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domingo, 29 de octubre de 2023

Intervención de Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE

 

Lea el discurso íntegro de Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE

"Este Comité Federal, efectivamente es muy importante..."

ElPlural

28-10-23


El presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha asegurado este sábado que "Cataluña está lista para el reencuentro total", y ha defendido la aprobación de una ley de amnistía pronunciando unas palabras que pasarán a la historia: “En el nombre de España, en el interés de España, defiendo hoy la amnistía en Cataluña”.

Por su interés informativo, ElPlural.com reproduce íntegramente el discurso pronunciado por Pedro Sánchez este 28 de octubre de 2023:




Intervención inicial del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez

"Buenos días a todos y a todas y gracias a los medios de comunicación por atender esta importante reunión.
Gracias a vosotros y a vosotras porque, este Comité Federal, efectivamente es muy importante. Es muy importante para el Partido Socialista pero también es trascendente para el conjunto del país. Es verdad que vivimos en una siempre intensa vida política en nuestro país. Hace escasos días, tanto la federación del PSdeG-PSOE en Galicia, como el Partido Socialista de Euskadi eligieron a sus dos candidatos, que van a ser, uno presidente y otro lehendakari cuando se convoquen elecciones en Galicia y en Euskadi. Quiero decirles tanto a José Ramón como a Eneko que tienen el apoyo de la CEF y de todo el partido para que ese cambio sea posible y venga liderado por los socialistas.
Quiero también, porque no es habitual, reconocer en la persona del secretario general del PSdeG, en Valentín, esa generosidad y responsabilidad para con el partido. Porque, efectivamente, hay que estar a la altura. Gracias, Valentín. Permitidme que comience por lo más importante. Lo más importante es transmitir en nombre de la familia socialista el dolor y la consternación que sentimos los españoles ante las miles de víctimas civiles que están sufriendo en el mundo. Solo en el último año, el número de fallecidos en conflictos armados se ha duplicado. Hay inocentes muriendo en el Sahel, muy importante para nuestro país; en Afganistán, particularmente mujeres y niñas; en Siria, Yemen, Ucrania y ahora también en Palestina e Israel. Esta cascada de guerras que estamos viendo y sufriendo y que vemos en los rostros de muchos civiles y en particular de niños y niñas es un fracaso rotundo de la comunidad internacional y en consecuencia de la humanidad.
España, lo sabemos todos, es un país comprometido con la paz, con el orden internacional basado en reglas y con la defensa de los derechos humanos, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Por eso nos manifestamos contra aquella ignominiosa a la que nos arrastró José María Aznar. Y por eso, desde entonces, siempre que hemos enviado tropas a otro país, ha sido para rescatar víctimas, proteger civiles y distribuir ayuda humanitaria.
En Ucrania, estamos defendiendo al agredido y también el derecho internacional. Y lo haremos hasta que termine la guerra y se alcance una paz justa y duradera que será buena para Ucrania y para la seguridad de Europa.
El Gobierno, lo sabéis, estamos apoyando múltiples frentes. Quiero significar hoy que es la sociedad española la que ha rubricado ese apoyo de forma unánime y la que ha acogido ya a más de 185.000 refugiados y refugiadas ucranianos. Demostrando, una vez más, su enorme generosidad de la sociedad española.
Ahora, debemos mostrar el mismo compromiso y los mismos valores ante el terrible conflicto que se está produciendo entre Israel y Palestina, particularmente en la Franja de Gaza. Lo hemos dicho desde el primer momento, desde el 7 de octubre. Condenamos los ataques terroristas de Hamas, exigimos la liberación inmediata de todos los rehenes de forma incondicional y reconocemos el derecho de Israel a defenderse.
Pero siempre hay un pero sobre todo para las democracias. Pedimos que lo haga respetando el derecho internacional, respetando y ajustándose al derecho internacional humanitario permitiendo que la ayuda humanitaria llegue a los millones de civiles que viven en Gaza. Demandamos en consecuencia contención a todas las partes implicadas para evitar que el conflicto escale y se cronifique.
A la paz se llega por la senda del diálogo y la negociación, no por la senda de la violencia y la venganza. Nuestro país tiene experiencia en esto. Más de la que nos hubiera gustado.
Por eso, para acabar con este conflicto, hay que apostar por una solución política y avanzar de una vez por todas en la articulación de los dos Estados, Israel y Palestina aunque en realidad estamos hablando de un Estado porque el otro, Israel ya ha sido reconocido por la Comunidad Internacional, pero no así Palestina. Por eso, España ha hecho un llamamiento para celebrar en los próximos meses y de manera urgente, una conferencia internacional de paz que dé una solución justa a un conflicto que ya ha durado demasiado tiempo.
