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jueves, 23 de diciembre de 2021

Sanfermines


 


 

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Los represaliados del franquismo en el campo: “silencio”, “miedo” y una vida “puerta con puerta con los verdugos”

ElDiario.es


Álvaro López


12-12-21





Emeterio Muñoz (Cuevas del Campo, 1905) era un hombre callado, como la mayoría de los que les tocó vivir de lleno la Guerra Civil que desembocó tras el golpe de Estado militar. Con tan solo 31 años, tuvo que combatir en el conflicto al que fueron hermanos, primos y vecinos enfrentados y anclados en un frente al que muchos fueron a morir. Aquello le marcó de por vida y pese a su silencio patológico, secuela de la guerra, su voz y su relato han quedado para siempre grabados. Su nieto Ramón Moya le entrevistó en 1986 para no perder jamás las vivencias de un hombre cuyo testimonio sirve de hilo conductor del documental Espigas rojas, tierras pardas, que narra la vida de varios vecinos de Cuevas del Campo (Granada) durante la Guerra Civil y la posguerra. Represaliados del campo español.

"No pasé de ahí del frente de Granada. Yo estaba en la banda de cornetas y no me quise ir. Hice bien porque me pilló en Guadix… ¡hijo mío! La que se lio en la Sierra". Así cuenta Emeterio Muñoz cómo su suerte le permitió sobrevivir a la Guerra Civil mientras algunos de sus conocidos acababan muriendo al combatir a los pardos, como se les conocía entonces a los golpistas. Emeterio, de las fuerzas republicanas, se zafó de los disparos ocultándose tras la música de una corneta. Así evitó que la vida agraria que tenía en su tierra natal, Cuevas del Campo, acabase para él de forma abrupta, dejando a su mujer y a su familia huérfanos de un hombre singular. El lugar que le vio nacer fue al mismo tiempo su salvación y su ruina. El norte de la provincia de Granada fue bastión republicano con Baza como capital hasta el día antes del final de la contienda.

Aquella resistencia permitió que muchos de los combatientes no tuvieran que morir en pleno conflicto, aunque algunos acabarían falleciendo lentamente a lo largo de los años como consecuencia de lo vivido. Emeterio Muñoz había sido un hombre del campo desde su niñez. Cuando apenas levantaba unos centímetros del suelo, su padre le enseñó la dureza de la vida agraria y la necesidad de ser hábil y capaz de obtener el pan para comer. De manera literal, porque parte de su trabajo consistía en moler trigo para ese fin. Poco antes de empezar la guerra, según cuenta su nieto Ramón Moya, Emeterio se enroló en la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que junto con la Unión General de Trabajadores (UGT) fueron los sindicatos que más influencia tuvieron en un campo de carácter republicano. En la CNT trabajó de tesorero, lo que le marcaría de por vida.

Tras haber estado entre Baza y Guadix, al regresar a Cuevas del Campo, empezó a sufrir las consecuencias de los perdedores. El alcalde del pueblo lo denunció por ser de izquierdas y fue encarcelado durante un año entre las prisiones de Granada y Baza, mientras se perdía el nacimiento de su primera hija. Aquel acontecimiento sería una señal de lo que se viviría en el pueblo a partir de ese momento. En un núcleo rural y sin lujos de ningún tipo (apenas unos años antes había llegado el agua corriente al municipio) hubo once represaliados, según cifran los historiadores. Pese a que no fue una localidad especialmente golpeada por la guerra, ese número de personas perseguidas por el fascismo es también el número de familias señaladas. Entonces, los entornos familiares eran muy extensos, por lo que muchos vecinos de Cuevas del Campo sufrieron de forma indirecta las secuelas del conflicto.

