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lunes, 14 de abril de 2025
Las Casas del Pueblo durante la República: cuando la cultura obrera lo era todo
Durante la Segunda República, fueron auténticas fábricas de cultura: ateneos, bibliotecas, teatros y salas de cine al servicio de la clase trabajadora
ElPlural
Luis Abascal
14-4-25
Hubo un tiempo en que la cultura no se vendía: se compartía. Las Casas del Pueblo, impulsadas por la UGT y el PSOE desde principios del siglo XX, fueron el corazón cultural del movimiento obrero. Más que locales sindicales, eran verdaderas fábricas de pensamiento, educación y arte al servicio de la clase trabajadora. Durante la Segunda República, se convirtieron en epicentros de formación política, alfabetización, mutualismo, solidaridad y cultura popular. La más emblemática, la de Madrid, llegó a tener 100.000 afiliados antes de ser demolida por el franquismo.
¿Qué eran las Casas del Pueblo?
Las Casas del Pueblo fueron los locales sociales del movimiento obrero socialista. Allí convivían las agrupaciones y juventudes socialistas, las sociedades obreras afiliadas a la UGT y múltiples iniciativas sociales: escuelas para hijos de trabajadores, bibliotecas, cooperativas de consumo, mutualidades médicas, comedores, cafés, grupos culturales, corales, teatrales y musicales.
Su objetivo no era solo organizativo, sino pedagógico: formar al trabajador organizado, instruirlo en política, sindicalismo, arte y ciudadanía. Eran, en palabras de la época, “un ensayo de emancipación obrera”, un modelo de vida alternativo a la dominación cultural y social del antiguo régimen.
Cultura y educación como pilares del socialismo
En las Casas del Pueblo se combatía el analfabetismo con escuelas laicas, círculos de lectura y clases nocturnas. La biblioteca no era un adorno: era una herramienta de liberación. Se organizaban cursos de formación profesional, ciclos sobre historia del movimiento obrero, talleres artísticos, conciertos, funciones teatrales y proyecciones de cine.
Eran espacios donde cultura y conciencia iban de la mano: leer, escuchar, debatir y crear era tan importante como organizar huelgas o manifestarse. También eran una alternativa a la taberna: en sus cafés se hablaba de política, no solo de fútbol o lotería.
La joya del movimiento obrero: la Casa del Pueblo de Madrid
La más importante fue la de Madrid, inaugurada el 28 de noviembre de 1908 en el antiguo palacio de los duques de Béjar, en la calle Piamonte. Su compra y rehabilitación —con una inversión de más de 600.000 pesetas— fue una demostración de fuerza del socialismo madrileño, que logró transformar un símbolo del antiguo régimen en un bastión obrero.
Contaba con secretarías, biblioteca, cafetería, escuelas, comedores, y en 1915 se inauguró su gran Salón-Teatro (con entrada por la calle Gravina), con capacidad para 4.000 personas. Allí se celebraron congresos históricos del PSOE y la UGT, pero también recitales poéticos, obras de teatro, cine y conciertos populares. Fue un símbolo de modernidad obrera y un orgullo para miles de trabajadores.
Mutualismo, cooperativas y asistencia social
La Casa del Pueblo no era solo un centro cultural: era un refugio social. Acogía iniciativas como la Mutualidad Obrera Médico-Farmacéutica, la Cooperativa Socialista Madrileña, las Escuelas Infantiles de la Fundación Cesáreo del Cerro o las Escuelas profesionales para metalúrgicos y artes gráficas. También funcionaban despachos de abogados laboralistas y asesoría política para afiliados.
Era, en suma, una estructura completa de apoyo mutuo y autogestión que respondía a las carencias del Estado liberal en sanidad, educación y derechos laborales.
Confiscación, demolición y olvido franquista
Con la victoria del bando sublevado, las Casas del Pueblo fueron clausuradas, incautadas o directamente destruidas. La de Madrid fue ocupada en 1939 por los Juzgados Militares y demolida en 1953. Sus archivos, libros, muebles y símbolos fueron confiscados por la Delegación Nacional de Sindicatos del franquismo.
Se intentó borrar su legado, pero en la memoria colectiva del movimiento obrero sigue vivo el recuerdo de aquellos espacios donde ser culto, organizado y libre era posible incluso para quien había nacido sin nada.
¿Qué queda hoy?
Hoy, algunas Casas del Pueblo han sido recuperadas como sedes de agrupaciones socialistas, centros culturales o ateneos vecinales. Pero la mayoría desaparecieron o fueron reconvertidas en edificios oficiales.
