La exhumación de Franco era absolutamente necesaria. Pero no podemos estar
orgullosos de que esta situación se haya mantenido durante décadas de
democracia. Todavía continúa la situación inaceptable de las fosas comunes. Y
se mantienen otras secuelas de la dictadura que hay que erradicar. Entre ellas,
los privilegios de unas todopoderosas élites económicas que forjaron sus
fortunas al cobijo de la represión franquista y quedaron reforzadas tras pactar
con determinados sectores de la democracia, a través de mecanismos como las
puertas giratorias. También se mantienen unas prácticas corruptas que proceden
directamente del franquismo. Esta exhumación no puede ser un punto de llegada,
sino más bien un espacio de partida, para seguir desmantelando los efectos de la
dictadura y construir una democracia avanzada.
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