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viernes, 28 de febrero de 2025

 



La pajarera

MAGZINE

María Moliner

Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los


archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la 
RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada
.
un reciente coloquio radiofónico* en el que participaba y era tratado el cierre de dos pequeñas bibliotecas rurales y la cercana posibilidad de que callera una tercera, uno de los integrantes del encuentro,  adujo, con la soberbia clasista que suele darse en la gente que se considera ungida por el honor cultural, que las bibliotecas pequeñas no eran tales, que se trataba de almacenes de libros, despreciando la tarea cultural que estos centros ofrecen al mundo rural, aduciendo que no merecían la inversión que suponía mantenerlas abiertas.

La mujer que hoy biografiamos responde al ensobercido  y redicho interlocutor mucho mejor que cien tratados  poniendo en solfa la falsaria actitud del oficialismo cultural, que me atrevo a calificar como perturbadora malquerencia para la cultura, parafraseando los versos machadianos:

Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

María Moliner,  nace con el siglo, un veintidós de enero de 1900, en Paniza, Zaragoza. Es la intermedia de dos hermanos, Enrique (el mayor) y Matilde (la pequeña) El padre es médico, Enrique Moliner Sanz, la madre, Matilde Ruiz Lanaga, ama de casa. Cuando María cuenta dos años, la familia se traslada a Soria para pasar al poco tiempo a Madrid, debido a los traslados del padre. En 1912, el progenitor marcha a América, regresa para marchar de nuevo asentándose en Argentina. Durante un tiempo sigue en contacto con la familia, enviando dinero para su manutención pero pronto desaparece quedando la esposa y los hijos en precario. La madre decide, al comprobar que es inviable el regreso del marido, marchar a Aragón donde conservan  tierras y una familia que puede ayudarles. 

María, saliendo apenas de la niñez, toma la responsabilidad de la subsistencia familiar. Aunque es muy joven se dedica a dar clases de matemáticas, latín e historia, compatibilizando con sus estudios. Se examina de bachillerato en en el nstituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid. Es en 1917 cuando concluye bachillerato en Zaragoza, para pasar a cursar Filología de Aragón, dirigida por el profesor Juan Monera. En 1921 se licencia en Historia en la Facultad de Filosofía Letras de la Universidad de Zaragoza, con premio extraordinario fin de carrera, al igual que su hermana Matilde.

Oposita al Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos consiguiendo plaza en el Archivo General de Simancas; luego, en 1924 es destinada al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia, poco después pasa a Valencia con el mismo puesto. En Murcia conoce a Fernando Ramón Ferrando, catedrático de Física General  casándose poco después con él. El primer bebé nacido de la pareja muere, posteriormente le nacen Enrique (investigador medico en Canadá) Fernando (arquitecto) Carmen (filóloga) y Pedro (ingeniero, director del ETSI de Barcelona)

 

A partir de 1929, María Moliner forma parte activa de las políticas bibliotecarias nacionales, colaborando con la Institución Libre de Enseñanza y poco después, en tiempo republicano, en las Misiones Pedagógicas.

María es  entusiasta de las bibliotecas rurales y se presta a la ingente labor divulgadora de la cultura que apadrinó la Segunda República. Escribe nstrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas donde pauta la importancia de estas instituciones como irradiadoras de la cultura  en zonas que hasta entonces no han tenido ni atisbos culturales.

 

Durante los años republicanos, María Moliner dirigió la Universidad de Valencia, empleando tiempo y mucho trabajo en las tareas divulgativas que la República quiere introducir en los puntos más recónditos de la geografía española. María dirige la Biblioteca de la Universidad de Valencia a la vez que impulsa la creación de las bibliotecas rurales por el territorio patrio, consciente de que esos pequeños oasis donde reinan los libros, el silencio y la cultura, serán los faros que irradien sobre la ancestral falta de formación del pueblo español. De forma paralela a las Misiones Pedagógicas que emprendían los/as maestras/os españoles, Moliner impulsa la creación de bibliotecas rurales.

