Buscar este blog

lunes, 8 de marzo de 2021

 

Los grandes avances del feminismo en los últimos 20 años

En política, en el trabajo o en la lucha contra violencia... Así ha transformado el feminismo a la sociedad española.

GETTY IMAGES
Manifestación del 8-M en 2020.

El feminismo está cambiando el mundo. Así, en gerundio. Porque aunque durante el año del coronavirus este movimiento ha pasado más desapercibido, no ha cesado en sus reivindicaciones. Hasta el punto de que hoy es difícil que alguien discuta que los hombres y las mujeres deban ser iguales. 

De momento, en un 8-M en el que habrá menos reivindicaciones en la calle y en el que los balcones volverán a desempeñar un papel importante como altavoz - aunque esta vez para reclamar los derechos de las mujeres-, merece la pena hacer un repaso de las cosas que sí se han conseguido desde la primera manifestación, en el año 2000, hasta hoy. Dos décadas de lucha feminista en las que se ha conseguido concienciar a más de la mitad de la población (un 58%), que se declara afín a las ideas de este movimiento, según una encuesta de 40db que se realizó en 2018.

GETTY IMAGES
Manifestación del 8 de marzo en 2019 en Madrid.

Manifestaciones 375 veces más grandes

En Madrid, en el año 2000, apenas 1.000 personas se concentraron una pequeña plaza del centrosegún los datos de la Delegación del Gobierno en Madrid facilitados en 2019 a Maldita.es. En 2019 el número de asistentes era alrededor de 375.000 y se cortaron dos grandes aristas de la capital para que todo el mundo pudiese marchar, se tiñendo medio Madrid de morado. En 2020 y pese al temor al coronavirus tras los primeros casos en España, se reunieron cerca de 120.000 manifestantes. 

PHOTO GALLERYLas imágenes del 8-MSee Gallery

El punto de inflexión se produjo en el año 2017, cuando acudieron a la manifestación de Madrid unas 40.000 personas, 35.000 más que el año anterior. Hasta entonces (excepto en 2015), la participación rondaba entra las 1.000 y las 5.000 personas. Ese año comenzó con la peor cifra de mujeres asesinadas en casi una década - con, al menos, 15 asesinadas los primeros 60 días del año- y meses antes se había producido La Manada. Fue entonces cuando el feminismo español cogió impulso y el 8-M pasó de consistir en puñado de concentraciones minoritarias a ocupar titulares internacionales. 

GETTY IMAGES
Una joven sujeta una pancarta en la manifestación en Madrid en 2017.

En el trabajo: una brecha profunda, aunque cada vez menos 

Una de las reivindicaciones históricas de estas manifestaciones es la de acabar con la brecha salarial y laboral entre hombres y mujeres. A pesar de que hace alrededor medio siglo, con la llegada de la Democracia y la muerte de Franco, las mujeres se unieron al mercado laboral en España, actualmente las españolas tendrían que trabajar al menos diez años más que sus compañeros para ganar lo mismo, según un informe de UGT. 

Aunque la cifra en sí es indignante, ha mejorado a lo largo del tiempo. Entre otras cosas, debido a la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres aprobada en 2007. La norma, que ha supuesto un antes y un después en la historia feminista de España, establece medidas concretas en favor de la igualdad en las empresas y sobre los procesos de selección, transparencia garantizada, la implantación de informes de impacto de género y de protocolos antiacoso, el reconocimiento de los permisos paternales o las listas paritarias en las formaciones políticas. La ley aprobada por Zapatero recibió alabanzas de la ONU y sirvió de inspiración a otros países. 

Ni la crisis económica de 2008 ni la del coronavirus han paralizado los grandes avances gracias a esta legislación. El Global Gender Gap 2020 del Foro Económico Global situaba a España en la octava posición de 153 países analizados en igualdad de género. Pero aunque se han dado avances en términos de paridad en los puestos de trabajo, aún hay brechas en los salarios, ingresos y la presencia de mujeres en puestos directivos.

Obviamente, otro de los factores que han contribuido a la llegada de la mujer en al mundo laboral ha sido la necesidad de emancipación económica de la mujer ha tenido que ver en esta evolución. El número de mujeres afiliadas a la Seguridad Social en España ha aumentado en un millón dede 2009 hasta 2021, a pesar de que han sido las más afectadas por las crisis. 

Un cambio radical en la Política

Tampoco en términos políticos, España tiene mucho que envidiar a otros países. En 2018, el Gobierno socialista de Pedro Sánchez hizo historia estar compuesto por el gabinete con más presencia femenina de la Democracia. Sánchez siguió así los pasos de uno de sus predeceso socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2004 formó el primer gabinete paritario de España. Con Rajoy se rompió esta tendencia. 