Silencio para sobrevivir

El miedo, el hambre y el silencio se impusieron en un lugar que había sido feudo republicano. La supervivencia marcó el destino de los que llegaron desde el frente y vivir del campo se convirtió en una tarea titánica en la que el trueque y el estraperlo fueron los motores que permitieron que la gente pudiera subsistir. Algunos, como el hermano de Miguel Martínez Pallarés, José Martínez Pallarés, tuvieron que emigrar porque no tenían nada al volver del frente. "Mi hermano acabó la guerra en Extremadura y allí les tuvieron encerrados en una alambrada cinco días sin comer". Para evitar morir en esas pésimas condiciones, le pidió a su madre, a través de un contacto, que fuese a por él. En una época en la que las conexiones terrestres eran muy malas y el ferrocarril se había visto afectado por los bombardeos, José Martínez Pallarés regresó a Cuevas del Campo gracias al amor y el sacrificio de su progenitora.

"Por la mañana se lo llevaron", relata su hermano. "Los iban metiendo en una cueva que no tenía agua, luz ni váter. Conforme llegaban a la comandancia, había allí tres o cuatro del pueblo, de los malos, que les preguntaban a los que llegaban del frente y decidían si eran rojos o muy rojos". A los que lo eran "menos" a sus ojos, les dejaban en libertad obligándoles a comparecer cada quince días; y si consideraban que eran "muy rojos", les daban "leña". Destrozaron a decenas de familias que vivirían los años posteriores marcados por el terror de vivir puerta con puerta con sus verdugos. Así, la vida en el campo se transformó para siempre.

Los iban metiendo en una cueva que no tenía agua, luz ni váter. Conforme llegaban a la comandancia, había allí tres o cuatro del pueblo, de los malos, que les preguntaban a los que llegaban del frente y decidían si eran rojos o muy rojos

Antes de la Guerra Civil, tal y como recuerdan los vecinos de Cuevas del Campo, quienes labraban la tierra podían moler el trigo en una serie de molinos que había, pero al finalizar el conflicto, la norma cambió y les obligaban a tener que ir a unas fábricas, que además estaban en Baza a 30 kilómetros de distancia por carreteras de tierra, en las que se quedaban con parte de la harina que obtenían. Si tenían la osadía de intentar moler el trigo en alguno de los molinos que aún quedaban en el pueblo, tenían que hacerlo de forma clandestina y esperando a que la Guardia Civil no los viera. "Si les sorprendían, les quitaban todo lo producido y les imponían una multa", recuerda Ramón Moya, nieto de Emeterio Muñoz.



Trueque y estraperlo como forma de vida

De esa forma, tuvieron que vivir gracias al estraperlo, que consiste en vender bienes de forma ilegal. "Mi abuelo producía jamón, huevo o harina y se iba a Granada a cambiarlo por tabaco o ropa que luego vendía en el pueblo". Un negocio que hacían ocultándose de las fuerzas del Régimen y que solo salía si en la capital tenían a un contacto de confianza que les ayudara. "Nada funcionaba con dinero, solo con el trueque". Además, de Cuevas del Campo a Granada tardaban dos días en ir en los que les podía pasar de todo. En comitivas tiradas por mulas, disimulaban sus intenciones si se encontraban con la Guardia Civil y rezaban para que la lluvia no destrozara los productos que habían cosechado. En el pueblo también jugaban al despiste con los alambiques que tenían para destilar orujo y anís. Como estaba prohibido, si los 'civiles' descubrían la actividad, les engañaban diciendo que se trataba de alcohol medicinal. Otras veces los sobornaban con una tapa de jamón y uno de aquellos licores.

Aquella fue una realidad que muchos no pudieron aguantar, iniciando una emigración masiva que vació muchos pueblos que vivían del campo y llenó grandes ciudades de gente que iba a buscarse la vida de otra forma. "Mi abuelo contaba que en Granada había incluso más libertad, porque además tenían unos servicios que en Cuevas del Campo no. Además, en el pueblo vivían rodeados de sus enemigos". Había miedo a hablar siquiera. De hecho, personas como Emeterio apenas les contaron sus penurias a sus hijos y sí a sus nietos. Con la obsesión de salvar a sus familias, todos los atropellos que sufrían por ser represaliados en la posguerra se quedaban en el núcleo familiar, hablando en voz baja para que las paredes no escuchasen. Entornos que se volvieron los únicos seguros. "Había una comunidad que ya se ha perdido. La mayoría eran analfabetos, pero si había uno que sabía leer y escribir, por la noche, a la luz de un candil, y tras toda la jornada en el campo, cogía un pizarrín y un trozo de yeso y enseñaba al resto de forma altruista".

