Lea el discurso íntegro de Pedro Sánchez en el Comité Federal del PSOE
"Este Comité Federal, efectivamente es muy importante..."
ElPlural
28-10-23
El presidente
del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro
Sánchez, ha
asegurado este sábado que "Cataluña está lista para el
reencuentro total", y ha defendido la aprobación de una ley
de amnistía pronunciando
unas palabras que pasarán a la historia: “En el nombre de España,
en el interés de España, defiendo hoy la amnistía en
Cataluña”.
Por
su interés informativo, ElPlural.com reproduce
íntegramente el discurso
pronunciado por Pedro Sánchez este
28 de octubre de 2023:
Intervención inicial del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez
"Buenos
días a todos y a todas y gracias a los medios de comunicación por
atender esta importante reunión.
Gracias
a vosotros y a vosotras porque, este Comité Federal, efectivamente
es muy importante. Es muy importante para el Partido Socialista pero
también es trascendente para el conjunto del país. Es verdad que
vivimos en una siempre intensa vida política en nuestro país.
Hace escasos días, tanto la federación del PSdeG-PSOE en Galicia,
como el Partido Socialista de Euskadi eligieron a sus dos candidatos,
que van a ser, uno presidente y otro lehendakari cuando se convoquen
elecciones en Galicia y en Euskadi. Quiero decirles tanto a José
Ramón como a Eneko que tienen el apoyo de la CEF y de todo el
partido para que ese cambio sea posible y venga liderado por los
socialistas.
Quiero
también, porque no es habitual, reconocer en la persona del
secretario general del PSdeG, en Valentín, esa generosidad y
responsabilidad para con el partido. Porque, efectivamente, hay que
estar a la altura. Gracias, Valentín. Permitidme que comience
por lo más importante. Lo más importante es transmitir en nombre
de la familia socialista el dolor y la consternación que sentimos
los españoles ante las miles de víctimas civiles que están
sufriendo en el mundo. Solo en el último año, el número de
fallecidos en conflictos armados se ha duplicado. Hay inocentes
muriendo en el Sahel, muy importante para nuestro país; en
Afganistán, particularmente mujeres y niñas; en Siria, Yemen,
Ucrania y ahora también en Palestina e Israel. Esta cascada de
guerras que estamos viendo y sufriendo y que vemos en los rostros de
muchos civiles y en particular de niños y niñas es un fracaso
rotundo de la comunidad internacional y en consecuencia de la
humanidad.
España,
lo sabemos todos, es un país comprometido con la paz, con el orden
internacional basado en reglas y con la defensa de los derechos
humanos, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Por eso nos
manifestamos contra aquella ignominiosa a la que nos arrastró José
María Aznar. Y por eso, desde entonces, siempre que hemos enviado
tropas a otro país, ha sido para rescatar víctimas, proteger
civiles y distribuir ayuda humanitaria.
En
Ucrania, estamos defendiendo al agredido y también el derecho
internacional. Y lo haremos hasta que termine la guerra y se alcance
una paz justa y duradera que será buena para Ucrania y para la
seguridad de Europa.
El
Gobierno, lo sabéis, estamos apoyando múltiples frentes. Quiero
significar hoy que es la sociedad española la que ha rubricado ese
apoyo de forma unánime y la que ha acogido ya a más de 185.000
refugiados y refugiadas ucranianos. Demostrando, una vez más, su
enorme generosidad de la sociedad española.
Ahora,
debemos mostrar el mismo compromiso y los mismos valores ante el
terrible conflicto que se está produciendo entre Israel y
Palestina, particularmente en la Franja de Gaza. Lo hemos dicho desde
el primer momento, desde el 7 de octubre. Condenamos los ataques
terroristas de Hamas, exigimos la liberación inmediata de todos los
rehenes de forma incondicional y reconocemos el derecho de Israel a
defenderse.
Pero
siempre hay un pero sobre todo para las democracias. Pedimos que lo
haga respetando el derecho internacional, respetando y ajustándose
al derecho internacional humanitario permitiendo que la ayuda
humanitaria llegue a los millones de civiles que viven en Gaza.
Demandamos en consecuencia contención a todas las partes implicadas
para evitar que el conflicto escale y se cronifique.
A
la paz se llega por la senda del diálogo y la negociación, no por
la senda de la violencia y la venganza. Nuestro país tiene
experiencia en esto. Más de la que nos hubiera gustado.
Por
eso, para acabar con este conflicto, hay que apostar por una
solución política y avanzar de una vez por todas en la
articulación de los dos Estados, Israel y Palestina aunque en
realidad estamos hablando de un Estado porque el otro, Israel ya ha
sido reconocido por la Comunidad Internacional, pero no así
Palestina. Por eso, España ha hecho un llamamiento para celebrar en
los próximos meses y de manera urgente, una conferencia
internacional de paz que dé una solución justa a un conflicto que
ya ha durado demasiado tiempo.
