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miércoles, 17 de marzo de 2021

 LOS GENOVESES

MAR & IDA: dos aventureros sin escrúpulos

Los herederos de Aznar y Aguirre se quitan las caretas para pactar con Vox

MAR & IDA

MAR & IDA

Las tres manos que mecen a Isabel Díaz Ayuso, es decir, AznarAguirre y su consiglieri Rodríguez, hacía tiempo que buscaban el momento para deshacerse de Ciudadanos y de paso formalizar una alianza estable y duradera con una escisión del PP que ha dado lugar a la creación del partido de ultraderecha,  Vox. Dicho y hecho. 

El pretexto, desde hace tiempo buscado, les ha venido de la mano de una moción de censura en Murcia que ha sido manipulada y utilizada para justificar una operación a desarrollar en tres tiempos:

1. Disolver la Asamblea de Madrid

2. Eliminar todo vestigio de Ciudadanos en el Gobierno de la CM.

3. Pactar, tras las elecciones del 4M, con el Partido de Santiago Abascal

La primera decisión, avalada por el TSJCM, se presenta ante los ciudadanos como necesaria e imprescindible si realmente se quiere evitar que un supuesto Frente Popular elimine las libertades de los madrileños. Para ello nada mejor que optar agrupados en torno a un Frente Nacional, donde los verdaderos y únicos patriotas, es decir ellos, salven a Madrid que, al fin y al cabo, es España de una oleada de socialismo liberticida que emplea su tiempo libre en quemar iglesias.  

La segunda la han ejecutado en dos días. En una primera entrega han cesado al Vicepresidente Aguado, verdadero enemigo de ambos, y a los 5 Consejeros que formaban parte del gobierno de coalición. Entre los cesados se encuentra la responsable de Cultura, Marta Rivera de la Cruzque haciendo honor a su primer apellido será de las primeras que se pasará a las filas genovesas sin complejos. En la segunda entrega han eliminado del organigrama a todos los altos cargos y personal de confianza de Ciudadanos. En números redondos, la cifra de damnificados se eleva a 70 cesados.

Y la tercera decisión, la más importante que el PP toma desde 1977 y que justifica las dos anteriores, es ofrecer a los electores un pacto postelectoral, con todas sus consecuencias, con Vox y con todo lo que este partido trumpista representa en la Europa del Siglo XXI.

En realidad, esta oferta electoral ya estaba desde hace algún tiempo integrada y asumida por IDA & MAR. Es más, el tiempo y los hechos acreditarán, que estos dos oportunistas podría perfectamente haber sido miembros fundadores de Vox. Y si no lo fueron las razones no hay que buscarlas en desiertos lejanos ni en profundas diferencias ideológicas. Es mucho más simple. Para colmar su  codicia y mezquindad (la de ambos), pasear su ego en el caso de IDA y redondear el activo de sus negocios en el caso de MAR, el PP era mucho más rentable y operativo. Ni más ni menos, ni menos ni más. 

Todo este prólogo viene a colación para anunciar a nuestros lectores cual va ser nuestra hoja de ruta diaria desde hoy al 4 de mayo. Tras años de acumular información, de todo tipo y condición, sobre estos dos personajes sin escrúpulos ni principios éticos hemos decidido sacarla toda a pasear de forma ordenada de nuestros fondos documentales.  Mucha ya estaba disponible en sus respectivas biografías no oficiales. Pero otra no, por entender que todo tenía su momento. 

Como es natural, contamos con la colaboración activa de nuestros lectores, incluidos aquellos votantes del PP y Ciudadanos que vaticinan con preocupación y razón a donde nos pueden llevar estos dos vulgares imitadores de las políticas que representó el tea party, el trumpismo y en versión casera, ese falangismo de nuevo cuño casposo, impregnado de incienso y sacristía.

No se nos escapa que IDA & MAR tienen fuertes apoyos económicos de los lobbies de la construcción, de la sanidad privada, de determinados medios de comunicación, etc. por lo que no tenemos la menor duda que si de algo dispondrán en abundancia es de dinero, mucho dinero y de una Caja indeterminada sin fondo. Son expertos en la utilización de recursos paralelos para financiar campañas electorales y comprar tránsfugas.