Digo esto porque la historia la construyen los que se involucran, los que dan un paso al frente. Y España va a estar entre esas naciones que darán un paso al frente.
Ya en 1991, nuestro país acogió una cumbre para la paz entre israelíes y palestinos en la que se dieron grandes avances y que sirvió como antesala para los célebres Acuerdos de Oslo que, desgraciadamente, han quedado en papel mojado.
Ahora, pretendemos hacer lo mismo, arrimar el hombro. No vamos a ser un mero observador distante del sufrimiento de los pueblos. Vamos a estar entre los que tienden la mano y proponen soluciones. Porque eso es lo que el mundo necesita. Porque eso es liderazgo internacional y eso es lo que nos demandan y lo que exigen y merecen los ciudadanos y ciudadanas españolas.
Compañeras, compañeros, lo decía antes Milagros: La última vez que intervine ante vosotros, ante este Comité Federal fue hace poco más de cuatro meses. Fue el 10 de junio, y estaban muy recientes las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo.
Unas elecciones que creo que es justo volver a recordar, acababan de llevarse por delante gobiernos autonómicos, diputaciones, consells, cabildos y ayuntamientos donde los socialistas habíamos gobernado con acierto y honestidad.
Unas elecciones en las que la híper fragmentación de la izquierda y la híper movilización de la derecha y la ultraderecha allanó el camino a los gobiernos reaccionarios del PP y VOX, que empezaron a repartirse esa misma noche, sin haber concluido el recuento, los gobiernos municipales y autonómicos.
Como vaticinamos entonces una y otra vez, el PP de Feijóo no dudó ni una milésima de segundo: enterró principios a cambio de sillones. A diferencia de lo que acababa de ocurrir hace pocas semanas en un país como Polonia, aquí la derecha tradicional decidió aflojar el cordón sanitario a la ultraderecha hasta echarse en sus brazos. Feijóo consumó esa apuesta que inició en Castilla y León, apenas proclamado líder del PP, y unió para siempre su destino al de Abascal.
Al calor de aquel resultado y jaleados, por cierto, por una marea de encuestas de encargo, que ya hemos visto cuán fake eran, despreciaron al Partido Socialista. Nos dieron por finiquitados, por acabados. Tanto se confiaron que cayeron una tras otra todas las caretas y donde antes había gobiernos municipales y autonómicos progresistas, empezaron a brotar coaliciones reaccionarias. Donde antes se hablaba y se dedicaban recursos a la educación pública, a la sanidad, al medio ambiente, a una vida mejor para las personas, comenzaron a brotar cuestiones estrambóticas con un fondo común: que es el que hemos detectado en todas las lógicas de la derecha y la ultraderecha donde gobiernan conjuntamente: el machismo, el negacionismo climático, los regalos fiscales a las rentas más altas en detrimento de la mayoría social, y como siempre, como estamos viendo recientemente, la xenofobia y el racismo, como estamos sufriendo en el debate público actual.
Gobiernos y ayuntamientos de las derechas incapaces de ejercer la solidaridad incluso con otros territorios donde gobiernan ellos mismos. El Partido Socialista fue la primera fuerza política en Canarias, pero este gobierno ni va a despreciar la vida humana, ni va a abandonar a las Islas Canarias, como si están haciendo otros gobiernos del PP con Vox en otros ayuntamientos y en otras Comunidades Autónomas.
Esas caretas cayeron. Lo hicieron y lo hacen todo a la luz del día. Estaban tan seguros de que su victoria era incontestable que ni se molestaron en disimular. Apenas una mueca de falsa dignidad en Extremadura y algún que otro forcejeo en Murcia. Pero los gobiernos de coalición con la ultraderecha fueron constituyéndose uno tras otro.
Así llegamos al 23 de julio, como recordaba Milagros. Un día que la derecha política y mediática tardará mucho tiempo en olvidar.
Yo siempre tuve la confianza de que la ciudadanía sabría retribuir el esfuerzo tan inmenso que había hecho la organización y también el gobierno de coalición progresista en circunstancias tan difíciles como las que hemos atravesado en estos cinco años.
Entonces, como hoy, estaba convencido de que los españoles terminarían reconociendo la labor de este gobierno, que nunca cedió ante las presiones de los poderosos. Que, con aciertos y errores, nos partimos la cara por la mayoría social de nuestro país.
