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miércoles, 17 de diciembre de 2025

 



Ahora resulta que hay quien quiere restarle importancia a algo tan menor —entiéndase la ironía— para la democracia como eso de “quien pueda hacer que haga”. Y para lograrlo, se inventan vías de escape que no tienen absolutamente nada que ver con el fondo del asunto, pero que sirven para lo de siempre: blanquear, relativizar y anestesiar. Porque, al parecer, no pasa nada si se habla de derribar a un gobierno… siempre que solo se haga con palabras.

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Así, algunos prefieren llamarlo ruido, exageración o victimismo, cuando cada vez más gente lo identifica como lo que parece: un golpe de Estado blando, de esos que no necesitan tanques, solo micrófonos, togas bien planchadas y editoriales madrugadoras. Un intento de derribo verbal contra un gobierno que, desde el minuto cero, ya era ilegítimo a ojos de quienes entienden la democracia como un sistema válido solo cuando gobierna la derecha. En España, ya se sabe, lo legítimo no es ganar elecciones, sino ganarlas ellos.

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¿Y quién puede hacer daño de verdad al Gobierno? Desde luego, no será un afiliado a CCOO o a UGT, ni un periodista empeñado en investigar el sexo de los ángeles, ni el señor que vende cupones en la esquina y da los buenos días llueva o truene. El peligro, presuntamente y curiosamente, siempre viene de los mismos sitios: algunos jueces, algunos policías, muchos medios convenientemente alineados, tertulianos profesionales de la indignación selectiva, poderes “ocultos” que ya no se esconden tanto, grandes intereses económicos y asociaciones políticas de derecha extrema (PP) y ultraderecha sin complejos (VOX).

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Pero tranquilos, que no pasa nada. Solo son palabras. Hasta que por un medio u otro la derecha gobierne.

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El Bellotero .


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