En fechas próximas daremos comienzo a esta serie por entregas que finalizará el próximo martes 4 de mayo. Al quite.

martes, 16 de marzo de 2021

Franco NO ha muerto


 






















 

Iglesias se lanza a otra batalla imposible

Pablo Iglesias en una sesión de control al Gobierno en el Senado

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Doble o nada. Como todo en la carrera política de Pablo Iglesias. El órdago constante de un líder del que se pueden criticar muchas cosas, pero no que se aferre a los cargos, que no asuma riesgos, o que pretenda vivir toda la vida de la política. Hay quien lo llama temeridad, o exceso de autoestima. Hay quien lo llama osadía. Hay que tener mucho valor, o estar muy loco, para lanzarse de esta manera al precipicio de los retos imposibles. Solo aquellos pilotos que no tienen miedo a morir se atreven a entrar así de rápido en las curvas. 

Este año se cumplirán diez años del 15M. Nadie, una década atrás, habría podido pronosticar esta historia. Que el espíritu del “no nos representan” iba a dinamitar el bipartidismo. Que de esas plazas surgiría un partido que cambiaría para siempre la política. Que lo pondría en marcha un desconocido profesor universitario que, en 2011, tenía como único altavoz un pequeño programa en una tele local de Vallecas. Que estaría muy cerca de asaltar los cielos; sobrepasar al PSOE que Pablo Iglesias Posse fundó hace 140 años. Que este nuevo Pablo Iglesias aguantaría todo tipo de presiones, todo tipo de marrullerías, hasta lograr otro imposible: entrar en el primer Gobierno de coalición en España desde hace casi un siglo. Y que una vez logrado este objetivo, apenas 14 meses después, dejaría el sillón para lanzarse a otra batalla que hoy tantos dan por perdida.

En las últimas dos décadas, la derecha solo ha perdido las elecciones en Madrid en tres ocasiones.

La primera, en mayo de 2003, la solventaron con el Tamayazo. La segunda, en las generales de 2004, se la ganaron a pulso, con sus mentiras del 11M. La tercera, en mayo de 2015, fue una victoria pírrica de la izquierda, y Cifuentes gobernó por los votos perdidos en la candidatura de IU que se quedó fuera por no llegar al 5%.



La derecha, cuando se moviliza, alcanza los dos millones de votos en Madrid. La izquierda no supera los 1,7 millones desde 2004. Es un margen inmenso. Una distancia abismal entre ambos bloques. Unos bloques donde ya no hay matices: que serán en estas elecciones –¿la batalla del Jarama?– más nítidos que nunca. 

El dominio de la derecha en Madrid parece imbatible. Un cuarto de siglo de gobiernos neoliberales ha cambiado la sociedad; la ha transformado a su imagen y semejanza. No es casual que Madrid tenga el menor porcentaje de educación pública de toda España. O el mayor porcentaje de ciudadanos en la sanidad privada, mientras la pública es de la que menos invierte por habitante. El PP ha fabricado a sus propios votantes, a los que primero ha expulsado de los servicios públicos y después ha convencido de que no merece la pena pagar impuestos por un Estado del bienestar que cada vez usan menos. 

La derecha también ha aprovechado este cuarto de siglo en el poder de Madrid para construir su propia red clientelar, como todo gobierno que se perpetúa. Y una potente maquinaria de medios de comunicación afines, capaces de convertir a una medianía como Isabel Díaz Ayuso en la nueva Margaret Thatcher, en la futura Donald Trump castiza. 

No desvelo nada que ya no sepan. Madrid es de derechas. Más de derechas que nunca. Una anomalía respecto a la mayoría de las grandes capitales europeas, que suelen ser más progresistas que el resto del país. Tiene también que ver con la paradoja en la que vive esta ciudad –la villa y sobre todo corte– que nunca ha sido tan fuerte económicamente como hoy respecto al resto de España, pero que manda menos que nunca antes en su historia. 

Esa contradicción –ser el rico y no el que manda– ha generado una indignación reaccionaria, una pulsión autoritaria. El modelo autonómico ha dado mucha riqueza a Madrid, y también menos poder político. Son más fuertes y más débiles al mismo tiempo, y eso enfada mucho. Un cabreo de derechas que se ha agravado con esa coalición con ministros comunistas, donde los votos de vascos y catalanes también deciden quién gobierna; donde ya no solo mandan las élites madrileñas del barrio de Salamanca. ¡Qué se habrán creído! 