Aun así, su legado sigue inspirando proyectos culturales autogestionados, centros sociales alternativos y movimientos que siguen creyendo que la cultura debe ser un derecho, no un privilegio.
Josep Renau: El cartelista que soñó la República
Hay hombres que no sólo nacen en un país: nacen en un tiempo, en un ideal, en una esperanza. Josep Renau, pincel de mil batallas y voz visual de la utopía republicana, fue uno de ellos
ElPlural
Amanda Ramos
14-4-25
Corría la primavera de 1931 y España, tras siglos de monarquías cansadas y dictaduras sombrías, abría por fin los ojos a una nueva luz. Era la Segunda República: imperfecta, frágil, pero luminosa como una mañana después de la tormenta. Y en algún rincón de Valencia, un joven de apenas 24 años, Josep Renau, tomaba su primera bocanada consciente de futuro. No tardaría en entender que el arte también podía ser una barricada.
Renau no fue un pintor cualquiera. Tampoco fue sólo un cartelista. Fue, sobre todo, un militante de la imagen. Desde muy joven, comprendió que el arte no podía quedarse en los museos, a salvo del barro y de la sangre de la calle. El arte debía servir para movilizar, para gritar, para construir una nueva realidad.
Así, a brochazos furiosos y a trazos urgentes, Renau convirtió los sueños de la República en imágenes. Sus carteles, hoy icónicos, no fueron meras ilustraciones de propaganda: fueron auténticos manifiestos visuales, latidos gráficos de un pueblo que luchaba por su dignidad.
Un pincel al servicio del pueblo
En una España cada vez más polarizada, donde la libertad era una flor amenazada, Renau supo que el arte debía ser, antes que nada, accesible. No para una élite, no para los salones de mármol, sino para el obrero, para el campesino, para la mujer que aprendía a leer bajo la nueva escuela laica.
Su compromiso lo llevó a convertirse en director general de Bellas Artes durante el gobierno del Frente Popular. Desde allí, impulsó uno de los proyectos más audaces de la época: la evacuación de los tesoros artísticos del Museo del Prado para protegerlos de los bombardeos fascistas. Porque en aquella España de trincheras y exilios internos, hasta los cuadros de Velázquez y Goya eran parte de la resistencia.
Pero Renau no se conformó con salvar el pasado. Su mirada estaba clavada en el porvenir. Quería un arte nuevo para un hombre nuevo. Bajo su impulso, el arte mural, el fotomontaje y la estética soviética se fundieron en un lenguaje visual inédito en España. La estética revolucionaria, que hasta entonces parecía un lujo lejano, cobró vida en las paredes de Madrid, en las portadas de revistas como Nueva Cultura, y en los carteles de la Guerra Civil.
El exilio interminable
Pero la República fue derrotada, y con ella se apagaron —o se dispersaron— muchos de sus sueños. Renau, como tantos otros, emprendió el largo camino del exilio. Primero a México, donde compartió vivencias con Diego Rivera y Siqueiros, y más tarde a la RDA, donde continuó su producción artística, marcada siempre por el anhelo de una España libre.
En el exilio, su obra cambió de forma, pero no de fondo. De los murales vibrantes de México a los fotomontajes críticos de la Alemania socialista, Renau siguió denunciando la injusticia, señalando los horrores del capitalismo y soñando, incansablemente, con la República perdida.
Entre sus trabajos más impactantes de esta etapa destaca la serie The American Way of Life, un corrosivo análisis visual de la cultura consumista y militarista de los Estados Unidos. Con la precisión de un cirujano y la furia de un exiliado, Renau diseccionó las promesas vacías del sueño americano, dejando al descubierto su reverso de desigualdad y violencia.
El legado de un visionario
Hoy, cuando España celebra otro Día de la República, el nombre de Josep Renau resuena como un eco necesario. Porque su vida —y su arte— nos recuerdan que la libertad nunca es un regalo, sino una conquista; que el arte verdadero no puede ser neutral; que soñar con un mundo mejor no es ingenuidad, sino valentía.
Renau entendió que la República no era sólo un sistema de gobierno: era un estado del alma. Era el hambre de justicia, la sed de cultura, el ansia de modernidad. Y en cada uno de sus carteles, en cada una de sus imágenes, sigue latiendo esa esperanza que ni la censura ni el exilio lograron apagar.
Su pincel sigue ahí, como una antorcha tendida hacia nosotros, recordándonos que otro país, otra España, sigue siendo posible.
