La encrucijada del PP
Es evidente que el PP, desde lo que podemos llamar la crisis de los balcones o la foto de Colón, se ha situado en una encrucijada imposible, actuando de forma errática y confusa
ElPlural
Tania Sánchez Melero
1-2-25
En cuestión de una semana hemos visto al PP negarse a apoyar el decreto del escudo social del PSOE, llegando a afirmar Núñez Feijóo que contenía medidas perjudiciales para los españoles, a anunciar su voto favorable a la mayor parte del mismo, incluidas medidas a las que previamente se habían mostrado contrarios.
Este cambio de posición, así como los diferentes tonos en los que sus líderes nacionales y regionales hablan del nacionalismo catalán y vasco, son muestra de la encrucijada en la que se ha metido el PP, parecida a la que tiene buena parte de la derecha tradicional europea.
El avance del extremismo de derechas en diferentes expresiones y formas, no sólo en poder institucional y político, pero también, es un fenómeno complejo que tiene múltiples variables y explicaciones, y que muestra contornos diferentes en cada realidad nacional. Sin embargo, hay algunos elementos que en la última década van siendo comunes; uno de los más resaltados por expertos investigadores, tiene que ver con el salto que dan muchos de estos proyectos debido a la normalización de sus ideas y posiciones en el debate público, a manos de los partidos de la derecha tradicional.
Esta normalización, no tiene que ver exclusivamente con la ruptura de los llamados cordones sanitarios, sino que en ocasiones son sutiles cambios de estrategia, o de discurso, de la derecha tradicional, derivada habitualmente del miedo ante el riesgo de pérdida de votos, poder, e influencia institucional.
Es evidente que el PP, desde lo que podemos llamar la crisis de los balcones o la foto de Colón, se ha situado en una encrucijada imposible, actuando de forma errática y confusa con respecto a la extrema derecha española. Sin duda han sentido y sienten una amenaza real de pérdida de votos, que no terminan de resolver, desde los inicios del mandato de Pablo Casado hasta hoy, cual es la estrategia y posición correctas, lo que les ha llevado a ensayar múltiples tácticas, sin que ninguna les termine de funcionar.
Sólo por repasar lo acontecido en esta última semana, hemos visto a un Tellado furibundo en una batalla algo ridícula con el PNV, a un Borja Sempere defender la responsabilidad política con los pensionistas y personas usuarias del transporte público, a un Moreno Bonilla abierto al diálogo con la derecha catalana, a una Díaz Ayuso declarar que los nacionalismos son el peor enemigo de España. y a una Esperanza Aguirre acusar a su compañero, Esteban González Pons, de que sus posiciones de sentido común sobre Trump son propias de la extrema izquierda.
Hay quien cree que diversificar portavoces les permite dirigirse a todos los públicos disponibles, sin embargo, creo que se equivocan. Las posiciones pendulares en los partidos, aunque sean encarnadas por diferentes portavoces, contribuyen a la desafección de los perfiles más moderados, mientras que frustran a los más polarizados, motivando la desmovilización electoral de los primeros, y el acercamiento a sus contrincantes de los extremos de los segundos.
Al final, por más equilibrios que uno quiera hacer con cada asunto coyuntural, en lo estratégico se ve obligado a tomar una posición y un rumbo, y el PP, mientras no resuelve la cuestión de fondo, se está acorralando a sí mismo en una táctica propia de la extrema derecha que llevan demasiado tiempo haciendo propia; deshumanizar a tus adversarios. En el caso del PP se encarna en la absoluta demonización, descrédito y deslegitimación de quien, te guste o no, ha sido investido presidente democráticamente, y, por arrastre, a todo ciudadano que libremente le haya votado y defienda.
Seguir profundizando en esa demonización del adversario les deja muy poco margen para que sus electores, moderados o no, entiendan cualquier posición institucional distinta a la oposición radical y furibunda a los actos del gobierno, y en ese estrecho margen, siguen y seguirán alimentando a una extrema derecha que jamás va a dudar de su posición, porque nada tienen que perder manteniéndose en la negación de legitimidad del adversario político.
Si el PP no se toma en serio resolver la encrucijada estratégica de fondo, tomando un rumbo claro entre la normalización de la extrema derecha, sus discursos y práctica políticas, y la confrontación de ésta, quedará a la deriva, como barco sin rumbo, en un mar de confusión en el que seguir siendo el timón de la derecha en España dependerá de la coyuntura y los éxitos y errores de los demás, pero no de sus propios actos. Porque a los barcos sin rumbo les viene mal cualquier viento.
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