Digo
esto porque la historia la construyen los que se involucran, los que
dan un paso al frente. Y España va a estar entre esas naciones que
darán un paso al frente.
Ya
en 1991, nuestro país acogió una cumbre para la paz entre
israelíes y palestinos en la que se dieron grandes avances y que
sirvió como antesala para los célebres Acuerdos de Oslo que,
desgraciadamente, han quedado en papel mojado.
Ahora,
pretendemos hacer lo mismo, arrimar el hombro. No vamos a ser un mero
observador distante del sufrimiento de los pueblos. Vamos a estar
entre los que tienden la mano y proponen soluciones. Porque eso es lo
que el mundo necesita. Porque eso es liderazgo internacional y eso es
lo que nos demandan y lo que exigen y merecen los ciudadanos y
ciudadanas españolas.
Compañeras,
compañeros, lo decía antes Milagros: La última vez que
intervine ante vosotros, ante este Comité Federal fue hace poco
más de cuatro meses. Fue el 10 de junio, y estaban muy recientes
las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo.
Unas
elecciones que creo que es justo volver a recordar, acababan de
llevarse por delante gobiernos autonómicos, diputaciones, consells,
cabildos y ayuntamientos donde los socialistas habíamos gobernado
con acierto y honestidad.
Unas
elecciones en las que la híper fragmentación de la izquierda y la
híper movilización de la derecha y la ultraderecha allanó el
camino a los gobiernos reaccionarios del PP y VOX, que empezaron a
repartirse esa misma noche, sin haber concluido el recuento, los
gobiernos municipales y autonómicos.
Como
vaticinamos entonces una y otra vez, el PP de Feijóo no dudó ni
una milésima de segundo: enterró principios a cambio de sillones.
A diferencia de lo que acababa de ocurrir hace pocas semanas en un
país como Polonia, aquí la derecha tradicional decidió aflojar
el cordón sanitario a la ultraderecha hasta echarse en sus brazos.
Feijóo consumó esa apuesta que inició en Castilla y León,
apenas proclamado líder del PP, y unió para siempre su destino al
de Abascal.
Al
calor de aquel resultado y jaleados, por cierto, por una marea de
encuestas de encargo, que ya hemos visto cuán fake eran,
despreciaron al Partido Socialista. Nos dieron por finiquitados, por
acabados. Tanto se confiaron que cayeron una tras otra todas las
caretas y donde antes había gobiernos municipales y autonómicos
progresistas, empezaron a brotar coaliciones reaccionarias. Donde
antes se hablaba y se dedicaban recursos a la educación pública,
a la sanidad, al medio ambiente, a una vida mejor para las personas,
comenzaron a brotar cuestiones estrambóticas con un fondo común:
que es el que hemos detectado en todas las lógicas de la derecha y
la ultraderecha donde gobiernan conjuntamente: el machismo, el
negacionismo climático, los regalos fiscales a las rentas más
altas en detrimento de la mayoría social, y como siempre, como
estamos viendo recientemente, la xenofobia y el racismo, como estamos
sufriendo en el debate público actual.
Gobiernos
y ayuntamientos de las derechas incapaces de ejercer la solidaridad
incluso con otros territorios donde gobiernan ellos mismos. El
Partido Socialista fue la primera fuerza política en Canarias, pero
este gobierno ni va a despreciar la vida humana, ni va a abandonar a
las Islas Canarias, como si están haciendo otros gobiernos del PP
con Vox en otros ayuntamientos y en otras Comunidades Autónomas.
Esas
caretas cayeron. Lo hicieron y lo hacen todo a la luz del día.
Estaban tan seguros de que su victoria era incontestable que ni se
molestaron en disimular. Apenas una mueca de falsa dignidad en
Extremadura y algún que otro forcejeo en Murcia. Pero los gobiernos
de coalición con la ultraderecha fueron constituyéndose uno tras
otro.
Así
llegamos al 23 de julio, como recordaba Milagros. Un día que la
derecha política y mediática tardará mucho tiempo en olvidar.
Yo
siempre tuve la confianza de que la ciudadanía sabría retribuir
el esfuerzo tan inmenso que había hecho la organización y
también el gobierno de coalición progresista en circunstancias
tan difíciles como las que hemos atravesado en estos cinco años.
Entonces,
como hoy, estaba convencido de que los españoles terminarían
reconociendo la labor de este gobierno, que nunca cedió ante las
presiones de los poderosos. Que, con aciertos y errores, nos partimos
la cara por la mayoría social de nuestro país.
