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jueves, 11 de diciembre de 2025

 

El Opus Dei reconoce que encubrió las agresiones sexuales de un cura durante 25 años

Los hechos van desde la década de los 80 hasta la última denuncia, interpuesta en 2023 en el Vaticano

R.G.

11-12-25



El Opus Dei encubrió durante 25 años a un cura que había cometido agresiones sexuales, tal y como reconoce ahora la prelatura de la Iglesia Católica. Los delitos que ha admitido datan de entre 1994 y 1996, y su denunciante, Pablo Merino, tiene ahora 34 años, tal y como cuenta este jueves El País, que realiza una exhaustiva investigación sobre los delitos de pederastia en la Iglesia española desde 2018.

Merino fue víctima de abusos sexuales por parte de Jacinto Lázaro Laguardia, en estos momentos de 74 años y que ha pasado por al menos tres colegios de la organización. El Opus Dei, contactado por el medio mencionado, ha admitido lo ocurrido y ha pedido perdón. Reconoce que supo del caso en 1998, cuando la víctima todavía era menor de edad (17 años). En aquel momento lo ocultó, ya que no lo denunció a las autoridades, sino que simplemente lo trasladó a la ciudad.

De hecho, la Obra admite que la máxima autoridad interna autorizó la operación y que actuó conforme a las normas canónicas del momento y con el máximo respeto a la familia. Sin embargo, la víctima asegura que sus padres nunca lo supieron.

Varios casos

Con todo, la historia de abusos se este sacerdote y su encubrimiento en el Opus Dei no se queda en este caso, y es que la organización lo fue moviendo de un sitio a otro durante 25 años y ha tardado cuatro décadas en reconocerlo. De esta manera, Lázaro ha sido acusado de abusos por un exalumno del colegio Erain de San Sebastián entre 1981 y 1982, un caso que la organización también ha investigado, y denunciado por una mujer adulta en 2023 ya en el Vaticano, lo que llevó a la Obra a tomar medidas disciplinarias.

El Opus Dei sigue sin decir cuántos casos conoce, pero según la base de datos de la que dispone El País, hay en el momento de redacción de estas líneas al menos 19 acusados y 23 víctimas. La prelatura asume que el sacerdote vive actualmente en Zaragoza y que las autoridades de la Prelatura se ocupan de que cumple con las medidas disciplinares en sus tareas de sacerdote, mientras que él lo niega todo.

El primer caso que habría tenido lugar es el de un exalumno del colegio Erain de San Sebastián en la década de los 80, aunque sale a la luz con la investigación periodística. En cualquier caso, entonces la Obra señalaba que no conocía más acusaciones contra él, pero nada más lejos de la realidad.

El sacerdote dejó el colegio en 1985 y la Organización realizó una investigación ya en 2024 que deja algunos flecos, como si se le comunicó o no el caso al Vaticano. Además, más allá de dejar el centro escolar, se quedó en la ciudad desempeñando otras labores hasta 1993. Al año siguiente se encontraba en Pamplona y es aquí cuando comienzan las agresiones sexuales a Merino. Por lo tanto, no se habría ni mucho menos tratado de un caso aislado.

Medidas insuficientes

Hay que añadir que en 2024 la entidad religiosa reveló que le constaba otra acusación, en este cao de una mujer adulta que denunció los abusos del cura a superiores del Opus Dei. Sería una mujer de Madrid que se dirigió directamente al Vaticano en 2023, siendo la máxima entidad religiosa la que obligó a tomar medidas. Las decisiones que tomó la diócesis pasaron por no ejercer su ministerio en público.

Lázaro llegó a Madrid después de se trasladado de Pamplona y, entre otras cosas, ejerció como capellán en un centro femenino del Opus Dei, llamado Cotos, en la calle Arturo Soria. Desde aquí también fue trasladado a Zaragoza, su ciudad natal, en 2006, si bien la Obra dice desconocer los motivos de aquella decisión.

Según el relato de Merino, los abusos ocurrieron en sitios diferentes y que el le hacía regals. Lamenta que no se le apartara para siempre de la Iglesia en lugar de trasladarlo una y otra vez. En una ocasión se lo comunicó a un profesor, que entiende que se lo comunicaría a su vez a sus superiores, pero ahí quedó la cosa.

La víctima asegura que no puede entrar a una iglesia y que padeció cierto “síndrome de Estocolmo”, manteniendo una relación de amistad con su agresor. Nunca sacó el tema, pero arrastró el trauma, hasta ahora, que pretende con su relato ayudar a quienes hayan sufrido una situación similar. La última llamada de su agresor fue el 6 de noviembre de 2024, cinco meses después de la denuncia mediática. Es en ese momento, cuando éste le intenta convencer de que no actúe, que se da cuenta de que le están manipulando y de que ha sufrido abusos sexuales y empieza a hablar con familiares y escribe al periódico.




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