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Acciona se lleva el megacontrato del alcantarillado de València pese a estar implicada en el caso Koldo
La mejor oferta técnica fue descartada por “baja anormal” mientras la empresa más mencionada en el informe de la UCO se adjudica 293 millones
UN MEGACONTRATO ENTRE ALCANTARILLAS Y MILLONES: LA PESTE DEL CLIENTELISMO NO SE DESPEGA
Acciona, gigante de la construcción y reina de la obra pública desde hace décadas, vuelve a situarse en el centro de una tormenta judicial y política. No es nuevo. Lo nuevo es que ya nadie se esfuerza en disimular. La adjudicación de un contrato de 293 millones de euros para el saneamiento de aguas residuales en València ha sido concedida a una UTE liderada por la misma empresa que, según el informe de la UCO, concentró el 85,5% de los contratos bajo sospecha en el caso Koldo. La cifra es obscena: 545 millones de euros adjudicados a dedo con presuntas mordidas por valor de 620.000 euros.
Lo que Compromís ha denunciado no es un error de forma, es una continuidad estructural. El sumario del caso Koldo, que ha derribado al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, deja claro que la empresa estrella de los sobornos fue Acciona. Que se haya llevado ahora uno de los mayores contratos municipales del último lustro en manos del Partido Popular, y en una ciudad salpicada ya por el caso Azud (corrupción en tiempos de Rita Barberá), no es casualidad, es hábito.
¿Cómo se explica que una empresa investigada por pagar mordidas siga ganando concursos públicos? ¿Por qué no hay inhabilitaciones preventivas? ¿Cómo se justifica que la mejor oferta técnica quedara descartada por considerarse “baja anormal” mientras se adjudica a una firma bajo lupa judicial? Son preguntas que no necesitan respuesta: solo voluntad política y decencia administrativa, ambas desaparecidas.
LOS MISMOS ACTORES, DISTINTOS GOBIERNOS: UN SISTEMA TRANSVERSAL DE IMPUNIDAD
Durante años, Acciona ha operado como brazo ejecutor de gobiernos de todos los colores. Bajo el PP valenciano, se vio envuelta en pagos a Corbín, cuñado de Barberá, por 1,7 millones de euros en mordidas, según el caso Azud. Bajo el Ministerio de Transportes del PSOE con José Luis Ábalos, el mismo patrón: adjudicaciones masivas con supuestos retornos ilegales a través de Koldo García, asesor de confianza del ministro.
Ahora, con el PP de Carlos Mazón en la Generalitat, el megacontrato de las alcantarillas vuelve a recaer sobre la misma empresa investigada. Como si los sumarios judiciales no existieran. Como si las alarmas de la UCO fuesen anécdotas. Como si cambiar de legislatura fuese borrar los hechos. Y no, no lo es.
La mesa de contratación del Ayuntamiento de València descartó a la UTE formada por Global Omnium, Grupo Bertolín e ISG, que había obtenido la mejor calificación técnica, por presentar una “baja anormal” en su propuesta económica, un 30% inferior a la media. Esta decisión, que se ampara en tecnicismos contables, termina beneficiando directamente a Acciona, que mantiene el control del servicio que ya gestionaba desde 1995. Treinta años de control sobre el subsuelo de la ciudad, literal y figuradamente.
UN CONTRATO DE ALCANTARILLADO CON OLOR A SISTEMA PÚTRIDO
El concejal Carlos Mundina ha defendido el contrato asegurando que se reserva una inversión de 62 millones de euros en la red, incorporando nuevas tecnologías y renovación de flota. La sostenibilidad como barniz, la innovación como excusa. Pero la sospecha permanece: ¿a qué precio, y para quién?
El caso de València resume perfectamente la mecánica de la corrupción sistémica en el Estado español: una empresa como Acciona, salpicada por múltiples escándalos, sigue operando como si nada. La coartada es siempre la misma: fue un directivo despedido, fue otra época, fue otro gobierno. Pero los contratos siguen fluyendo. El dinero también.
Y mientras tanto, nadie investiga los despachos, los teléfonos, las actas. Nadie registra las sedes de las constructoras. Nadie pone freno. Porque las mordidas necesitan un mordedor, sí, pero también una estructura entera que las tolere, las perpetúe y las proteja. Y eso se llama poder.
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