Opinión | Ningún muro de propaganda tapa cuatro fuegos seguidos
Por Javier F. Ferrero
La condena al fiscal general no es un accidente. Es el síntoma más visible de un sistema que protege a quien nunca rinde cuentas. Cada escándalo que rodea a Isabel Díaz Ayuso acaba en lo mismo: ella arriba, su entorno intacto y un culpable rotatorio que sirve para distraer. La verdad como daño colateral. La Justicia como herramienta selectiva. Y la ciudadanía como espectadora forzada de un teatro donde el desenlace está escrito desde el principio.
Lo del fiscal ha sido la tormenta perfecta. Un proceso exprés para castigar una filtración de un correo que ya corría por medio Madrid, que la propia pareja de Ayuso había reenviado. Un juicio sin pruebas directas, sin proporcionalidad, sin garantía. Una sentencia diseñada para enviar un mensaje, no para esclarecer un hecho. Un aviso de que quien toca a Ayuso paga un precio.
Pero esto solo funciona porque venimos de lejos. Porque Ayuso lleva años demostrando que la responsabilidad política en Madrid es opcional. Cuatro episodios que cualquier otra figura pública no habría sobrevivido aquí se transformaron en combustible para aumentar su poder.
Cuatro fuegos que no queman cuando el viento sopla siempre en tu favor:
1 El origen: el negocio redondo que pagamos entre todas y todos
Avalmadrid aprobó 400.000 euros a una empresa familiar con una nave que no valía ni la mitad. Técnicos advirtiendo. Correos donde Ayuso, entonces asesora, pedía evitar el embargo. Su padre donando bienes con una velocidad quirúrgica para esquivar responsabilidades.
La deuda la pagó la ciudadanía.
El caso fue archivado.
Y el relato se enterró bajo toneladas de silencio institucional.
2 La pandemia: la comisión más rentable de un país en duelo
Abril de 2020. 700 personas muriendo cada día. La Comunidad adjudica 1,5 millones a un proveedor sin experiencia sanitaria. De ahí salen 234.000 euros que acaban en el bolsillo de su hermano.
¿El debate público?
No fue sobre las comisiones.
Fue sobre un “espionaje” que nunca existió. Un invento que sirvió para tumbar a Pablo Casado, reordenar el PP y blindar a Ayuso como figura incontestable.
El caso judicial volvió a desaparecer entre archivos y tecnicismos.
3 Las residencias: 7.291 muertes sin traslado, pero con excusa oficial
Una guía que impedía derivar a mayores dependientes a los hospitales. Quienes tenían seguro privado sí fueron atendidos. Quienes no, murieron en sus camas.
7.291 personas sin opción a tratamiento.
Y aun así, la Fiscalía madrileña certificó que el protocolo no tuvo impacto.
Una negación tan frontal que solo puede entenderse desde la convicción de que nadie pagará nunca por esas decisiones.
4 El ático: cuando el fraude fiscal acaba en hipoteca aprobada
Alberto González Amador ganó dos millones con las mascarillas. Intentó rascar 350.000 euros mediante ingeniería fiscal chapucera. La investigación avanza a paso de tortuga.
Y mientras tanto, la banca le aprueba una hipoteca de 600.000 euros para el ático que ya disfrutaba.
Todo esto justo antes de la condena al fiscal general, que ahora intentará usar como escudo.
El patrón es siempre el mismo: mientras el círculo de Ayuso prospera, al mensajero lo sientan en el banquillo.
El verdadero problema no es Ayuso
La pregunta incómoda es esta:
¿Quién podría sobrevivir a tanto si no tuviera a un sistema entero sujetándole la silla?
Gobierno autonómico convertido en estructura de protección.
Medios dispuestos a repetir cualquier delirio si beneficia al poder.
Un aparato judicial donde las grietas apuntan siempre en la misma dirección.
Un PP que convirtió a Ayuso en tótem político para no mirar lo evidente.
Una oposición que confunde prudencia con resignación.
El resultado es un ecosistema donde la mentira no desgasta: vacuna.
Donde un escándalo no derriba a un dirigente: derriba a quien lo investiga.
Donde el poder no teme a las instituciones: las usa como escudo y como herramienta.
Y la pregunta que queda
No es cuándo caerá Ayuso, ni si alguna vez un juez se atreverá a seguir el hilo completo, ni si su entorno acabará respondiendo.
La pregunta es más profunda:
¿Qué democracia queda cuando una presidenta puede atravesar cada escándalo sin tocar el suelo ni una sola vez.
La respuesta, por ahora, es un silencio que huele a costumbre.
Contigo podemos llegar más lejos: https://donorbox.org/aliadas
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