Acabada la guerra se inicia un lúgubre proceso para la gente de la cultura. Fernando, el marido de María, pierde la catedra, depurado por el régimen. María, se convierte en el único sostén económico de la familia, regresando al puesto que tenía en el Archivo de Hacienda de Valencia pero  rebajada de nivel en el  escalafón en dieciocho puestos. La gente de la cultura, y por supuesto María Moliner, ven con dolor como se desmantelan las Misiones Pedagógicas siendo sustituidas por propaganda fascistoide, los maestros/os laicos fusilados o encarcelados son sustituidos por una iglesia rancia y resentida que retoma la formación de los/as niñas españolas. Los recintos de biblioteca o se cierran o se pliegan al falangismo ideológico que es como decir que son pura deformación cultural.

En 1946, Fernando Ramón Ferrando, es rehabilitado como Catedrático de Física en la Universidad de Salamanca, lo que supone un respiro para la familia, que se instalan en Madrid, María comienza su labor en la iblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid,  donde realiza su labor hasta que le llega la jubilación en 1970.

Mucho antes de que le llegara el descanso, en 1952, uno de sus hijos le trae un regalo de París. Se trata de un Learner´s Dictionary of Current English, de A.S Hornby, que al recibirlo María le inspira   concibiendo la idea de realizar un pequeño diccionario de vocablos comunes, a ejemplo del regalo recibido. Moliner, después de sus cinco horas de trabajo, de atender a la familia, en la intimidad del hogar rodeada del silencio nocturno, da comienzo a lo que suponía labor de recopilación de palabras de uso común para ampliar el existente Diccionario Español de la Lengua que edita la RAE. Piensa que será cosa de unos meses, o  un año más o menos lo que se va alargando y complicando hasta convertirse en la obra magna que supone el Diccionario de Uso del Español.

En un rincón habilitado como despacho, rodeada de fichas de papel, esgrimiendo una pluma Mont Blanc y una sencilla maquina de escribir Olivetti, va dando forma durante quince años a lo que aún hoy, sigue siendo el diccionario más completo de la lengua española. La primera edición de esta obra sale entre 1966/1967.

Fue propuesta como académica, porque nadie merecería como ella el honor de contribuir dentro de la Real Academia de la Lengua a la labor de depurar el español; enseguida su candidatura se descartó. Era mujer…alegaron, y sobre todo, no era filóloga solo una vulgar bibliotecaria, lo cual imposibilitaba -para las cuadradas mentes del oficialismo lingüístico- su elección.

Con la humildad que la caracterizaba dijo en una ocasión a Daniel Sueiro que la entrevistaba:  , mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia […] Mi obra es limpiamente el diccionario. [Más adelante agregaba:] Desde luego es una cosa indicada que un filólogo [por Emilio Alarcos] entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre cómo no está en la Academia!


En junio de 1973 la Real Academia Española le otorgó, por unanimidad, el premio Lorenzo Nieto López «por sus trabajos en pro de la lengua».​ María Moliner rechazó el galardón.

En 1981, Luis Permanyer escribió una crítica sobre la actitud de la mayoría de los académicosg​ y, en 2021, por el 40.º aniversario del fallecimiento de Moliner, el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, afirmó:

Me apeno de que no fuera académica cuando bien lo merecía por el trabajo que hizo, y me alegra celebrar y reconocer los enormes méritos de su obra. [Además agregó:] No es la RAE la culpable de un machismo recalcitrante que existía desde hace mucho y que se podía haber paliado cuando apareció María Moliner.

Fueron muchos los autores celebres que valoraron sobradamente a María Moliner, entre ellos Gabriel García Márquez que dijo: “aría Moliner —para decirlo del modo más corto— hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria.”

Pasó los últimos años cuidando de su marido que había quedado ciego, hasta que se le manifestó una arterioesclerosis cerebral muriendo en Madrid el veintidós de enero de 1981. Nadie como María Moliner expone la contradicción que supone una cultura elitista alejada del pueblo y el peso enorme de la voluntad de una mujer empeñada en popularizar,  llevando hasta el último confín de ese pueblo al que pertenecía, la luz iluminadora de las mentes. La palabra esclarecida y las bibliotecas pequeñas del mundo rural fueron un aporte mayúsculo al mundo de la cultura, que nos hizo la sencilla y excepcional María Moliner.

Hoy seguimos teniendo su obra como cabecera en todos los escritorios en donde se hable o se escriba en español

María Toca Cañedo©

27-2-25

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