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sábado, 4 de mayo de 2019

La Guerra Civil terminó en 1.952, no en 1.939


La Guerra Civil terminó en 1952, no en 1939: “Hemos aceptado el discurso franquista”
Cada vez son más los historiadores que niegan que la contienda acabase en 1939. Uno de ellos acaba de publicar un estudio en el que defiende que lo hizo 13 años después
El Confidencial


02/05/2019

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. El histórico parte firmado por el general rebelde Francisco Franco el 1 de abril de 1939 ha sido considerado desde aquel día el punto y final de la Guerra Civil española. Una tesis reproducida en libros de texto y tratados históricos que raramente han cuestionado el marco franquista, según el cual, la caída de las últimas ciudades resistentes acabó con el conflicto. No fue así, como el propio Franco reconoció en 1946, cuando en un discurso anunció: “Llevamos 10 años de guerra”. Durante más de una década, España seguiría en guerra. Irregular y rural, pero guerra al fin y al cabo.

Es una tesis cada vez más popular y que suscribe, entre otros, el historiador Jorge Marco, de la Universidad de Bath, autor de 'Guerrilleros y vecinos en armas', que publicará en breve un artículo en el 'Journal of Contemporary History' y ha publicado otro en el 'European History Quarterly' junto a Mercedes Yusta Rodrigo, de la Universidad de País VIII, en los que invita a repensar la historia española. “Hemos creado un tropo de Guerra Civil 1936-1939 que nos ha atrapado”, explica a El Confidencial. “Para entender la profundidad de la violencia que se desarrolló en España en ese periodo, debemos entender que la Guerra Civil no terminó el 1 de abril de 1939, como proclamó la dictadura de Franco, sino que se prolongó hasta 1952”.


Fue un periodo de gran violencia que se cebó con las zonas rurales, lejos de los ojos de la comunidad internacional, especialmente después de 1945

Fue a finales de ese año cuando los últimos grupos armados se marcharon, aceptando la derrota final, en un proceso de “limpieza política” que se había prolongado casi dos décadas. “El discurso franquista estableció esa idea que hemos asumido todos de forma cómoda”, explica. “Pero durante mucho tiempo, y hasta hoy, incluso los vencidos también lo compraron”. Marco no pone en duda la derrota total del ejército republicano, pero señala que lo que ocurrió durante los años posteriores fue una guerra irregular en toda regla, semejante a la que décadas más tarde se desarrollaría en otros lugares como Cuba o Vietnam. “La derrota del ejército republicano fue tan colosal, incluida la guerra civil interna en Madrid en marzo de 1939, que en gran parte también lo asumieron”.

Fue un periodo de gran violencia interna que se cebó con las zonas rurales, lejos de los ojos de la comunidad internacional, especialmente después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Es difícil establecer una cifra de muertos exacta, recuerda el historiador: entre los 20.000 ejecutados durante los años cuarenta por el régimen franquista no se cuenta a los cientos de caídos a consecuencia de la violencia contrainsurgente. Las fuentes oficiales señalan 3.433 bajas (2.489 combatientes y 953 civiles), pero Marco eleva el número a entre 6.500 y 8.000 durante la guerra irregular, de los cuales entre 5.000 y 6.500 fueron víctimas de la dictadura.

“Hay tres etapas en la guerra: una guerra civil asimétrica desde julio del 36 hasta noviembre o febrero del 37, con dos ejércitos en malas condiciones, sin armamento pesado y con poca experiencia”, explica el historiador. “Otra etapa desde finales del 36 hasta el 1 de abril del 39, una guerra civil convencional entre dos ejércitos bien armados, y una tercera etapa que nunca se ha analizado como guerra civil, pero semejante a lo que estaba ocurriendo en otras partes, como el este de Europa (Polonia, Rumanía, Lituania)”. Pero incluso en dicha etapa, en la que el franquismo debió aprender a combatir a un enemigo invisible que había adoptado la forma de la guerrilla, hay distintas fases. No es lo mismo echarse al monte después de 1942, recuerda, cuando el final de la Segunda Guerra Mundial hacía soñar con una intervención aliada en España, que a partir de 1946, cuando dicha posibilidad se descartó y el régimen endureció la represión en los conocidos como 'tres años de terror'.