Porque como escribió Antonio Machado, otro exiliado de la esperanza: "Se hace camino al andar". Y Josep Renau nunca dejó de andar, de pintar, de soñar.
Cuando Machado izó la bandera republicana en Segovia
El gesto del escritor fue un poderoso símbolo de los nuevos tiempos que se abrían
ElPlural
Juan Luis Valenzuela
14-4-25
El 14 de abril de 1931, hace hoy 95 años, fue un día trascendental en la historia de España al proclamarse la Segunda República Española, marcando el fin de la monarquía de Alfonso XIII. Segovia, como otras muchas ciudades españolas, amaneció con rumores de cambio. En las elecciones municipales, los partidos republicanos habían barrido del mapa político a los monárquicos. Aunque en teoría eran unos comicios locales, el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas en las grandes ciudades dejó la puerta abierta al cambio de la forma de Estado. La República se abría paso, no por decreto, sino por clamor popular. En esa marea de ilusión política, Antonio Machado no permaneció al margen implicándose en el hito histórico que suponía ese día. El poeta de “Campos de Castilla”, había llegado a Segovia el 25 de noviembre de 1919 para ejercer la docencia en la cátedra de Francés en el Instituto General y Técnico de la ciudad: Allí residió hasta 1932.
El poeta sevillano era un firme defensor de la República y simbolizaba el espíritu de cambio y esperanza que muchos españoles anhelaban en aquel momento. En Segovia, Antonio Machado y otros intelectuales y ciudadanos celebraron el cambio de régimen con entusiasmo. Machado, conocido por su poesía profundamente comprometida con los ideales republicanos, participó activamente en estos eventos simbólicos. Por tanto, en la ciudad del acueducto, este hecho histórico tomó un matiz especial gracias a Antonio Machado, el escritor y poeta, cuyos restos descansan tras su exilio republicano en Colliure en Francia. El gesto de izar la bandera republicana en Segovia, con la presencia de Machado entre otros destacados, fue un símbolo poderoso de los nuevos tiempos que se avecinaban.
Machado izó la bandera tricolor en la Plaza Mayor, acompañado por el historiador Antonio Ballesteros. La jornada comenzó con una manifestación popular desde la Casa del Pueblo y condensó el espíritu de una ciudad con raíces ilustradas y alma republicana. El poeta, cuya pluma ya había criticado y retratado la pobre realidad de España, se convertía en símbolo viviente del nuevo tiempo. La Segovia intelectual, la que semanas antes había escuchado a Ortega y Gasset en un mitin sobre las ideas regeneracionistas y la defensa de la República, se fundía con el pueblo y el fervor en la calle.
Amanecía la jornada en Segovia, una ciudad tradicionalmente conservadora, pero donde el clima político había ido cambiando. Se respiraba un aire de expectación. En las calles corría el rumor de que en Madrid y Barcelona y otras ciudades como Vigo e Irún, ya se estaba proclamando o se había proclamado la República.
El papel de Machado
Antonio Machado no quiso ser un simple y mero espectador. Desde su llegada a la ciudad en 1919 había cultivado amistades y simpatías republicanas. Machado no solo era poeta; era también un hombre comprometido, un intelectual que creía en la necesidad de una España más justa, más culta y más libre. En la mañana de este 14 de abril, el poeta de Sevilla se unió a un grupo de ciudadanos que se reunió frente al Ayuntamiento de Segovia, en la Plaza Mayor, para exigir la proclamación de la República. Era un acto cívico, espontáneo y valiente, sobre todo, en una ciudad donde no todos miraban con buenos ojos la llegada de un nuevo régimen.
El propio Machado participó activamente en el izado de la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento junto a un nutrido grupo de segovianos emocionados por el momento. Para Machado, que siempre soñó con una patria más igualitaria y fraterna, fue un acto de esperanza, de reivindicación de una España moderna, laica y democrática cargado de un profundo simbolismo. Aunque su compromiso político venía de antes, a partir de ese día su voz se puso fuertemente del lado de la República, pasando a ser un símbolo potente de la cultura que abrazaba los nuevos ideales.
Cómo recordaba el poeta ese día
El poeta recordaba tiempo después ese gran día de esta manera: “Fue un día profundamente alegre muchos que ya éramos viejos no recordábamos otro más alegre, un día maravilloso en que la naturaleza y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y en los labios de los niños. Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa; sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía…. La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Así recuerdo yo el 14 de abril de 1931.”