Que,
contra viento y marea, hemos sacado adelante a España, en una
coyuntura tremenda, extrema, con desafíos inéditos como
enfrentarnos a un virus desconocido y la pandemia o una guerra en
suelo europeo de efectos potencialmente devastadores no solo en
términos humanitarios y de víctimas civiles, sino en términos
económicos y sociales en naciones muy próximas de Europa al lugar
de ese conflicto. Lo hicimos con la ayuda de los españoles, y
siempre con el bloqueo de la oposición.
El
23 de julio, esa España fue consciente de todo ello, del esfuerzo
que imprimimos desde las instituciones públicas y ellos mismos para
superar retos inéditos. Y por esa razón, a la derecha y a la
ultraderecha les dijo no. No a la derogación de los avances, que ya
tenían en borradores de Reales Decretos Leyes, para, con una
mayoría absoluta de la derecha y ultraderecha, poner en marcha. No
a la pérdida de derechos y libertades.
No
al retorno de políticas injustas que solo traen lo que hemos vivido
cuando gobierna la derecha en este país: retroceso, desigualdad y
confrontación territorial.
A
la vez que dijo “no” esa España, también se dijo sí a
muchas cosas. Se dijo sí a la política del diálogo y del
acuerdo, que hemos imprimido desde el Gobierno de coalición, no
solo con otras formaciones políticas o gobiernos autonómicos,
sino también con la sociedad civil. Sí a la pluralidad política
y sí a la diversidad territorial de nuestro país como un activo
no como un freno. Se dijo sí a la continuidad de la agenda que el
Partido Socialista lidera desde hace cinco años.
Ese
día, España hizo muchas cosas muy reconfortantes para la mayoría
social española pero también para mucha gente fuera de España
que nos veía y vivía con preocupación el avance de esa ola
reaccionaria. En España se libraba, tenemos que ser conscientes de
ello, una contienda central, porque España es un país central en
Europa, se libraba una contienda central de un combate global entre
las fuerzas del progreso y la marea reaccionaria. Había sucedido
antes en EE.UU, en Brasil, acaba de suceder en Polonia, está
sucediendo ahora en Argentina.
Todo
esto no es una coincidencia. Es la disposición en la que se sitúan
las fuerzas políticas y sociales ante los desafíos de nuestro
tiempo: algunos seculares como la lucha contra desigualdad, la
revolución feminista, la consolidación y profundización de la
democracia, la dignidad laboral y social y otros nuevos como la
revolución tecnológica y la transición digital.
En
algunos lugares, ¿qué ha hecho la derecha tradicional? En algunos
ha mantenido la dignidad, como es el caso de Polonia; en otros, la
derecha tradicional se echa en brazos de la ultraderecha; y en otros,
en fin, acaba siendo devorada por la ultraderecha, como ha sucedido
en EE.UU y en Argentina. Por eso, es muy importante sentir esto con
orgullo, el mensaje del fracaso de la España reaccionaria que
trascendió fronteras y llenó de esperanza a las fuerzas
progresistas de Europa y del mundo entero. Creedme porque he tenido
ocasión de entablar estas conversaciones con líderes europeos
progresistas e internacionales y sienten orgullo por la respuesta que
dio España y les ha llenado de energía porque creen que es
posible frenar esas olas reaccionarias y tener alternativas de
progreso en sus sociedades.
Y
buena parte de esa responsabilidad es del trabajo de la militancia
del Partido Socialista, de los responsables orgánicos y cargos
públicos, muchos aquí presentes, que se han dejado la piel en su
labor. Lo hemos hecho con honestidad
y
trabajo sin límites, como representa la militancia socialista, con
entrega y dedicación máxima. Amigos y amigas, gracias de
corazón, porque sin vosotros no hubiera sido posible.
Y
mientras la coalición reaccionaria levantaba una cortina de humo
hablando del sanchismo día y noche, siguen con el sanchismo aunque
ahora parece que menos, ahí están los hechos. Ahí están los
hechos. Ahí está la constatación de la labor que hemos hecho,
con nuestros errores y aciertos, el balance del primer gobierno de
coalición progresista en nuestro país desde la segunda república
no ha llevado a que España se hunda sino a liderar el crecimiento
de las principales economías de la UE.
A
alcanzar los mejores datos de empleo de la historia de España, con
más de 21 millones de afiliados y récord absoluto en el número
de mujeres cotizando a la Seguridad Social y una bajada histórica
del paro juvenil y del a precariedad laboral gracias a la subida del
SMI y a una reforma laboral que acordamos con los agentes sociales y
que la derecha votó en contra.
A
llevar el salario mínimo hasta el 60% del salario medio como dice
la Carta Social Europea, hasta los 1.080 euros, dignificando las
condiciones laborales de millones de trabajadores; singularmente, del
60% de ellos, que son mujeres trabajadoras.
