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jueves, 12 de septiembre de 2024

 

Julio Pacheco, torturado por el franquismo: “Estuve tres días atado a un radiador. Nos ponían pistolas en la cabeza”

ElPlural habla con la primera persona que declaró ante una jueza por esta práctica franquista tras una denuncia contra el ex comisario Villarejo y otros tres policías de la Brigada Político Social

ElPlural

12-9-24

Rubén Rozas



1975. El franquismo dando sus últimos coletazos. Franco, dispuesto a morir de pie. Un país que, sin saber si estaba preparado para cambiar las cosas, intentaba autogestionarse a golpe de calle y clandestinidad. Julio Pacheco representa esa imagen de los y las estudiantes que corrían delante de los 'grises' Ciudad Universitaria abajo. A los que tantas veces cantó Ismael Serrano.  

Detenido cuando solo tenía 19 años, fue uno de los infinitos detractores del régimen que las autoridades franquistas torturaron en la Dirección General de Seguridad (DGS), ahora sede de la Comunidad de Madrid; el único que lo ha contado ante una jueza de manera presencial dentro de nuestras fronteras. Antes de él, las víctimas únicamente habían hablado por videollamada o desde países como Argentina.

“Nos amenazaban continuamente de muerte, nos ponían pistolas en la cabeza, nos daban golpes en las plantas de los pies, te pasaban como si fueras una peonza entre cinco o seis personas (…) Te hacían sentir que no valías nada”, relata en declaraciones a ElPlural.com

Aquellas atrocidades, por las que denunció al excomisario Villarejo, Álvaro Valdemoro, José Luis Montero Muñoz y José María González Reglero -solo dos de ellos están vivos- llegaron a juicio, aunque la magistrada ha archivado la causa (pero no está todo acabado, pues está recurrida a la Audiencia Provincial). A pesar de este jarro de agua fría, Pacheco pide no desviar la atención de lo (otro) importante y emplaza a sacar valentía, la que mostraron él y otros tantos con la libertad por bandera: “Los que vivimos aquella época tenemos una responsabilidad especial. Somos la última generación que la vivió y tenemos el deber de contarlo, para crear conciencia y que no se repita. Es duro, pero hace falta (…) Fuimos miles”.

PREGUNTA (P): ¿Cómo recibiste la noticia de que ibas a ser la primera persona en declarar ante una jueza por torturas durante el franquismo?

RESPUESTA (R): Fue una explosión de alegría. Algo esperanzador y muy bonito. Íbamos con la idea de que rompíamos el muro.

P: No sé si eres del todo consciente de que, independientemente del resultado momentáneo, has asentado un precedente.

R: Los medios lo calificaron de histórico, pero yo creo que no fue para tanto (…) Es verdad que supuso un avance, y claro que tuve esa sensación de cierto éxito.

P: Y ahora, el jarro de agua fría de la prescripción…

R: El sentimiento es bien distinto. De pena y rabia. No sé decirte cuál de las dos gana. Es verdad que después de una sentencia desfavorable del Tribunal Constitucional (TC) ya con la Ley de Memoria Democrática en vigor, nos lo imaginábamos. De hecho, el auto viene a decir que la instrucción no puede seguir porque el TC corta cualquier continuidad.

P: ¿Cómo fueron aquellos años? Hasta donde quieras contar porque entiendo que nunca son fáciles de recordar.

R: No te preocupes, estos días he vuelto a recordar un montón… Fue una época que nos tocó vivir -a mí y a mucha gente- y no podíamos hacer mucho más. Yo tenía 19 años (1975), estaba en Segundo de Biológicas en la Complutense y era lo que había… Existía tal falta de libertad… No se podía leer, ir al teatro… Si tenías cualquier inquietud no te quedaba más remedio que movilizarte contra Franco. Fueron años de muchas detenciones y mucha agitación en la calle.

Si tenías cualquier inquietud no te quedaba más remedio que movilizarte
 

P: ¿A ti por qué te detienen? ¿Qué alegan?

R: Yo militaba en la Federación Universitaria Democrática de España (FUDE), la organización universitaria del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Caímos, creo recordar, 36 miembros.

P: ¿Qué os hacían cuando os llevaban a la Puerta del Sol?

