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domingo, 13 de octubre de 2024

 

Ábalos no aprobaría primero de Corrupción

En un ranking de corruptos el exministro ocuparía una posición muy discreta si el baremo para evaluar el grado de excelencia delictiva fuera el rendimiento obtenido

ElPlural

Antonio Avendaño

13-10-24



Si hoy fuese el último día de su vida y él lo supiera, ¿qué haría el diputado, exministro y ex secretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos, sobre quien pesan abrumadores indicios de corrupción reunidos por los investigadores de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil? Si era culpable, pedir perdón y suplicar clemencia, “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”; si era inocente, exigir indignado que ese perdón lo pidieran quienes, de buena o mala fe, le atribuyeron gravísimos comportamientos en los que nunca incurrió. Lo cierto, sin embargo, es que, leídas las 233 páginas del informe de los investigadores, nadie en su sano juicio diría hoy no ya que Ábalos es inocente, sino ni siquiera que pueda serlo, ni siquiera que exista la más remota posibilidad de que pueda no ser culpable. 

El dosier de la UCO es, en efecto, demoledor... pero no es la verdad. O para ser precisos: no es todavía la verdad; puede llegar a serlo, pero por ahora es solo un borrador, un bosquejo, una tentativa de aproximación a la verdad. Es pronto para para estar seguros de si el exministro socialista tuvo “el papel relevante y de responsabilidad” que le atribuye la UCO en una red corrupta residenciada en el Ministerio de Transportes que él dirigió, pues una cosa es lo que dicen los investigadores, suscriben los fiscales y replican -debidamente adornado- los periodistas y -escandalosamente acrecentado- los políticos del bando contrario, y otra cosa muy distinta lo que acaba dictaminando finalmente la justicia, como bien saben procesados tan dispares y aun contrapuestos como Dolores Vázquez, Francisco Camps, Sandro Rosell o José Antonio Griñán. 

Elogio de la prudencia

Deberíamos, por tanto, ser prudentes con Ábalos, deberíamos serlo pero, naturalmente, no lo seremos: según las leyes de plomo de la política y los reglamentos de hierro de la comunicación, por definición todo imputado, sobre todo si es un político, está de antemano condenado, independientemente de que sea culpable o inocente; si es culpable, teníamos razón quienes nos anticipamos al fallo judicial, y si es inocente, hacemos como que ¿¿¿nosotros??? nunca lo señalamos como culpable. ¡Ah, se siente! 

Lo que cuesta entender de la conducta delictiva de Ábalos prefigurada en el informe de la UCO es el contraste, la paradoja, la distancia que existe entre “el papel relevante y de responsabilidad” que los agentes le atribuyen y la exigüidad de los beneficios obtenidos: ¿posibilitar la insultante riqueza obtenida por otros, como el turbio empresario Víctor de Aldama, a cambio simplemente de que le paguen a tu novia el alquiler de un apartamento en el centro de Madrid o de que te permitan el disfrute de un chalé cerca de Sotogrande?

Si no se le descubren nuevos y más sustanciosos rendimientos, Ábalos sería como corrupto una nulidad y como delincuente un pardillo, pero como político una bomba (y no una bomba normal, sino una de esas que llaman de racimo, que al abrirse liberan un gran número de pequeñas bombas). En un ranking de políticos corruptos de la España democrática, José Luis Ábalos ocuparía una posición bastante discreta si el baremo aplicado para evaluar el grado de excelencia delictiva fuera el rendimiento económico obtenido por cada uno de los incluidos en la clasificación. 

Anatomía de un pringado

Como algún día la justicia demuestre su culpabilidad en la trama corrupta y sea condenado a pena de prisión sin que se hayan descubierto más contraprestaciones que las del “uso real” del chalé y el alquiler del apartamento de la Plaza de España, Ábalos será el hazmerreír de la cárcel. Su compañero de celda presumirá ante los otros reclusos del tontaco con quien comparte litera: “No se lo vais a creer, colegas, el que está ahora conmigo fue jefazo del PSOE y hasta ministro; resulta que el prenda movió los hilos para que unos cuantos se hicieran ricos, pero lo que él sacó en claro de sus chanchullos, ¡pasmarsen, broders!, lo que sacó fue que los que pillaron la pastuqui le alquilaran gratis a su choni un chabolo en el centro de Madrid y que a él le prestaran los fines de semana un chamizo con sauna, piscina y piano en una playa de Cái. ¡Menudo pringao!”.   

Comparado con profesionales del saqueo como un Luis Bárcenas, un Francisco Granados o un Luis Roldán, José Luis Ábalos es un don nadie, un mindundi, un incompetente. Si las pesquisas policiales no le descubren una cuenta millonaria en algún paraíso fiscal, quien fuera en su día uno de los sostenes orgánicos de Pedro Sánchez quedaría retratado como un pobre desgraciado que arruinó su vida y su reputación y puso en jaque a su Gobierno a cambio de calderilla. Bárcenas, Granados, Zaplana y tantos otros se estarán tronchando estos días leyendo sus andanzas.

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