Vidas marcadas por la pobreza y la persecución. Vidas en las que la solidaridad se convirtió en la clave de la época para poder seguir viviendo. La voz de Emeterio Muñoz en Espigas rojas, tierras pardas así lo relata. El hombre, fallecido hace ya 30 años, es inmortal en la memoria histórica de un país que aún tiene que ser justo. Las balas y la represión acabaron con miles de personas que fueron asesinadas o murieron en vida el resto de sus días. Algunos, como los trabajadores perseguidos en el campo español, se marcharon de este mundo aún temerosos y con el silencio de quien trata de sobrevivir para ver salir el sol un día más.

https://youtu.be/qCZgqIQVjvE

Franco genocida

 





Estampas callejeras


 


 Foto: Luis Viadel

Barbaridades....


 

Arte urbano





 

Libro recomendado


 

 

El Obispado de Astorga informa por Whatsapp a las víctimas de la condena a su abusador

Ni un perdón, ni una reunión. Les pedí la sentencia y no nos dan nada. Es como si te deja tu novia por teléfono”, dice uno de los sometidos por Ángel Sánchez Cao.


ElHuffPost


23-12-21


El sacerdote Ángel Sánchez Cao abusó de niños como Emiliano Álvarez a inicios de los años 80 en el Seminario de La Bañeza (León). Ha sido formalmente condenado a no ejercer cargos que impliquen el contacto esporádico o habitual con menores de 18 años hasta el cumplimiento de los 80 años y se le ha revocado, por el mismo tiempo, la facultad de confesar. 

Una victoria judicial de las víctimas que desde el Obispado de Astorga se ha informado con un simple mensaje de WhatsApp. Este es el texto, difundido a los medios por Álvarez: “Buenos días: le he llamado para comunicarle el resultado de la investigación de la denuncia por Ud. presentada, con el fin de comunicarle el resultado personalmente. El Rvdo. Sánchez Cao ha sido condenado a la prohibición de tener contacto de ningún tipo con menores hasta los 80 años y a no poder escuchar confesión salvo en los casos previstos en el c. 976. La diócesis reitera la petición de perdón y reitera el compromiso para seguir trabajando por una Iglesia más segura”.

Emiliano Álvarez ha explicado a diversos medios que el mensaje le parece “una vergüenza” y “una broma de mal gusto” tras lo pasado. Tras recibirlo, llamó al Obispado, que tiene una oficina antiabusos, y se encontró con que le leían el texto palabra por palabra. “Ni un perdón, ni una reunión. Les pedí la sentencia y no nos dan nada. Es como si te deja tu novia por teléfono”, añade

Por medio de un comunicado de prensa, la Diócesis de Astorga informó luego de que se han investigado todas las denuncias recibidas contra este cura cuyos resultados, una vez concluido el proceso, fueron enviadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tras el estudio del caso por este órgano eclesiástico, se levantó la prescripción de los delitos y, por establecerlo así el Código de Derecho Canónico, se inició un proceso administrativo penal cuya instrucción se delegó al Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica.



El proceso ha concluido considerándose los hechos imputados ciertos con la imposición de las citadas medidas.

En este documento público, la Diócesis sí dice que “lamenta profundamente estos hechos” y reitera su petición de perdón por el grave daño causado a las víctimas en su desarrollo humano y cristiano.