A esa batalla perdida se lanza Pablo Iglesias. Como un piloto kamikaze contra el portaaviones, en la que probablemente serán sus últimas elecciones, gane o pierda. Para intentar frenar, como último servicio a su partido, el que apunta será el primer Gobierno de España de la derecha extrema de Ayuso con la ultraderecha de Vox. Dos siameses del aguirrismo, el árbol corrupto del que todos ellos han nacido. 

Con Iglesias, solo parece haber dos opciones: o muy a favor, o muy en contra. O se le quiere o se le odia. También en la izquierda. Genera a su alrededor una polarización superlativa: por su forma de ser y sus errores, y también por las enormes campañas en su contra. En Madrid, los que le odian son amplia mayoría. ¿Su llegada a estas elecciones aumentará la participación? Eso es seguro, y también subirá la polarización. La gran duda es otra: ¿a qué bloque movilizará más? ¿A la derecha o a la izquierda?

La respuesta se sabrá dentro de apenas mes y medio. Si esas encuestas –que certifican que a Iglesias en Madrid se le odia mucho más de lo que se le quiere– permiten pronosticar que su llegada al tablero de juego en realidad favorece a la derecha, porque la enciende aún más; o si, por el contrario, esto sirve para activar a la izquierda, que llegaba derrotada a las urnas frente a una derecha que ya no podía estar más crecida.

Para Ayuso, si su bloque suma la mayoría, la llegada del líder de Podemos a la Asamblea de Madrid puede ser una estupenda noticia. ¿Acaso Vox y lo que quede de Ciudadanos –si es que queda algo– se atreverán a no darle ese gobierno en solitario que el PP anhela si la otra opción solo puede pasar por Pablo Iglesias?

Pero la decisión de Iglesias también le puede reconciliar con una parte del electorado que había perdido. Se decía de él que se quería aferrar al sillón –al contrario, ahora lo abandona–. Que haría cualquier cosa para seguir en política y enterraría en el camino a su partido –al contrario, hoy queda claro que Unidas Podemos ya no corre en Madrid riesgo de quedarse por debajo del 5%–. Que había convertido a Podemos en una empresa familiar donde su mujer heredaría el chiringuito –al contrario, señala como sucesora a la que objetivamente es la mejor candidata, Yolanda Díaz–.

Habrá que ver también qué hace después Iglesias, que ha anunciado que no repetirá como candidato a la presidencia del Gobierno. Si cederá realmente el liderazgo de su partido, con todas las consecuencias. Si con su sucesora ejercerá de Zapatero, y dejará equivocarse y acertar a Yolanda Díaz, o no sabrá retirarse, como Felipe.

El terremoto que se inició en Murcia aún no ha terminado. Ni en la derecha ni en la izquierda. Queda todavía por ver qué hará Más Madrid. Si la izquierda tiene una oportunidad en estas elecciones pasa por que no se pierda un solo voto. 

Es un reto muy difícil, pero no completamente imposible. Porque Ayuso y Monasterio no solo movilizan a la derecha: también –y mucho– a la izquierda. Del colapso de Ciudadanos pescarán la mayor parte PP y Vox, pero el PSOE de Ángel Gabilondo también puede atraer a esos votantes moderados que no buscan la revolución, ni tragan a Iglesias, pero tampoco pueden con ese discurso del veto neandertal, la homofobia y el negacionismo de la violencia machista. Porque, al igual que ocurrió en 2015 con la candidatura de IU, puede ser hoy Ciudadanos quien reste una parte de sus votos a la derecha por no llegar al 5%. Hay partido, aunque para la izquierda sea en un terreno de juego tan difícil.

Con la decisión de hoy, Pablo Iglesias empieza su retirada de la política. Falta por saber si ganará su última batalla imposible o si es una misión suicida.

sábado, 13 de marzo de 2021


 Foto: Luis Viadel

 13/03/2021 

Cuando Pablo Casado rechazaba "el transfuguismo"

"Da buena medida de la regeneración falsa que has intentado enarbolar".

TWITTER: PABLO CASADO
Pablo Casado hablando del transfuguismo.

Donde dije digo, digo Diego.

