El Vaticano admite abusos sexuales a monjas y explotación por parte de sus
superiores en todo el mundo
El prefecto de Vida Religiosa de la Santa Sede, Joao Braz de Aviz, reconoce
que muchas de estas mujeres han abandonado las congregaciones, quedando en la
calle
"Ha habido casos en los que ex religiosas han tenido que prostituirse
para poder sobrevivir", señala
La investigación de la Santa Sede detalla abusos sexuales por parte de
formadores a monjas y novicias, y también "entre monjas"
24/01/20
eldiario.es
Monjas que
trabajan a destajo al servicio de obispos o sacerdotes, limpiando suelos,
sirviendo comidas, ejerciendo de 'chicas para todo'. Sin derecho al descanso,
ni vacaciones (¿puede tener vacaciones una monja?). En los peores casos,
sufriendo mobbing e, incluso, novicias que padecen, en silencio, abusos
sexuales por parte de sus formadores. Es el nuevo escándalo que sacude el
Vaticano, tras el drama de la pederastia clerical: el #MeToo de las monjas ha llegado
para quedarse.

En esta ocasión,
Roma parece dispuesta a actuar. El mismísimo prefecto para la Vida
Religiosa (el 'jefe' de frailes y monjas), el brasileño Joao Braz de Aviz, ha
admitido que la Santa Sede está investigando casos de abusos sexuales por parte
de formadores a monjas y novicias, pero también "abusos sexuales entre
monjas". En una entrevista que publicará en febrero 'Donna Chiesa Mondo',
el suplemento femenino de L'Osservatore Romano, el cardenal revela cómo
"sólo en una congregación se han denunciado nueve casos" de abusos
sexuales y de poder.
La situación
llega a límites insospechados hasta ahora, y que el Vaticano ha reconocido de
forma cruda. "Ha habido casos en los que ex religiosas han tenido que
prostituirse en la calle para poder sobrevivir", señala Braz de Aviz. Una
realidad que no se vive en África o Asia sino en la mismísima Roma, hasta el
punto de que el Papa Francisco ordenó la creación de una casa de acogida para
ex religiosas que viven en situación de indigencia, y ha instado a la
investigación, caso por caso, para delimitar las responsabilidades civiles, y
penales, de las congregaciones que las abandonaron a su suerte.
El centro, gestionado
por las Misioneras Scalabrinas, pretende "acoger a algunas monjas enviadas
por nosotros, o por las superioras, especialmente si son extranjeras".
Muchas de ellas fueron despojadas de sus pasaportes y, en los casos más
extremos, tuvieron que salir a la calle para mantenerse.
"Un fenómeno hasta ahora oculto"
"Nos
enfrentamos a personas heridas con las que tenemos que reconstruir la
confianza; debemos cambiar la actitud de rechazo, la tentación de ignorar
a estas personas, de decir 'ya no es nuestro problema", denuncia Braz de
Aviz. "Hay casos muy duros –añade el cardenal– en los que las superioras
conservan los documentos de las monjas que quieren salir del convento o que son
enviadas lejos. Estas personas entraron en el convento como monjas y se
encuentran en estas condiciones". En cualquier caso, las declaraciones del
prefecto parecen la punta de un iceberg del que empezará a saberse mucho más a
partir de ahora. "Es un fenómeno que hasta ahora estaba oculto, pero que
tendrá que salir a la luz", concluye Braz de Aviz.
¿Y en nuestro
país? En España, la Conferencia de Religiosos asume que "ha habido casos
de abusos sexuales de formadores a novicias", y de "abusos de
poder" entre religiosas, especialmente en el caso de monjas que llegan de
países lejanos, como India. Sin dar nombres ni datos específicos, sí reconocen
que, en "algunos casos" se ha llegado a una suerte de explotación
laboral de novicias que, al no soportarlo y solicitar salir del convento, no
han podido hacerlo o han sido expulsadas sin sus papeles, lo que las convertía
automáticamente en ilegales...
Las voces que
denuncian
También ha
sido un hito la tesis doctoral de Makamtine Lembo, una monja togolesa que hizo la primera investigación que
demostraba abusos sexuales de curas a monjas en varios países del África
subsahariana, y que defendió en la mismísima Universidad Gregoriana de Roma.
Cuatro de cada diez religiosas, según Voices of Faith, han sufrido abusos de
poder y de otro tipo –también sexuales– a manos de sus superiores varones.
También, como confirmó el cardenal Braz de Aviz, "entre monjas".
Desde la unión
de religiosas, además, se ha establecido una comisión de "cuidado
personal" que, durante los tres próximos años, analizará las condiciones
de explotación, abusos de poder y sexuales que sufren religiosas en todo el
mundo. Una de sus expertas, la monja australiana (y psicóloga) Maryanne
Lounghry, ha analizado el síndrome de 'burnout' de las monjas, y reclama que se
establezcan "líneas de actuación" para que se conozcan las
obligaciones, pero también los derechos de las religiosas en sus lugares de trabajo, así como algo que se parezca a un contrato de trabajo.
"Cada
religiosa tiene que tener una especie de código de conducta, una carta de
acuerdo con el obispo o el párroco para poder decirle: 'Sabe, trabajé 38 horas
esta semana o no puedo trabajar el domingo y vuelvo el lunes, necesito un día
libre'. Un contrato de negociación te hace más fuerte", añade Lounghry.
Lounghry agrega
que sería necesario también "invertir en el bienestar de las monjas"
y por ejemplo concederles "dos semanas de vacaciones, una paga, una
situación de vivienda digna, acceso a internet" o "incluso un año
sabático después de cinco años de trabajo".
Lo cierto es que
las estadísticas no mienten. El número de religiosas bajó en casi 100.000 en la
última década. Los últimos datos oficiales del Anuario Pontificio, de 2018,
contabilizan 659.445 religiosas, mientras que hace 10 años eran 743.400.
En muchos casos estas mujeres abandonan por "problemas emocionales,
historias personales llenas de heridas" relacionadas con la vida tras la
ordenación, como admite el prefecto de la congregación para la vida religiosa
del Vaticano.
"Cuando la
autoridad se interpreta como poder y no como servicio se puede llegar a
situaciones dolorosas. Creo que las personas que desempeñan funciones de
liderazgo también deberían aprender a compartir la vida y todas las necesidades
con la comunidad como cocinar o limpiar", culmina Braz de Aviz, citando al
Papa Francisco.