Rituales de obscenidad colectiva


20 de abril de 1950. Tres jóvenes campesinos son detenidos en un pueblo andaluz. Al día siguiente, son conducidos a una fábrica y torturados a lo largo de toda la noche. Tras la llegada del amanecer, son entregados a los terroríficos Regulares, que los atan a caballos y los arrastran por un camino empedrado antes de lapidarlos. Acaban, finalmente, con la vida de los tres jóvenes de un tiro en la cabeza. Lo único que se encuentran sus familias es un largo reguero de sangre y miembros cercenados.


Era posible ver a vecinos golpeando los cadáveres de los miembros de la guerrilla, arrancando su cuero cabelludo y quemando su piel

Esta es la narración con la que Marco arranca su trabajo, y que muestra la violencia desplegada durante ese periodo, a menudo superior a la de la etapa 1937-1939, cuando la violencia se burocratizó. “Se recuperó parte del repertorio de los primeros meses de la guerra, que se había reducido muchísimo a partir de febrero del 37”. La guerra irregular en las zonas rurales provocó que reapareciese la exhibición de cadáveres en las plazas de los pueblos, con el objetivo de evitar que los rebeldes fuesen mitificados, las masacres o las torturas, desde la mutilación de la lengua o genitales de los detenidos hasta la introducción de astillas debajo de las uñas o su extracción violenta, la aplicación de descargas eléctricas a los genitales o el quemado de las plantas de los pies. En el caso de las mujeres, muchas sufrieron violaciones, mutilación del clítoris o la introducción vaginal de barras de hierro al rojo vivo. En Extremadura, los capturados eran arrojados al agua por la Guardia Civil desde el puente de Almaraz y rematados con pistolas cuando intentaban alcanzar la orilla.

En ese negro panorama, Marco recupera el término “rituales de obscenidad colectiva”, utilizado por Bruce Lincoln para referirse a la violencia anticlerical en la zona republicana, para hablar de las sangrientas venganzas perpetradas por la población civil dentro de los propios pueblos. “En conflictos intracomunitarios es común, con unos niveles de violencia altísimos”, explica el historiador. Durante esa época, era posible ver a vecinos golpeando los cadáveres de esos “trofeos de caza legales” que eran los miembros de la guerrilla, arrancando su cuero cabelludo y quemando su piel. Una espiral de odio que provocaba que, en muchos casos, el ambiente fuese irrespirable, especialmente para aquellos que habían mostrado alguna simpatía republicana.

 “En muchos pueblos que habían quedado en la zona republicana hubo violencia contra personas que se consideraban derechistas o propietarios”, recuerda el profesor. “Esto conduce a muchos de los familiares de las víctimas a un deseo de justicia completamente natural si te han matado a un padre o un hermano o te han encarcelado”. El problema, prosigue, es que la dictadura no intentó impartir justicia, sino aprovechar ese sentimiento para perseguir a los republicanos en bloque. “Ahí se incorporan denuncias que pueden ser falsas por inquinas personales, motivos políticos que venían de mucho antes o casos como el de alguna persona que, al no haber podido entrar en una sociedad de ganaderos por no tener el número suficiente de cabras, había generado un rencor creciente”. El simple rumor fue, a menudo, un argumento utilizado en los consejos de guerra.


Un buen ejemplo de esa “violencia íntima” es lo ocurrido en Gúdar (Teruel). En 1946, la esposa de un líder de la guerrilla llamado Florencio Guillén fue detenida por orden del alcalde Víctor Bayo, y al día siguiente apareció muerta. Según la Guardia Civil, se había suicidado, aunque la familia adujo que había muerto a causa de una brutal paliza. Su hijo mayor, Florencio, se unió a su padre en el monte, y justo un año después, el 29 de septiembre en 1947, 30 guerrilleros, entre los que se encontraban Florencio y su padre, entraron en el pueblo, atacaron a la Guardia Civil y asesinaron a Bayo y siete miembros de su familia, incluidos dos niños. Florencio padre había dirigido la colectivización de los terrenos del pueblo durante la guerra, lo que le hizo ser encarcelado; episodios como este muestran “una tupida red de disputas y riñas”.

