Sonia Azul Suárez
Misógino y xenófobo Alfonso Ussía quien defendió al torturador Billy el Niño. Se burló del acoso sexual a las mujeres. Escribió insultos machistas contra Irene Montero y Jenni Hermoso y bulos contra los migrantes.
Mi homenaje:
Alfonso Ussía ha muerto. Y con su muerte se apaga una de las voces que durante décadas alimentó el machismo, el clasismo y la xenofobia en España.
No vamos a blanquear lo evidente.
Ussía fue un altavoz habitual de mensajes que legitimaron el desprecio a las mujeres, a las personas migrantes y a cualquiera que no encajara en su visión vieja y jerárquica del mundo.
Usó su tribuna mediática para ridiculizar denuncias de acoso, insultar a políticas como Irene Montero, burlarse de Jenni Hermoso, y difundir ideas contra los migrantes que luego la extrema derecha recicló como dogma.
Defendió públicamente a Billy el Niño, torturador del franquismo. Lo defendió como si la impunidad fuera un mérito y no una herida abierta en la memoria democrática.
Este no es un juicio moral porque haya muerto:
es un recordatorio político porque estuvo vivo y tuvo poder.
Y durante años lo usó para golpear.
Golpeó a las mujeres que denunciaban violencia.
Golpeó a quienes buscaban refugio en nuestro país.
Golpeó a quienes peleaban por una sociedad más justa.
Golpeó siempre hacia abajo, siempre contra los vulnerables.
Nunca hacia los poderosos.
Hoy algunos pedirán respeto, silencio o indulgencia.
Pero el respeto no consiste en olvidar.
Y el silencio jamás fue neutral.
La muerte no convierte a nadie en inocente.
La muerte no lava los discursos que dañaron vidas.
La muerte no borra los aplausos que recibía cada ataque.
Lo que toca ahora es decirlo con claridad:
El odio tiene responsables. Y Ussía fue uno de ellos.
Su partida no arregla nada, pero pone fin a una voz que durante décadas empujó este país hacia atrás.
Lo que sí importa —más que su vida o su muerte— es que no heredemos su forma de estar en el mundo.
Que no repitamos sus discursos.
Que no normalicemos su desprecio.
Que no dejemos su legado en manos de los que hoy lo idolatran.
Porque lo peligroso nunca fue él solo.
Lo peligroso es el ecosistema que lo sostuvo.
Y ese, por desgracia, sigue vivo…
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