El Primero de Mayo durante el franquismo
En marzo de 1938 se publicó el Fuero
del Trabajo, en el que se estableció que cada 18 de julio se celebraría la
Fiesta de la Exaltación del Trabajo.
nuevatribuna.es
30-4-2015
En
plena guerra
civil el franquismo
abolió la Fiesta del Primero de Mayo en un decreto del 12 de abril de 1937, en
el que también se estipulaba que habría una fiesta dedicada al Trabajo
Nacional. En marzo de 1938 se publicó el Fuero del Trabajo, en el que se
estableció que cada 18 de julio se celebraría la Fiesta
de la Exaltación del Trabajo, uniendo esta celebración con la de la
fecha fundacional de la dictadura.
Pero las organizaciones obreras, que siguieron
funcionando en la clandestinidad, no se resignaron, y organizaron actos de
protesta con motivo de la festividad del trabajo del Primero de Mayo. En el mes
de mayo de 1947 la protesta en Vizcaya fue muy destacada contra la carestía
de la vida y los bajos salarios. En estos tiempos las movilizaciones eran
vertebradas por los sindicatos clásicos, la CNT y la UGT.
La Iglesia Católica intervino en relación con la
Fiesta del Trabajo. En 1955, el papa Pío XII decidió apropiarse del Primero de
Mayo para darle un contenido religioso. A partir de entonces sería la Fiesta
de San José Artesano. Franco incorporó el cambio al año siguiente. En
1956 se celebraron misas por todo el país en honor del que pasaba a ser el
santo patrón de los trabajadores.
A partir de 1957 la Organización Sindical Educación y
Descanso organizaría
todos los años un espectáculo denominado “demostración sindical”. Grupos de
trabajadores y trabajadoras realizaban ejercicios gimnásticos y folclóricos
ante el dictador en el estadio de Chamartín.
A partir de los años sesenta con la revitalización del
movimiento obrero a través de Comisiones Obreras, comenzó a
generarse una nueva dinámica en relación con la celebración del Primero de
Mayo. El día anterior, es decir, el 30 de abril, se establecía como jornada de
lucha con paros cortos, boicots al transporte colectivo de las grandes empresas
y minutos de silencio en los comedores de las fábricas. El día 1 se remataba
con alguna concentración ante el local del sindicato vertical. La reacción
solía ser contundente y hasta se hizo preventiva, ya que se solía detener a los
activistas fichados durante las 72 horas previas para hacer fracasar estas
acciones.
Fuera de España los exiliados siguieron celebrando el
Primero de Mayo, que les permitía denunciar al régimen de Franco. En este
sentido, podemos aludir al Primero de Mayo de 1954 en el que el PSOE convocó una
gran reunión en Marsella para protestar contra el franquismo. Especial emotiva
fue la celebración del Primero de Mayo de 1961 en París, el
último acto público que celebró Indalecio Prieto. También fue muy común
que los exiliados españoles se incorporasen a las manifestaciones en los países
donde residían, portando sus pancartas, especialmente en Francia y México.