A
conseguir, los fondos del Plan de Recuperación, y tener la mayor
palanca de modernización y reindustrialización para nuestra
economía en su historia reciente, pueda recibir y absorber 163.000
millones de euros hasta 2026 y dar un salto de competitividad, de
cohesión territorial y de reindustrialización como no vividos en
40 años. En muchas ocasiones la historia recuerda los fondos
estructurales y los fondos de cohesión tras la victoria electoral
del 28 de octubre, pero eso son 163.000 millones de euros que son una
oportunidad única para cambiar para bien la historia de nuestro
país
También
a ofrecer un valor muy preciado, estabilidad política y social.
Hemos aprobado tres presupuestos generales en tiempo y forma.
A
modernizar nuestro sistema formativo, nuestra economía y reconocer
nuevos derechos, a revalorizar las pensiones y reconstruir el Pacto
de Toledo. Por citar solo algunas de las más de 200 iniciativas
legislativas que hemos sacado adelante para hacer el mayor impulso
reformista en las últimas décadas a nuestro país.
También
este Gobierno de coalición nos ha permitido lograr esa paz social
gracias al diálogo social con los agentes económicos.
A
contar con una de las energías más baratas de Europa. Se hacían
eco de ello medios nacionales e internacionales de los recientes
datos de la evolución de los precios de la energía en nuestro
país gracias a la solución ibérica que la derecha ridiculizó
tildando de timo ibérico.
A
tener una de las inflaciones más bajas de nuestro entorno gracias
al Plan de Respuesta que pusimos en marcha frente a las consecuencias
de la guerra en Ucrania, y que está sirviendo, aún con todas las
dificultades, para proteger a las clases medias y trabajadoras de la
subida de los precios.
Hemos
pasado del impuesto al sol del Partido Popular, a ser la sexta
economía más sostenible del mundo en tan solo cinco años.
Fijaros
lo que somos capaces de hacer como sociedad cuando todos nos
convocamos en una causa común como es la lucha y adaptación
contra el cambio climático.
Hemos
devuelto a España al rango de democracia plena, como acreditan los
índices internacionales más prestigiosos, después de años de
corrupción sistémica y deterioro institucional con el Partido
Popular. Y si no escalamos aún más en ese ránking es por el
bloqueo del PP a la renovación del CGPJ y el cumplimiento de la
Constitución.
¿Y
sabéis lo mejor? Que no nos conformamos. Que mantenemos intacta
nuestra ambición, las ganas y la ilusión con la que iniciamos
este camino cinco años atrás.
El
reto ahora es llevar adelante el mandato de las urnas del pasado 23
de julio, que no es fácil. Y ese mandato es claro para cualquiera
que lo quiera entender. Ha sido avanzado por la presidenta del
Comité Federal.
En
primer lugar, no al gobierno de coalición de Feijóo y Abascal.
Eso ha quedado claro.
Y,
en segundo lugar, que los votos se traduzcan en un gobierno que
ofrezca progreso, estabilidad y convivencia.
Así
que vamos a seguir avanzando, compañeras y compañeros. Vamos a
formar un nuevo gobierno de coalición, para seguir recorriendo esta
senda de progreso iniciada cuatro años atrás.
En
este sentido, creo que es muy relevante el paso dado en ese objetivo
con la firma del acuerdo para un gobierno de coalición progresista
con Sumar. Un acuerdo que ahora deberá pasar por el veredicto de la
militancia. Creo que también es algo que nos tiene que hacer sentir
orgullo de pertenencia a esta organización.
Porque
eso también nos diferencia de la derecha. Nosotros no somos el
Partido Popular, que baila al son de lo que cuentan cuatro
editoriales de la derecha mediática, y que elige a sus líderes
con los dedos de una mano.
Este
partido pertenece a sus militantes. A las mujeres y hombres que
deciden nuestro rumbo a seguir con su voto libre y democrático. Es
muy importante volver a reivindicar hoy más que nunca una
militancia ejemplar, soberana, autónoma y, lo más importante: que
nunca falla cuando se le pide que dé un paso adelante.
A
todas y todos los socialistas me dirijo, para solicitar su confianza
y apoyo a este acuerdo de gobierno de coalición progresista. Y lo
hago con una firme convicción: no sólo tenemos el mejor programa
para la mejor España; tenemos el programa de país que necesita
España para dar un salto en competitividad y justicia social, para
afianzar la senda de regeneración democrática y cohesión
territorial iniciada hace cinco años.
Insisto,
un programa de país, y no de partidos. Un programa al servicio de
la mayoría social, y no al de los intereses de unos pocos. Un
programa que representa a la mayoría social. Haya votado lo que
haya votado el pasado 23 de julio, y viva donde viva. Y lo voy a
explicar en términos muy sencillos y coloquiales.
