algo sobre el hecho de que nos hayamos enterado ahora de que M. Rajoy es Mariano Rajoy, sobre Bárcenas y Álvaro Lapuerta y la Operación Kitchen, sobre Cospedal y Acebes y Arenas y Álvarez Cascos y Rato. O sobre el errático Casado y ese PP de entonces que dice que ya no existe. O sobre Villarejo y las cloacas del Estado. O sobre la situación humanitaria de los migrantes en Canarias. O sobre los hospitales, el personal sanitario y las vacunas de Isabel Díaz Ayuso. O sobre el paradero de Juan Carlos de Borbón, el colegio de la niña, el rótulo de los despidos y las televisiones públicas. Incluso podría haber aprovechado para decir algo sobre el lamentable espectáculo transfóbico que está dando la ministra Carmen Calvo a cuenta de la tramitación de la ley estatal para la igualdad real y de trato de las personas trans, personas que la socialista como él ha dicho que suponen "una amenaza real para la identidad de los españoles". Por poner algunos ejemplos.

Pero no. Felipe González ha vuelto a hablar para menospreciar a Pablo Iglesias, el sujeto político de su obsesión. Lo cierto es que le obsesiona porque Iglesias dice unas verdades que no favorecen a su jubilación de puertas giratorias. Dice que "vivimos en una democracia limitada por los poderes económicos", y es verdad. Dice que vivimos en una democracia "limitada por los poderes mediáticos", y es verdad. Dice que el presidente Sánchez es "un monárquico convencido" mientras que él es republicano, lo dice porque "hay quienes siempre tratan de mandar sin presentarse a unas elecciones", y es verdad. Dice que "señalar con toda la crudeza las carencias de nuestra democracia es condición de posibilidad para mejorarla", y es verdad. Dice que "señalar los límites, los fallos, las vergüenzas de la democracia es el mayor compromiso democrático posible", y es verdad. Por eso desata el odio de la derecha corrupta, de los diplomáticos serviles, de los políticos jubilados que ocupan sillones en consejos de administración, de los socialistas que no son de izquierdas. De Felipe González. De los que llaman "infamia" a la verdad. De los que prefieren la verdad con la pata quebrada.



 12/02/2021 

Cintora despide a un afectado por las preferentes y éste se arranca con 7 frases demoledoras

"Después de tantas disputas entre Aguirre y Gallardón, llegó el señor Rajoy y nos dejó al más ladrón".


Pablo Hasél: NI FELIPE VI