Que, contra viento y marea, hemos sacado adelante a España, en una coyuntura tremenda, extrema, con desafíos inéditos como enfrentarnos a un virus desconocido y la pandemia o una guerra en suelo europeo de efectos potencialmente devastadores no solo en términos humanitarios y de víctimas civiles, sino en términos económicos y sociales en naciones muy próximas de Europa al lugar de ese conflicto. Lo hicimos con la ayuda de los españoles, y siempre con el bloqueo de la oposición.
El 23 de julio, esa España fue consciente de todo ello, del esfuerzo que imprimimos desde las instituciones públicas y ellos mismos para superar retos inéditos. Y por esa razón, a la derecha y a la ultraderecha les dijo no. No a la derogación de los avances, que ya tenían en borradores de Reales Decretos Leyes, para, con una mayoría absoluta de la derecha y ultraderecha, poner en marcha. No a la pérdida de derechos y libertades.
No al retorno de políticas injustas que solo traen lo que hemos vivido cuando gobierna la derecha en este país: retroceso, desigualdad y confrontación territorial.
A la vez que dijo “no” esa España, también se dijo sí a muchas cosas. Se dijo sí a la política del diálogo y del acuerdo, que hemos imprimido desde el Gobierno de coalición, no solo con otras formaciones políticas o gobiernos autonómicos, sino también con la sociedad civil. Sí a la pluralidad política y sí a la diversidad territorial de nuestro país como un activo no como un freno. Se dijo sí a la continuidad de la agenda que el Partido Socialista lidera desde hace cinco años.
Ese día, España hizo muchas cosas muy reconfortantes para la mayoría social española pero también para mucha gente fuera de España que nos veía y vivía con preocupación el avance de esa ola reaccionaria. En España se libraba, tenemos que ser conscientes de ello, una contienda central, porque España es un país central en Europa, se libraba una contienda central de un combate global entre las fuerzas del progreso y la marea reaccionaria. Había sucedido antes en EE.UU, en Brasil, acaba de suceder en Polonia, está sucediendo ahora en Argentina.
Todo esto no es una coincidencia. Es la disposición en la que se sitúan las fuerzas políticas y sociales ante los desafíos de nuestro tiempo: algunos seculares como la lucha contra desigualdad, la revolución feminista, la consolidación y profundización de la democracia, la dignidad laboral y social y otros nuevos como la revolución tecnológica y la transición digital.
En algunos lugares, ¿qué ha hecho la derecha tradicional? En algunos ha mantenido la dignidad, como es el caso de Polonia; en otros, la derecha tradicional se echa en brazos de la ultraderecha; y en otros, en fin, acaba siendo devorada por la ultraderecha, como ha sucedido en EE.UU y en Argentina. Por eso, es muy importante sentir esto con orgullo, el mensaje del fracaso de la España reaccionaria que trascendió fronteras y llenó de esperanza a las fuerzas progresistas de Europa y del mundo entero. Creedme porque he tenido ocasión de entablar estas conversaciones con líderes europeos progresistas e internacionales y sienten orgullo por la respuesta que dio España y les ha llenado de energía porque creen que es posible frenar esas olas reaccionarias y tener alternativas de progreso en sus sociedades.
Y buena parte de esa responsabilidad es del trabajo de la militancia del Partido Socialista, de los responsables orgánicos y cargos públicos, muchos aquí presentes, que se han dejado la piel en su labor. Lo hemos hecho con honestidad 
y trabajo sin límites, como representa la militancia socialista, con entrega y dedicación máxima. Amigos y amigas, gracias de corazón, porque sin vosotros no hubiera sido posible.
Y mientras la coalición reaccionaria levantaba una cortina de humo hablando del sanchismo día y noche, siguen con el sanchismo aunque ahora parece que menos, ahí están los hechos. Ahí están los hechos. Ahí está la constatación de la labor que hemos hecho, con nuestros errores y aciertos, el balance del primer gobierno de coalición progresista en nuestro país desde la segunda república no ha llevado a que España se hunda sino a liderar el crecimiento de las principales economías de la UE.
A alcanzar los mejores datos de empleo de la historia de España, con más de 21 millones de afiliados y récord absoluto en el número de mujeres cotizando a la Seguridad Social y una bajada histórica del paro juvenil y del a precariedad laboral gracias a la subida del SMI y a una reforma laboral que acordamos con los agentes sociales y que la derecha votó en contra.
A llevar el salario mínimo hasta el 60% del salario medio como dice la Carta Social Europea, hasta los 1.080 euros, dignificando las condiciones laborales de millones de trabajadores; singularmente, del 60% de ellos, que son mujeres trabajadoras.