Porque,
decidme: ¿quién en España puede estar en contra de
reindustrializar y modernizar nuestro tejido productivo, confiando en
la ciencia y en la innovación?
¿Quién
está en contra de contar con servicios públicos de mayor calidad,
y de fortalecer el estado del bienestar y la dependencia y la sanidad
y la educación pública?
¿Quién
está en contra de mejorar las condiciones de nuestras trabajadoras
y trabajadores, reduciendo la jornada laboral, subiendo el SMI y
aumentando las medidas de corresponsabilidad familiar personal y
laboral?
¿Quién
está en contra de mantener y reforzar los derechos de las mujeres o
del colectivo LGTBI?
¿Quién
está en contra de continuar con la política de transición
ecológica para convertir el reto de la emergencia climática y
transformarla en una oportunidad que impulse a España en el
liderazgo de España en la revolución verde a escala mundial?
¿Quién
puede rechazar que la vivienda sea un derecho tal y como reconoce
nuestra Constitución?
Tenedlo
claro: muchos de quienes no nos votan comparten la filosofía de
estas propuestas. ¿Y por qué? Porque tarde o temprano acabarán
beneficiándose directamente de ellas. Y es un orgullo para nosotros
y nosotras que así sea.
Así
que os pido que hagáis un sencillo ejercicio: vamos a hacerlo
conjuntamente de cara a la sociedad española y a los votantes
socialistas. Un juego de contrastes entre lo que representa el
acuerdo alcanzado entre el PSOE y Sumar y el que nace de los pactos
entre PP y VOX en las comunidades y ayuntamientos donde gobiernan. Yo
creo que merece la pena.
Nosotros
proponemos avanzar con decisión hacia la universalidad de la
educación pública de 0 a 3 años; ellos eliminan la gratuidad de
los comedores escolares, como hacen en Extremadura.
Proponemos
avanzar en la transición ecológica impulsando las renovables;
ellos liquidan carriles bici y levantan la veda en los parques
naturales.
Proponemos
reforzar el diálogo social; ellos lo proscriben en Castilla y
León.
Proponemos
combatir con más medios la lacra de la violencia machista; ellos
encumbran a maltratadores convictos y confesos y niegan la existencia
de la violencia de género.
Proponemos
reforzar la ciencia; ellos encumbran a declarados antivacunas y
negacionistas de la ciencia a las principales instituciones
municipales y autonómicas.
Proponemos
consolidar el bono cultural para nuestros jóvenes; ellos censuran
la cultura donde gobiernan.
Proponemos
una fiscalidad justa con el impuesto a la banca; ellos aprueban
regalos fiscales al 1% más rico en Andalucía, en la Comunitat
Valenciana o en Extremadura.
Esa
es la gran diferencia. El progreso, frente al retroceso. Un programa
de reencuentro, frente a otro de enfrentamiento y de desigualdad. Un
programa de estabilidad, frente al bloqueo y la crispación que
representan los gobiernos reaccionarios que representan el PP con
VOX.
Esa
es la esencia del acuerdo alcanzado esta semana para reeditar el
gobierno de coalición progresista entre el PSOE y SUMAR.
Un
acuerdo para alcanzar el pleno empleo y converger en poder
adquisitivo con los países de nuestro entorno.
Un
acuerdo para fortalecer el Estado del bienestar. Con más recursos
para la sanidad pública, para la dependencia, para la educación y
para la salud mental. Con el compromiso firme de seguir revalorizando
las pensiones conforme al IPC y llenando a su tiempo el fondo de
Reserva de la Seguridad Social para las pensiones del mañana.
Un
acuerdo para materializar el derecho constitucional a una vivienda
digna, me lo habéis escuchado en muchas ocasiones. El 70% de la
desigualdad trae causa de la imposibilidad de muchas capas sociales
de nuestro país. Particularmente los jóvenes, en el acceso a la
vivienda. Esta es una realidad intolerable que debemos combatir
haciendo de esta legislatura la gran causa nacional para que haya un
acceso a la vivienda digno sobre todo para nuestros jóvenes y
convertir la vivienda en el quinto pilar del Estado de bienestar.
Un
acuerdo para hacer de la lucha contra el cambio climático una
oportunidad para liderar y hacer avanzar la economía verde en
Europa y en España. Para que, a finales de esta década, el 81% de
nuestra electricidad y el 48% de toda la energía que se consuma en
nuestro país sean de origen renovable.
Un
acuerdo para consolidar la diversidad territorial de España en un
espacio de encuentro e igualdad. Abordando un nuevo modelo de
financiación autonómica equitativo, justo y solidario con todos
los territorios.
Un
acuerdo para seguir haciendo de España un referente mundial en algo
de lo que nos sentimos particularmente orgullosos aquí, en el PSOE,
que nos hemos declarado además ecologistas y feministas en nuestro
último Congreso.
