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jueves, 9 de octubre de 2025

 



Elisabeth Volkenrath: de peluquera a verduga del horror

Antes de la guerra, Elisabeth Volkenrath era una mujer común. Trabajaba como peluquera en Alemania y llevaba una vida sencilla, sin señales de lo que estaba por venir. Pero cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, decidió unirse al sistema nazi. En 1941 ingresó como guardiana en los campos de concentración. Allí, su humanidad comenzó a desaparecer.

Ascendió rápidamente. Primero en Ravensbrück, luego en Auschwitz y finalmente en Bergen-Belsen, donde se convirtió en supervisora principal. Su reputación era temida: no gritaba, no mostraba ira; su crueldad era metódica, calculada y silenciosa. Los prisioneros decían que su calma era lo más aterrador: uno nunca sabía cuándo actuaría.

En Auschwitz participó en las selecciones para las cámaras de gas, eligiendo con un solo gesto quién viviría y quién moriría. En Bergen-Belsen, mantuvo su papel incluso cuando el caos se apoderó del campo en los últimos días del régimen nazi.

Cuando las tropas británicas liberaron el campo en abril de 1945, la encontraron aún dando órdenes. Fue arrestada y llevada a juicio junto con otros guardias del campo. Los testimonios de los sobrevivientes no dejaron dudas: había sido cómplice directa del exterminio.

El 13 de diciembre de 1945, fue ahorcada en la prisión de Hamelin, sin mostrar arrepentimiento alguno. Ni lágrimas, ni disculpas. Solo el silencio helado de quien confundió la obediencia ciega con el poder.

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