Unas consecuencias que duraron décadas

En su trabajo, Marco y Yusta proponen una interesante lectura de los efectos de la represión rural en la economía y demografía españolas: aunque no hubiese grandes desplazamientos masivos, es probable que la despoblación de zonas como Teruel que se produjo durante los cincuenta y sesenta fuese consecuencia, en parte, de ella. “En España, el fenómeno migratorio es tardío comparado con otros países europeos y lo ligamos con el desarrollismo, pero es verdad que en los cuarenta, la intensa actividad guerrillera en determinadas zonas expulsó a mucha gente, fundamentalmente aquellos que estaban vinculados de un modo u otro a la guerrilla, ya fuese por razones familiares o políticas, que buscaban el anonimato que representa la ciudad”, explica el autor.

En Acebuchal, Málaga, 40 familias fueron desalojadas de sus viviendas entre 1948 y 1953. Muchas de ellas se vieron obligadas a emigrar

Por una parte, los simpatizantes del bando perdedor lo tenían tremendamente difícil para encontrar trabajo, comida o apoyo social en sus pueblos. Por otra, la intervención militar del régimen franquista en determinadas zonas, por ejemplo, a través del control y el toque de queda en el monte, provocó graves problemas económicos. “España es un país muy montañoso, por lo que la actividad económica en el monte es muy alta: ganadería, minería, ciertos cultivos o la industria resinera eran clave en la época en regiones como Asturias, Cantabria, Granada o Málaga”, recuerda. “La declaración del estado de emergencia debido a la actividad guerrillera implicaba que hubiese patrullas de guardias civiles, la prohibición a los que trabajaban en el monte de pernoctar allí o prohibir toda actividad económica, que es catastrófico para estas zonas”. En algunos casos, se llegó a expulsar durante meses a toda una aldea para realizar batidas. En Acebuchal, Málaga, 40 familias fueron desalojadas entre 1948 y 1953.
Eso supuso que centenares de familias quedasen en la ruina, lo que provocó, junto a la hambruna, una constante migración a las capitales. Es otra más de las consecuencias que produjo la prolongación de la guerra durante más de una década, un largo proceso que concluyó en 1952 de forma silenciosa, una vez los rebeldes dejaron las armas, en parte vencidos, en parte haciendo caso al consejo de Stalin, que en 1948 había recomendado al Partido Comunista Español dejar de centrarse en la lucha armada para utilizar otras estrategias, como la infiltración en las estructuras del Estado. La guerra había terminado y daba comienzo un largo invierno que, al sol del desarrollismo de los años sesenta, se iría deshelando hasta la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975.
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viernes, 3 de mayo de 2019

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Foto: Luis Viadel

Día Mundial contra el Acoso Escolar


Día Mundial contra el Acoso Escolar: falsas creencias sobre el bullying que debes desterrar ya

La Vanguardia
Hoy, Día Mundial contra el acoso escolar, vale la pena recordar que los de bullying no son casos aislados ni un problema educativo residual. Más de la mitad de los niños españoles ha sufrido algún tipo de violencia o humillación en el colegio, la mayoría burlas, rumores o golpes. Y casi uno de cada cuatro admite haber participado en algún acto de violencia o humillación hacia otros compañeros. Estos son algunos de los datos del estudio Percepciones y vivencias del acoso escolar y el ciberacoso entre la población española de 10 a 17 años , publicado el pasado año por Save the Children.