Enterrado Colliure por ser republicano
Su adhesión a la República y su defensa pública, le obligarían años después, tras el golpe franquista, a un triste, pobre y enfermo exilio después de la derrota de los republicanos en la Guerra Civil. Don Antonio salió de España el 28 de enero de 1939, tras un tortuoso y extenuante viaje, junto a su madre, Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea Monedero al Hotel Bougnol-Quintana de Colliure. El poeta, escritor e intelectual andaluz, murió en esa localidad del sur de Francia menos de un mes después de su llegada, concretamente a las cuatro menos cuarto de la tarde del 22 de febrero de 1939 esperando una ayuda que no llegaría a tiempo. Su madre, Ana Ruiz, falleció a los tres días, el 25 de febrero, cuando cumplía ochenta y cinco años, haciendo realidad la promesa que hizo: “Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio”. Hoy, 14 de abril, 94 años después, es un buen día para recordarlo y rendirle homenaje.
Miguel Hernández, el poeta del pueblo consagrado a la lucha antifascista
El alicantino sigue siendo un símbolo de resistencia comunista ante el franquismo durante la Guerra Civil Española
ElPlural
María Bayo
14–4-25
Aunque los estudiosos de la literatura española suelen asociar a Miguel Hernández con el grupo del 36 por su papel durante la Guerra Civil, Dámaso Alonso definió su figura como “el más genial epílogo para la Generación del 27”, aquel que moriría en una cárcel franquista en 1942. A caballo entre ambos movimientos, el alicantino, sin embargo, no pertenecía a ninguno. Si de algo era parte el poeta era del pueblo y sus obreros, a los que consagró su vida y su legado.
Nacido en 1910 en el seno de una familia humilde, Hernández abandonó temprano la escuela para trabajar, aunque sin desvincularse de la literatura clásica, algo que le sirvió para aprender a escribir de manera autodidacta. Los orígenes rurales del escritor no le procuraron una formación académica, como sí tuvieron la amplia mayoría de sus homólogos, pero su desbordante talento le sirvió para alcanzar el reconocimiento de todos ellos. El poeta comenzó su andadura formando parte de tertulia literaria en Orihuela, su ciudad natal, donde conoció a Ramón Sijé, que se convertiría en uno de sus amigos más íntimos y a quien despediría de manera definitiva otro 14 de abril, pero de 1936, con su imponente Elegía.
Militante comunista por la justicia social
Pero los orígenes humildes del poeta no solo le procuraron una conciencia de clase, sino que también le llevaron a tomar partido durante la Guerra Civil. En ese momento, la influencia del Partido Comunista creció tanto en las fuerzas republicanas como en los movimientos culturales y artísticos. Es por ello que, al igual que muchos otros intelectuales y poetas de la época, Miguel Hernández encontró en el comunismo el vehículo para expresar su compromiso con la justicia social. Su militancia se fue consolidando con el paso del tiempo, llegando a tomar parte de la lucha armada en el Ejército Popular Republicano. El poeta fue reclutado poco después de que estallara la contienda, y combatió como soldado en el frente.
La experiencia parida de su presencia en las milicias republicanas y su activa participación en el frente marcaron un punto de inflexión en la trayectoria ideológica y creativa del poeta. Fue en ese escenario donde el escritor estrechó su vínculo con los ideales comunistas que impregnaban el frente republicano. Durante este intenso período, dio forma a una parte fundamental de su legado literario, con poemas que retratan con crudeza y sensibilidad el dolor de la guerra, la persistencia de la esperanza y el anhelo de una victoria frente al avance del fascismo.
Mientras tenía lugar la Guerra Civil, Hernández también colaboró con diversas publicaciones de corte comunista, como la revista Mundo Obrero, el órgano oficial del PCE. En sus escritos, defendió la unidad de las fuerzas republicanas y la necesidad de combatir el fascismo, adoptando un lenguaje y un compromiso muy en la línea de esta ideología.
'Viento del pueblo', un símbolo de resistencia
Sin embargo, fue en 1937 donde su compromiso militante se tradujo en todo su esplendor en sus literaturas. En el poemario Viento del pueblo (1937), uno de sus libros más conocidos, están impregnadas de un claro tono antifascista y de apoyo a la causa republicana. En estos versos, se encuentran referencias al pueblo trabajador, a la lucha de clases y al sacrificio de los combatientes republicanos, haciendo que su obra se convirtiera en una forma de propaganda política, pero cargada de profundidad emocional y una lírica que pocos podrían inventar.