Al mismo tiempo, muestra su respeto y acatamiento de las resoluciones canónicas, reitera su compromiso de apoyo a las víctimas dentro del marco normativo establecido, y se afianza en su propósito de seguir trabajando activamente para que los espacios eclesiales sean lugares seguros.

Sánchez Cao había sido denunciado por supuestos delitos de abusos a menores cometidos en el año 1980 en el Seminario de La Bañeza. No obstante, el sacerdote negó los hechos y en junio de 2019 demandó por “injurias y calumnias” en un juzgado de Ponferrada (León) a uno de los exseminaristas que le acusaron de abusos sexuales.

Entre otras medidas, la Diócesis de Astorga había acordado en enero de ese mismo año, al conocer la denuncia, apartar a este cura de las parroquias y del ejercicio público del ministerio y le prohibió de mantener contacto con menores y con la supuesta víctima. 

Álvarez tenía solo 10 años cuando el cura Sánchez Cao lo sometió a abusos sexuales en el Seminario Menor de La Bañeza. Luego llevó una vida de drogas, prostitución, errores que achaca al trauma que sufrió entonces. Sostiene entre 1976 y 1978, el acusado y otros curas bajaban a las habitaciones de los niños y los sometían a abusos. Él tiene el recuerdo de despertarse por la noche mientras un hombre con gafas doradas le quitaba el pijama y le apuntaba con una linterna. Relata que tuvo una experiencia “terrorífica” de abusos que se repitió durante dos años.



El seminario de La Bañeza también fue escenario en los años 80, una década después, de los abusos de otro sacerdote ya condenado en 2018, José Manuel Ramos, que abusó sexualmente de, al menos, cuatro niños. También fue acusado de pederastia en los años setenta en el colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria, Zamora. No obstante, la condena fue llevada en secreto por el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, que permitió que ese mismo mes el cura fuese homenajeado en Tábara, Zamora, la localidad donde era párroco. 


miércoles, 22 de diciembre de 2021

 


Bárbara Rey y la tele valenciana donde todo empezó

"Hubo un día en el que la cadena podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables".

Por 

Mariola Cubells

Periodista

20/12/2021 

ElHuffPost


A ver, desde este periódico, con el que colaboro desde que arrancó, hace ya nueve años, nos vais a perdonar la petulancia, pero tenemos que decirlo: antes de que el ex director del CNI, Alberto Saiz, le contase a mi querido Gonzo en Salvados, el pasado noviembre, que la tele valenciana había salvado España al darle un programa a Bárbara Rey, nosotros ya lo habíamos explicado aquí, el 17 de agosto de 2018.

Y es que resulta que yo trabajaba en aquel momento en Canal 9, en la misma productora de Tómbola, Producciones 52 (donde Bárbara tuvo el primer altercado importante con el CNI) y tenía, además, un puñado de compañeros en Trivisión, la productora que finalmente realizó ese mítico programa de cocina para supuestamente pagar a la vedette por los servicios prestados y comprar de paso su silencio.

Así que, tengamos claro que fue en Valencia, cómo no, donde empezó todo. Hubo una tele autonómica, Canal 9, cómo no, que se prestó a este juego sucísimo y turbio. Hubo un día en el que la tele pública valenciana (en aquel momento gobernada por Eduardo Zaplana, que también gobernaba la Comunitat Valenciana) podría haber hecho saltar todo por los aires, y contribuir a la salud democrática, pero en lugar de eso acató órdenes intolerables.

Canal 9 podría haber hecho historia de verdad aquel 23 de julio de 1997, pero para bien, no para seguir ensuciando el mundo. Estos días colegas de aquellos tiempos, que estuvieron presentes, y yo, recordábamos aquellos momentos infames (televisivos y extratelevisivos), y no sabíamos si reírnos o llorar.

