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domingo, 28 de noviembre de 2021

 

Adiós a Almudena Grandes, la mujer que inspiró a la izquierda y fue azote de la derecha

Su mirada crítica y sus potentes alegatos en favor de la libertad no pasaban desapercibidos.

ElHuffPost

Mila Fernández

27/11/2021




Almudena Grandes ha sido una de las mujeres más relevantes de la escena cultural de muestro país en los últimos años.

Pero además de su destacado papel en el mundo de las letras hispanas, la escritora madrileña ha sido inspiración ideológica y azote de la derecha política española, una reconocida activista por la libertad y la recuperación de la memoria histórica. Una comprometida lucha que realizaba desde sus novelas, pero también desde sus columnas en el diario El País, desde los micrófonos de Hoy por hoy, en la Cadena Ser, y desde sus intervenciones en La Sexta.


Coherente con sus palabra, sus actos siempre acompañaron ese compromiso: apoyó la continuidad de Alfonso Guerra como vicesecretario general del PSOE en 1997, la autoinculpación colectiva en el caso de eutanasia para el tetrapléjico Ramón Sánchez Sampedro en 1998 o el manifiesto por un gobierno de progreso entre PSOE y Podemos en 2019.

Comenzó a escribir en El País en 2003 y hace sólo unos días, el 22 de noviembre, publicaba la última de sus tribunas bajo el título Mujeres, dedicada a las líderes actuales de la derecha. “Las nuevas líderes de la derecha son juveniles, atractivas, brillantes y, sobre todo, malas. Caerán bien, caerán mal, pero suponen uno de los aspectos más interesantes de la política española actual”, comenzaba el artículo.

Su mirada crítica ante la situación política, sus reflexiones y reivindicaciones sobre la dictadura franquista y sus potentes alegatos en favor de la libertad no pasaban desapercibidos y han sido referente de movimientos políticos y sociales.

En plena crisis pandémica, fue una de las primeras en alzar la voz contra las políticas de Isabel Díaz Ayuso. “Cuando pase la crisis habrá que dar explicaciones, y muchas de las maniobras populistas de Ayuso acabarán estallándole en la cara, como un bumerán”, escribía en marzo de 2020.

Un año antes, Grandes se convirtió en el verdugo de políticos de derechas e izquierdas con el conflicto catalán, advirtiendo de los peligros que acechaban. “Lo que nos estamos jugando es que la extrema derecha resucite”, sentenciaba en La Ser. “La izquierda se equivoca al anteponer el sentimentalismo facilón de las banderas a su propia ideología en un panorama tan incierto que ya, lo de menos, es la independencia de Cataluña”.

Tampoco escaparon a sus críticas la Iglesia y la herencia histórica de privilegios con la que se mostró intransigente siempre. “La Iglesia obtiene beneficios de colegios, guarderías, residencias, hoteles, aparcamientos y otros servicios de su propiedad, sin contribuir en ningún momento al bienestar común, en un país constitucionalmente aconfesional, donde se calcula que sólo uno de cada diez católicos declarados practica su religión y los matrimonios canónicos apenas superan el veinte por ciento del total”, reflexionaba en una de sus intervenciones públicas.

Como feminista, Almudena Grandes ha sido una de las voces distinguidas del movimiento. Esto es lo que reivindicaba días antes de la última manifestación por el 8M: “Yo creo que el 8 de marzo de 2020 va a haberse impregnado inevitablemente del hecho de que haya vuelto el enemigo de forma contundente, la presencia de la ultraderecha en la vida pública española, el regreso de un machismo canonizado y glorificado por parte de una fuerza política, creo que tendrá influencia en el 8 de marzo. Yo espero que no ilegalicen la manifestación y que no nos manden a Ifema. Espero, pero no estoy muy segura”.

Indignada también se mostró cuando se conoció la sentencia de La Manada. “Parece que si no expones tu vida no te pueden considerar víctima”, declaraba en La Sexta considerándola una sentencia “deficiente” e “incomprensible”.


