La madrugada del 16 de diciembre de 2005 tres fascistas y aporofóbicos asesinaban a Maria del Rosario Endrenal Petit rociándola con disolvente y prendiéndole fuego en el cajero automático donde dormía, en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona.

La tarde anterior, esos tres niños pijos, uno de ellos menor de edad, ya habían insultado, vejado y pegado una paliza a Rosario, una mujer de 51 años sin hogar que malvivía en ese cajero situado en la calle Guillem Tell, en la zona alta de Barcelona. No contentos con ello decidieron regresar de madrugada dispuestos a matarla. Llevaban consigo una garrafa de 25 litros de líquido inflamable con el que la rociaron, no antes de pegarle otra paliza, y seguidamente le prendieron fuego lanzándole una colilla. La deflagración provocó la lenta y dolorosa muerte de Rosario.

Dos de los tres asesinos, Ricard Pinilla Barnes y Oriol Plana Simó, de 18 años, ya habían protagonizado actos similares dos meses antes en las fiestas del Pilar de Zaragoza, cuando habían increpado y pegado a otros sin techo, a los que habían grabado con el teléfono mientras eran vejados y golpeados. Horas antes del brutal asesinato ya habían vejado a otra persona que vivía en la calle meándole encima y golpeándole. El menor de edad de 16 años Juan José Mera Rosales fue el cebo para que Charo volviera a abrir el cajero automático en el que se había refugiado del frio y también del susto que había sufrido horas antes. No dudaron en vaciarle prácticamente toda la garrafa de disolvente encima y lanzarle una colilla, ver como prendía y gritaba agonizando, e irse a sus casas a cambiarse de ropa y continuar con sus vidas.

Pese a la campaña de los familiares de estos niños de papá contra viento y marea intentando convencer a la opinión pública de que eran incapaces de dañar a nadie, las cámaras del cajero automático no dejaban lugar a dudas. No tuvieron escapatoria. Fueron condenados a 17 años de cárcel, y el menor a 8 de libertad vigilada. En la prisión de Trinitat Vella, donde no hay privilegios de clase, fueron recibidos como se merecen. A uno de ellos le rompieron la boca nada mas llegar.

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