Qué mierda de tele hicimos, qué penoso el papel de nuestros gobernantes aquellos años, qué dinero tan malversado, qué negocios tan oscuros, qué profesionales tan lamentables…

Vamos a resumir aquel momento histórico, venga:




Canal 9: Tómbola y Bárbara Rey

Julio de 1997. Tómbola invita a Bárbara Rey. Semanas antes se había producido un robo extraño en su casa: habían desaparecido documentos y cintas con audios comprometedores para el Estado que Bárbara guardaba en una caja fuerte. Ella denunció el robo, acusó a Colón de Carvajal, se le dio voz en algunos programas más desenfadados... La noticia se cubrió también en los informativos de algunas cadenas, sobre todo en Telecinco (nunca en TVE), aunque en ningún momento se citó al rey. Recuerdo a Juan Pedro Valentín hablando de una “alta personalidad del Estado”.

El caso es que uno de esos jueves de Tómbola, Jesús Mariñas habló del robo, de la denuncia, de Colón de Carvajal, y entonces Bárbara Rey llamó al teléfono de aludidos y bla bla bla.

-Bueno Bárbara, pues a ver cuándo vienes aquí y nos lo cuentas todo con detalle, le vino a decir en directo el presentador Ximo Rovira.

-Pues cuando vosotros queráis, le vino a contestar la vedette, calculando mientras tanto cuánto le quedaría neto después de impuestos.

Al acabar, en la reunión de contenidos, la directora del programa, Carmen Ro, y su equipo decidieron invitar a Bárbara para el programa de la semana siguiente. Pactaron el caché, 12.000 euros (dos millones de pesetas entonces) y producción se dispuso a organizar el viaje.

Durante toda la semana, Canal 9 bombardeó con promos con la presencia de la vedette. Iba a ser un bombazo, claro. ¿Se preguntó algún directivo de la cadena, algún miembro del parlamento valenciano de dónde iba a salir ese plus de dinero que sin duda iba a cobrar Bárbara Rey? ¿Nos preguntamos los profesionales que entonces trabajábamos en la cadena si aquello era tolerable? Evidentemente, no.

Nosotros, en la tele, nos reíamos un poco incluso, creo recordar. Mandaba entonces Eduardo Zaplana y nada hacía pensar que un día podría ingresar en la prisión de Picassent (Valencia) por blanqueo, cohecho, prevaricación y malversación.

En aquel momento yo trabajaba para la misma productora que hacía Tómbola, Producciones 52, la misma que produjo De tú a tú, aquel programa que Nieves Herrero perpetró en Antena 3 sobre el asesinato de las niñas de Alcàsser. Su marido entonces, Ángel Moreno, era el dueño de la productora. Trabajábamos codo con codo, ellos en Tómbola y yo en un programa infame que se llamaba Parle vosté, calle vosté (Hable usted, calle usted), con famosos de cuarta y quinta fila como el Padre Apeles.

¿En realidad a qué venía Bárbara Rey? ¿Qué iba a contar? ¿Se lo preguntaba de verdad alguien? La verdad es que no. Se la invita porque está en ese momento de plena actualidad. Tras el robo había ido diciendo, sin decir, algunas cosas, y la idea de ponerla allí, en el sofá, al lado de Ximo Rovira, era un “pelotazo”, como me contó el propio Ximo Rovira, a quien llamé para preguntarle qué recordaba. Con la amabilidad de siempre, me lo contó.

Ella era el sofá (expresión que se usa en la tele para definir al personaje principal invitado). Era un pelotazo traerla, teníamos claro que el tema estaba controlado, que los límites estaban claros. Cuando hablé con ella por teléfono, para la previa, me pareció una mujer con miedo, y creo que con la entrevista que quería darnos se sentía protegida. El mismo día, por la mañana, la directora Genoveva Reig nos citó en su despacho a la dirección del programa y a mí. Allí nos trasladó la consigna inquebrantable de que esta señora no podía venir al programa. Una llamada, una instancia de muuuuuuuuy arriba, nos dijo, había dado la orden”.

