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domingo, 27 de julio de 2025

 




Spanish Revolution


Ndongo y el tokenismo: carne negra para blanquear a la ultraderecha

👉 Cuando el poder necesita diversidad, compra una máscara, no una lucha.

EL SISTEMA NO TE INCLUYE, TE USA

Ser negro, migrante, pobre o mujer no te convierte automáticamente en disidencia. No mientras tu discurso legitime las estructuras que te oprimen. Eso es lo que representa Ndongo cuando se sienta en una tertulia de Ana Rosa Quintana y repite los mantras ultraderechistas como si le pagaran por palabra. Y quizás lo hacen.

El tokenismo es la forma más sofisticada de racismo institucional. No te mata en la frontera, te convierte en su imagen de marca. Te da un micrófono no para que hables, sino para que repitas. No para que denuncies, sino para que bendigas el statu quo con tu acento exótico y tu historia de superación editada para LinkedIn.

Ndongo no incomoda al poder. Le sirve. Y no por ser negro, sino por ser funcional. Es el ejemplo perfecto del "negro bueno": agradecido, obediente, moldeable. Su función es tan vieja como el colonialismo: demostrar que el sistema no es racista, pero siempre que las personas racializadas sepan cuál es su sitio.

Mientras miles de migrantes se juegan la vida cruzando el Estrecho, Ndongo sonríe en prime time explicando que en España quien quiere, puede. ¿De verdad? ¿También las trabajadoras del hogar sin papeles? ¿Los menores tutelados demonizados por la extrema derecha? ¿Las mujeres migrantes usadas en la trata de blancas? ¿Ellas también “pueden”, Ndongo?

EL TOKEN NO ES REPRESENTACIÓN, ES DECORADO

El tokenismo se disfraza de inclusión para evitar transformaciones reales. Consiste en seleccionar cuidadosamente a una persona de un colectivo oprimido, darle un foco y convertirla en coartada. “No somos machistas, mira a nuestra ministra mujer. No somos racistas, tenemos a Ndongo.” El truco es viejo, pero sigue funcionando porque el sistema sabe elegir a sus voceros con precisión quirúrgica.

Ndongo no representa a la comunidad migrante. Representa una fantasía blanca sobre lo que debería ser una persona negra: agradecida, inofensiva, útil. No plantea una agenda antirracista, no denuncia las redadas raciales, no exige una ley de extranjería digna ni condena los CIEs. Y cuando lo hace, lo hace con la boca pequeña, sin molestar a sus padrinos mediáticos.

El poder no teme a personas como Ndongo. Las premia. Las sienta en mesas de debate vacías donde su presencia ya es el mensaje. “Mira qué tolerantes somos, incluso este chico africano está de acuerdo con nosotros.” Y así se blanquea el racismo con rostro negro.

Lo peligroso no es Ndongo en sí, sino el dispositivo que representa. Cada vez que alguien como él aparece en televisión para justificar lo injustificable, se silencia a cientos de activistas racializadas que llevan años dejándose la vida para denunciar los abusos del sistema. Se invisibiliza el trabajo de colectivos como SOS Racismo, Regularización Ya, o el Sindicato de Manteros. Se esteriliza la rabia legítima de quienes no quieren migajas de visibilidad sino justicia y reparación.

Y sí, es importante decirlo claro: Ndongo no es un aliado, es un producto. Una mercancía de la industria del blanqueamiento social. Una voz que suena bien a quien necesita sentirse tolerante sin cuestionar sus privilegios. Un ejemplo de éxito falso que se usa como excusa para seguir culpando a las víctimas de su exclusión.

Cuando el sistema necesita pluralidad, no cambia sus estructuras, cambia su decoración. Y pone a alguien como Ndongo en el escaparate, para seguir vendiendo el mismo veneno de siempre, envuelto en una sonrisa que no molesta, en un discurso que tranquiliza, en una piel que, esta vez, no asusta.

Porque el tokenismo no es inclusión: es otra forma de exclusión, más sutil, más perversa, más rentable.


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