Luchadora incesante, activista de sangre, Almudena Grandes ha sido una de esas intelectuales que convirtió su compromiso por mejorar el día a día de los demás en su propio objetivo de vida. Ya fuera a través de las historias de sus personajes, ya fuera a través de sus discursos. Y siempre, aunque los aires fuesen difíciles, desde la alegría, haciendo suyos estos versos de Miguel Hernández que recitó durante el homenaje al escritor alicantino: “No existe trabajo, ni esfuerzo, ni culpa, ni problemas, ni pleitos, ni siquiera errores que no merezca la pena afrontar cuando la meta, al fin, es la alegría”.

 

Franco, Gibraltar y la falsa neutralidad británica en la Guerra Civil española (I)

  • La injerencia del Reino Unido en el conflicto era, y lo sigue siendo en algunos aspectos, un tema poco estudiado y que necesita ser investigado en profundidad

  • La visita de Franco a Gibraltar en marzo de 1935 fue determinante para el desarrollo de la guerra y la consolidación del régimen franquista


EuropaSur

JOSÉ BENEROSO SANTOS

15 Noviembre, 2021





No es tarea fácil abordar un tema con tantas caras y aristas como el de la Guerra Civil española y el papel jugado por los distintos elementos y factores que se conjugaron en esta. Naciones, gobiernos, políticos, autoridades civiles y militares, empresas, empresarios, organizaciones, espías… irrumpieron en la escena bélica española dando lugar a una espiral de trascendentales consecuencias.

Comúnmente, y de forma un tanto generalizada, se hace siempre referencia a las intervenciones directas y bastantes significativas de algunos países como Alemania, Italia y la antigua Unión Soviética, con unos resultados que, a todas luces, influyeron en el desenlace de la Guerra Civil, pero se obviaba de forma sistemática, hasta hace relativamente poco tiempo, la investigación sobre el protagonismo que tuvieron otros países como Francia, Estados Unidos, Portugal y, en particular, el Reino Unido.

Concretamente, la injerencia británica, tanto de forma directa desde Gran Bretaña como a través de su colonia de Gibraltar, resultaron ser determinantes en la contienda española y en el afianzamiento de Franco en el poder bajo un régimen dictatorial.

Existía un generalizado rechazo del Gobierno británico hacia la Segunda República española que se puso de manifiesto de inmediato tras su proclamación en 1931. La idea de que los postulados revolucionarios soviéticos se extendiesen por Europa había creado gran malestar en el Reino Unido, y más aún cuando el peligro podía provenir de forma más directa de España, donde los británicos contaban con el valioso enclave de Gibraltar.

Gibraltar ante la Guerra Civil española

Si la injerencia británica no ha sido bien estudiada, menos lo ha sido el papel jugado por Gibraltar, papel que creemos decisivo pues es muy probable que una parte del planteamiento y desarrollo de la insurrección militar de 1936 tuviese sus orígenes en Gibraltar y dado que tanto los políticos como los militares antirrepublicanos encontraron ahí un fuerte apoyo.

La proclamación de la Segunda República en España había generado en los británicos una desconfianza que se vio confirmada tras las diversas medidas tomadas por los sucesivos gobiernos republicanos, que perjudicaban fundamentalmente a sus intereses económicos, y que se acentuaría aún más con la victoria del Frente Popular en febrero del 36.

Durante 1934 se asistía en España a una progresiva radicalización política que desencadenó la revolución de octubre y que hizo saltar todas las alarmas en la ya recelosa Gran Bretaña, y también y en proporciones distintas en toda Europa. El Foreign Office consideraba que la situación política española era en esos momentos irreversible. La amenaza de que el comunismo se instaurase en el país era una temida y cada vez más cercana realidad. No obstante, la determinación en la intervención de Franco para aplastar el conato de revolución, y la forma en la que lo realizó, fue considerada por los británicos como sumamente eficaz y, al mismo tiempo, albergaba la esperanza de poder contener el avance ideológico bolchevique.

