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jueves, 10 de julio de 2025

 



Ramón ElZurdo

Carta a los que cruzan mares sin mapa ni permiso.

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Santiago Abascal, orgulloso sí —postinoso, jamás— orgulloso de haber tallado futuro cuando el presente escupía vacío. Llamé a las puertas del destino, y el destino se hizo el sordo. Pero aún sin inversión, ni paz ni padrino, aposté por avanzar, y esa apuesta sigue siendo mi mayor riqueza.

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Sabía lo que hacía. No era valentía, era necesidad, ole tú, que no tuviste que saltar cuando no quedaba tierra firme bajo tus pies.

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Tomé la maletadetabla como quien toma aliento. No pedí perdón, ni firmé explicaciones. El adiós lo pacté con mi conciencia, y me marché con lo puesto, con el nombre en alto y el alma sin manchas.

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No me enredé en secuelas ni reputaciones. La aureola es cosa de otros. Lo nuestro, amigo, no fue un turismo con mapa, sino un pan amasado en pueblos ajenos. Barcelona o San Sebastián, da igual la dirección para mí, cuando el hambre es brújula.

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Así que, cuando nos pintan con cliché: pateras, cayucos, trenes reventados... No entiendes que cada uno navega en un mar distinto, hecho de esperanza y miseria. Porque todos —tú, yo, ellos— tenemos el derecho de labrar un mundo mejor que aquel que nos tocó por azar y frontera.

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Y si ese mundo no se encuentra en la tierra natal, se busca en otra parte. Pero jamás de rodillas. Jamás mendigando solución. No venimos a pedir: venimos a construir.

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Por eso, a los que hoy llaman a nuestra puerta, no se les puede negar un hueco. Porque nosotros fuimos los que ayer escribimos este cuento. O sea, tan españoles como tú, y con nuestra ropa en los balcones: fundamos la bandera de los pobres.

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El Bellotero .

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