Era mayo de 2019. Ángel Garrido, quien había sido presidente de la Comunidad de Madrid y consejero madrileño con el PP, fichaba en plena campaña electoral por Ciudadanos

Durante el acto de celebración del Dos de Mayo, fiesta regional en Madrid, Pablo Casado, presidente del PP, se dirigía a los medios de comunicación para valorar lo sucedido. Junto a él, en una esquina de la imagen, la entonces candidata Isabel Díaz Ayuso

“Creo que el transfuguismo nunca ha sido algo que respetara la sociedad española y los medios de comunicación y los partidos políticos y alentar que miembros de otros partidos políticos se pasen en mitad de la campaña electoral al tuyo da buena medida de la regeneración falsa que ha intentado enarbolar Ciudadanos”, dijo Casado. 

Menos de dos años después, el PP acepta el transfuguismo de tres diputados de Ciudadanos para mantener el Gobierno de Murcia después de que esos tres parlamentarios hubieran firmado una moción de censura contra el presidente murciano, Fernando López Miras

Dos días después, los diputados ya expulsados de Ciudadanos se retractaban. Dos de ellos, que eran parlamentarios rasos, han pasado a ser consejeros del nuevo Gobierno de Murcia

Y aquellas palabras de Casado se le han vuelto en contra: 


 Foto: Luis Viadel                   Pekín (China)

 Tal para Cual
Dos malas personas

 

Tamayazo en Murcia

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Todos los diputados de Ciudadanos en la Asamblea de Murcia habían firmado la moción de censura. Los seis. Pero tres de ellos –Isabel Franco, Valle Miguélez y Francisco Álvarez– han decidido dos días después que se desdicen de lo que firmaron, que rompen con la disciplina de voto, que rompen con la dirección de su partido y se pasan en la práctica al PP. Lo vestirán de mil colores, pero solo tiene un nombre: transfuguismo. Un tamayazo en Murcia. Es lo que acaba de ocurrir.

La Comunidad de Madrid y la de Murcia tienen muchas cosas en común. Ambas son feudos conservadores desde hace más de un cuarto de siglo. En las dos el PP ha gobernado en solitario durante décadas y se ha visto en los últimos años obligado a compartir el poder. Ambas han sido epicentros de la corrupción, en ambas sendos presidentes del PP han acabado procesados por la justicia, y en ninguna de ellas se ha producido una regeneración. 

Hoy Madrid y Murcia se parecen más que ayer. Otra cosa les iguala: la reacción del PP cuando está a punto de perder el poder. 

Los tres tránsfugas han recibido ya su recompensa. Isabel Franco mantiene una vicepresidencia que habría perdido y los otros dos se convierten en consejeros. Una de las tránsfugas, Valle Miguélez, participó incluso en la negociación con el PSOE de la moción. Seguía negociando estos días con el PSOE el programa de gobierno, al mismo tiempo que pactaba a espaldas de su partido con el PP.

La derecha intentará vestir todo esto de normalidad democrática, o tratará de equipararlo con la moción de censura, como una traición en respuesta a otra. Es una burda manipulación. Porque las negociaciones de investidura o las mociones de censura son procesos legales y democráticos; una manera completamente legítima de decidir quién gobierna, y que el PP solo critica cuando le va mal.  

Los mismos que habían santificado que gobernara "la lista más votada" abjuraron de esa teoría cuando les dejó de convenir. Los mismos que cuestionaban los “pactos de perdedores” se aliaron con la extrema derecha para alcanzar o mantener el poder. Los mismos que critican los "pactos en los despachos" han acordado en un despacho, con tres tránsfugas, una traición. 

Una moción de censura es parte del juego democrático. El transfuguismo no lo es. Y había consenso con esto, al menos hasta hoy. Hace apenas unos meses, en noviembre, todos los grandes partidos refrendaron y ampliaron el Pacto Antitransfuguismo. También lo firmó el PP de Pablo Casado. Era papel mojado, porque la derecha no juega con las cosas de comer. 

Ciudadanos hoy ya sabe –si es que tenía alguna duda– a qué tipo de partido sostiene en la Junta de Andalucía, en la Junta de Castilla y León o en el Ayuntamiento de Madrid. Y también la medida del gran error que cometió en 2019, cuando decidió entregar todos esos gobiernos a un Partido Popular que es la antítesis de la regeneración democrática o la lucha contra la corrupción que Ciudadanos decía enarbolar.

Está en manos de Inés Arrimadas decidir si quiere seguir ejerciendo de muleta del PP y la extrema derecha hasta que Ciudadanos corra el futuro de UPyD. Si es que Arrimadas se mantiene al frente de un partido que, esta semana, ha entrado en fase acelerada de descomposición.