El
poema de una víctima de Billy
el Niño
Emotivo recuerdo a más de cien víctimas enterradas en una fosa común de Madrid
ElPlural
Juan Luis Valenzuela
1-10-23
Juan Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño, miembro de la Brigada Política Social durante el franquismo, fue uno de los más deleznables torturadores contra los opositores al régimen de Franco. El siniestro inspector fue uno de los rostros más conocidos del aparato totalitario y represor de la policía al servicio de la dictadura.
Uno de los que sufrieron la persecución y la acción iracunda y represora del siniestro inspector fue Luis Pérez Lara. Luis nació el 12 de agosto de 1934. Sus padres y sus tíos se volcaron en la defensa de la II República, quedando él a cargo de sus abuelos. A pesar de llevar años jubilado, su actividad es frenética al frente de colectivos como la Asociación de expresos y Represaliados Antifranquistas, el Centro Cultural Blas de Otero de San Sebastián de los Reyes o gestionando desde la presidencia de la Comisión de la Verdad, también en esta ciudad del norte de Madrid.
Pérez Lara sigue siendo un luchador nato porque cree que este mundo puede y debe ser más justo y mejor. Lo ha pensado y defendido siempre, antes, contra el franquismo a costa de su libertad (estuvo preso en distintas cárceles franquistas) e incluso poniendo en riesgo su vida y, ahora, especialmente defendiendo lucha memorialista.
Cara a cara con Billy el Niño en la Puerta del Sol
Esa lucha contra la dictadura le llevó a tener que vérselas frente a este perverso y funesto inspector de la temida policía franquista y de su Brigada de Información. Detenido el 23 de abril de 1967 e interrogado los días siguientes, juzgado por el Tribunal de Orden Público un año después y condenado a 13 años y un día de prisión mayor. Tras los primeros interrogatorios y ante su negativa a responder a las preguntas, cayó en manos del conocido torturador Roberto Conesa que le amenazó advirtiéndole que, de seguir en su negativa a confesar, le dejaría en manos de los nuevos “cachorros” que habían llegado que le iban a destrozar. Efectivamente, llegaron dos policías muy jóvenes, uno de ellos era el terrible Billy el Niño. Este no le preguntó. Lo primero que hizo fue darle una brutal paliza y alardeando pistola en mano, que él tenía permiso para matar “rojos”. Durante el interrogatorio, Luis estaba esposado a la espalda. Como no se doblegaba, le amenazaron con tirarle por la misma ventana por la que habían arrojado a Julián Grimau durante los interrogatorios en 1962, desde un segundo piso en la que el activista del PCE se golpeó en la cabeza y se fracturó las muñecas. Meses después fue fusilado pero el régimen dijo que se había tirado al vacío de forma "inexplicable", tras encaramarse a una silla. Nadie creyó esta explicación y siempre se sospechó que fue arrojado al vacío por sus torturadores.
56 años después de ese terrible encuentro con el sanguinario torturador, Luis trabaja en la segunda campaña de exhumaciones del cementerio de Colmenar Viejo, en busca de los restos de 108 fusilados y enterrados en una fosa, vecinos de Colmenar Viejo, San Sebastián de los Reyes, Soto del Real, Manzanares El Real, Miraflores de la Sierra y El Molar.
También dirige teatro y preside actos culturales y memorialistas como el desarrollado el pasado jueves con la exposición “Los leales. 30 militares de la República” o dirige el posterior coloquio de este acto. Y fue aquí, en este acto, cuando Luis aprovechó la nutrida asistencia y leyó unos poemas que, en su amplia faceta multidisciplinar, había escrito para complementar este acto.
Contra
el negacionismo
Un poema que habla del golpe de estado del 36, de la guerra provocada por los facinerosos franquistas y que le sirve, para recordar y rendir homenaje a las víctimas que “ochenta y cuatro años ya, y aún yacen bajo la tierra republicanos de paz”.
He aquí la emotiva composición poética de un luchador, de un testigo sufridor de la dictadura que termina dando el alto a los negacionistas: el poema de Luis Pérez Lara.
“Verano
del 39,
ochenta y cuatro años ya,
y
aún yacen bajo la tierra
republicanos de paz.
Con
ilusión construían
una España progresista,
pero llegaron las hordas
bajo
el mando del golpista.
Las órdenes fueron claras,
por
escrito y con su rúbrica.
El objetivo primero
aplastar a la República.
¡Ni progreso ni cultura!
¡Ni
las conquistas sociales!
¡Hay que matarlos a todos,
que no queden ni señales!
Maestras de la República,
maestros republicanos,
los primeros en caer
tan vilmente asesinados.
Alcaldes y concejales,
sindicalistas de pro,
trabajadores del campo,
fusilados sin razón.
Compañeros, camaradas,
¿dónde fueron a parar
vuestros cuerpos masacrados
que tanto nos cuesta hallar?
Os
ocultaron vilmente
tras las cortinas del odio
y que nadie conociera
tan criminal episodio.
Hay que sacar de la tierra
a nuestros republicanos
‘y desamordazarles’
‘regresarles’, hermanos.
Ya
hemos bajado a las fosas.
Saldréis inmediatamente,
para que vuestras familias
os entierren dignamente.
Que Benita vea su sueño
de una vez realizado
y pueda abrazar los huesos
de su padre asesinado.
De abrir heridas nos culpan
cuando intentaron buscaros,
sin cerrar las que se abrieron
y aún continúan sangrando.
¿Hasta cuándo la barbarie
el miedo y la humillación?
Hay que romper las barreras
Del odio y la sinrazón.
Hay que redoblar la lucha,
recuperar la memoria,
que la juventud conozca
esa parte de la Historia.
Que crezca la Democracia
¡Alto a los negacionistas!
Reivindiquemos valores
de la Segunda República”.
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