Conjuntamente y por estas fechas, para Juan March, en su particular y abierta lucha por derribar el sistema republicano, la solución del país no pasaba por la regeneración de la República, que consideraba un sistema degenerado y convulso, ni tampoco por la restauración monárquica por la que abogaban muchos de los militares antirrepublicanos. Su solución debía pasar por una intervención militar. Así, March se acerca a Franco, al que considera el militar más capacitado para acabar no solo con el Gobierno de ese momento, sino con la Segunda República como modelo de Estado, y le ofrece su total apoyo, apostando por un gobierno militar dirigido por él.

De este modo, a los intereses económicos británicos, y también a los de otras naciones, se une el de un amplio sector del empresariado español con el propio Juan March a la cabeza.

El magnate mallorquín logra que la balanza se incline a su favor para que fuese aceptado, también en el ámbito internacional, un levantamiento dirigido por Franco, un militar sin convicciones políticas definidas y que ya había demostrado en Asturias su determinación. Y, aunque elementos pro-monárquicos siguieron conspirando posteriormente, lo cierto es que la opción de una intervención militar contundente fue tomando una mayor consideración.

Franco, muy ambicioso en el plano personal, despertaba, aun contando con el respeto de sus compañeros, gran recelo porque nunca manifestó un posicionamiento político definido y claro, haciendo de la indecisión y de la ambigüedad dos estratégicos y eficaces recursos para desarrollar sus principios ideológicos.

Esta indecisión, que aparentemente mantuvo hasta momentos antes de su entrada en acción en julio de 1936, no era debida a la incertidumbre en el éxito o fracaso del golpe contra la República, que siempre creyó posible llevar a cabo, sino por el temor de que gran parte del Ejército, muy monárquico, no lo apoyase. Un Ejército que veía todavía en Sanjurjo su jefe “natural” y el militar más respetado.

Por otro lado, una de las mayores preocupaciones de Londres era evidentemente Gibraltar. Esta plaza venía teniendo una mayor importancia desde finales del siglo XIX, debido al auge económico propiciado por el aumento en las relaciones comerciales, en particular, con América del Sur y Asia, al igual de por su ya probado valor geo-estratégico. Además de por su condición de puerto libre, que le permitía beneficiarse económicamente con relativa facilidad.

Los mayores impulsos económicos de Gibraltar han coincidido siempre con periodos de crisis políticas y militares internacionales. Como instrumento del Reino Unido sometido rigurosamente a sus directrices político- económicas, Gibraltar ha reaccionado siempre de forma perfecta como un eslabón más dentro del engranaje del Imperio británico. Su sociedad, con una anulada voluntad, sumisa y poco problemática, aparecía fuertemente jerarquizada y comprometida con los designios británicos.

Socialmente, Gibraltar contaba en estas fechas con una considerable colonia de españoles residentes y con la frecuente presencia de otros que, sin residir allí, pasaban largas temporadas. Los residentes conformaban un grupo compuesto en su mayoría por descendientes de familias aristocráticas españolas, empresarios y refugiados políticos de distintas ideologías, que variaba según el momento político que se vivía en España. De hecho gozaba al respecto de una gran tradición como refugio de discrepantes políticos españoles.

Las visitas oficiales y no oficiales de importantes autoridades españolas —sobre todo militares— a Gibraltar eran bastante frecuentes. Cualquier acontecimiento social, partidos de polo, carreras de caballos, paradas militares, fiestas en el palacio del Gobernador, etc., era una excusa suficiente para la asistencia de personalidades españolas.

Por lo tanto, no tenía por qué ser sorprendente ni llamar la atención pública la presencia de militares y de relevantes personajes españoles en la ciudad.