Viento del pueblo está escrito desde el mismo frente de batalla y hoy en día es un símbolo de la lucha y resistencia contra el fascismo internacional y nacional que atacó a la II República aquel 18 de julio de 1936. Sus versos reflejaron el destino de esa España que no se rindió a la fuerza de los militares y que empuñó las armas para defender la democracia republicana, un destino que estuvo marcado por la guerra, la cárcel y la muerte para quienes trataron de resistir.
“585 pesetas para la tumba de Miguel Hernández”
Después de su ingreso en prisión, el franquismo dejó morir a Miguel Hernández, trasladándolo de cárcel en cárcel mientras sufría torturas y contraía distintas enfermedades. Finalmente, el poeta moriría sin atenciones médicas y abandonado de tuberculosis en el penal de Alicante el 28 de marzo de 1942. Tras su muerte, su viuda, Josefina Manresa, trató de darle una digna sepultura al poeta. El cuerpo del militante terminó en el nicho 1.009 del cementerio municipal, un lugar por el que su familia debía de pagar un alquiler. Debido a la pobreza extrema y las penurias propias del franquismo, el cadáver del poeta estuvo a punto de acabar en una fosa común por imago. Sin embargo, fueron sus homólogos literarios, organizados por el poeta Gabriel Celaya, quienes recaudaron la cantidad de necesaria para ello en un último gesto de honor y respeto hacia Hernández.
La primera carta de Celaya no tardó en llegar: un mes después de que se notificara el impago del nicho, envió a Josefina Manresa un giro postal por el valor de 585 pesetas, cantidad recolectada entre intelectuales vascos. En su carta, relató las dificultades que enfrentó al involucrarse en el mantenimiento del nicho de Miguel: "Me han acusado de estar organizando un Socorro Rojo y de muchas otras absurdas tonterías", le confesó la viuda. "He tenido enfrentamientos con todos los poetas, los directores de los periódicos y los intelectuales de San Sebastián. Pero no importa, de vez en cuando hay que sacudirse el polvo y la paja". A pesar de todos los obstáculos a los que se enfrentó, la recolecta de Celaya resultó ser un rotundo éxito. Así lo confirmaba una carta que llegó a manos de los organizadores: "Hace unos días te envié por giro postal 585 pesetas para la tumba de Miguel", se celebra en la misiva, "y tengo 50 pesetas más que te enviaré el lunes".
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto
y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré
apretados los dientes
y decidida la barba.
Las SinSombrero: el grito silenciado de la República
Desafiaron las normas, rompieron el silencio y soñaron con una España más libre. Hoy, recuperamos la memoria de las Sinsombrero, las creadoras olvidadas de una generación que quiso cambiarlo todo
ElPlural
Amanda Ramos
14-4-25
En la España que abrazaba la República y abría por fin ventanas a la modernidad, un grupo de mujeres decidió quitarse algo más que el sombrero: se despojaron de prejuicios, de corsés sociales, de silencios impuestos. Eran artistas, filósofas, poetas. Eran Las Sinsombrero, y su gesto de rebeldía sigue hoy iluminando la memoria de un país que todavía les debe su lugar en la historia.
En el país donde el sol acaricia las piedras antiguas y el viento guarda secretos de revoluciones olvidadas, hubo un tiempo en que unas mujeres decidieron sacudirse el polvo del pasado, levantar la cabeza y caminar descubiertas. Eran las Sinsombrero, y su gesto —quitarse el sombrero en plena Puerta del Sol— fue mucho más que un acto de rebeldía estética: fue un desafío a la España que temía a la mujer libre.
En el Día de la República, cuando la memoria histórica vibra como un susurro persistente en las calles, es imposible no evocar a estas creadoras que apostaron su vida al arte y al pensamiento, que soñaron con una España luminosa donde ellas también pudieran ser voz, cuerpo y palabra.
Maruja Mallo, María Zambrano, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, Marga Gil Roësset... Nombres que aún hoy flotan como islas en un océano de olvido. Formaban parte, de pleno derecho, de esa brillante Generación del 27 a la que la historia oficial, durante décadas, negó su sitio. Ellas pintaron, escribieron, filosofaron y amaron con una intensidad que sigue incendiando las páginas que las recuperan.
La República, esa primavera política que se inauguró un 14 de abril de 1931, abrió ventanas que llevaban siglos selladas. Por esas rendijas de luz entró una generación de mujeres que se negaron a vivir de rodillas. Las Sinsombrero se despojaron del corsé social, del rol de madre silenciosa o musa decorativa, y reclamaron el derecho a ser creadoras plenas.
