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miércoles, 4 de septiembre de 2024

 

Inmigrantes, solo cuando quiero: sustentan las pensiones y aportan diez veces más de lo que reciben



Los 2,8 millones de trabajadores extranjeros aportan un 10% de toda la recaudación de la Seguridad Social, pero reciben un 1%

ElPlural

Roberto Ugena

4-9-24

El aumento del flujo migratorio de la ruta canaria y la incapacidad de las instituciones insulares y de las ONGs de acoger en condiciones óptimas a los menores migrantes que llegan a las playas buscando una vida mejor han recuperado un eterno debate. La solidaridad del resto de comunidades autónomas podría haber puesto fin a la crisis, pero los gobernantes del Partido Popular (PP) no están por la labor de auxiliar al Gobierno canario y la formación a nivel nacional, acompañada de Vox Junts, ha decidido tumbar la tramitación de la reforma de la ley que pretendía obligar al reparto solidario.

Este escenario es el campo perfecto para esparcir racismo y xenofobia y plantar bulos que, pese a tener una escasa credibilidad, calan en la sociedad. Despersonalizando a niños que llegan a tierra, los que sobreviven, después de días naufragando por el mar, el mito del inmigrante que viene a quitarte el trabajo y, a la vez, a vivir de paguitas empieza a poblar bocas ultraderechistas. Y si no, pues vienen a robar y delinquir. Lo cierto es que ninguna estadística o cifra oficial sustenta esta basura racista que algunos cuelan por discurso.

Ninguna persona debe se tratada como un número y el abordaje de “los inmigrantes son necesarios para trabajar en España y pagar las pensiones” solo replica un discurso neoliberal. El inmigrante es bueno porque viene a trabajar e impulsa la economía, defiende parte de la socialdemocracia, como si personas fuesen herramienta de trabajo. No obstante, más allá de que el migrante debe ser considerado bueno por el mero hecho de ser persona, independientemente de su procedencia, lo cierto es que la afirmación coincide con los datos.

Aportan mucho más de lo que reciben

La Unión Europea (UE) está vieja y el libre mercado se ha encargado de que sus generaciones jóvenes sean incapaces de formar una familia sin tener que renunciar a comer o pagar el alquiler. Aquellos que llevan trabajando décadas llegan a su merecida jubilación y cada vez más disfrutan de esta cuantía gracias al trabajo de los migrantes que desprecian. En España, el número de trabajadores extranjeros no para de crecer, seis veces por encima de la media nacional, y, para desgracia de los racistas, no son los rubios de ojos azules que tanto les gustan.

Los trabajadores extranjeros representan ya el 13,5% del total de afiliados a la Seguridad Social, con sus cuotas e impuestos que financian las pensiones de la población nacional. Casi tres millones (2.870.742) entre asalariados y autónomos que se desempeñan en España, siendo la mayoría de fuera de la UE (1.948.832). El principal país de procedencia es Rumanía (334.187), parte de los Veintisiete, seguido de Marruecos (319.166), Colombia (217.946), Italia (199.127), Venezuela (164.478) y China (119.078), con fecha del 31 de julio de 2024.

La necesidad de trabajadores migrantes para mantener la ratio cotizante/pensionista ya la ha anticipado el propio Banco de España, que habla de 24 millones de trabajadores extranjero más. Y ya se está dando. En 2023, las personas extranjeras ocuparon el 40% de los nuevos empleos y en lo que va de año han sumado otros 200.000 afiliados más a sus filas de la Seguridad Social (de 2,66 a 2,87 millones), de los poco más de 400.000 totales que ha incrementado el conjunto del país (de 20,77 a 21,19 millones).

La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, estima que España requerirá de entre 200.000 y 250.000 migrantes anuales para sostener las empresas privadas y los servicios públicos porque, además de trabajar, cuestan poco a las arcas del Estado. Los datos del propio Ministerio evidencian que aportan anualmente el 10% de todo lo recaudado por la Seguridad Social y tan solo son beneficiarios de un 1% del gasto. Una diferencia positiva para las cuentas públicas que asciende a millones de euros.

Los empresarios también ven filón en la realidad migratoria, sabedores que no conseguirían ocupar muchos de los puestos que ofertan, con condiciones miserables, si no pudiesen aprovecharse de la necesidad de las personas migrantes. Los trabajos más duros, peor pagados y que presentan mayor vulneración de la normativa laboral, según la propia Inspección de Trabajo, son aquellos que emplean a más migrantes. Medio millón en la hostelería, otro medio entre la Construcción y la Industria manufacturera. Ni que decir de los trabajos de cuidados de ancianos o la recogida temporal de los múltiples frutos que crecen en España.

Así todo, la extrema derecha actual reniega de los migrantes, apoyándose en datos y acusaciones no fundamentadas. Por su parte, las opciones liberales y socialdemócratas, que no dudan en tornarse más radicales si lo requieren los votos, defienden ahora una migración ordenada, circular y laboral, vendiendo como un favor lo que realmente es una necesidad de occidente. Mientras, miles de personas mueren diariamente en el mar escapando de guerras, persecuciones y miseria y son tratadas como meras cifras incluso antes de saber si sobrevivirán a su viaje.


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