La intrahistoria de una jornada de infarto en Moncloa: susto y muerte hasta el definitivo 'ok' de Junts
El Ejecutivo comenzó a amasar el milagro en la madrugada del lunes, aunque durante el martes el acuerdo peligró
ElPlural
Nacho Caballero
29-1-25
La del martes fue una de las mañanas más agitadas que se recuerdan en el Palacio de la Moncloa. Al menos en la historia reciente. Los pasillos del edificio del Consejo de Ministros estaban en plena efervescencia desde prácticamente la primera hora de actividad de la jornada, cuando se dio la orden de alterar la agenda. Maniobra que anticipaba el guiso que se preparaba en los fogones del complejo presidencial. Lo que marca la cotidianeidad de los martes es que a las 09:30 horas arranque el cónclave del Gabinete. Pero este no fue así. Era diferente y se dio la orden de comenzar el día con el Consejo de Seguridad Nacional, donde participan algo más de la mitad de los miembros del Gobierno y que en su origen estaba convocado a las 11:00 horas. Esta fue la primera miga de pan en el camino hacia un acuerdo con Junts que desbloquearía el escudo social y que comenzó a fraguarse en la noche del lunes.
Según revela El País, fue en las horas previas al Consejo de Ministros cuando las voces entonaban una melodía más o menos armónica. Sendas partes -Gobierno y Junts- intensificaron los contactos durante el fin de semana. Tres días de negociación pura y dura que conducían al Ejecutivo a un callejón sin salida. Sin embargo, los negociadores encauzaron las conversaciones con la prebenda que demandaban los juntaires, que no es otra que la tramitación de la proposición no de ley de la cuestión de confianza que registraron en el Congreso de los Diputados el pasado mes de diciembre. Los socialistas no estaban por la labor de tramitarla en un principio, pero cedieron después de que los independentistas hicieran lo propio. Siguiendo los consejos de los servicios jurídicos de la Cámara Baja, que sugerían a los nacionalistas que reformularan su iniciativa, aceptaron reorientarla hacia un enfoque con más carga política que jurídica, habida cuenta de que la competencia para activar tal herramienta constitucional recae sobre el presidente del Gobierno, previa deliberación en el Consejo de Ministros.
Primera puerta abierta
Sorteado el escollo político, los equipos afrontaban el sprint final de la negociación que no era sino pulir el decreto. La “línea roja” de los juntaires eran los desahucios. O la “inquiocupación”, que lo identifican con que personas en riesgo de vulnerabilidad dejen de pagar el alquiler por cualquier circunstancia de carácter extrema. Hasta el momento, las partes vibraban en la misma nota y fueron entonando la canción paulatinamente, máxime cuando los neoconvergentes consiguieron expulsar del decreto cualquier tipo de iniciativa que no tuviera un profundo calado social. Eso sí, en Junts no estaban por la labor de mantener la negociación si se mantenía el escudo antidesahucios.
Y es que extirpar este último punto haría imposible la convalidación del real decreto, pues todas las columnas parlamentarias de la coalición, incluido Sumar, habrían hecho mutis por el foro. Por ello, la prohibición de desahucios era la frontera a la que podía llegar el PSOE. Ni más ni menos. Los números no daban y por eso el Gobierno se empleó a fondo en un resquicio que los juntaires habían dejado abierto. La solución pasaba por mantener el escudo antidesahucios como estaba, pero a cambio de introducir en el articulado un sistema de avales para la protección a los propietarios de las viviendas que alquilen a personas vulnerables o menores de 35 años. Eso sí, siempre que se esté por debajo del índice de referencia establecido por el Ejecutivo. Una medida que, por cierto, planteó el propio Sánchez en la primera mitad del mes de enero, aunque aún no tenía un volcado legal.
Teléfonos en llamas
Esta fórmula era perfecta para todos. No perdía nadie, todos ganan. Se mantiene el escudo antidesahucios tras pender de un hilo y los juntaires tendrían sus avales de protección. Pero lo idílico no existe en política y los flecos hicieron tambalear todos los avances que se habían logrado hasta el momento. Los móviles ardían. Mientras el número tres del PSOE, Santos Cerdán, intensificaba las conversaciones con su homólogo de Junts, Jordi Turull, entraba en escena el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, acorde con la información publicada por El País. Entre bambalinas, el histórico dirigente socialista intercedía entre las partes para armonizar posiciones. Sobre todo, actuó en lo relativo a la cuestión de confianza, que se antojaba como el gran lunar hasta el hallazgo de un punto que satisfizo a todos.
Sobre la bocina, como casi siempre durante esta legislatura, llegó la canasta imposible. A una sala de negociación que tuvo más tráfico que la M-30 en mañanas y tardes laborables se incorporó la ministra de Vivienda para solventar el fleco de los avales. Isabel Rodríguez se sentó a la mesa, desde donde se dieron los últimos retoques a un acuerdo que obtuvo la bendición inmediata de los neoconvergentes y la consiguiente columna de humo denso y blanco que anunciaba el acuerdo para la prórroga de las medidas del escudo social.
A partir de entonces, la correa de transmisión fluyó con suavidad. Después de una mañana de absoluta incertidumbre, con el grueso de ministros enterándose de los avances a modo del infantil teléfono escacharrado, los componentes del cónclave ocuparon sus asientos y levantaron el pulgar pasado el mediodía, cuando la reunión estaba prevista, como siempre, para las 09:30 horas de la mañana. Del ajetreo de las primeras horas del día, con Bolaños, Urtasun, Montero en una sala anexa y arremangados para engrasar el acuerdo y Sánchez y Díaz sin perder ojo al móvil junto al resto de su gabinete, se dio paso al anuncio oficial del presidente, muy cercano a las 15:00 horas y que liquidaba otra jornada de pulsaciones disparadas en el Complejo de La Moncloa.
Según expone El País, también como casi siempre, el presidente del Gobierno era un témpano de hielo. Sereno y confiado, cuya tranquilidad sobresalía entre la incertidumbre de la sala. Sánchez, acostumbrado a batirse el cobre en estas lides, obró de nuevo el milagro; el triple sobre la bocina y a la desesperada desde campo propio y con dos defensas encima. El tiro imposible que siempre acaba besando la red.
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