Los responsables del programa insistieron, le dijeron a Reig que no entrarían en detalles, que no habría ninguna bomba, y que si patatín y que si patatán. Pero ellos no sabían aún que Genoveva obedecía a la primera una orden de su jefe (querría saber si ha ido a visitarlo a la cárcel, por cierto), sin rechistar y sin replicar. Su jefe era Zaplana, efectivamente.

Así que salen del despacho de dirección con el marronazo de tener que llamar a Bárbara y decirle, ‘mira guapa, que no, que no subas al avión, que nadie te va a dar vela en este entierro ahora’.

Producción la llama. La vedette está a punto de salir hacia el aeropuerto de Barajas. Los billetes los tenía desde hacía días. Eran tiempos sin AVE, sin internet, sin móviles. Se pone como loca y le dice a la compañera de producción que la llama que le da igual todo, que ella va a coger el avión sí o sí. En el mismo aeropuerto, un par de periodistas la abordan y ella les cuenta, visiblemente contrariada: “No me dejan salir esta noche en Tómbola, pero yo voy a ir a Valencia de todos modos, porque soy una profesional”. Minutos después atraviesa la puerta de embarque.

Cuando Bárbara llega a Valencia va directa a Canal 9. La están esperando los compañeros de producción, incluido el productor ejecutivo Ángel Moreno. La llevan a la zona de camerinos por la puerta de atrás, para evitar fotógrafos. Una vez dentro la dirigen a una sala donde le vuelven a explicar la nueva situación.

-Mira Bárbara, es que no puedes participar. Las órdenes son tajantes. Si apareces un solo segundo en pantalla se acaba la emisión, le dice Moreno.

Ella entra en combustión. Alaridos. Amenazas de irrumpir en el plató.

Estaba fuera de sí cuando el programa arrancó. Nos temíamos cualquier cosa. Tuvimos que llamar a seguridad y decirles que acudieran a la puerta del plató por si acaso. No habíamos vivido una situación tan tensa jamás”, recuerdan en producción. El sofá ese día se quedó vacío.

Por el pinganillo me dicen que Bárbara está allí, en la tele, y que había problemas, que ella había ido allí con un contrato y que quería entrar en el plató”, recuerda Rovira.

La dirección del programa no lograba apaciguarla, ellos argumentaban y ella que no y que no. Le aseguraron que cobrar iba a cobrar igual. Cuando Moreno le puso el talón encima de la mesa, la vedette se calmó un poco. “Ella ha contado que no teníamos intención de pagarle, pero no es verdad: si el contrato lo hubiera incumplido ella, quizá podríamos haberlo evitado, pero como la culpa era nuestra, los dos millones se le pagaron sin problemas”, cuentan desde la productora.

Voy a recordar aquí, por si de pronto lo habéis olvidado, que esos dos millones de pesetas tirados a la basura salieron de los impuestos de todos los valencianos. Canal 9, queridos míos, era una cadena PÚBLICA.

A la puerta de aquella sala donde se atrincheró la vedette, y en la que había una tele encendida con el programa en emisión, llegaron dos tipos, dos pesos pesados de las altas instancias. Altos cargos de la Generalitat. Ninguno de mis colegas ha podido recordar quiénes fueron exactamente. De hecho, cuando he insistido para ver si hacían memoria, me han venido a decir: qué pesada eres, cómo me voy a acordar de eso que pasó hace 21 años...

Fueron esos dos desconocidos, que la invitaron a abandonar la tele, los que consiguieron que la vedette, al cabo de unas horas, cuando acabó el programa (tengamos en cuenta que Tómbola duraba cuatro horas, también fuimos pioneros en eso), saliera, se subiera a un taxi y se fuera al hotel. En la puerta contó la historia de su veto en Canal 9 a los periodistas a los que ella misma había convocado. Y anunció: esto no va a quedar así.