El acoso escolar es un problema global que afecta a todos (familias, profesores y alumnos), pero que en muchas ocasiones no se percibe como tal, a pesar de que sus consecuencias pueden ser graves y permanentes. Según Irene Montiel, doctora en Psicología y profesora del grado de Criminología de la UOC, aún existen falsas creencias que restan importancia a sus consecuencias y que impiden un abordamiento rápido y eficaz del problema. A continuación se recogen algunas de estas afirmaciones que a día de hoy aún están muy extendidas:

1. Sólo es bullying si existe violencia o agresiones físicas

El acoso escolar también puede ser verbal (insultos, desprecios…) o relacional (“A ti no te invito a mi cumpleaños, y al resto sí”, “Tú no te sientas con nosotros”) y su objetivo es el aislamiento social. El acoso con violencia es más común en los varones. Según el informe de Save the Children, el 30 % de los niños admite que le han pegado, respecto al 14 % de las niñas. En cuanto a las edades, las agresiones se dan más en niños y niñas de 10 a 12 años (un 31 %) y van desapareciendo con la edad: un 22 % de los chicos y chicas de 13 a 15 años y un 10 % de 16 a 17 años dice haber sufrido agresiones físicas. El bullying sin violencia física suele ser más difícil de detectar porque es más sutil, apunta Irene Montiel, y sobre todo los adolescentes, llegan incluso a no considerarlo acoso, en parte por estas falsas creencias que todavía están muy extendidas en la sociedad.

2. Siempre ha existido, ¡son cosas de niños!


Ni son cosas de niños ni hay que aceptarlo, restarle importancia o pensar que desaparecerá si se deja pasar. La frase “esto ha ocurrido toda la vida” no lo legitima. Y afirmaciones como “los niños de ahora no aguantan nada” o “nadie se ha muerto de esto” no hacen sino esconder un problema real que debe abordarse correctamente.

Montiel advierte que opiniones de este tipo son “muy habituales entre los adultos» y se corre el riesgo de restar importancia a un problema gravísimo que puede llevar incluso al suicidio de la víctima. En España, tal y como registran los últimos datos del INE de 2017, el suicidio es la tercera causa de muerte juvenil.

3. Te hace más fuerte


Todo lo contrario. La mayoría de los niños, niñas y adolescentes son fuertes y resilientes, es decir, consiguen superar la experiencia. Pero en muchas ocasiones, la víctima acaba experimentando estrés crónico y se vuelve cada vez más débil y vulnerable, no solo en esta fase infantil o juvenil. Diversas investigaciones científicas han demostrado que los niños que sufrieron acoso escolar son más proclives a seguir siendo víctimas en su etapa adulta (violencia de pareja, agresiones, etcétera).

“De alguna forma aprenden o interiorizan que este es su papel y que la violencia es una forma natural de relacionarse”, explica Irene Montiel. Igual que ocurre con los pequeños que han sufrido abusos sexuales, que suelen verse abocados a relaciones donde se perpetúa el abuso o el desequilibrio de poder, en el caso de los niños acosados serán personas más expuestas y con mayor probabilidad de sufrir otras formas de violencia. Además, diversas investigaciones han demostrado que el bullying deja secuelas en la edad adulta como la depresión o la ansiedad social.

Esto no significa que haya que evitar todas las adversidades a los niños, ya que forman parte de la vida y han de aprender a afrontarlas y superarlas, pero en su justa medida. Montiel explica que existe un umbral que no debe sobrepasarse y que, una vez se cruza, no hay vuelta atrás. Así como un nivel de estrés mínimo es bueno y nos ayuda a estar alerta, un nivel de estrés crónico perjudica gravemente la salud, y lo mismo ocurre con los conflictos.

Una exposición moderada a conflictos relacionales ayuda a aprender a gestionarlos, pero dejar que el niño se enfrente a situaciones de violencia no solo es intolerable, sino que tiene también consecuencias “gravísimas”, y no podemos esperar a que sea capaz de manejarlas. Hay muchos casos de pequeños que han sufrido bullying que han sido capaces de enfrentarlo de manera resistente, matiza la profesora, y han sabido convertirlo en una experiencia positiva al superarlo y al valerse de ese aprendizaje para, por ejemplo, ayudar con su experiencia a otros niños que lo están sufriendo. Pero eso no implica que no sufran. La capacidad de resistencia no implica ausencia de daño, sino un afrontamiento positivo y exitoso de este.

