Origen
de las palabras.
"Lesbiana"
La
palabra “lesbiana” está derivada del nombre de la isla griega de
Lesbos, hogar en el siglo V a.C. de la poetisa Safo.
Safo,
también conocida como Safo de Lesbos o Safo de Mitilene (en griego
ático y griego moderno: Σαπφώ; en eolio, Ψάπφω; en latín,
Sapphō Mitilene, Lesbos, ca. 650/610 a. C.-Léucade, 580 a. C.), fue
una poetisa griega de la época arcaica. Más tarde los comentaristas
griegos la incluyeron en la lista de los «nueve poetas líricos».
Platón la definió como la décima musa.
De
los escritos que se han conservado, los historiadores han deducido
que un grupo de mujeres jóvenes estaban a cargo de Safo para su
instrucción y diversión.
No
ha sobrevivido mucha de la poesía de Safo, pero la que se conoce
refleja los temas sobre los que escribió: las vidas diarias de las
mujeres, sus relaciones y rituales. Se centraba en la belleza de las
mujeres y proclamaba su amor por las jóvenes.
Antes
de finales del siglo XIX, la palabra "lesbiano/a" era una
adjetivo que calificaba a aquello que derivaba de Lesbos, incluyendo
un tipo de vino.
En
1890 la palabra fue usada en un diccionario médico como adjetivo
para describir el tribadismo (como “amor lésbico”):
gratificación sexual de dos mujeres a través de la simulación del
coito.
“Lesbianismo”,
para describir la relación erótica entre mujeres, fue documentado
en 1870. El término era intercambiable con “sáfica” y “sadismo”
hacia principios del siglo XX.
El
uso de “lesbiana” en la literatura médica comenzó a ser
prevalente; hacia 1925 la palabra está documentada como un
sustantivo para referirse al equivalente femenino de un sodomita.
La
subcultura lesbiana se desarrolló en respuesta a la categorización
del lesbianismo como un problema médico por sexólogos como Richard
von Krafft-Ebing.
El
desarrollo del conocimiento médico fue un factor importante para las
connotaciones que iba a incluir la palabra.
A
mediados del siglo XIX, los divulgadores médicos trataron de
establecer formas de identificar la homosexualidad masculina, que era
vista como un problema social considerable en la mayoría de las
sociedades occidentales.
Categorizando
el comportamiento sexual, sexólogos como el alemán Magnus
Hirschfeld se referían a la “inversión” como un comportamiento
sexual normal para varones y mujeres, por lo que los varones y las
mujeres variaban desde el “tipo sexual masculino perfecto” hasta
el “tipo sexual femenino perfecto”.
La
cantidad de literatura médica dedicada a la homosexualidad femenina
era mucho menor que la dedicada a la homosexualidad masculina, ya que
los profesionales médicos no lo consideraban un problema
significativo. En algunos casos, ni siquiera reconocían su
existencia.
Sin
embargo, los sexólogos Richard von Krafft-Ebing de Alemania y
Havelock Ellis del Reino Unido escribieron algunas de las
categorizaciones más tempranas y duraderas de la homosexualidad
femenina, considerándola un tipo de locura. Krafft-Ebing, que
consideraba el lesbianismo (que llamaba “uranismo”) una
enfermedad neurológica y Ellis, que estaba influenciado por los
escritos de Krafft-Ebing, creían que la condición no era
permanente. Ellis creía que muchas mujeres que profesaban amor por
otras mujeres cambiaban sus sentimientos después de haberse casado y
tener una “vida real”.
Sin
embargo, Ellis admitía la existencia de “auténticas invertidas”
que pasarían toda su vida en relaciones eróticas con otras mujeres.
Éstas eran miembros del “tercer sexo”, que rechazaba el papel
subalterno, femenino y doméstico de las mujeres.
La
palabra “invertida” calificaba a la que realizaba los roles de
género opuestos a su sexo y la atracción por mujeres, en lugar de
por varones; debido a que las mujeres de la época victoriana eran
consideradas incapaces de iniciar encuentros sexuales, las mujeres
que lo hacían con otras mujeres se consideraba que tenían deseos
sexuales masculinos.
Las
obras de Krafft-Ebing y Ellis tuvieron una gran circulación y
ayudaron a crear una conciencia pública sobre la homosexualidad
femenina.
Las
afirmaciones de los sexólogos de que la homosexualidad era una
anomalía congénita, por lo general, eran bien aceptadas por los
varones homosexuales; indicaban que su comportamiento no estaba
inspirado ni debía ser considerado un vicio criminal y era
ampliamente admitida.
En
ausencia de otro material para describir sus emociones, los
homosexuales aceptaron la designación de “diferente” o
“pervertido” y usaron su estatus de proscritos para formar
círculos sociales en París y Berlín. “Lesbiana” y
“lesbianismo” comenzaron a describir elementos de una subcultura.
Hoy
en día el término es socialmente aceptado para hacer referencia a
la homosexualidad femenina
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