Así, cuando se producen las estancias en marzo y abril de 1935, en primer lugar de Franco, que acababa de ser nombrado Jefe Superior de las tropas de Marruecos, y de Martínez Barrio, y posteriormente de Sanjurjo y de Rico Avelló, pasan prácticamente desapercibidas o son contempladas con naturalidad por la población gibraltareña.

En 1935 el ambiente en Gibraltar con respecto a España es de absoluta desconfianza debido a su deriva política. La situación gubernamental española, que desde octubre de 1934 venía empeorando bajo una incertidumbre total, era ya, en los meses de abril y mayo, crítica.

Franco y Juan March en Gibraltar

Franco visitó Gibraltar el 8 de marzo de 1935 y se presentó no solo como la mejor opción para “arreglar” los problemas del país sino, también, como la solución que necesitaban los británicos para defender sus intereses en España. Con firmeza y convicción, mostró claramente que su intención ya no era regenerar el sistema republicano. Su postura representaba un viraje en la ideología, en los fundamentos de un futuro golpe de Estado, sobre todo en su concepción y finalidad, que hasta ese momento estaba siendo gestado por elementos monárquicos. No contemplaba una conspiración que condujese a un gobierno cívico-militar y así lo expuso ante los británicos. El golpe había de dirigirse contra el modelo republicano e iba a ser, ante todo, militar y realizado por militares que él personalmente iba a dirigir. A partir de ahí, la cuestión política aparecerá definitivamente en un segundo plano.

Juan March, como agente al servicio del MI6, había puesto en contacto a los militares conspiradores españoles con las autoridades locales y británicas, y la oligarquía empresarial gibraltareña. Más tarde, durante la contienda civil, se convertirá en el principal interlocutor entre los británicos y el Gobierno de Burgos. Es, con absoluta certeza, uno de los artífices de la conspiración para derribar la República y el principal financiador del golpe, y como tal organizará y coordinará gran parte de la ayuda extranjera que recibieron los militares insurrectos.

Contaba para esto con recursos económicos suficientes, que le sirvieron de aval para las concesiones de capitales extranjeros, y con la banca, en particular con el Kleinwort Bank, que se erigió desde 1935 en uno de los principales apoyos financieros para la causa rebelde, apoyos que serían canalizados siempre a través de él, valiéndose de sociedades y entidades propias como la Banca March.

Juan March dejó claro en Gibraltar que su financiación al golpe se haría efectiva siempre y cuando Franco asumiese totalmente el mando y encabezase el levantamiento. Su apoyo estuvo siempre condicionado a su persona y no de una forma genérica a los militares conspiradores contra la República. No quería interferencia alguna entre ambos.

La visita de Franco, pero, sobre todo, la reunión que mantuvo en el Rock Hotel, es sumamente importante porque, a partir de ese momento, quedaron atadas varias tramas, perfilándose algunas cuestiones necesarias, cuando no imprescindibles, para alcanzar los objetivos de los conspiradores. Quedó señalado que, dentro de las prioridades más inmediatas y precisas, estaban las de tipo logístico. Es decir, Franco necesitaba contar con Gibraltar, punto estratégico para controlar el paso del Estrecho, como base para operaciones de abastecimiento.

Se sabe que asistieron a esta reunión Charles Harington, gobernador de Gibraltar; Alex Beattle, secretario colonial; el capitán del puerto, Arthur Steele, y, probablemente, el almirante Fisher, que estaba en esa fecha en la ciudad por unas maniobras navales de la Royal Navy en el Estrecho. Las autoridades gibraltareñas acogieron con satisfacción las propuestas de los conspiradores, presentadas por Franco siempre con la garantía y el incondicional apoyo de Juan March, y habían de seguir con rigor y disciplina, como posteriormente se pudo comprobar, las consignas dadas por el Gobierno británico acerca de cómo proceder sobre la cuestión.