4. Si es solo por internet, no es para tanto

El acoso por internet puede tener las mismas consecuencias psicológicas o incluso más graves. Pero, al igual que el bullying sin agresiones físicas, se tiende a restarle importancia, explica la profesora de la UOC. Y esto a pesar de que, en España, uno de cada cuatro casos de bullying se produce por medio de dispositivos tecnológicos, según la OMS, y que ocupamos el séptimo lugar en la clasificación de países con mayor ciberbullying en niños de trece años.

Además, en el caso del ciberacoso, los testigos o los agresores pueden llegar a ser miles. Un tuit o un comentario en Facebook que se repite por cientos de usuarios multiplica el número de agresores y las probabilidades de causar un daño a la víctima. Además, el ciberbullying también aumenta “la sensación de indefensión e imposibilidad de escapar” de la víctima, que está 24 horas al día expuesta a los ataques en línea.
El ciberacoso aumenta la sensación de indefensión y es más probable que la víctima piense en el suicidio

Esto puede derivar en un “estado de paranoia” que atormenta a la víctima permanentemente. La profesora de Criminología de la UOC explica que el ataque en internet puede perpetuarse en el tiempo y reaparecer en cualquier momento.

Por ende, el estrés puede cronificarse y es posible que la víctima acabe viendo el suicidio como la única escapatoria. Y es que, en el caso del ciberbullying, el impacto del suicidio es todavía mayor que en el acoso escolar tradicional. Las cibervíctimas tienen tres veces más riesgo de tener ideas suicidas, según el estudio Relación entre la victimización entre iguales, el ciberacoso y el suicidio en niños y adolescentes , publicado en Jama Pediatrics, revista médica de la Asociación Médica Americana.

5. Cualquier conflicto entre menores es bullying

No es cierto. Para que un conflicto entre menores sea considerado acoso escolar tienen que darse tres condiciones: la primera, que haya intención de hacer daño, de anular a la víctima; la segunda, que sea un comportamiento reiterado y sistemático a la misma persona, que no sea un ataque puntual; y, por último, que exista un desequilibrio de poder entre los agresores y su víctima.

6. Si supiera defenderse no sufriría acoso escolar

Esta falsa creencia está muy extendida, según explica Montiel. Incluso los padres llegan a culpar al niño con frases como: “Eres tonto porque no te defiendes”. Es cierto que hay niños con ciertas habilidades sociales que tienen menos probabilidades de sufrir acoso. Y también es cierto que hay que ayudar y dar herramientas a los pequeños para saber enfrentarse a las adversidades. Pero ningún menor tiene por qué saber cómo hacer frente a una situación de violencia de este tipo, que incluso los adultos no sabríamos gestionar si la viviéramos, por ejemplo, en nuestro entorno laboral. Así que el papel del adulto ha de ser el de vigilar, proteger, ayudar y defender, y enseñar al niño que tiene derecho a no ser agredido nunca y a pedir ayuda y recibirla sin que se le considere por ello un “chivato”.

7. Los niños siempre avisan si sufren un acoso grave

Está comprobado que en muchísimos casos prima “la ley del silencio”. Las víctimas se van hundiendo, se sienten cada vez más aisladas y llegan a creer que ni sus familiares pueden ayudarlas, explica Irene Montiel. Además, temen que el acoso se recrudezca al ser tachadas de chivatas. Los niños más mayores también pueden callar para no preocupar a sus padres, advierte la profesora.

Y aún existe otro motivo más para silenciar el abuso: es muy habitual que los papeles se intercambien con el tiempo, y podría ser que la víctima de hoy fuera agresor en el pasado. En estos casos, muchos menores optan por no contar su problema, por miedo a no ser comprendidos o a que se les culpabilice de su situación y ello les arrebate el derecho a ser ayudados.