Continuar
siendo un referente mundial del feminismo, haciendo efectiva la Ley
de Paridad que garantice un principio que me parece que es de
justicia y de sentido común y es que si las mujeres son la mitad de
la población, deben tener la mitad del poder político y
económico.
Hay
muchas cosas que solo suceden cuando el PSOE está en el gobierno.
Porque al mismo tiempo que avanzamos en toda esta agenda de derechos
sociales y reformas estructurales, debemos resolver episodios
macabros del pasado como los que reflejó ayer en su informe el
Defensor del Pueblo sobre los abusos a menores en la Iglesia. Hoy,
después de ver lo que sucedió ayer, de los datos y las cifras que
ha dado a conocer el Defensor del Pueblo y de los relatos que están
en ese informe del Defensor del Pueblo, yo solamente puedo decir una
cosa. Hoy España es un país un poquito mejor.
Y,
como dijo ayer el Defensor del Pueblo, la presentación del informe
ante las Cortes Generales no es el punto y final de nada: es el
comienzo de una deuda que España debe saldar con las víctimas de
esas terribles agresiones sexuales.
Un
acuerdo, por último, para consolidar y ampliar el liderazgo
internacional y europeo de España.
Tenemos
que seguir siendo la vanguardia europeísta. Tendremos una voz firme
sobre los grandes debates sobre la sostenibilidad, el cambio
climático, la cohesión social, el feminismo y la igualdad de
género. No es que nuestro futuro pase por Europa, es que nuestro
futuro es Europa y vamos a implicarnos con más dedicación si
cabe.
Necesitamos
seguir avanzando y para ello, también debemos superar todos los
episodios que en épocas pasadas nos dividieron y fracturaron a
nuestras sociedades. Esta es también una tarea para la que estamos
llamados en esta legislatura: dejar atrás la fractura vivida en
2017 con el llamado Procés.
Es
una labor que iniciamos ya en la legislatura pasada. Con medidas de
gracia con los indultos que suscitaron dudas legítimas por parte de
muchos -dudas que comprendí perfectamente- y así, lo trasladé a
la opinión pública y al propio partido y que fueron, además,
esas medidas de gracia, esos indultos acogidos con una agresividad
extrema por parte de las derechas.
Las
medidas de gracia, los indultos, entonces, fueron discutidas, es
cierto. Pero los resultados creo que son indiscutibles. En el
epicentro del conflicto, en Cataluña, el reencuentro se abre paso
día a día y esa dinámica ha fortalecido a
quienes
trabajamos, precisamente por el entendimiento. ¿Cómo se expresa
eso? Se expresa claramente en las encuestas y se percibe en la calle,
no hay más que pasear por cualquiera de las calles de cualquier
ciudad de Cataluña; se siente también en las familias que fueron
las principales víctimas de esa confrontación y también, se
manifiesta en las elecciones cuando los catalanes y catalanas tienen
la ocasión de poder pronunciarse. La fractura en consecuencia queda
atrás y se está abriendo y hay que afianzar ese paso hacia el
reencuentro. Nadie puede discutirlo porque esta es una evidencia: ni
hasta incluso los más recalcitrantes pueden negar que la situación
en Cataluña es infinitamente mejor que la de 2017.
Y
la pregunta que tenemos que hacernos y la pregunta que queremos hacer
a los españoles y españolas es ¿qué separa esas dos fechas,
2017 y 2023?
No
solamente nos separa el tiempo transcurrido. Nos separa un mundo a la
hora de entender que los problemas políticos se afrontan con
soluciones políticas. No dejando que se pudran en un cajón bajo
llave.
Nos
separa que hoy ya no hay mal llamados policías patrióticas que
persigan a rivales políticos desde un ministerio.
Nos
separa que hoy España tiene un gobierno responsable y cuando digo
responsable es que no nos escondemos, que miramos a los problemas de
frente y que, por tanto, a la hora de avanzar con paso firme lo que
hacemos es tratar de normalizar la vida política en Cataluña. Nos
separa de aquel entonces que hoy, a diferencia de lo que ocurría en
2017, más del 80% de catalanes y catalanas defienden la vía del
acuerdo. Y esto no es un tema menor.
Un
80%. En una sociedad muy plural, como lo es la sociedad catalana. Una
mayoría en cuyo nombre ninguna fuerza puede arrogarse el derecho a
hablar en exclusiva, como siempre recuerda Salvador Illa desde el
sentido común y la templanza que le caracterizan.
Pero
una mayoría, un 80%, al fin y al cabo, que comparte el deseo de
mirar adelante y nos pide que avancemos en la senda de la
normalización política en su sociedad.
Nos separa la acción
política de un gobierno que marcó el rumbo del reencuentro y
adoptó medidas de gracia como fueron los indultos.