A conseguir, los fondos del Plan de Recuperación, y tener la mayor palanca de modernización y reindustrialización para nuestra economía en su historia reciente, pueda recibir y absorber 163.000 millones de euros hasta 2026 y dar un salto de competitividad, de cohesión territorial y de reindustrialización como no vividos en 40 años. En muchas ocasiones la historia recuerda los fondos estructurales y los fondos de cohesión tras la victoria electoral del 28 de octubre, pero eso son 163.000 millones de euros que son una oportunidad única para cambiar para bien la historia de nuestro país
También a ofrecer un valor muy preciado, estabilidad política y social. Hemos aprobado tres presupuestos generales en tiempo y forma.
A modernizar nuestro sistema formativo, nuestra economía y reconocer nuevos derechos, a revalorizar las pensiones y reconstruir el Pacto de Toledo. Por citar solo algunas de las más de 200 iniciativas legislativas que hemos sacado adelante para hacer el mayor impulso reformista en las últimas décadas a nuestro país.
También este Gobierno de coalición nos ha permitido lograr esa paz social gracias al diálogo social con los agentes económicos.
A contar con una de las energías más baratas de Europa. Se hacían eco de ello medios nacionales e internacionales de los recientes datos de la evolución de los precios de la energía en nuestro país gracias a la solución ibérica que la derecha ridiculizó tildando de timo ibérico.
A tener una de las inflaciones más bajas de nuestro entorno gracias al Plan de Respuesta que pusimos en marcha frente a las consecuencias de la guerra en Ucrania, y que está sirviendo, aún con todas las dificultades, para proteger a las clases medias y trabajadoras de la subida de los precios.
Hemos pasado del impuesto al sol del Partido Popular, a ser la sexta economía más sostenible del mundo en tan solo cinco años.
Fijaros lo que somos capaces de hacer como sociedad cuando todos nos convocamos en una causa común como es la lucha y adaptación contra el cambio climático.
Hemos devuelto a España al rango de democracia plena, como acreditan los índices internacionales más prestigiosos, después de años de corrupción sistémica y deterioro institucional con el Partido Popular. Y si no escalamos aún más en ese ránking es por el bloqueo del PP a la renovación del CGPJ y el cumplimiento de la Constitución.
¿Y sabéis lo mejor? Que no nos conformamos. Que mantenemos intacta nuestra ambición, las ganas y la ilusión con la que iniciamos este camino cinco años atrás.
El reto ahora es llevar adelante el mandato de las urnas del pasado 23 de julio, que no es fácil. Y ese mandato es claro para cualquiera que lo quiera entender. Ha sido avanzado por la presidenta del Comité Federal.
En primer lugar, no al gobierno de coalición de Feijóo y Abascal. Eso ha quedado claro.
Y, en segundo lugar, que los votos se traduzcan en un gobierno que ofrezca progreso, estabilidad y convivencia.
Así que vamos a seguir avanzando, compañeras y compañeros. Vamos a formar un nuevo gobierno de coalición, para seguir recorriendo esta senda de progreso iniciada cuatro años atrás.
En este sentido, creo que es muy relevante el paso dado en ese objetivo con la firma del acuerdo para un gobierno de coalición progresista con Sumar. Un acuerdo que ahora deberá pasar por el veredicto de la militancia. Creo que también es algo que nos tiene que hacer sentir orgullo de pertenencia a esta organización.
Porque eso también nos diferencia de la derecha. Nosotros no somos el Partido Popular, que baila al son de lo que cuentan cuatro editoriales de la derecha mediática, y que elige a sus líderes con los dedos de una mano.
Este partido pertenece a sus militantes. A las mujeres y hombres que deciden nuestro rumbo a seguir con su voto libre y democrático. Es muy importante volver a reivindicar hoy más que nunca una militancia ejemplar, soberana, autónoma y, lo más importante: que nunca falla cuando se le pide que dé un paso adelante.
A todas y todos los socialistas me dirijo, para solicitar su confianza y apoyo a este acuerdo de gobierno de coalición progresista. Y lo hago con una firme convicción: no sólo tenemos el mejor programa para la mejor España; tenemos el programa de país que necesita España para dar un salto en competitividad y justicia social, para afianzar la senda de regeneración democrática y cohesión territorial iniciada hace cinco años.
Insisto, un programa de país, y no de partidos. Un programa al servicio de la mayoría social, y no al de los intereses de unos pocos. Un programa que representa a la mayoría social. Haya votado lo que haya votado el pasado 23 de julio, y viva donde viva. Y lo voy a explicar en términos muy sencillos y coloquiales.
