Milena Vega Cortés
Cuando venga un aleluyo para hablarte de lo que dice la Biblia, escúchalo, préstale atención. No porque tengas que estar de acuerdo, sino porque estas personas necesitan expresar su enajenación y compartir su alienación.
Te hablarán de un ser omnipotente que, curiosamente, no puede hablar por sí mismo.
Te dirán que es omnipresente, pero que nunca puede aparecer cuando se le necesita.
Afirmarán vehementemente que es puro amor, aunque según la misma Biblia ahogó a todas las especies y luego se arrepintió de su creación.
Te contarán sobre su omnisciencia, pero no puede evitar el mal.
Y te dirán que también existe un Satanás, pero resulta que el verdadero causante del mal es su propio Dios. Mientras escuchas, te preguntarás: ¿Para qué existe Satanás si el Todopoderoso es su Dios?
Aun así, préstale mucha atención. Estas personas necesitan desahogar todo lo que les hicieron creer. Son creyentes fervorosos que viven con un temor inmenso a sufrir un castigo en un lugar que llaman infierno. Creen que predicar lo que dice su mito los salvará y los llevará al cielo, donde pasarán una eternidad de rodillas y sirviendo a un Dios celoso y psicópata. Porque ellos mismos dicen que si no lo aman, él los destruirá.
Recuerda que estas personas viven en una constante amenaza, como si alguien los vigilara desde arriba. Viven con miedo constante debido a su religión, que les ha hecho sentir que no son nada sin Dios. Se menosprecian a sí mismos y desean que los demás se sientan esclavos del dogmatismo, tal como ellos.
Después de escuchar su discurso y antes de que se vayan, pregúntales:
"Si tu Dios es omnipotente, omnipresente y omnisciente, ¿por qué necesita que tú lo defiendas y lo prediques? ¿No debería ser capaz de hacerlo por sí mismo?".
Escrito por Kabenzotz Bej.
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