Se conjugaron en esta visita todos los intereses, humanos y materiales, existentes en acabar con el régimen republicano español. No se completaron todos los detalles referentes tanto de la colaboración británica como gibraltareña, pero la conspiración quedó básicamente diseñada en aquellos momentos: la ciudad se constituiría en un punto de conexión e interacción entre los conjurados españoles, británicos y empresarios locales, y de gestión de las ayudas materiales exteriores.

Destacadas personalidades británicas, algunas muy vinculadas con la colonia, respaldarán inicialmente y sin paliativos a los sublevados; otras lo irán haciendo después, influyendo trascendentalmente en la evolución de la contienda española. Una cuestión a menudo olvidada es que, en Gibraltar, los republicanos siempre pudieron contar con la simpatía de los sindicatos obreros y de las logias masónicas, pero tanto las autoridades como el sector social más acomodado estuvieron más próximos a los sublevados.

En la citada reunión se insistió en que los intereses económicos extranjeros, en particular los británicos, no solo no correrían peligro al desaparecer el régimen republicano, sino que se verían salvaguardados. March y Franco serían piezas claves en esa nueva situación, y así lo vieron en el Foreign Office, que apostó por el nuevo orden e incluso llega a plantearse intervenir directamente en la cuestión.

Franco abandonó Gibraltar con su postura fortalecida y con la certeza de que el golpe no podría esperar mucho más. Pero el planificado levantamiento no se efectuaría en 1935 porque, como se percató Franco semanas después, cuando estuvo al frente del Estado Mayor, el Ejército no estaba unido, y pudo también comprobar personalmente que no contaba con el apoyo de un amplio sector de los militares conspiradores. Tanto Sanjurjo como Mola advirtieron que el Ejército -en particular la UME- no secundaría un golpe dirigido única y exclusivamente por Franco. Fue el momento en que ideología, legitimidad y obediencia jerárquica militar pasaron a ser para Franco cuestiones meramente circunstanciales.

Artículo publicado en el número 54 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños (Abril de 2021).





sábado, 27 de noviembre de 2021

 

Este Black Friday puedes comprar el Satisfyer por menos de 20 euros

ElHuffPost

26-11-21



No necesita presentación. El Satisfyer es el juguete sexual estrella y, lejos de desaparecer con los años, su popularidad sigue intacta y tiene un lugar privilegiado en las mesillas de noche de media España.

Con motivo del Black Friday, Amazon ha rebajado este succionador de clítoris hasta lograr un precio difícil de batir: 18,99 euros. O lo que es lo mismo, un 53% más barato que habitualmente.

El juguete tiene una boquilla de silicona médica que se coloca alrededor del clítoris y lo estimula a través de ondas de vibraciones y pulsaciones. De esta forma se llega más allá de la superficie del clítoris que tocan los vibradores convencionales y se estimula una zona más amplia. En resumen, más placer.

El Satisfyer es silencioso, se carga a través de un cable USB magnético y es completamente sumergible, por lo que puedes usarlo mientras te das un baño.

Si ya lo tienes en tu poder puede ser el regalo perfecto para estas navidades o para un amigo invisible, y más en tiempos de distancia interpersonal y confinamiento. Puedes comprarlo aquí por 18,99 euros.


 

La portada de 'Interviú' de 1993 que impacta ahora, 28 años después: "Estoy sin palabras"

"Qué de tiempo perdido sin haber hecho nada".

ElHuffPost

26-11-21




Esa primera plana, que ha recuperado la periodista Carme Chaparro en un artículo publicado en Yahoo, se lee un titular que sobresale del resto: “Los maridos españoles matan más que ETA”. Y se explica que “80 mujeres fallecen cada año por malos tratos”.

  • En su texto, Chaparro explica que cuando vio ese titular, en el quiosco de la facultad de periodismo, pensó que era “una trampa, una locura, una mentira” y recuerda que esa frase la dijo en una entrevista Ana María Pérez del Campo, que en aquella época era presidenta de la primera asociación española de “Mujeres separas y divorciadas”.