Porque, decidme: ¿quién en España puede estar en contra de reindustrializar y modernizar nuestro tejido productivo, confiando en la ciencia y en la innovación?
¿Quién está en contra de contar con servicios públicos de mayor calidad, y de fortalecer el estado del bienestar y la dependencia y la sanidad y la educación pública?
¿Quién está en contra de mejorar las condiciones de nuestras trabajadoras y trabajadores, reduciendo la jornada laboral, subiendo el SMI y aumentando las medidas de corresponsabilidad familiar personal y laboral?
¿Quién está en contra de mantener y reforzar los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI?
¿Quién está en contra de continuar con la política de transición ecológica para convertir el reto de la emergencia climática y transformarla en una oportunidad que impulse a España en el liderazgo de España en la revolución verde a escala mundial?
¿Quién puede rechazar que la vivienda sea un derecho tal y como reconoce nuestra Constitución?
Tenedlo claro: muchos de quienes no nos votan comparten la filosofía de estas propuestas. ¿Y por qué? Porque tarde o temprano acabarán beneficiándose directamente de ellas. Y es un orgullo para nosotros y nosotras que así sea.
Así que os pido que hagáis un sencillo ejercicio: vamos a hacerlo conjuntamente de cara a la sociedad española y a los votantes socialistas. Un juego de contrastes entre lo que representa el acuerdo alcanzado entre el PSOE y Sumar y el que nace de los pactos entre PP y VOX en las comunidades y ayuntamientos donde gobiernan. Yo creo que merece la pena.
Nosotros proponemos avanzar con decisión hacia la universalidad de la educación pública de 0 a 3 años; ellos eliminan la gratuidad de los comedores escolares, como hacen en Extremadura.
Proponemos avanzar en la transición ecológica impulsando las renovables; ellos liquidan carriles bici y levantan la veda en los parques naturales.
Proponemos reforzar el diálogo social; ellos lo proscriben en Castilla y León.
Proponemos combatir con más medios la lacra de la violencia machista; ellos encumbran a maltratadores convictos y confesos y niegan la existencia de la violencia de género.
Proponemos reforzar la ciencia; ellos encumbran a declarados antivacunas y negacionistas de la ciencia a las principales instituciones municipales y autonómicas.
Proponemos consolidar el bono cultural para nuestros jóvenes; ellos censuran la cultura donde gobiernan.
Proponemos una fiscalidad justa con el impuesto a la banca; ellos aprueban regalos fiscales al 1% más rico en Andalucía, en la Comunitat Valenciana o en Extremadura.
Esa es la gran diferencia. El progreso, frente al retroceso. Un programa de reencuentro, frente a otro de enfrentamiento y de desigualdad. Un programa de estabilidad, frente al bloqueo y la crispación que representan los gobiernos reaccionarios que representan el PP con VOX.
Esa es la esencia del acuerdo alcanzado esta semana para reeditar el gobierno de coalición progresista entre el PSOE y SUMAR.
Un acuerdo para alcanzar el pleno empleo y converger en poder adquisitivo con los países de nuestro entorno.
Un acuerdo para fortalecer el Estado del bienestar. Con más recursos para la sanidad pública, para la dependencia, para la educación y para la salud mental. Con el compromiso firme de seguir revalorizando las pensiones conforme al IPC y llenando a su tiempo el fondo de Reserva de la Seguridad Social para las pensiones del mañana.
Un acuerdo para materializar el derecho constitucional a una vivienda digna, me lo habéis escuchado en muchas ocasiones. El 70% de la desigualdad trae causa de la imposibilidad de muchas capas sociales de nuestro país. Particularmente los jóvenes, en el acceso a la vivienda. Esta es una realidad intolerable que debemos combatir haciendo de esta legislatura la gran causa nacional para que haya un acceso a la vivienda digno sobre todo para nuestros jóvenes y convertir la vivienda en el quinto pilar del Estado de bienestar.
Un acuerdo para hacer de la lucha contra el cambio climático una oportunidad para liderar y hacer avanzar la economía verde en Europa y en España. Para que, a finales de esta década, el 81% de nuestra electricidad y el 48% de toda la energía que se consuma en nuestro país sean de origen renovable.
Un acuerdo para consolidar la diversidad territorial de España en un espacio de encuentro e igualdad. Abordando un nuevo modelo de financiación autonómica equitativo, justo y solidario con todos los territorios.
Un acuerdo para seguir haciendo de España un referente mundial en algo de lo que nos sentimos particularmente orgullosos aquí, en el PSOE, que nos hemos declarado además ecologistas y feministas en nuestro último Congreso.