R: A mí me tuvieron siete días retenido. Durante una semana fueron torturas continuas, paraban de vez en cuando, te interrogaban… En este caso estaban buscando a quienes habían hecho el atentado al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose. Los que caímos fuimos sometidos a torturas brutales porque querían encontrar un culpable como fuera.

P: Cuando hablamos de torturas nos referimos a palizas…

R: Amenazas de muerte continuas, nos ponían pistolas en la cabeza, golpes en las plantas de los pies -esto es súper doloroso porque el dolor aumenta con cada golpe-, te pasaban entre cinco o seis personas como si fueras una peonza y ahí te tiraban, te golpeaban (…) A todo eso súmale el factor psicológico; te hacían sentir que no eras nada, un muñeco. Yo estuve tres días atado en el radiador de un despacho y cualquiera que pasaba por ahí me podía pegar o insultar. Es una sensación de que no vales nada.

Ante eso lo teníamos el orgullo de decir que éramos antifascistas, que ese era el motivo por el que estábamos allí. Nos mostrábamos más fuertes que ellos en el sentido de que no hablábamos, no colaborábamos… todo con el objetivo de que no cayera más gente por nosotros. Y es eso lo que te mantiene un poco fuerte. Paradójicamente, sentíamos como una victoria mantener con el silencio nuestra personalidad, lo que nos querían quitar a golpes.

Ante sus golpes, el orgullo de ser antifascistas (...) El silencio era nuestra victoria
 

P: A la hora de denunciar tienes que demostrar que todo esto que cuentas es cierto. ¿Cómo es ese proceso, muy duro y que mucha gente desconoce?

R: Cuando te decides a presentar la querella, antes incluso, al hablar con el abogado, empieza a ser complicado. Se ajustan al protocolo de Estambul (…) En mi caso el peritaje psicológico me lo hizo el grupo Sira y la verdad es que son grandes profesionales… La manera en la que llevaron a cabo el interrogatorio… No sé, se me hizo menos duro. El resultado fue que mi relato contenía una alta verisimilitud.

Y en la querella colabora mucha gente de forma altruista, lo cual se agradece mucho. Presentamos también un informe de contexto histórico con el que veníamos a demostrar que se trata de delitos de lesa humanidad, porque estaban dirigidos a una población concreta, fue sistemático durante la dictadura, etc.

Demostramos asimismo que los cuatro policías que yo denunciaba formaban parte de la Brigada Político Social y que habían recibido 25.000 pesetas por detenernos. La jueza refleja todo esto muy bien en el auto.

Villarejo -y el resto de policías- recibieron 25.000 pesetas por detenernos
 

P: Es imprescindible no olvidar. Es fundamental educar.

R: Es vital para que la democracia española sea una democracia real. Hay que mirar al pasado, reciente además. Que muchas de estas cosas no estén en los libros de texto de las nuevas generaciones, que se corra un tupido velo… provoca que la democracia cojee.

Estamos experimentando un aumento reaccionario, de reivindicación del franquismo, que niega lo que fue realmente aquello. ¡Es que fue una dictadura! No existía ningún tipo de libertad, todo era censurable… y los hay que quieren volver. Si realmente la juventud conociera todo esto, seguramente a esa ideología le costaría mucho más posicionarse de lo que lo está haciendo.

P: ¿Por dónde pasarían los cambios desde un punto de vista legal? Porque todavía tenemos una ley de amnistía que data de 1977, caduca a ojos de mucho; una reciente de Memoria Democrática en la buena dirección, pero insuficiente para algunos…

R: Lo primero es derogar la ley de amnistía, y luego que el principio de legalidad internacional se aplique según el derecho internacional. Que las torturas del franquismo se tipifiquen como delitos de lesa humanidad.

Si la juventud conociera todo, a los reaccionarios les costaría más posicionarse 
 

P: Me gustaría terminar esta entrevista dedicando la última pregunta a tu mujer. Ella te ayuda mucho en el proceso, presenta también una denuncia, pero es verdad que en un principio la cuesta. Es normal, por otra parte. ¿Qué mensaje lanzas a aquellas personas que no se atreven a denunciar, bien por miedo, por no recordar o, sencillamente, porque piensan que no va a servir de nada?

R: Que los que vivimos aquella época tenemos una responsabilidad especial. Somos la última generación que lo vivió. Y tenemos el deber de contarlo, también para crear conciencia y que no se repita. En definitiva, es duro, pero hace falta. Fuimos miles.


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