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miércoles, 1 de octubre de 2025

 





Una tarde de mi infancia, acompañé a mi padre al circo. La fila era larga, y delante de nosotros había una familia de ocho: padre, madre y seis niños, todos con ropa gastada pero limpia. Los pequeños no podían contener la emoción; hablaban del espectáculo como si fuera el día más esperado de sus vidas.

Cuando por fin llegaron a la taquilla, el padre preguntó el precio de las entradas. La cifra lo desarmó. Lo vi tartamudear, inclinarse hacia su esposa y susurrarle con la vergüenza grabada en el rostro.

Entonces ocurrió lo inesperado. Mi padre sacó veinte dólares de su bolsillo, los dejó caer al suelo y, con naturalidad, se agachó, los recogió y se los entregó al hombre:

Se le ha caído su dinero, señor.

El padre lo miró con lágrimas en los ojos.

¡Gracias! —dijo con voz entrecortada.

Ellos entraron al circo, y nosotros nos retiramos. Aquellos eran los únicos veinte dólares que mi padre llevaba consigo. No vimos el espectáculo. Pero yo supe, desde ese día, que había presenciado algo mucho más grande.

Ese fue el acto más hermoso de mi vida. El circo se apagó en la memoria, la bondad de mi padre nunca.”

Charles Chaplin


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