Continuar siendo un referente mundial del feminismo, haciendo efectiva la Ley de Paridad que garantice un principio que me parece que es de justicia y de sentido común y es que si las mujeres son la mitad de la población, deben tener la mitad del poder político y económico.
Hay muchas cosas que solo suceden cuando el PSOE está en el gobierno. Porque al mismo tiempo que avanzamos en toda esta agenda de derechos sociales y reformas estructurales, debemos resolver episodios macabros del pasado como los que reflejó ayer en su informe el Defensor del Pueblo sobre los abusos a menores en la Iglesia. Hoy, después de ver lo que sucedió ayer, de los datos y las cifras que ha dado a conocer el Defensor del Pueblo y de los relatos que están en ese informe del Defensor del Pueblo, yo solamente puedo decir una cosa. Hoy España es un país un poquito mejor.
Y, como dijo ayer el Defensor del Pueblo, la presentación del informe ante las Cortes Generales no es el punto y final de nada: es el comienzo de una deuda que España debe saldar con las víctimas de esas terribles agresiones sexuales.
Un acuerdo, por último, para consolidar y ampliar el liderazgo internacional y europeo de España.
Tenemos que seguir siendo la vanguardia europeísta. Tendremos una voz firme sobre los grandes debates sobre la sostenibilidad, el cambio climático, la cohesión social, el feminismo y la igualdad de género. No es que nuestro futuro pase por Europa, es que nuestro futuro es Europa y vamos a implicarnos con más dedicación si cabe.
Necesitamos seguir avanzando y para ello, también debemos superar todos los episodios que en épocas pasadas nos dividieron y fracturaron a nuestras sociedades. Esta es también una tarea para la que estamos llamados en esta legislatura: dejar atrás la fractura vivida en 2017 con el llamado Procés.
Es una labor que iniciamos ya en la legislatura pasada. Con medidas de gracia con los indultos que suscitaron dudas legítimas por parte de muchos -dudas que comprendí perfectamente- y así, lo trasladé a la opinión pública y al propio partido y que fueron, además, esas medidas de gracia, esos indultos acogidos con una agresividad extrema por parte de las derechas.
Las medidas de gracia, los indultos, entonces, fueron discutidas, es cierto. Pero los resultados creo que son indiscutibles. En el epicentro del conflicto, en Cataluña, el reencuentro se abre paso día a día y esa dinámica ha fortalecido a 
quienes trabajamos, precisamente por el entendimiento. ¿Cómo se expresa eso? Se expresa claramente en las encuestas y se percibe en la calle, no hay más que pasear por cualquiera de las calles de cualquier ciudad de Cataluña; se siente también en las familias que fueron las principales víctimas de esa confrontación y también, se manifiesta en las elecciones cuando los catalanes y catalanas tienen la ocasión de poder pronunciarse. La fractura en consecuencia queda atrás y se está abriendo y hay que afianzar ese paso hacia el reencuentro. Nadie puede discutirlo porque esta es una evidencia: ni hasta incluso los más recalcitrantes pueden negar que la situación en Cataluña es infinitamente mejor que la de 2017.
Y la pregunta que tenemos que hacernos y la pregunta que queremos hacer a los españoles y españolas es ¿qué separa esas dos fechas, 2017 y 2023?
No solamente nos separa el tiempo transcurrido. Nos separa un mundo a la hora de entender que los problemas políticos se afrontan con soluciones políticas. No dejando que se pudran en un cajón bajo llave.
Nos separa que hoy ya no hay mal llamados policías patrióticas que persigan a rivales políticos desde un ministerio.
Nos separa que hoy España tiene un gobierno responsable y cuando digo responsable es que no nos escondemos, que miramos a los problemas de frente y que, por tanto, a la hora de avanzar con paso firme lo que hacemos es tratar de normalizar la vida política en Cataluña. Nos separa de aquel entonces que hoy, a diferencia de lo que ocurría en 2017, más del 80% de catalanes y catalanas defienden la vía del acuerdo. Y esto no es un tema menor.
Un 80%. En una sociedad muy plural, como lo es la sociedad catalana. Una mayoría en cuyo nombre ninguna fuerza puede arrogarse el derecho a hablar en exclusiva, como siempre recuerda Salvador Illa desde el sentido común y la templanza que le caracterizan.
Pero una mayoría, un 80%, al fin y al cabo, que comparte el deseo de mirar adelante y nos pide que avancemos en la senda de la normalización política en su sociedad.
