El cierre de Jan Sin Miedo no va de censura. Va de límites.
La
jueza de Barcelona ha ordenado el cierre del canal de YouTube y la
cuenta en X de Jan Sin Miedo. No por molestar. No por provocar. Por
incitación al odio. Compareció como investigado el 19 de noviembre
de 2025.
Hablamos
de vídeos grabando a personas migrantes sin permiso, burlas
racistas, bulos sobre inseguridad y agresiones con gas pimienta
presentadas como “defensa propia”. Todo documentado por la
Fiscalía.
La
clave no es el personaje, sino el modelo. El odio convertido en
contenido. La deshumanización transformada en formato viral. La
violencia, editada para el algoritmo.
La
Fiscalía fue clara: mantener esos vídeos accesibles generaba
desprotección para las víctimas y permitía que el delito
continuara. Por eso pidió la clausura cautelar de los canales.
YouTube
ya ha ejecutado el cierre. X, a 15 de diciembre de 2025, mantiene la
cuenta activa. Las plataformas no son neutrales cuando el odio genera
tráfico.
Este
caso desmonta un mantra muy repetido: no todo cabe en la libertad de
expresión. El racismo no es opinión. La violencia no es discurso
político.
Durante
meses, estos contenidos circularon sin freno. Miles de
visualizaciones. Miles de comentarios. El daño social no era
colateral: era el objetivo.
La
narrativa es conocida: vincular migración e inseguridad pese a que
los datos la desmienten una y otra vez. El miedo como atajo político.
El
cierre no acaba con el racismo estructural ni con la maquinaria
digital que lo amplifica. Pero marca un límite institucional en un
momento de normalización del odio.
Mientras
tanto, la causa sigue abierta a la espera del informe de la unidad de
extremismos violentos de los Mossos d’Esquadra. Esto no ha
terminado.
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