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viernes, 4 de julio de 2025

 



Spanish Revolution

Acosar, grabar, manipular: el método Quiles sigue impune

La periodista Ana Pardo de Vera ha anunciado que denunciará al agitador de ultraderecha Vito Quiles tras un nuevo episodio de hostigamiento sufrido el pasado jueves en San Lorenzo de El Escorial. La escena se repite con una coreografía conocida: acto público, presencia anunciada, aparición del pseudoperiodista con micrófono y cámara, insultos, persecución y montaje posterior.

No es un caso aislado, sino una práctica reiterada, sistemática y financiada. La directora corporativa de Público ya había sido víctima de acoso por parte del mismo individuo en otros actos, como el del 17 de junio en la Biblioteca Nacional. Ahora, en el Curso de Verano del CIS y la Complutense, donde participaba junto a Javier Ruiz y Óscar Iglesias, volvió a sufrir lo mismo: persecución física, grabación manipulada y agresión psicológica.

Pardo de Vera lo ha dicho sin ambages: “No es un periodista, es parte de una estrategia organizada de amedrentamiento.” A su juicio, este tipo de violencia está diseñada para que las y los periodistas críticos abandonen los espacios públicos, autocensuren su trabajo y renuncien a ejercer con libertad. Pero hay más: “No van solos, llevan matones. No buscan respuestas, buscan miedo.”

Este tipo de acoso no es improvisado, ni espontáneo. Es un engranaje planificado, legitimado por parte de las instituciones y protegido por gobiernos como el de la Comunidad de Madrid, denunció la periodista. Y aquí está el corazón del problema: se financia con dinero público una estrategia privada de hostigamiento contra la prensa incómoda.

El caso Quiles no es anecdótico. Es un síntoma de época. El acoso a periodistas se ha normalizado en España con una permisividad que sólo puede explicarse por afinidad ideológica. Cuando las víctimas son mujeres, críticas con el poder y defensoras del derecho a la información, la impunidad se vuelve casi garantía.

Ana Pardo de Vera ha elegido no callar. Y con ella, la defensa de un periodismo libre frente al matonismo con micrófono que hoy sustituye la argumentación por el linchamiento. No es una cuestión personal. Es democrática. Porque sin periodismo libre, no hay democracia. Solo propaganda con cámaras y amenazas.


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