Nos separa la acción política de un gobierno que marcó el rumbo del reencuentro y adoptó medidas de gracia como fueron los indultos.
En todo momento, compañeros y compañeras, dije que las medidas que tomamos entonces eran un paso en la superación del conflicto; pero que no suponían la superación definitiva del conflicto. Que evidentemente, desinflamaban el problema, pero no resolvían por completo el problema.
Incluso durante la tramitación de los indultos, dije expresamente que aquél era un primer paso y que vendrían más pasos.
Al menos para quienes admitimos un problema y aportamos soluciones. Las derechas no aportan una sola solución. Y lo más curioso es que el problema surgió con su gobierno, con la indolencia, e incluso también con su torpeza desde el gobierno.
Pero no les escucharéis jamás reconocer un solo de sus errores. Tampoco podemos esperar ninguna ayuda. Su línea de acción la conocemos desde el año 2000 con Aznar al frente del PP. Su línea de acción ha consistido sistemáticamente desde entonces, desde hace más de una década, en echar leña al fuego. Esperan que ese fuego abrase a los progresistas y les sirva de combustible para recuperar el poder.
No les preocupó, ni les preocupa lo que se pudiera dañar en términos de convivencia; no les inquietó ni les inquieta que ese divorcio entre catalanes, que esa enemistad entre Cataluña y el resto de España reaparezca y crezca.
Se dicen los únicos constitucionalistas y ni siquiera les perturba que se estreche y se estreche su apoyo en Cataluña; tanto es así que, si fuera cierto, que el PP y VOX son los únicos partidos constitucionalistas en Cataluña, el apoyo constitucional en Cataluña estaría por debajo del 20%. Fijaros la gravedad de la situación que tendríamos en Cataluña si esto fuera así, pero afortunadamente no lo es. Y no lo es gracias fundamentalmente al Partido de los socialistas catalanes. La fuerza más votada en Cataluña, el Partido Socialista. ¿A quién encomendaríais defender en Cataluña la causa de una España plural e integradora? ¿A Salvador Illa o a Feijoo y Abascal? Esa es la cuestión.
De modo que siempre supimos que deberíamos proseguir por el camino del reencuentro. Y que eso implicaría medidas adicionales de gracia. Es cierto que no las planeábamos para ahora y así lo dijimos. Pero también es cierto que sabíamos que la superación definitiva del conflicto requeriría otras medidas de gracia en el futuro. Porque no se podía dejar esa herida abierta indefinidamente.
Así pues, es cierto, no era nuestro plan para este momento. Pero uno no siempre en política como en la vida puede elegir los momentos en que se realizan los planes.
Y por tanto, la pregunta que debemos hacernos y responder a la sociedad española es muy sencilla, ¿ha cambiado algo en la realidad que justifique un cambio por nuestra parte?
La respuesta es sencilla: Sí, las elecciones del 23 de julio. Las elecciones cambian las cosas en dos sentidos.
En primer lugar, el mandato de los electores obliga a optar por uno de estos dos gobiernos: o un gobierno de coalición reaccionaria del PP y VOX o un gobierno de PSOE y SUMAR, con apoyo de distintas fuerzas parlamentarias. Y resulta que en unas Cortes Generales donde hay 350 diputados y diputadas, hay 56 diputados y diputadas que reclaman una amnistía para apoyar la investidura.
Esta medida es una condición para que pueda haber un gobierno de progreso y para evitar un gobierno de la derecha y la ultraderecha, PP y VOX, que perdieron las elecciones el pasado 23 de julio. Cierto es que el programa electoral solo puede ser idéntico al programa de investidura cuando un partido vence por mayoría absoluta y no precisa del apoyo de ningún otro partido político. Pero no es el caso. Nuestro programa de investidura debe incorporar demandas de otros grupos parlamentarios. Lo sabe bien la derecha que aprendió súbitamente a hablar catalán en la intimidad para ganar la investidura. Y, por cierto, sin tener que soportar por ello el habitual torrente de insultos que nos dedican a nosotros.
Pero de las elecciones se desprende una razón aún más poderosa. Mucho más concluyente. Es una razón de oportunidad. El resultado en Cataluña, el del pasado 23 de julio, prueba que las medidas de gracia, los indultos, han tenido un efecto mucho mayor del que podía suponerse sobre la sociedad catalana. Y ese efecto ha sido abrumadoramente favorable para el reencuentro y la superación del trauma de la ruptura que vivimos en 2017.
Dicho de otro modo: Cataluña está lista para el reencuentro total. Los representantes de más del 80% de los catalanes respaldan esta medida.
