Buscar este blog

lunes, 6 de noviembre de 2023

 



La resurrección del crucificado

 

Autor De Old Kaos

1 Abr, 2013

La resurrección de Jesús de entre los muertos es un tema central de la fe cristiana desde el inicio de la Iglesia hasta nuestros días. ¿Pero qué se entiende por resurrección? Los textos del Nuevo Testamento, que hablan de ello, se pueden clasificar en tres tipos:

(a)Narraciones pascuales, que muestran a Jesús el resucitado en presencia de sus discípulos

(b)Narraciones del sepulcro vacío

(c)Fórmulas de profesión de fe, según las cuales Jesús fue resucitado por Dios o fórmulas que hablan que se apareció a los discípulos.

Es consenso científico general que las narraciones de los Evangelios sobre el Jesús resucitado carecen de valor histórico. Dan forma y moldean de modo secundario o inducidamente la fe de la comunidad, que encontró su expresión fundamental y primera en las fórmulas de fe.

Por tanto, toda investigación crítica sobre la resurrección de Jesús tiene que analizar las fórmulas de fe, y desde ahí examinar y escudriñar también el valor histórico de las narraciones del sepulcro.

El apóstol Pablo cita en la primera carta a los corintios (cap. 15, v. 3-5) una fórmula de fe, que él la ha aprendido en los años treinta como parte de la doctrina cristiana: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, se apareció a Kefas y luego a los doce”. Tras la narración a otros testigos de la resurrección Pablo resalta que también Cristo se le apareció a él.

En esta tradición catequética se habla de una doble “prueba”: por una parte se alude a las Escrituras, a las cuales se remite de modo vago y, por otra, se alude a un hecho confirmable. La aseveración de la sepultura de Jesús confirma su muerte, la afirmación de la aparición a Kefas atestigua la resurrección. La aparición a Kefas es la base para la confesión y el reconocimiento de que “Jesús ha resucitado” o de que “Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos”.

El credo, citado por Pablo, que se enraíza en los primeros tiempos de la Iglesia, nos ofrece una idea importante: el desencadenante de la fe en la resurrección fue una aparición, un “hacerse visible” Jesús ante Kefas. Es decir: Kefas ha visto a Jesús en una visión. Una visión es un suceso en el espíritu humano y producto de la propia capacidad imaginativa, aun cuando los visionarios normalmente valoren de otro modo. Perciben imágenes de fuera que actúan en ellos con la potencia y fuerza de un hecho objetivo.

En cambio las narraciones del sepulcro describen el inicio del suceso pascual de manera muy distinta: unas mujeres habrían encontrado el sepulcro de Jesús vacío. La narración más antigua sobre esto se encuentra en el Evangelio de Marcos (cap. 16, v. 1-8). Se compone de tres partes: Primero las mujeres van de camino al sepulcro, más tarde están en el sepulcro y, finalmente, huyen del sepulcro. Encontraron en el sepulcro vacío a un joven con aspecto de ángel, cuyo anuncio constituye el punto central de la historia: “Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado, no está aquí”.

El mensaje del joven presupone el credo, la confesión de la resurrección de Jesús, que se encuentra ya en Pablo. De lo que se deduce que Jesús “no está aquí”. En la prueba aportada para la resurrección corporal de Jesús se refleja el hecho de que el anuncio de la resurrección de Jesús por los discípulos provocó la cuestión del paradero de su cadáver. El Evangelio de Mateo habla del rumor de que los discípulos habrían robado el cadáver. Por tanto también la narración más antigua del sepulcro es un moldeamiento de la fe en la resurrección de Jesús y cronológicamente posterior se tiene en cuenta el hecho.

Es decir: la fe pascual se ancla y afianza, según las tradiciones más antiguas, en una aparición de Jesús desde el cielo y no en el descubrimiento de un sepulcro vacío ni, tampoco, en el encuentro con un cadáver redivivo, como lo dibujan y pintan las narraciones pascuales de los Evangelios. En estos Jesús come en presencia de los discípulos pan y pescado, les exige que le toquen y regresa al cielo a los 40 días de su resurrección.

Si observamos la ejecución de Jesús, fue cierto que su muerte constituyó un shock para los discípulos. Marcharon con Jesús a Jerusalén esperando de modo vehemente la llegada del reino de Dios. Su crucifixión pareció destruir y echar por tierra sus esperanzas y fueron superados por las apariciones pascuales. Pedro había visto a Jesús vivo. Se aducía el contenido de la visión y se adelantaba a otros. La primera visión de Kefas resultó contagiosa, a ella siguieron inmediatamente otras, hasta que finalmente también Pablo, que no conoció a Jesús personalmente, tuvo una visión de Cristo.

El credo pascual más antiguo comenzó como visión del Jesús que se encontraba con Dios. Este fenómeno lo hemos catalogado ya repetidamente de “visión”, ya que Jesús permanecía muerto. El Jesús resucitado sólo existe en la fantasía de sus seguidores. A pesar de todo se insertó de modo permanente en la historia merced a los discípulos, encomendándoles incluso el mandato del perdón de pecados y enviándoles por el mundo. El resucitado adquirió una fuerza terrible, y repartió su poder entre los suyos. Aquí el concepto de “visión” se queda corto en la descripción del fenómeno. El fenómeno, que aquí subyace, se convierte en alucinación. Y la pregonada resurrección de Jesús por Dios pasa a convertirse en un absurdo.

A hombres, que todavía conservan los cinco sentidos, esta idea firme de la fe cristiana primigenia en la resurrección les lleva a criticar este credo o confesión inquebrantable. Y es que por mucho que los cristianos lo confiesen y la Iglesia se cimiente en él Jesús no fue resucitado de entre los muertos. Durante 2000 largos años la creencia en la resurrección de Jesús ha tenido grandísimo efecto. Hoy de la mano de la investigación se nos muestra como un autoengaño de dimensión mundial.

Gerd Lüdemann/Mikel Arizaleta


No hay comentarios:

Publicar un comentario