Rafael Hernandez
EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR
Esta noche vi 'El maestro que prometió el mar’. Me emociono profundamente, casi se me saltan las lágrimas. Hay en su sensibilidad y franqueza una oda a la libertad, a la dignidad y a la infancia. Una obra que late, de principio a fin, con amor y ternura.
Me llevó a imaginar lo que habría sido España si aquel proyecto maravilloso de la Segunda República no se hubiera truncado… un país donde la cultura, la igualdad, la justicia y la libertad hubieran tenido espacio para florecer.
Me doy cuenta de que todo empieza en la enseñanza. La educación y el amor por el conocimiento son la semilla de una sociedad madura. Cada niño, cada joven que aprende sobre libertad y dignidad se convierte en guardián de un mundo más consciente y humano .
De ahí que esta película sería muy conveniente que fuese proyectada en todos los colegios e institutos, porque 'quien no conoce su historia está condenado a repetirla'.
Recordar y enseñar nuestro pasado no es un acto de nostalgia, sino un deber; al comprender nuestro pasado podremos evitar los errores anteriores e imaginar y construir un futuro más consciente y humano.
Y ahí está la enseñanza de esta historia: que solo a través de la educación podemos mantener viva la memoria, proteger la dignidad y asegurar que la libertad no vuelva a perderse.
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