La imagen de Maruja Mallo bajando por Gran Vía, la cabeza desnuda, la mirada afilada y los labios pintados de un rojo tembloroso, es una metáfora del ímpetu de aquellas mujeres. La artista, que Salvador Dalí definía como "mitad ángel, mitad marisco", llevó el surrealismo a un territorio propio, femenino, sin pedir permiso. Como ella, tantas otras exploraron caminos inexplorados: Concha Méndez, poetisa y editora, publicó libros como Vida a vida y fundó la editorial La Verónica, desafiando el monopolio masculino del pensamiento.
Pero la audacia tenía un precio. Y no era barato.
El golpe de Estado de 1936 y la larga noche de la dictadura franquista cayeron sobre ellas como una lápida. Muchas se exiliaron —México, Buenos Aires, París—; otras se silenciaron en un país que las quería invisibles. El franquismo, obsesionado con reducir a la mujer a madre y esposa abnegada, desterró sus nombres de los libros de texto y de la memoria colectiva. Mientras se celebraba a los Lorca, los Alberti o los Aleixandre, las Sinsombrero quedaban relegadas a las notas al pie, cuando no directamente borradas.
Pese a todo, su semilla sobrevivió.
Hoy, cuando las nuevas generaciones descubren su legado, es imposible no conmoverse ante la lucidez de María Zambrano, filósofa que tejió el pensamiento poético más hermoso del siglo XX español, o ante la ternura rebelde de Marga Gil Roësset, escultora y poeta suicida que a los 24 años dejó tras de sí una obra intensa y dolorosa.
Cada 14 de abril, al izar la bandera tricolor, no solo recordamos la esperanza rota de una República que quiso cambiarlo todo, sino también a aquellas mujeres que soñaron, escribieron y amaron sin pedir permiso. Las Sinsombrero nos enseñan que la cultura no puede florecer si no es también un acto de insumisión, una ruptura con las cadenas invisibles que nos atan a modelos caducos.
Cartel Las Sinsombrero II. EP.
Hoy, su legado resucita en las calles, en las universidades, en los teatros. Documentales, exposiciones y proyectos educativos las rescatan del silencio. Pero la deuda persiste. Porque no basta con recordarlas: hay que leerlas, verlas, estudiarlas, llevarlas a escena, incorporarlas como parte viva del patrimonio cultural y feminista.
En su gesto de quitarse el sombrero —ese objeto que simbolizaba la sumisión social de la época—, hay un mensaje que sigue latiendo: no habrá verdadera libertad sin mujeres libres. Y no habrá memoria completa sin ellas.
Así que este 14 de abril, cuando la historia se tiña de rojo, amarillo y morado, levantemos la mirada hacia esas mujeres que caminaron a contracorriente, que pagaron el precio del exilio y del olvido por atreverse a pensar y a crear.
Que su nombre no se pierda en el viento, como no se perdió su gesto de valentía. Que su voz siga rompiendo el silencio. Que nunca más haya que quitarse el sombrero para ser libre.
Vargas Llosa, erratas y política: Ayuso, Juan Carlos y fraude a Hacienda
El reputado escritor ha fallecido a los 89 años después una vida plagada de éxitos literarios y controversias políticas
ElPlural
U.P
14-4-25
Mario Vargas Llosa, reputado y galardonado escritor peruano, ha fallecido este lunes a los 89 años. Una vida entregada a las letras, que alcanzó su culmen en 2010 con la consecución del Nobel de Literatura, se ha apagado después de dejar 20 novelas, 10 libros de teatro, 14 textos de ensayos y un cuento que llenan librerías por todo el mundo. Sin embargo, aunque el foco se deposite en su obra, el autor fue mucho más que eso por sus incursiones en la política y la controversia de sus palabras.
Neoliberal hasta la médula, defensor a ultranza del individualismo y firme defensor de la derecha latinoamericana, Vargas Llosa fracasó cuando intentó la incursión en la política de su Perú natal. El escritor perdió unas elecciones presidenciales en su tierra natal en 1990 y en los últimos tiempos levantó ampollas por acusar a los ciudadanos de diferentes países sudamericanos de “votar mal” por elegir alternativas de izquierdas. Chile, Perú y Colombia fueron tres de los países en los que se posición electoralmente con la derecha, perdió y culpó al pueblo de “haber elegido mal”.
