Señora Ayuso, esto es para usted.
Usted ha decidido que colocar una bandera palestina en un colegio es más peligroso que el asesinato de 65.000 personas en menos de dos años. Usted ha ordenado que se arranquen murales, que se retiren pancartas, que se silencie la solidaridad. Ha convertido la empatía en delito y la educación en un campo de propaganda.
La hipocresía es insultante. En 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, su gobierno no solo permitió, sino que alentó que los colegios se llenaran de murales y cajas de ayuda humanitaria. Visitó centros para hacerse fotos entre consignas pintadas por niños de siete años. Entonces dijo que “Ucrania nos necesita”. Ahora, cuando la ONU reconoce un genocidio en Gaza, la consigna es callar.
Eso no es incoherencia, es estrategia. Ucrania encajaba en el relato de buenos y malos que convenía a Occidente. Gaza incomoda, porque cuestiona a un aliado. Y en ese cálculo, usted elige el silencio, la censura y la obediencia a los poderosos.
Los inspectores de su Consejería llaman a los centros para recordarles que deben ser “apolíticos”. Pero lo que imponen no es neutralidad, es adoctrinamiento. Es enseñar al alumnado que hay muertes que cuentan y muertes que se borran. Es inculcar que la vida de una niña en Gaza vale menos que la de un niño en Kiev.
Marea Palestina, las y los docentes que se niegan a obedecer, lo dicen claro: se está violando la libertad de cátedra, la autonomía de los centros y el derecho a educar en valores humanos básicos. Y las familias recuerdan una cifra que debería perseguirla: el 30% de las víctimas en Gaza son menores. Veinte mil mochilas sin dueño.
La guinda la pone la presión de la embajada israelí sobre asociaciones de madres y padres, dictando desde fuera qué se puede decir en nuestras aulas. Y usted obedeciendo. La presidenta de Madrid arrodillada ante un Estado extranjero, mientras aplasta la voz de sus propios docentes.
Señora Ayuso, la educación pública no está para fabricar obediencia ni para blanquear genocidios. Está para enseñar que todos los pueblos tienen derecho a vivir en paz. Para enseñar que ninguna vida es menos valiosa. Usted lo ha convertido en lo contrario: solidaridad prohibida, indiferencia obligatoria.
Lo suyo no es proteger a los niños de la política, es imponer la política más brutal: la del silencio cómplice ante un genocidio.
La maldad gobierna cuando se obliga a un niño a olvidar a otro niño asesinado. ç
Apóyanos
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Javier Ferrero
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