La periodista destaca que “las mataban en silencio” y, si algún medio se hacía eco, lo tildaba de “crímenes pasionales”: “Pero incluso en esos años de plomo de ETA, los maridos españoles mataban muchísimo más que la banda terrorista. Y siguen haciéndolo”.

La portada ha saltado a Twitter después de que la haya colgado en esa red social la usuaria @pintiparada junto al mensaje: “Diciembre de 1993. Portada de Interviú. Qué de tiempo perdido sin haber hecho nada”.

  • Mientras, más de un centenar de feministas se han manifestado este jueves en Madrid, con motivo del Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer, para denunciar que están “hartas” de ser las víctimas de esta lacra.

La marcha estaba encabezada por la pancarta del Foro de Madrid contra la Violencia contra las Mujeres en la que pedían ‘Soluciones Ya’.

Pero en la manifestación también había pancartas de la Federación de Asociaciones de Mujeres de la Comunidad de Madrid, ‘Por la Igualdad y contra las violencias’; de CCOO y UGT ‘Contra la Violencia hacia las Mujeres’ y diciendo ‘NO a la violencia de género’, respectivamente; o del Movimiento Feminista de Madrid ‘A favor de la agenda feminista y contra las leyes trans’.


SER


La mujer a la que el franquismo encerró en la cárcel más de 19 años: así es 'Memoria del frío'

El escritor Miguel Martínez del Arco recrea en esta novela la

 historia de su madre, presa durante 19 años en las cárceles de

 la dictadura, y la de todas las mujeres que lucharon contra el

 fascismo

TWITTER DE PEPA BLANESPEPA BLANES

Pepa Blanes


15-11-21






Manolita del Arco fue la mujer que más años pasó en las cárceles del franquismo. Entró en ella después de un tiempo frenético en la clandestinidad, tratando de recomponer la oposición a la dictadura tras el final de la guerra civil. Ahora su hijo, el escritor Miguel Martínez del Arco cuenta su historia, olvidada como la de tantas mujeres, en una novela titulada Memoria del frío, editada por Hoja de Lata. El libro quiere reivindica a las mujeres víctimas del régimen franquista, luchadoras por la libertad y el feminismo y también mostrar que la parte más dura de la represión franquista también se vivió al final de la dictadura, en los ochenta, con el abuso incluso a los hijos de estas presas.

¿Es el frío la magdalena de Proust de la resistencia antifascista?

En realidad, cuando pensé en el libro, tenía un título más panfletario, No desistir, que tenía que ver más con lo que cuenta. Pero al releerlo me di cuenta de que el frío aparecía todo el rato. El frío era un elemento aparatoso en todo el recorrido que hice para redactar. Esa sensación de los años del olmo del frío. Me di cuenta de que era la posibilidad de perder el frío con el abrigo. Evoca una época, pero también evoca el futuro a una época.

Es la historia de tu madre, pero a la vez da la sensación de que es la historia de muchas mujeres…

Yo soy el último heredero de un linaje. Mi madre entró con veinte años a la cárcel y salió con cuarenta, pero le dio tiempo a tenerme y yo formo parte del linaje de unas mujeres que fueron mi familia real que no pudieron tener hijos o eran mucho mayores. Constituyó alrededor mío un espacio de aprendizaje con elementos muy positivos y me dio una manera de entender la vida en el que la vida está en el centro. Sin embargo, cuando se relatan las historias de la resistencia, siempre se habla de los hombres y de ese aspecto heroico, más individual, y aquí de mujer que pidieron elegir y hay algo más de fenómeno de grupo. Son mujeres que venían de la República, que habían avanzado en derechos de una manera brutal y eso había sido salvajemente reprimido. Las mujeres se quedaron sin derechos en el franquismo. Me parecía importante contar esta historia en un momento en el que el feminismo representa una oportunidad de mejorar la vida de las mujeres, que veamos que hay ancestras del feminismo.

¿Eran conscientes estas mujeres del feminismo?