Aquí en España, donde se refugió tras perder los comicios de su país y obtuvo la nacionalidad, tras las amenazas del dictador derechista Alberto Fujimori, ha apoyado a Isabel Díaz Ayuso, ha desplegado una amistad con Juan Carlos I y se ha visto envuelto en los Papeles de Pandora, una investigación que desenmascaró a centenas de personalidades que utilizaban diferentes herramientas para defraudar a Hacienda. Por estas y otras polémicas, la figura del hispanoperuano se ha visto envuelta siempre de una admiración literaria generalizada y, a la par, de una decepción políticosocial.
De UPyD a Ayuso
“Votaré al Partido Popular (PP)”, reconocía Vargas Llosa allá por 2021, cuando Pablo Casado aún pilotaba la gaviota. Así, el escritor seguía la consecución lógica de todos aquellos que estuvieron presentes a finales de la década de los 2000 en el nacimiento de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), partido montado por Rosa Díez. Sin embargo, al autor le pareció que el viraje se había quedado corto y un año después se rindió al populismo de derecha de la actual presidenta de la Comunidad de Madrid.
“La queremos, la admiramos y estamos absolutamente convencidos de que ha hecho un trabajo fuera de serie. Aquí estás entre amigos que te admiran. Te queremos muchísimo”, le dedicaba Vargas Llosa a Ayuso a finales de 2022. “Me gusta compararla con el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. Tiene un instinto que está siempre a favor de la libertad. Cuando ella habla de libertad, los madrileños escuchan porque los interpreta y los expresa”, confirmaba el escritor su predilección por la baronesa del PP.
Amistad con Juan Carlos I
Vargas Llosa presumía de ser un liberal convencido, defensor de la individualidad como máximo y de la meritocracia como vehículo. Sin embargo, simultáneamente apoyaba la figura del rey emérito, Juan Carlos I, pese a ser la de monarca una figura heredada del absolutismo y actualizada para su sostenimiento. Yo no tengo relación con el rey, ni hablo con él, ni nos vemos. Los reyes no tienen amigos, tienen súbditos. Por eso digo que, en la medida en que un rey pudiese tenerlos, yo sería uno de ellos”, garantizaba en 2023, aunque su relación comenzase 30 años antes.
Las contradicciones no importaban mucho al escritor, que llegó a hacer una cabriola para atribuir al rey y al PP a la vez el fin de la dictadura franquista, pese a que tanto el monarca como posteriores fundadores de Alianza Popular formaron parte activa del régimen. “La dictadura de Franco armó un sistema para prolongarse en el tiempo y gracias al rey ese plan no funcionó. Fue destruido por el rey, y debemos estar enormemente agradecidos. España estuvo a punto de desviarse, pero afortunadamente estuvo allí el Partido Popular para impedirlo”, sentenció.
Fraude a Hacienda
Más allá de su postura política que, pese a cuestionar la democracia cuando los resultados no son los deseados, no constituye ningún delito; la mayor de las decepciones provocada por Vargas Llosa fue su aparición en los Papeles de Pandora. El nombre del escritor apareció, junto a otros de prestigio como el del rey emérito, en una lista de personalidades que utilizaban sociedades offshore para no pagar impuestos.
Uno de los destapados fue Vargas Llosa, que apareció como titular de Melek Investments, una sociedad offshore registrada en 2015 en las Islas Vírgenes Británicas, un paraíso fiscal, y valorada en 1,1 millones de dólares. El escritor estaba vinculado a la sociedad como director y accionista y con ella gestionaba el dinero proveniente de los derechos de autor de sus obras y la venta de varios inmuebles en Madrid y Londres.
domingo, 13 de abril de 2025
Jose Francisco Agraz Montesinos
7 de abril 2.025
El no explicar en los colegios lo que es el fascismo y quien era Franco y el mal que hizo a la sociedad española, ha traído sus consecuencias, esos niños que nacieron tras la muerte del dictador unos adoctrinados por sus padres y otros engañados por los cantos de sirena del reaccionarismo, hacen que personajes mediocres sin preparación alguna y con mucho odio sean votados. Según las últimas encuestas, VOX podría alcanzar el 17% de intención de voto en unas hipotéticas elecciones generales si se celebrasen ahora.
El fiel reflejo de lo que supone que las águilas vuelvan a los balcones lo tenemos en EEUU, miles de estadounidenses están manifestándose en contra de las políticas regresivas del gobierno, hay planificadas cientos de ellas por todo el territorio nacional para frenar el avance del autócrata, muchísimos de esos manifestantes han votado a Trump.