Y por esas mismas razones, en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo hoy la amnistía en Cataluña por los hechos acaecidos en la década pasada.
Por mucho empeño que pusiera, jamás haría cambiar la opinión a los que piensan que esta propuesta nace exclusivamente de la necesidad que es contar con los votos para alcanzar la investidura.
Sé que tampoco haré cambiar la opinión de quienes se sienten más cómodos viviendo en el bucle de 2017. A quienes miran con nostalgia un tiempo de crispación, de odio y de barricadas, como sufrimos en Cataluña.
A todos ellos y a todas ellas quiero decirles que el coraje también se manifiesta a veces haciendo realidad un dicho español bien sencillo y bien cierto, y es que hay que hacer de la necesidad virtud.
De la necesidad virtud: porque esta es la única vía posible para que haya un gobierno en España y no dar a Feijoo y a Abascal una segunda oportunidad de formar un gobierno que nos haría retroceder décadas en sólo unos años.
Un gobierno que seguiría el guion de aquel que dejó crecer el conflicto, alentó el enfrentamiento entre territorios y llegó a llamar al boicot contra los productos catalanes. Un gobierno que seguiría el mismo rumbo de colisión de la década pasada hasta ensanchar un abismo, probablemente insalvable, entre Cataluña y el conjunto de España. Por tanto, sí de la necesidad virtud. Y de la necesidad virtud porque tengo la certeza de que contribuirá a la normalización política en Cataluña.
En las calles de Cataluña y de toda España, hay deseo de convivir, de hacer cosas juntos, de progresar juntos, de dejar atrás querellas inútiles. Y ese es el deseo que inspira este paso. Y este es el momento.
Debemos hacerlo con la certeza de que su encaje, tal y como lo plantearemos los socialistas, será plenamente constitucional.
Con la convicción de que se trata de una herramienta utilizada en otros muchos países de nuestro entorno, y no precisamente democracias débiles si no muy consolidadas como la de Portugal, Alemania, Italia o Reino Unido.
Con la voluntad de mirar adelante y cerrar, de una vez por todas, las heridas aún abiertas de un conflicto que no debió producirse. Y de la que nadie está orgulloso.
Con la determinación de avanzar en la normalización de la situación política en Cataluña. Y con el valor de la experiencia reciente, que acredita el acierto de los pasos que hemos dado hasta ahora con las medidas de gracia antes el indulto y ahora la amnistía en Cataluña.
El conflicto político en Cataluña nos hizo perder muchas cosas. Perdió Cataluña, y mucho. Perdió España. Perdimos un tiempo precioso. Perdimos afectos y confianza mutua. Perdimos todos y todas. Pero, por encima de todo, perdimos una enorme cantidad de energías. Y se puso en riesgo el capital reputacional de España cuando más falta hacía. Cuando más necesitábamos ofrecer certidumbre, confianza y ejemplaridad al mundo.
La amnistía no es un fin en sí mismo, ni es el fin del camino. Es un medio para avanzar en el camino de la concordia y el reencuentro entre catalanes, y entre catalanes y el resto de españoles y españolas.
Es la vía para avanzar en la normalización política en la relación entre Cataluña y España.
Otra vez nos hallamos ante un paso discutible y entiendo perfectamente a quienes, desde el dolor por los recuerdos, sienten un desgarro. Yo me hago cargo de ello. Pero nuestra responsabilidad como políticos es dar ese paso, porque no podemos permitir que el pasado nos cierre las puertas del futuro.
Pido vuestro apoyo y confianza para darlo. Porque estoy convencido de que merecerá la pena, y porque no lo vamos a dar en solitario.
Existe una mayoría amplia en el Parlamento que secunda esta iniciativa y a la que hemos escuchado en estas semanas de negociaciones. Que nos pide que avancemos en esta dirección. Y existe una abrumadora mayoría en la sociedad catalana que quiere pasar página.
Nuestra historia nos enseña que es con acuerdos y generosidad como nuestro país y nuestra democracia son más fuertes. Con los indultos primero y ahora con la amnistía haremos que muchos catalanes y catalanas se sientan más identificados con nuestro proyecto común que es España y que es la Constitución española.
Muchas veces cuando hablamos de la España Constitucional, ¿qué es la España Constitucional?. Es una España plural que reconoce su diversidad y la de una democracia que integra una y otra vez, y que trabaja por borrar el rencor.
Como tantas otras veces en la historia de España nos corresponde a nosotros y nosotras, al Partido Socialista Obrero Español, asumir la responsabilidad de tirar del carro y abrir caminos de futuro.
Es nuestra responsabilidad hacerlo".


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