Un programa de cocina para Bárbara

Dos años después de este altercado, Bárbara Rey, que no sabía diferenciar un consomé de la confitura de cerezas, se puso al frente del programa de cocina En casa de Bárbara, también en Canal 9. Dato: pese a que los colaboradores del programa me cuentan que, efectivamente, no sabía cocinar, en algún sitio he leído que la actriz murciana le hacía paellas al rey emérito en su casa de Boadilla del Monte, primero, y de la Moraleja, después. Ni de coña, me cuenta el guionista, el realizador y el tipo que de verdad cocinaba. Cuando Bárbara se enfadaba por algo, porque faltaba sal, o por lo que sea, gritaba: ”¡Que venga el director general!”. Las estrellas son así.

Mi colega, el cómico de relumbrón Eugeni Alemany, empezó su andadura como guionista de televisión en ese programa. En realidad era ayudante del guionista. Y tengo que decir que es el programa en el que más he currado en toda mi vida por la cantidad de secciones que hacía…”.

Una de ellas: escribir las cartas que se supone que tenían que enviar los espectadores, cosa que no sucedía, allí nadie enviaba nada. Así que las cartas se usaban también para introducir un elemento que se necesitaba narrativamente.

Me las inventaba, claro. Un día era una señora de Gandía, otro un fontanero de Castellón, y yo metía mis cositas y las hacía creíbles. Por ejemplo, si ese día teníamos que usar besugo, yo me hacia pasar por alguien a cuyos primos les gustaba mucho el besugo, y preguntaba qué podía hacerles para cenar… Bárbara las tenía que leer en antena y yo no sé si llegó a sospechar algo, pero algo se debía oler porque el sobre era siempre el mismo…”, apunta Eugeni, a quien la vedette le dio su alternativa audiovisual. Un día salí a hacer un personaje, un fontanero, y no lo debí hacer mal porque ella en persona me dijo ‘eres muy gracioso y tienes mucha vis cómica’, y hostia, que te dijera eso Bárbara Rey… Era una diva, sí, pero muy entretenida. No me extraña que el rey se enamorara”.

Pero sigamos con el tema. En su conjunto, la cadena PÚBLICA desembolsó cinco millones de euros en aquel espacio que estuvo cinco años en antena. Y sí, tal y como ha reconocido el exdirector del CNI, ese programa de cocina se le dio para mantenerla contenta y para callarle la boca. Fue Zaplana, claro, cómo no, el que recibió la petición y el que le dio la orden a la dirección de la tele, que a su vez le pasó el encargo a la productora citada.

El programa se inició en el año 2000, con Zaplana en el poder, y siguió hasta 2005, tiempo durante el cual hubo dos presidentes de la Generalitat más: José Luis Olivas y Francisco Camps, así que... Sí, los tres están inmersos en procesos judiciales y condenados en algún caso que ya conocemos. También hemos sido pioneros en eso.

Pese a que Ximo Pérez, el dueño de Trivisión, la productora que se hizo cargo del programa, es muy colega mío y siempre nos hemos hecho confidencias televisivas, cuando hace unos años le pregunté directamente por este asunto, no logré sacarle la frase rotunda, “sí, me llamó Zaplana en persona para pedirme ese favor”, solo emoticonos e ironías. Pero yo, que soy muy lista interpretando sarcasmos y frases a medias, puedo decir que sí, que SÍ, que efectivamente fue un favor que el ínclito Zaplana le hizo a la Casa Real, atendiendo a una velada petición.

Dato: En 2012, cuando Canal 9 estaba en estado terminal y las reposiciones eran la única alternativa, la cadena sacó del cajón, 12 años después de su primera emisión, el programa de cocina de Bárbara Rey (esta crónica de Mikel López Iturriaga lo explica bien).
La manera de cocinar había cambiado radicalmente, y la manera en que la tele abordaba la cocina, también. Además, Bárbara Rey hacía menciones a asuntos de actualidad, futbolística, social, que en 2012 estaban completamente demodé. Pero eso daba igual: Canal 9 tenía que rellenar y aquello era una buena opción. Fue tan patético en ese momento como lo fue en su momento, todo hay que decirlo.