Buscar este blog

sábado, 26 de julio de 2025

 




Jorge Bucay

Hay un miedo del que casi nadie se atreve a hablar, pero todas lo llevamos adentro.

No tiene que ver con las arrugas, ni con el bastón, ni siquiera con la soledad.

Es ese otro miedo… el de ir desapareciendo dentro de un cuerpo que ya no te responde como antes.

El de no poder levantarte sin ayuda.

El de no llegar sola al baño.

El miedo a depender. 

A veces me despierto y lo pienso en silencio, como si decirlo fuerte lo hiciera real…

¿Qué pasa si un día ya no puedo con todo yo sola?

Si la mano me tiembla y los pinceles se me escapan.

Si la memoria me juega ausencias y se me olvida el café hirviendo, los nombres… o incluso yo misma.

Y no, no quiero que me miren con lástima.

Quiero respeto.

Porque aunque el cuerpo se apague lento, el alma sigue aquí, viva y clara.

Una no deja de ser mujer, ni valiente, ni digna… solo porque el cuerpo ya no obedezca como antes.

Pero duele.

Duele mirar cómo a los viejos los tratan como si estorbaran, como si fueran niños torpes.

Ese también es otro miedo: no solo depender…

sino que te vean como una carga.  

Por eso, mientras pueda, me levanto.

Me preparo mi café. Me seco las lágrimas.

Me doy mi propio abrazo.

Me repito que sigo valiendo.

Porque si algún día no puedo hacerlo por mí misma, que al menos lo sepa quien me cuide.

No necesito compasión.

Lo que quiero es amor que no duela.

Amor con respeto.

Y si llega el momento en que dependa de alguien…

que me tome la mano sin hacerme sentir que valgo menos!!!

Porque vieja sí…

pero vacía e incapaz, jamás!

Crédito a quien corresponda...

TOMADO DE LA RED.




No hay comentarios:

Publicar un comentario