Sí había mujeres feministas dentro de esa tradición, como Margarita Nelken. Pasionaria tenía un dibujo del feminismo más sencillo. Estas mujeres muchas veces fueron feministas a su pesar, pero ellas no son una foto fija del 39. Las que no mueren evolucionan hasta el siglo XXI, porque evoluciona la vida y porque ellas hicieron evolucionar la vida.

¿Cómo ha sido bucear en las cartas entre tus padres, separados en cárceles durante toda su relación?

Yo había dado por perdidas esas cartas. Las conocía, pero no las había leído. Yo llevaba durmiendo sobre esas cartas veinte años en una caja que ponía bordados. Me encontré con un tercio de las cartas escritas. Son unas seis mil. Con eso que dices de los vínculos, me parece muy curioso, porque los vínculos ligados a esas maneras más románticas nos parecen difíciles de entender, porque lastran muchas veces la libertad de las mujeres. Me ha costado ver ese amor romántico que se mantiene a lo largo de los años y que a la vez muestra a dos personas independientes. Me sorprendieron sobre todo las cartas del año y medio en el que ellos viven juntos en casa, y se escriben cartas. Era su manera de comunicar.

¡Cuántos hijos no dormirán encima de esas cartas!… ¿cuánto queda por conocer la memoria íntima, que a la vez es la memoria colectiva del país?

No solamente es que dormimos sobre cartas que no sabemos lo que decían, sino que hay que pensar en cuántas cartas se han destruido, en realidad duermen sobre el hueco que han dejado esas cartas. Este país es una tumba colectiva Nadie se sorprende de que el poeta nacional sea un desaparecido. Creo que un país que no tiene la capacidad de reconocer sobre lo que se acuesta y se levanta, sobre cómo escribe sus grietas y fisuras, difícilmente puede hacerse cargo de sí mismo. Hay muchísimas historias individuales y colectivas que se han ocultado y que siguen sin salir a la luz.

¿Cómo fue tu infancia?

Recuerdo una infancia dura, mi padre estaba en la cárcel y éramos una familia reprimida, pero bastante feliz. Vivía en un barrio obrero de Madrid, Canillejas, rodeado de gente. Tuve mucho cariño alrededor, pero yo era un privilegiado que visitaba museos, teatros… Aunque no había recursos económicos yo viví en un mundo de cultura y un mundo muy libre. Cuando mi padre salió de la cárcel, que ya estaba enfermo, yo tendría unos trece años y se sorprendía de lo pronto que volvía a casa.

Se habla de represión, de un golpe de estado, pero contrasta lo que cuentas con la alegría de las mujeres, ¿se le ha perdido esa alegría a la política de izquierdas?

El problema de la política, también la política de izquierdas, es que es muy masculina, muchas veces es también muy machista. Esa capacidad para solemnizar y sacralizar todo nos dificulta la vida. Estas mujeres tenían que animar la vida combinando lo personal y lo colectivo, sabiendo que la vida comunitaria, lo que tiene que ver con los cuidados, era una parte intrínseca del sostenimiento de la vida en general, sin necesidad de heroísmos. La vida tiene un lote con elementos tristes, pero otros de alegría. Ellas tenían algo que pese a la dureza, que ellas pasaron más que los hombres, es que eran conscientes de que habían podido elegir. Esa opción había tenido consecuencias duras, pero optar genera alegría.

¿Se arrepintieron?

Me gustaría que estuvieran vivas para preguntárselo. En mi imaginario y en los recuerdos de sus recuerdos, creo que no. No quiero banalizarlo, porque ellas pasaron vidas completamente duras. Al enfrentamiento de la represión, de la tortura, de la cárcel, del cuidado que ellas tuvieron que hacer también. Todo eso estaba rodeadas de que encima eran tratadas como compañeras de viaje, no como sujetos, sino como compañeras de los hombres. Sin embargo, inventaron una vida y eso tiene una parte genuina de alegría. Yo recuerdo las risas y la risa es un elemento transformador.