GETTY IMAGES
La coalición de Gobierno en enero de 2020.

El Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos formado en 2020 también es paritario, aunque ellas ya no son mayoría. De las 23 personas que forman el Ejecutivo, 11 son mujeres. También hay una importante representación femenina en los cargos de vicepresidencia: Carmen Calvo; Nadia Calviño y Teresa Ribera. Pero todavía queda la asignatura pendiente de que España cuente con una presidenta del Gobierno.

El número de mujeres en el Parlamento ha crecido un 100%, pasando de 77 en la legislatura que terminó en el año 2000 a las 154 actuales del total de 350 diputados del Congreso. La tendencia, además, ha sido, en general, ascendente. 

Otro de los hitos feministas en España  fue la creación en 2008 del primer Ministerio de Igualdad liderado por Bibiana Aído. La cartera desapareció en 2010, integrándose en el Ministerio de Sanidad. Pedro Sánchez ha revivido el ministerio con Irene Montero al frente. “El feminismo es un movimiento de una enorme capacidad transformadora”, explicó Montero tras su nombramiento, antes de comprometerse a crear “una poderosa alianza feminista que haga que España sea un país más justo, más equitativo, más digno y con más derechos”.

Violencia: nunca será suficiente, pero se ha hecho mucho

Pero sin duda, la lacra más pesada del machismo ha sido y es la violencia de género. La punta del iceberg. En el año 2004, José Luis Rodríguez Zapatero hizo que este tipo de violencias pasasen de ser un problema de ámbito privado a uno público. Aprobó entonces la Ley de Medidas de Protección Integral contra la violencia de Género, que abarca aspectos preventivos, educativos, sociales, asistenciales, sanitarios y penales de la violencia machista. Fue aprobada con todos los votos a favor en el Congreso de Diputados, convirtiéndose en la primera y única ley integral contra la violencia de género en Europa. 

 En el año 2017 se aprobó en España el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, del que aún hay muchas medidas que no se han puesto en marcha. Una de las novedades era la de reconocer como víctimas de violencia de género en casos donde el agresor no ha sido necesariamente pareja de la víctima. 

En 2020 hubo 45 mujeres asesinadas por violencia de género, diez menos que el año anterior. Pero la experiencia dice que esta tendencia no tiene por qué ser ascendente y que en otros momentos de la historia, la cifra ha disminuido para crecer más el año siguiente, como ya pasó en 2009 y 2010. 

Durante los últimos años se ha puesto el foco en la violencia sexual, sufrida por casi tres millones de mujeres en España, tanto dentro como fuera de la pareja. Ante este problema, el Ministerio de Igualdad ha impulsado la ley del ‘solo sí es sí’, que se basa en la idea del consentimiento expreso. 

Pero, aunque se hayan dado pasos agigantados, no hay avance en el feminismo que se pueda considerar un éxito completo cuando siguen asesinando cada año a decenas de mujeres y una de cada dos sufre violencia machista a lo largo de su vida.

domingo, 7 de marzo de 2021

 LOS GENOVESES

33 entrega : Incunables genoveses

5 documentos claves sobre Bárcenas, Aznar, Villarejo, Abascal y PP Madrid

Libro recomendado

 


 Foto: Luis Viadel

Imágenes del mundo

 


 Luis Viadel                    Mis cuadros en relieve

Esculturas en el mundo

 

Reflexión
 

Imágenes del mundo

 


 Foto: Luis Viadel

Arte urbano
 

Libro recomendado


 

Deriva borbónica

6 de marzo de 2021 



Pretende taparse la cara y se destapa los pies. Y convierte de paso el intento de su hijo de reivindicarlo en un esfuerzo inútil. Juan Carlos I emprende una segunda regularización de sus opacos y millonarios ingresos, en este caso por los pagos no declarados desde una fundación de sus vuelos en aviones privados, y surge la pregunta inmediata sobre la procedencia de esos otros fondos con los que puede permitirse pagar para evitar que se activen en España acusaciones formales por delitos fiscales contra alguien que fue rey.


Acto seguido, como en un guion inexorable, se hace público que sus dos hijas, Elena y Cristina, en medio de una pandemia global con miles de muertos y del esfuerzo de los países por organizar la inmunización progresiva de la población, se han vacunado contra la COVID-19 precisamente al visitarle en Abu Dabi, donde permanece refugiado por gentileza de la monarquía absoluta que gobierna en los Emiratos Árabes Unidos.

Todo ocurrió en unos días. Como conmemoración del 40 aniversario del 23F no estuvo nada mal. Es difícil boicotear con más eficacia las tímidas tentativas de Felipe VI por restituir una imagen decente a la Corona.