8. Es difícil que los padres y profesores se den cuenta

Es cierto que padres y profesores suelen tener dificultades para advertir el ciberbullying al no compartir redes sociales ni entornos virtuales con los menores. Pero cuando se trata de acoso tradicional, como explica la profesora de Criminología de la UOC, los profesores pueden darse cuenta con relativa facilidad, al menos de que algo en el grupo no funciona bien. Por su parte, los padres deben estar atentos a síntomas como bajada de rendimiento escolar, cambios de comportamiento, miedo de ir al cole… y ser muy accesibles emocionalmente con sus hijos e hijas, no avasallando a preguntas, pero sí dejando muy claro que están ahí dispuestos a escucharles, pase lo que pase, sin juzgarlos ni castigarlos, y, en caso necesario, buscar apoyo en el centro escolar o en profesionales de la psicología.

9. Es mejor que lo solucionen entre ellos

No es cierto que sea mejor mantenerse al margen. Los adultos han de intervenir y dar herramientas tanto al acosador –“cuya actitud siempre esconde algún motivo”, matiza Montiel–, como a la víctima y a los testigos, figuras claves tanto para perpetuar el bullying como para eliminarlo.

El acoso y el aislamiento no existen si no hay espectadores que los toleran. Son ellos los que deben intervenir afeando la conducta o advirtiendo, pero para que esto ocurra los adultos primero tienen que dar ejemplo a los niños interviniendo cuando ven situaciones de insultos o vejaciones, añade la profesora. Y,además, deben tomar las medidas necesarias para atajar el problema cuando ya existe. No podemos exigir a los niños y niñas que actúen de forma valiente y responsable si nosotros no somos capaces de hacerlo. Además, su seguridad y bienestar es nuestra responsabilidad. Ellos ya tienen bastante con descubrir cómo funciona el mundo y cuál es su lugar en él. ¡Eso sí son cosas de niños!, enfatiza Montiel.

martes, 30 de abril de 2019

El Crimen de Cuenca


ClicClic
https://archive.org/details/ElCrimenDeCuenca
Título original
El crimen de Cuenca
Año
Duración
92 min.
País
España España
Dirección
Guion
Salvador Maldonado, Pilar Miró (Idea: Juan Antonio Porto)
Música
Antón García Abril
Fotografía
Hans Burmann
Reparto
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Productora
InCine S.A / Jet Films
Género
Drama | Vida rural. Basado en hechos reales. Crimen. Años 1910-1919
Sinopsis
En 1913, Gregorio Valero Contreras y León Sánchez Gascón, amigos y vecinos de Osa de La Vega (Cuenca) son detenidos como autores de la muerte de José María Grimaldos López, pastor de oficio y compañero de los anteriores. El pueblo les acusa, incluso la mujer de Gregorio reúne pruebas contra ellos. Los dos hombres confiesan el crimen después de ser sometidos a torturas. Son juzgados en 1918 en la Audiencia Provincial de Cuenca que, tras modificar la petición de pena capital, los condena a dieciocho años de cárcel... (FILMAFFINITY)

Premios
1980: Festival de Berlín: Sección oficial de largometrajes

Críticas
  • "Torturas llevadas a la pantalla con demasiada minuciosidad y mucho problemas con la censura, en una historia que no los dejará impasibles"

Pablo Casado se reía del CIS y del PSOE

Lo que las mujeres quieren 'cliteralmente'


Un nuevo estudio ha revelado que solo un 18% de las mujeres alcanzan el orgasmo únicamente con penetración.

lunes, 29 de abril de 2019

Una altra empresa que marxa de Catalunya


Albert-o


Mentiroso, maleducado, grosero, hipócrita, cínico…mala persona.


¿Ha acabado usted de mentir? Ahora me toca a mí.

Así...No PODEMOS.


Las discrepancias internas no deben ser del dominio público. Su marcha fue como si te arrancases el brazo izquierdo. Necesitas rodearte de varios elementos como él y da la sensación de que haces lo contrario.