En una época en la que la prensa estaba dominada por hombres y las mujeres eran relegadas a secciones de moda o sociedad, una joven de apenas 16 años se rebeló contra el destino que le imponían. Elizabeth Jane Cochrane, hija de una familia humilde de Pensilvania, escribió una carta incendiaria contra un artículo misógino titulado “¿Para qué sirven las mujeres?”. Aquella respuesta no solo impresionó al editor del Pittsburgh Dispatch, sino que marcó el inicio de una de las carreras periodísticas más audaces de la historia.
Elizabeth adoptó el seudónimo de Nellie Bly y, desde el principio, se negó a aceptar el lugar que le asignaban. Rechazó escribir sobre vestidos y costura, y se lanzó a investigar realidades incómodas, desde la explotación laboral en fábricas hasta la vida de los más desfavorecidos. Su espíritu indomable la llevó hasta México, donde trabajó como corresponsal y denunció injusticias sociales que pocos se atrevían a mencionar.
Pero su mayor hazaña llegó en 1887, cuando aceptó una misión casi suicida: internarse en secreto en el manicomio de Blackwell’s Island para contar lo que ocurría tras sus muros. Fingió locura, fue arrestada y, en apenas unas horas, los médicos la declararon demente. Lo que encontró allí fue un infierno: mujeres encadenadas, baños de agua helada, insultos y golpes diarios, comida en estado deplorable. Muchas internas no estaban enfermas, pero el trato cruel las quebraba hasta llevarlas realmente a la locura.
Tras diez días, el periódico logró liberarla, y Nellie publicó su célebre reportaje “10 días en un manicomio”, un testimonio que estremeció a la opinión pública y provocó reformas inmediatas en el sistema de salud mental de Nueva York.
No se detuvo ahí. Retó al mismísimo Julio Verne al afirmar que podía dar la vuelta al mundo en menos de 80 días. Y lo logró: en 72 días, 6 horas y 11 minutos, Nellie Bly recorrió el planeta, convirtiéndose en un símbolo de valentía, ingenio y determinación femenina.
Su vida entera fue una demostración de que el periodismo no era solo cuestión de pluma y papel, sino de coraje. Nellie Bly cambió para siempre la forma de contar la verdad. Y dejó grabada una frase que resume su filosofía:
“Tienes que experimentar el dolor tú mismo para escribir sobre él.”
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