Esa imagen se había construido en la etapa de la Transición sobre varios ejes. El primero de ellos, el del compromiso de la monarquía con la democracia tuvo en el intento de golpe de Estado de 1981 un momento emblemático. Si el general Martínez Campos, con su pronunciamiento militar desde Sagunto, acabó en 1874 con la Primera República y el experimento del Sexenio Democrático para restaurar a los Borbones en la persona de Alfonso XII. Si Alfonso XIII aceptó la dictadura de Primo de Rivera en la antesala de su caída y el advenimiento de la Segunda República. Si el mismo Juan Carlos I fue reinstaurado en la jefatura del Estado por decisión del dictador Francisco Franco, que no era un entusiasta monárquico pero sí una mezcla de reaccionario y fascista. Si todos esos eran los antecedentes, el monarca, al no secundar el intento de Armada, Tejero, Milans del Bosch y otros, rompía en buena medida con una lamentable tradición familiar.

El segundo eje era el de reinar sobre una España aproximadamente federal e inevitablemente plurinacional, encarnada en el denominado Estado de las Autonomías. Para Martínez Campos, para Franco, que era un nacionalista español extremo y autoritario, y para tantos representantes de poderes políticos, económicos, militares y religiosos, la monarquía fue la pieza clave de una "unidad nacional" que no admitía matices. En eso, la línea borbónica adquiere también unas coloraciones sombrías, desde ese siglo XVIII en que "la nación más antigua de Europa", según cierta derecha, demostró que no era tan antigua ya que tuvo que abolir tras una guerra y "por justo derecho de conquista" las leyes propias de los territorios de la Corona de Aragón, el sistema político más parecido en nuestra historia al moderno Estado de las Autonomías.

Fue Felipe V, a cuyos partidarios se bautizó en tierras valencianas y catalanas como "botiflers", en probable alusión a la beauté fleur (la flor de lis que simboliza la casa de los Borbones), quien encarnó la victoria de un centralismo que, a diferencia de Francia (donde acabaría triunfando la revolución), no fue capaz de estructurar con el paso del tiempo un proyecto de Estado viable y democrático. Y fue Juan Carlos I el que asumió dos siglos y medio después una organización muy diferente del Estado, con la redistribución de poder que ello implicaba. Una nueva estructura descentralizada que arrastra crisis como la del desafío independentista en Catalunya frente al que Felipe VI no ha sabido responder con una visión del papel de la Corona más conciliadora y de mayor recorrido estratégico que el reflejado en su discurso de octubre de 2017, ante el fracasado intento de declarar unilateralmente la secesión.

El tercer eje consistía precisamente en una imagen moderna de los Borbones, a imitación de otras familias reales europeas, que otorgara a la restauración monárquica un aspecto actualizado, secularizando hasta cierto punto los viejos ceremoniales y vínculos con la Iglesia, con el Ejército y con la política. Los hijos de Juan Carlos y Sofía jugaban un papel clave en esa maniobra. También la "campechanía" del monarca, tan bien amplificada por los medios durante el periodo de hegemonía bipartidista. La condena del cuñado del actual rey, Iñaki Urdangarín, hizo pasar abruptamente la página y se abrió la espita de una degradación de todo el maquillaje en una dinámica de corrupción a la que ha contribuido más que nadie el mismo Juan Carlos I con sus escándalos. Si hacía falta algo, las dos hermanas de Felipe VI han venido a echar más leña a ese fuego que carboniza la credibilidad de la monarquía española.

El incendio deja de forma irreversible al descubierto, ante una atónita opinión pública, el entramado de esta etapa contemporánea de los Borbones. Una dinastía que ha tratado de actualizarse, pero que no ha superado vicios como los comportamientos oligárquicos de las aristocracias, ni los vínculos con la corrupción de los poderosos que no han de dar explicaciones porque encarnan "valores nacionales" supremos. Hasta que abdicó en 2014, Juan Carlos I reinó en una monarquía parlamentaria, pero el "poder del teléfono", de su agenda de contactos a escala internacional, que aprovechó en beneficio propio, iba mucho más allá de una figura simbólica y siguió bastante intacto tras su retirada. Sin duda, su hijo Felipe VI tiene mucho menos margen de maniobra, porque la construcción política surgida de la Constitución de 1978 se deteriora, y se ve en la tesitura de frenar la deriva de los Borbones sin una idea clara de cómo hacerlo. Su padre y su familia no le ayudarán a lograrlo.

El Rey Felipe VI acompañado de su padre, el rey emérito Juan Carlos.