El “milagro de la ejemplaridad” de Mariano Rajoy se desmorona a pasos agigantados. Hace apenas unas semanas, en el congreso del PP, el expresidente presumía de haber luchado contra la corrupción. Ahora, la imputación de Cristóbal Montoro, su todopoderoso ministro de Hacienda, lo devuelve a la cruda realidad: su legado político está hundido en una ciénaga de cloacas, sobres y favores a empresas.
El caso Montoro no es un asunto menor ni aislado. Se investiga desde hace 7 años y revela cómo desde Hacienda se habrían favorecido a determinadas empresas gasísticas. En el epicentro aparece Equipo Económico, el despacho que el propio Montoro fundó y que después fue agraciado con contratos y pagos por valor de 5,2 millones de euros procedentes de organismos controlados por el PP. Un manual de puertas giratorias disfrazado de política económica.
Mientras tanto, Rajoy sigue negando responsabilidades. Como hizo con Luis Bárcenas y la caja B, como hizo con la policía patriótica de Fernández Díaz, como hizo con cada caso que estalló durante su mandato. Su método era simple: mirar a otro lado, negar y ganar tiempo. Pero los tribunales han dejado negro sobre blanco lo que él intentó silenciar: el PP de Rajoy es el único partido en España condenado en firme por financiación ilegal.
La corrupción no fue un accidente, fue la norma. Kitchen, con agentes parapoliciales robando pruebas a Bárcenas. Gürtel, con comisiones y contratos públicos amañados durante años. Lezo y Púnica, extendiendo la red de saqueo en Madrid. Zaplana, condenado a 10 años. Rato, sentenciado por fraude fiscal y blanqueo. La lista es interminable y dibuja la verdadera biografía del Partido Popular en el poder.
Montoro, además, representa la hipocresía más sangrante. Fue quien impuso recortes brutales, quien aplicó la austeridad que hundió servicios públicos y castigó a trabajadores y trabajadoras, mientras su despacho privado se enriquecía con dinero público. El guardián de Hacienda convertido en el cobrador privado de favores.
Rajoy quiere pasar a la historia como el presidente prudente del silencio. Pero su verdadero legado es haber normalizado la corrupción como forma de gobierno, haber blindado un partido que convirtió al Estado en una máquina de favores y al ciudadano en simple pagador de la fiesta.
El caso Montoro es solo la última grieta en un edificio que lleva años derrumbándose.
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