Con lo que llegamos a la conclusión, que el cáncer de las democracias son los votos emitidos en las urnas por ignorantes políticos y tontos fanáticos que no ven más allá de sus narices.
Por consiguiente no hay otra solución si queremos que en un futuro sigan existiendo las democracias que la educación en los colegios, explicar a los niños lo que es un estado de derecho y educarlos con un conocimiento de política básica para que tengan en un futuro criterio propio y sepan que hay que ser parte activa y no desentenderse de la política que es lo que marca el futuro de las sociedades.
Creo que fue Sócrates quien dijo que un pueblo que se desentiende de la política acabará siendo gobernado por seres inferiores al pueblo.
El abrazo de Zaplana y Camps al que teme Mazón: "El banquillo del PP"
Los dos expresidents, enemigos en el pasado, llevan a cabo su "reconciliación" en un momento incómodo para Mazón
ElPlural
Jaime Fernández
12-4-25
Todo parece venir en mal momento para el president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón. El avance del juicio sobre la gestión de la DANA que arrasó la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre, con las declaraciones de los dos máximos responsables de Emergencias, Salomé Pradas y Emilio Argüeso, está dejando cada vez más en evidencia la negligente actuación del Consell. Esta semana, el reencuentro de dos viejos conocidos del PP de la Comunidad Valenciana, ha dejado una imagen que no hace sino aumentar la presión sobre Mazón.
Se trata de dos expresidents de nefasto recuerdo para los valencianos. Eduardo Zaplana y Francisco Camps dividieron en su día al Partido Popular de la región, gobernando cada uno en dos legislaturas marcadas por los problemas judiciales y la corrupción. Años después, parece que los problemas entre ambos son cosa del pasado. Su reconciliación ha quedado plasmada en una fotografía tomada este lunes en el centro de Valencia, en la que Zaplana posa su mano derecha en el hombro de Camps.
La fotografía, que publica Levante-EMV, es un símbolo de reconciliación entre los dos máximos exponentes de la corrupción en el Partido Popular de la Comunidad Valenciana. Zaplana, president entre 1995 y 2002, fue condenado a diez años de prisión por prevaricación, cohecho, falsedad documental y blanqueo en el marco del Caso Erial, y está a la espera de que el Tribunal Supremo resuelva su recurso. Camps, que ostentó el cargo entre 2007 y 2011, ha estado involucrado en seis causas judiciales, y ahora trata de volver a hacerse un hueco en la vida política de la región.
Mazón, "el hijo político de Zaplana"
El simbolismo alrededor de esta imagen no se queda en la "reconciliación", como la denomina el propio Camps, entre 'zaplanistas' y 'campsistas'. Más allá de que el encuentro se produjo en uno de los jardines de naranjos que mandó plantar Rita Barberá, tercer vértice de la corrupción en Valencia, la foto es incómoda de ver para "el hijo político de Zaplana", Carlos Mazón. El actual president dio sus primeros pasos en el Ejecutivo regional del de Cartagena, siendo director general del Instituto Valenciano de la Juventud desde 1999.
No se queda ahí, pues posteriormente, Mazón "formó parte del corrupto Consell de Camps", como explica a ElPlural.com José Muñoz, síndic del PSPV-PSOE en Les Corts. El socialista resume así el abrazo de los dos protagonistas de la fotografía: "Un condenado por corrupción y un president con el Consell más corrupto de la historia". Se trata de una representación de "el banquillo del PP".
El propio Camps ha hablado de su relación con su otrora enemigo, Eduardo Zaplana, en una entrevista en el citado medio: "Hablamos con mucha frecuencia, hacemos análisis de todo lo que tiene que ver con la política autonómica, nacional y también con la vida interna del partido. Lo hacemos con tacto, seriedad, responsabilidad y la autoridad reconocida por parte de los dos". El expresident, tras eludir la cárcel en los seis procedimientos que le implicaban, ha vuelto a la vida pública con una serie de actos por todo el territorio valenciano para presentar el libro 'Paco Camps, reenfocando España'.
Estos actos han adquirido relevancia para el cada vez más cuestionado Mazón, pues en ellos se defendió la convocatoria de un congreso del PPCV para este verano. Lo que está claro es que tanto que el actual president siga en su cargo, como el retorno a la escena de sus dos antecesores más polémicos, enturbian la imagen de la delegación popular en la Comunidad Valenciana, como explica Muñoz: "Que nadie se engañe, esta fotografía no representa el pasado del PP, representa su presente", asegura el síndic.