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miércoles, 1 de octubre de 2025

 



CARTA ABIERTA A ALBERT RIVERA: DEL DESPIDO A LA CÁTEDRA DEL VACÍO

✍️ Javier F. Ferrero

Estimado señor Rivera:

Hay que tener un rostro a prueba de terremotos para predicar liderazgo después de haber sido desahuciado de la política y despedido de su trabajo por vago. Porque eso no lo dicen sus enemigos: lo dijo su propio bufete, Martínez-Echeverría, que dejó por escrito que su productividad estaba “muy por debajo de cualquier estándar razonable”. Traducido: no hacía usted nada.

Y sin embargo, ahí está, dando charlas en inglés de mercadillo —Top Voice Leadership & Innovation— como si no hubiese arrastrado a un partido de 57 a 10 escaños, como si no hubiera dejado tras de sí un cementerio político, como si la historia no le recordara como el hombre que quiso ser presidente y terminó facturando frases de sobre de azúcar.

El contraste es grotesco: usted, que defendía el despido libre, acaba de hacerse millonario gracias a la normativa laboral que tanto despreciaba. La misma ley que quería desmantelar es la que ahora le ha regalado 1,5 millones de euros por “daños y perjuicios” y “daños morales”. La meritocracia según Rivera: si eres un trabajador normal, te llamo vago y defiendo que te echen sin indemnización. Si el vago soy yo, reclamo daños reputacionales y me forro.

¿Y ahora quiere hablar de liderazgo? ¿De innovación? ¿De riesgo? Usted no ha liderado nada, más allá de su caída libre. No innovó, copió el manual neoliberal más rancio. No arriesgó: se subió a los hombros de las élites que le ficharon en un bufete solo porque había salido en televisión. Lo único que demostró fue cómo fracasar en política, fracasar en la empresa privada y aun así seguir siendo recibido en eventos que pagan caro escuchar obviedades.

De la “España de los valientes” pasó a la España del privilegio de siempre: cobrar sueldos desorbitados sin trabajar, sobrevivir de tertulia en tertulia y convertir la nada en oficio. Su vida laboral es un manual del parásito de lujo: el político caído en desgracia que aún así sigue siendo invitado, porque en este país las puertas giratorias siempre giran para el mismo lado.

No se engañe, señor Rivera: no habla de liderazgo, habla de autojustificación. Lo suyo no es un camino de innovación, es el viejo teatro del privilegio. Se presenta como ejemplo de riesgo y creatividad cuando lo único que ha demostrado es la capacidad infinita de vivir del cuento.

Y no, no todos somos iguales. La mayoría de los españoles no cobra 1,5 millones por no trabajar. La mayoría madruga, ficha, aguanta jefes mediocres y sueldos de miseria. La mayoría jamás verá en su vida lo que usted ha rapiñado en un juicio.

Por eso su discurso es tan insultante: porque no es solo vacío, es insulto al trabajador que usted quiso precarizar. Predicar liderazgo después de ser expulsado por ineficaz es como dar clases de fidelidad tras una infidelidad televisada: grotesco y obsceno.

Albert Rivera, de chaqueta ajustada y sonrisa ensayada, no es un líder caído. Es simplemente lo que siempre fue: un producto de marketing que se creyó hombre de Estado y terminó en un PowerPoint motivacional.

Atentamente,

Javier F. Ferrero - Spanish Revolution

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