En
todo momento, compañeros y compañeras, dije que las medidas que
tomamos entonces eran un paso en la superación del conflicto; pero
que no suponían la superación definitiva del conflicto. Que
evidentemente, desinflamaban el problema, pero no resolvían por
completo el problema.
Incluso
durante la tramitación de los indultos, dije expresamente que
aquél era un primer paso y que vendrían más pasos.
Al
menos para quienes admitimos un problema y aportamos soluciones. Las
derechas no aportan una sola solución. Y lo más curioso es que el
problema surgió con su gobierno, con la indolencia, e incluso
también con su torpeza desde el gobierno.
Pero
no les escucharéis jamás reconocer un solo de sus errores.
Tampoco podemos esperar ninguna ayuda. Su línea de acción la
conocemos desde el año 2000 con Aznar al frente del PP. Su línea
de acción ha consistido sistemáticamente desde entonces, desde
hace más de una década, en echar leña al fuego. Esperan que ese
fuego abrase a los progresistas y les sirva de combustible para
recuperar el poder.
No
les preocupó, ni les preocupa lo que se pudiera dañar en
términos de convivencia; no les inquietó ni les inquieta que ese
divorcio entre catalanes, que esa enemistad entre Cataluña y el
resto de España reaparezca y crezca.
Se
dicen los únicos constitucionalistas y ni siquiera les perturba que
se estreche y se estreche su apoyo en Cataluña; tanto es así que,
si fuera cierto, que el PP y VOX son los únicos partidos
constitucionalistas en Cataluña, el apoyo constitucional en
Cataluña estaría por debajo del 20%. Fijaros la gravedad de la
situación que tendríamos en Cataluña si esto fuera así, pero
afortunadamente no lo es. Y no lo es gracias fundamentalmente al
Partido de los socialistas catalanes. La fuerza más votada en
Cataluña, el Partido Socialista. ¿A quién encomendaríais
defender en Cataluña la causa de una España plural e integradora?
¿A Salvador Illa o a Feijoo y Abascal? Esa es la cuestión.
De
modo que siempre supimos que deberíamos proseguir por el camino del
reencuentro. Y que eso implicaría medidas adicionales de gracia. Es
cierto que no las planeábamos para ahora y así lo dijimos. Pero
también es cierto que sabíamos que la superación definitiva del
conflicto requeriría otras medidas de gracia en el futuro. Porque
no se podía dejar esa herida abierta indefinidamente.
Así
pues, es cierto, no era nuestro plan para este momento. Pero uno no
siempre en política como en la vida puede elegir los momentos en
que se realizan los planes.
Y
por tanto, la pregunta que debemos hacernos y responder a la sociedad
española es muy sencilla, ¿ha cambiado algo en la realidad que
justifique un cambio por nuestra parte?
La
respuesta es sencilla: Sí, las elecciones del 23 de julio. Las
elecciones cambian las cosas en dos sentidos.
En
primer lugar, el mandato de los electores obliga a optar por uno de
estos dos gobiernos: o un gobierno de coalición reaccionaria del PP
y VOX o un gobierno de PSOE y SUMAR, con apoyo de distintas fuerzas
parlamentarias. Y resulta que en unas Cortes Generales donde hay 350
diputados y diputadas, hay 56 diputados y diputadas que reclaman una
amnistía para apoyar la investidura.
Esta
medida es una condición para que pueda haber un gobierno de
progreso y para evitar un gobierno de la derecha y la ultraderecha,
PP y VOX, que perdieron las elecciones el pasado 23 de julio. Cierto
es que el programa electoral solo puede ser idéntico al programa de
investidura cuando un partido vence por mayoría absoluta y no
precisa del apoyo de ningún otro partido político. Pero no es el
caso. Nuestro programa de investidura debe incorporar demandas de
otros grupos parlamentarios. Lo sabe bien la derecha que aprendió
súbitamente a hablar catalán en la intimidad para ganar la
investidura. Y, por cierto, sin tener que soportar por ello el
habitual torrente de insultos que nos dedican a nosotros.
Pero
de las elecciones se desprende una razón aún más poderosa.
Mucho más concluyente. Es una razón de oportunidad. El resultado
en Cataluña, el del pasado 23 de julio, prueba que las medidas de
gracia, los indultos, han tenido un efecto mucho mayor del que podía
suponerse sobre la sociedad catalana. Y ese efecto ha sido
abrumadoramente favorable para el reencuentro y la superación del
trauma de la ruptura que vivimos en 2017.
Dicho
de otro modo: Cataluña está lista para el reencuentro total. Los
representantes de más del 80% de los catalanes respaldan esta
medida.
Y
por esas mismas razones, en el nombre de España, en el interés de
España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo
hoy la amnistía en Cataluña por los hechos acaecidos en la
década pasada.
