El
2 de marzo de 1974 en la cárcel Modelo de Barcelona un funcionario
apretó la tuerca del Garrote Vil que atravesó el cuello de Salvador
Puig Antich, un militante del Movimiento Ibérico de
Liberación.
Salvador no tuvo un juicio justo, ni defensa.
Un tribunal Militar le condenó supuestamente por haber matado a un
policía en una persecución. Se demostró que no fue así, que fue
una bala perdida de un compañero policía, pero en esos días Franco
necesitaba un escarmiento general a todos los opositores políticos
pues en las calles aumentaban las reivindicaciones obreras y además
seguía muy resentido por el asesinato de Carrero Blanco por parte de
ETA.
Era tan evidente el despropósito de la pena de
muerte que hubieron manifestaciones en toda Europa e incluso el Papa
le pidió clemencia a Franco. Aun así, y ya enfermo, el Dictador
firmó la sentencia.
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