La novela se ha construido en parte como un thriller en dos tiempos, ¿por qué eliges esta estructura?

Si hubiera hecho un relato lineal por los recuerdos, hubiéramos llegado a un texto demasiado extenso. Yo lo que quería contar es lo que sentían y vivían esas personas. Traté de hacer un relato porque me di cuenta de que la vida de mi madre y de otras mujeres era una vida de cine. Al mismo tiempo, también me parecía que tenía que colocar el presente porque me da mucho miedo que la memoria histórica se trate solo con nostalgia. La nostalgia es muy pringosa y genera nostalgia. Lo que ocurrió ocurre. Yo estoy aquí y voy a los bares donde ocurrieron cosas. La idea era hacer un relato de thriller de una vida apasionante donde estuviera lo que nos pasa ahora.

¿Por qué nadie se atreve hacer una serie sobre esto? ¿Por qué no contamos las vidas de estas mujeres?

Por un lado hay un mantra falso, ese que dice que solo hablamos de la guerra. En ese mantra falso se esconden muchas cosas, por ejemplo, que hay una parte muy importante de la sociedad que no transitó adecuadamente en la transición a la hora de sacar a la luz lo que ha sido la historia de los sectores subalternos de nuestro país. Por eso quizá sea más fácil coger historias más superficiales. Hay un cierto miedo todavía. La represión generó miedo en el franquismo y generó miedo a la vida y algo de eso permanece todavía cuando decimos que hablar del pasado genera heridas.

¿Será la generación de los nietos la que rompa todo esto?

Nietas, bisnietas… son ellos. Yo soy como la última generación de hijos. La que me precede a mí tuvo infancias terribles y trataron de separarse de ellas para sobrevivir. Pero las generaciones posteriores tienen necesidad de explicarse y para ello necesitan ver de dónde vienen. Cuanto leemos de la República y vemos elementos muy comunes. Hay también una sensación no real de que estos temas no van a enganchar a la historia y el problema no son los temas, sino que se cuenten bien.

Lo más duro quizá es cuando hablas de dos cosas menos tratadas: la represión en los últimos años de la dictadura y el abuso a los hijos de las presas, ¿ha sido esto último lo más duro para ti?

Quizá en la medida en que me implica a mí personalmente. Había establecido suficiente distancia para poder contarla sin ruborizarme. Las situaciones de abuso de esta naturaleza provocan vergüenza y esa vergüenza hay que contrarrestarla, porque el que tiene que tener vergüenza es el que abusa. Había un ejercicio de sobrexposición a dos niveles, el primero por decir que esto pasa y que se puede contar, el segundo contar que la dictadura no tuvo un final blando. La dictadura fue salvaje hasta el final y lo fue hasta el final porque lo necesitó. No se reprimió nunca de ese ejercicio de generar terror. Las mujeres particularmente torturadas porque los cuerpos de las mujeres son posiciones bélicas y los hijos de esas mujeres éramos eso mismo. No tenían interés en generarme dolor a mí, era un dolor indirecto y además con una terrible carga moral, para que culpes a tus padres de lo que te han hecho. El ejercicio de distanciamiento y ver quién tiene la culpa es enorme, porque hasta que distingues causa y culpa tardas un rato.

¿Se puede uno acostar siendo franquista y despertar demócrata? ¿Cómo se vivió en el ambiente en que tú vivías la transición?

Hubo gente que sí supo hacer esa transición, pero sí es cierto que la transición dejó el sistema anterior casi como estaba. No se sanearon las fuerzas represivas, ahora estamos viendo cómo está la judicatura o los grandes elementos económicos, las grandes familias ricas… Para una generación que luchó contra ello y que vio que la transición se había hecho con los cimientos del franquismo que todavía existen y desde el silencio. El franquismo es un espacio tan ideologizado que solo vence desde la derrota ajena. La reconciliación no se dio y fue imposible.