Por
mucho empeño que pusiera, jamás haría cambiar la opinión a
los que piensan que esta propuesta nace exclusivamente de la
necesidad que es contar con los votos para alcanzar la investidura.
Sé
que tampoco haré cambiar la opinión de quienes se sienten más
cómodos viviendo en el bucle de 2017. A quienes miran con nostalgia
un tiempo de crispación, de odio y de barricadas, como sufrimos en
Cataluña.
A
todos ellos y a todas ellas quiero decirles que el coraje también
se manifiesta a veces haciendo realidad un dicho español bien
sencillo y bien cierto, y es que hay que hacer de la necesidad
virtud.
De
la necesidad virtud: porque esta es la única vía posible para que
haya un gobierno en España y no dar a Feijoo y a Abascal una
segunda oportunidad de formar un gobierno que nos haría retroceder
décadas en sólo unos años.
Un
gobierno que seguiría el guion de aquel que dejó crecer el
conflicto, alentó el enfrentamiento entre territorios y llegó a
llamar al boicot contra los productos catalanes. Un gobierno que
seguiría el mismo rumbo de colisión de la década pasada hasta
ensanchar un abismo, probablemente insalvable, entre Cataluña y el
conjunto de España. Por tanto, sí de la necesidad virtud. Y de la
necesidad virtud porque tengo la certeza de que contribuirá a la
normalización política en Cataluña.
En
las calles de Cataluña y de toda España, hay deseo de convivir,
de hacer cosas juntos, de progresar juntos, de dejar atrás
querellas inútiles. Y ese es el deseo que inspira este paso. Y este
es el momento.
Debemos
hacerlo con la certeza de que su encaje, tal y como lo plantearemos
los socialistas, será plenamente constitucional.
Con
la convicción de que se trata de una herramienta utilizada en otros
muchos países de nuestro entorno, y no precisamente democracias
débiles si no muy consolidadas como la de Portugal, Alemania,
Italia o Reino Unido.
Con
la voluntad de mirar adelante y cerrar, de una vez por todas, las
heridas aún abiertas de un conflicto que no debió producirse. Y
de la que nadie está orgulloso.
Con
la determinación de avanzar en la normalización de la situación
política en Cataluña. Y con el valor de la experiencia reciente,
que acredita el acierto de los pasos que hemos dado hasta ahora con
las medidas de gracia antes el indulto y ahora la amnistía en
Cataluña.
El
conflicto político en Cataluña nos hizo perder muchas cosas.
Perdió Cataluña, y mucho. Perdió España. Perdimos un tiempo
precioso. Perdimos afectos y confianza mutua. Perdimos todos y todas.
Pero, por encima de todo, perdimos una enorme cantidad de energías.
Y se puso en riesgo el capital reputacional de España cuando más
falta hacía. Cuando más necesitábamos ofrecer certidumbre,
confianza y ejemplaridad al mundo.
La
amnistía no es un fin en sí mismo, ni es el fin del camino. Es un
medio para avanzar en el camino de la concordia y el reencuentro
entre catalanes, y entre catalanes y el resto de españoles y
españolas.
Es
la vía para avanzar en la normalización política en la
relación entre Cataluña y España.
Otra
vez nos hallamos ante un paso discutible y entiendo perfectamente a
quienes, desde el dolor por los recuerdos, sienten un desgarro. Yo me
hago cargo de ello. Pero nuestra responsabilidad como políticos es
dar ese paso, porque no podemos permitir que el pasado nos cierre las
puertas del futuro.
Pido
vuestro apoyo y confianza para darlo. Porque estoy convencido de que
merecerá la pena, y porque no lo vamos a dar en solitario.
Existe
una mayoría amplia en el Parlamento que secunda esta iniciativa y a
la que hemos escuchado en estas semanas de negociaciones. Que nos
pide que avancemos en esta dirección. Y existe una abrumadora
mayoría en la sociedad catalana que quiere pasar página.
Nuestra
historia nos enseña que es con acuerdos y generosidad como nuestro
país y nuestra democracia son más fuertes. Con los indultos
primero y ahora con la amnistía haremos que muchos catalanes y
catalanas se sientan más identificados con nuestro proyecto común
que es España y que es la Constitución española.
Muchas
veces cuando hablamos de la España Constitucional, ¿qué es la
España Constitucional?. Es una España plural que reconoce su
diversidad y la de una democracia que integra una y otra vez, y que
trabaja por borrar el rencor.
Como
tantas otras veces en la historia de España nos corresponde a
nosotros y nosotras, al Partido Socialista Obrero Español, asumir
la responsabilidad de tirar del carro y abrir caminos de futuro.
Es
nuestra responsabilidad hacerlo".
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